Manuela Canalejo Rubio, asesinada por guardar una bandera republicana
Manuela Canalejo Rubio, de la familia de los “Huesospelaos”, conocida también como Manolica la del matadero, pues trabajaba como casera en el matadero, fue la única mujer de Las Gabias fusilada cuando el golpe de estado de los franquistas.
Era la mayor de tres hermanas, dándose la circunstancia que su hermana pequeña, Dolores, también fue azotada por la violencia fascista, pues cuando contaba con sólo 23 años, su esposo José Baena Sánchez, fue vilmente asesinado a plena luz del día, recibiendo dos disparos por parte de un conocido cacique local y dejándolo tirado junto a la vía del tranvía en la carretera de Armilla
Era la mayor de tres hermanas, dándose la circunstancia que su hermana pequeña, Dolores, también fue azotada por la violencia fascista, pues cuando contaba con sólo 23 años, su esposo José Baena Sánchez, fue vilmente asesinado a plena luz del día, recibiendo dos disparos por parte de un conocido cacique local y dejándolo tirado junto a la vía del tranvía en la carretera de Armilla.
Manolica se casó con sólo 21 años con Fernando Rodríguez Ruiz, apodado “el Corrío”, un hombre bastante mayor que ella, que ya contaba con 37 años cuando contrajeron matrimonio.
No tuvieron hijos y vivían en el matadero municipal, en pleno corazón del barrio del Ejido, donde ella era la casera y su esposo, Fernando, trabajaba como encargado.
Aunque no estaban involucrados oficialmente en la política local, sí que procesaban profundos ideales de izquierdas –se le conocía su vinculación con el PSOE- y éste fue el verdadero motivo de la muerte de Manuela.
La razón que llevó a la detención y su posterior asesinato fue que Manuela tenía en el Matadero una bandera republicana y algunos carniceros de los que acudían a las instalaciones, la denunciaron ante la guardia civil
La razón que llevó a la detención y su posterior asesinato fue que Manuela tenía en el Matadero una bandera republicana y algunos carniceros de los que acudían a las instalaciones, la denunciaron ante la guardia civil.
Cuando salía de su casa, presa, camino del cuartel, Manuela cogió un cesto y se lo puso bajo el brazo, para disimular ante los vecinos que iba detenida, y sin saber que le esperaba un destino fatal.
Saliendo del cuartel maniatada encontró en la puerta a un carnicero, al que sellaban la carne en el matadero y al que suplicó clemencia, recibiendo de éste energúmeno una patada en la barriga que casi la deja inconsciente.
En el caso de Manuela la llevaron sola en un coche y la fusilaron en el barranco de Otura, junto al Suspiro del Moro, dejándola muerta en la cuneta
A pesar de que la práctica habitual era subir a las víctimas en grupo y llevarlas en camiones a su fusilamiento, en el caso de Manuela la llevaron sola en un coche y la fusilaron en el barranco de Otura, junto al Suspiro del Moro, dejándola muerta en la cuneta.
Era un 13 de agosto de 1936, un día más del mes de agosto más negro de la historia de Gabia, cuando asesinaron a Manuela Canalejo Rubio, a los 41 años de edad.
Como en el resto de casos no consta la existencia de ningún tipo de juicio sumarísimo o consejo de guerra; no perdieron el tiempo en ello, sino que se tomaron la justicia por su mano, siendo llevada directamente a su ejecución inmediata.
Su muerte consta en el Registro de Defunciones del Archivo parroquial de Gabia la Grande, donde fue inscrita en Julio de 1939 junto a un grupo de 19 fusilados más del pueblo, una vez concluida la guerra civil
Aunque Manuela Canalejo fue la única mujer fusilada en Gabia, hubo otras muchas mujeres que sufrieron en sus carnes la dura represión a que fue sometido nuestro pueblo con motivo del Golpe de Estado, reflejada en una persecución encubierta, en la humillación de los vencedores y, sobre todo, en una fuerte marginación social durante la guerra civil y la dictadura.
Y fueron muchas, en concreto 19, las mujeres anónimas de Gabia, que siendo aún muy jóvenes, entre los 30 y los 40 años de edad, quedaron viudas, con hijos pequeños y que tuvieron que sobreponerse a la desgracia familiar que supuso la injusta muerte de sus esposos y sacar adelante a sus familias, con muchas bocas que alimentar en un ambiente totalmente hostil para ellas, donde sobrevivir era toda una hazaña en esos tiempos de hambre, de miseria y de odio para estas mujeres, que además quedaron marcadas para siempre como “mujeres de fusilados”.
¿Cuántas mujeres buscaron inútilmente los cuerpos de sus hijos o esposos en las cunetas de las carreteras o en las tapias de los cementerios?, sin tener noticia alguna sobre su paradero, y sin poder hacer preguntas, viviendo con la eterna duda de si los habían matado o habían logrado huir, guardando esa mínima esperanza de volver a verlos con vid
¿Cuántas mujeres buscaron inútilmente los cuerpos de sus hijos o esposos en las cunetas de las carreteras o en las tapias de los cementerios?, sin tener noticia alguna sobre su paradero, y sin poder hacer preguntas, viviendo con la eterna duda de si los habían matado o habían logrado huir, guardando esa mínima esperanza de volver a verlos con vida.
Si con la llegada de la República en 1931 se preveía un futuro esperanzador para las mujeres, a las que se les concedió el derecho al voto y, por primera vez, tuvieron acceso a puestos políticos y administrativos de importancia, el estallido de la guerra civil y la victoria del bando nacional supuso la vuelta a una sociedad patriarcal y a un papel de sumisión que parecía olvidado durante el régimen republicano.
La familia y el hogar serían sus principales y únicos ámbitos de actuación, pues en el proyecto social franquista, la mujer era ante todo “madre y esposa ", en una sociedad que negó los derechos individuales de la mujer y la excluyó del mundo laboral.
Para que nunca se olvide. Para que nunca se repita.
En colaboración con y las asociaciones memorialistas de la provincia de Granada.
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