Las Tres Rosas de Chimeneas
Concepción Salvatierra, de 60 años, y sus hijas Nieves, de 29, y Gregoria, de 19, regresaron a Chimeneas con tres de los cuatro críos de Nieves a mediados de febrero de 1937.
No debían de haberse instalado aún en su casa de la calle Río Seco cuando un grupo armado las condujo a la sede de Falange y de allí al presidio que la nueva autoridad había improvisado en una vieja casa de Chimeneas. Una semana después fueron obligadas a montarse en un camión, donde ya había varios vecinos del pueblo, y al que luego se subirían a culetazos algunos más. El destino: la cárcel de Granada y el fusilamiento sin motivo, aunque, entonces, quizá, ni lo sospecharan.
Aún sin ser activos militantes, los miembros de la familia eran reconocidos socialistas, y Chimeneas ya no era un lugar seguro para ellos. Como tampoco lo era Chauchina o Fuente Vaqueros, que experimentaron un éxodo y retorno similar a los pueblos del entorno
Las tres mujeres de la familia Caballero Salvatierra, conocidos como Los carabineros, acababan de volver de su breve exilio en Alhama, donde ellas, todos los suyos y los vecinos rojos de Chimeneas se habían trasladado precipitadamente en el verano de 1936.
El pueblo quedó casi desierto en agosto de aquel año cuando las tropas nacionales ensancharon hasta la Vega el cerco republicano que sufría la capital. La otra parte de la familia, que se había instalado en Vélez Málaga, optó por trasladarse a Caniles cuando se produjo La Desbandá.
Aunque en las semanas previas a la sublevación militar en Chimeneas no se habían registrado incidentes, en los días siguientes la incursión de un grupo de milicianos republicanos de Málaga produjo serios altercados y a ellos se atribuyó la muerte de dos vecinos. Por eso, cuando los sublevados se hicieron con el control y empezaron a practicar detenciones por supuesta colaboración con la milicia malagueña, casi todo el pueblo, entre ellos los Caballero Salvatierra, se marchó a Alhama, entonces, bajo control republicano.
Aún sin ser activos militantes, los miembros de la familia eran reconocidos socialistas, y Chimeneas ya no era un lugar seguro para ellos. Como tampoco lo era Chauchina o Fuente Vaqueros, que experimentaron un éxodo y retorno similar a los pueblos del entorno.
Repartidos entre las localidades de Alhama y Vélez Málaga, en enero de 1937 Los carabineros sufrieron el primer revés; Juan Donaire, el marido de Nieves, la hija mayor, fue asesinado en la sierra de Cómpeta, en la Axarquía, en circunstancias poco claras.
Al subir al camión en dirección a Granada, Nieves pudo aferrarse a Dolores, su hija pequeña de año y medio, pero los otros dos, Juan y Gregorio, se quedaron en el pueblo mendigando por las calles, malviviendo en casa de la abuela paterna, ante la mirada despreciativa de los falangistas que campaban a sus anchas por el pueblo
Pero lo peor estaba por venir. Cuando a primeros de 1937 las tropas de Queipo de Llano toman Málaga, el éxodo de republicanos malagueños hacia el este acaba arrastrando a los Caballero Salvatierra.
Es cuando las tres rosas -Concepción y sus hijas Nieves y Gregoria- deciden regresar a Chimeneas con tres de los cuatro hijos de Nieves, de 6, 3 y año y medio; la mayor, Concha, de 8 años, que se encontraba en el municipio de Vélez Málaga con su tía Elena y los ocho hijos de ésta –dos de ellos se integrarían en el ejército republicano–, se trasladó a Caniles, donde vivió hasta el final de la Guerra sin saber el trágico destino que le iba a arrebatar a casi toda la familia.
Porque a Concepción, Nieves y Gregoria las estaban esperando en Chimeneas. Al subir al camión en dirección a Granada, Nieves pudo aferrarse a Dolores, su hija pequeña de año y medio, pero los otros dos, Juan y Gregorio, se quedaron en el pueblo mendigando por las calles, malviviendo en casa de la abuela paterna, ante la mirada despreciativa de los falangistas que campaban a sus anchas por el pueblo.
Fachada de la Prisión de Granada, lugar de Memoria Histórica. P.V.M.
Años después, las mujeres que aquella mañana se hicieron cargo de la pequeña contaron a Concha que su hermanita se aferró tanto a su madre que en las uñas de la niña apreciaron pequeños trozos de la piel de su madre
En la cárcel de Granada, las tres rosas y la pequeña Dolores estuvieron sólo la noche del 22 de febrero de 1937. A la mañana siguiente, antes de ser conducidas a la tapia del cementerio de Granada, a Nieves le arrebataron a su bebé de los brazos y fue recogido del suelo de la celda por las vecinas de Chimeneas que se salvaron del ´paseo´.
Años después, las mujeres que aquella mañana se hicieron cargo de la pequeña contaron a Concha que su hermanita se aferró tanto a su madre que en las uñas de la niña apreciaron pequeños trozos de la piel de su madre.
Cuentan también que el soldado designado para fusilarlas cayó enfermo tras la ejecución. “No quiero revancha, ya no tiene sentido; pero no perdono y mi odio sigue intacto para quienes, sabiendo que ya habían matado a mi padre, denunciaron, detuvieron y fusilaron a mi abuela, mi madre y mi tía…Eran gente de aquí, de Chimeneas”, proclamaba a sus 80 años Concha, que, no obstante, no oculta que entre tanta desgracia hubo un episodio que alivió sus resentimientos.
El soldado designado para fusilarlas cayó enfermo tras la ejecución
Ángeles Morcillo, una celadora de la cárcel de Granada, observó a la pequeña Dolores en la celda de mujeres y pensó en su hermano y su esposa, que no podían tener hijos. De esta forma, Antonio Morcillo y Carmen Ramos se hicieron cargo de la pequeña y de inmediato se desplazaron a Chimeneas para buscar y ´adoptar´ al resto de sus hermanos.
Consiguieron su propósito sólo a medias. Concha estaba en Caniles con su tía Elena y Juan fue recogido por el párroco de Cijuela cuando, con seis años y un estado lamentable, lo encontró arrancando esparto.
Ángeles Morcillo, una celadora de la cárcel de Granada, observó a la pequeña Dolores en la celda de mujeres y pensó en su hermano y su esposa, que no podían tener hijos. De esta forma, Antonio Morcillo y Carmen Ramos se hicieron cargo de la pequeña y de inmediato se desplazaron a Chimeneas para buscar y ´adoptar´ al resto de sus hermanos
En cambio, sí localizaron a Gregorio, de 3 años, y se lo llevaron junto a su hermana a una casa de la calle Elvira, en la capital granadina, donde vivieron desde entonces. Tras un intento por darles sus apellidos, los nuevos padres optaron por conservar la verdadera identidad de los niños y, terminada la Guerra Civil, retomaron el contacto con su verdadera familia, ya de nuevo instalada en Chimeneas.
“Nunca podré olvidar todo lo que esa familia hizo por mis hermanos y por todos nosotros”, recordaba Concha mientras hojea el formulario para solicitar a la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica toda la información posible sobre las Tres rosas de Chimeneas.
En colaboración con:
y las asociaciones memorialistas de la provincia de Granada.
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