Sierra Nevada, Ahora y siempre.

La fosa común del Cementerio de San José de Granada: Lugar de Memoria Histórica Democrática de Andalucía

Blog - Foro de la Memoria - Rafael Gil Bracero - Sábado, 18 de Julio de 2020
Te ofrecemos parte de una impresionante investigación del profesor de Historia y presidente de la Asociación Granadina para la Recuperación de la Memoria Histórica, Rafael Gil Bracero, sobre la fosa común del cementerio de Granada, donde yacen enterradas un total de 4.015 víctimas del terror fascista.
Vista aérea del Cementerio de San José.
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Vista aérea del Cementerio de San José.

El famoso hispanista Gerald Brenan dedica 1949 (The Face of Spain, The Turnstile Press, 1950) a visitar varias ciudades y provincias de España. Entre ellas, Granada. Su objetivo principal era la localización de los restos de poeta universal Federico García Lorca. Se acercó al Cementerio municipal de San José, donde se interesa por los lugares de enterramientos de la guerra civil y por los libros registros de fallecidos, creyendo que aquí se encontraba el poeta. Escribe las primeras páginas sobre el terror desencadenado en Granada en guerra cuando visita el Cementerio:           

                        Se me ha dicho –y no únicamente por izquierdistas- que, durante los primeros meses de la guerra civil, fueron muertos en esta ciudad a sangre fría de veinte mil a treinta mil personas. No sé qué fe puede prestarse a estas cifras, pero parece ser una opinión general que el número de ejecuciones que hubo en Granada fue mayor en proporción a la población que en cualquier otro sitio.

                        Los visitantes extranjeros del Washington Irving Hotel oían los cambios de velocidad y se tapaban la cabeza con las mantas cuando sonaban las fatídicas descargas. Después, los ruiseñores, ruidosos como ranas, reanudaban sus cantos.

                        ….El amor nato de los españoles por la destrucción, su obsesión de la muerte y su tendencia al fanatismo hallaban satisfacción plena en estas orgiásticas escenas, porque no había autoridad civil o religiosa, fuerza moral o inhibición que pudiera detenerlas ¿No estaban acaso los obispos, los únicos que hubieran podido frenar aquello, tan comprometidos como los demás? El único pronunciamiento que hicieron fue el de que no se debía matar a nadie sin darle la oportunidad de confesarse…

Brenan entabla conversación con un empleado que le lleva al osario y a las tapias del cementerio:

                        ….Haciendo sonar la llave y hablando con desenvoltura de los secretos de su oficio –del tiempo, por ejemplo, que tardan los cadáveres en pudrirse en la tierra local-, el sepulturero nos condujo por la ladera polvorienta, bañada de sol y tachonada de tumbas humildes… Luego, se detuvo ante un pequeño recinto rodeado de altos muros.

                        -Ya estamos, dijo abriendo la puerta-. Este es el osario. Llegó hasta nosotros al entrar un curioso olor dulzón; nos invadió una desagradable sensación de asilamiento y silencio. Recordé el silencio que se produce en un banquete cuando alguien comete un grave paso en falso. Nos recobramos con un esfuerzo y vimos que estábamos en una especie de patio abierto cuyo suelo estaba lleno desagarrados y ennegrecidos fragmentos de tela. Era como si se hubiera celebrado una feria de ropa vieja hacía doce años o como si estuviéramos en el terreno elegido para acampar por una larga serie de caravanas de gitanos. Pero, muy pronto, nuestros ojos abandonaron estos sórdidos restos y se fijaron en una fosa que había en el centro del recinto. Era una fosa cuadrada, de unos diez metros de lado, al parecer muy honda. Estaba llena, hasta unos dos metros de la superficie, de cráneos y huesos. Entre éstos, yacían unos cuantos cadáveres apergaminados y encogidos, en posturas grotescas, como si hubieran llegado por los aires, y envueltos en consumidas mortajas.

            - ¿Y cuántos son los enterrados en esta fosa?- pregunté.

            -Bien la lista de los fusilados oficialmente tiene unos ocho mil nombres. Todos, salvo unos cuantos, están aquí. Luego, hay unos mil o más que tuvieron la original idea de morir de muerte natural. Vamos, digamos nueve o diez mil. Y todos buenos amigos, buenos compañeros.

            -¿No puede señalarme donde se efectuaron las ejecuciones?-pregunté.

            …. Pasamos por las puertas de hierro y nuestro hombre nos llevó al muro que limita el lado inferior del cementerio. Las señales de las balas estaban todavía allí, así como algunas manchas de sangre reseca. Habían sido bajados de los camiones y ametrallados en grupos, todavía maniatados. Sólo los concejales de la ciudad habían obtenido el privilegio de encender cigarrillo y mostrar así su desprecio y su actitud de reto. Allí habían esperado, mirando al olivar de tierra rojiza que ascendía hacia un cielo que gradualmente se iluminaba. Y después, nada…

Será la primera evidencia publicada sobre la violencia y la sangre derramada en Granada durante la guerra civil, primera evidencia en escrito público dónde se afirma que el Cementerio municipal fue escenario –uno de ellos- de fusilamientos y donde se encontraría un lugar de enterramiento.

Pero esa primera evidencia se completa con otras narraciones que nos conducen a saber más acerca de los asesinatos en guerra en Granada y provincia y muy especialmente relatos ligados a la narración del asesinato de Federico García Lorca y a la localización de sus restos

Pero esa primera evidencia se completa con otras narraciones que nos conducen a saber más acerca de los asesinatos en guerra en Granada y provincia y muy especialmente relatos ligados a la narración del asesinato de Federico García Lorca y a la localización de sus restos.

Claude Couffon mantuvo que el ajusticiamiento del poeta universal granadino fue uno de tantos miles asesinatos cometidos por las “escuadras negras” al servicio de las autoridades del Gobierno Civil y del orden público a partir de julio de 1936; asesinatos ordenados o consentidos por el comandante José Valdés Guzmán y su  grupo de “asesores”, aquella mezcolanza de jóvenes falangistas y cedistas procedentes de la burguesía adinerada granadina, ávida de poder, que no dudan en utilizar la violencia como instrumento político.

El Cementerio Municipal de San José era el triste destino final de cientos, de miles de granadinos:

            ….Las operaciones de limpieza practicadas por la “escuadra negra” tienen un nombre evocador: el paseo. Se desarrollan siguiendo un procedimiento tan característico que bien se puede hablar de método. Para el hombre puesto en la mira de los verdugos, todo comienza con la frenada brusca de un vehículo en la puerta de su casa, generalmente a altas horas de la noche. Después gritos, risas, insultos, y paseos en las escaleras, cuando se vive como sucede en los barrios populares, amontonados en todos los pisos. Finalmente, una andanada de puñetazos contra la puerta. Y es la escena atroz: la madre que se pega al hijo e implora a los torturados, quienes la rechazan a culatazos; los hijos y la mujer que lloran sobre el pecho en que apuntan los fusiles. El hombre, vestido a la ligera, es empujado, brutalmente precipitado en la escalera. Un motor ronca, el vehículo parte. Detrás de las persianas cerradas de la casa, vecinos y vecinas espían y piensan que mañana les puede tocar el turno… A veces la salva de fusiles estalla en la misma esquina, o simplemente en la acera. Y la madre o la esposa pueden descender, saben que sólo encontraran el cadáver. Pero que no salgan demasiado pronto, pues en tal caso puede suceder que suenen otros disparos, haciendo rodar su cuerpo sobre el cadáver que venían a recoger.[1]

 La escritora Helen Nicholson, emparentada con un granadino –Alfonso Gámir Sandoval, profesor e historiador- dejó constancia por escrito de lo vivido en los primeros meses de contienda, cuando residía en Villa Paulina, cerca de la Alhambra:           

…El domingo 2 de agosto tuvimos nuestro primer bombardeo aéreo a las 4’30 y el segundo a las 8.... Además, me atormentaba un inquieto recuerdo de la noche. A eso de la 2 me había despertado el ruido de un camión y de varios coches que subían por la cuesta hacia el cementerio y podo después había oído una descarga de fusilería y luego los mismos vehículos que volvían. Después llegué a familiarizarme ya demasiado con estos ruidos y aprendí a temer hondamente la llegada del alba, no solamente porque era la hora escogida con preferencia por el enemigo para lanzarnos sus bombas, sino a causa de las ejecuciones que tenían lugar entonces.[2].

Enzo Cobeli[3] sitúa a Federico en la noche en que asesinado en La Colonia de Víznar y como “víctima” de una encarnizada lucha por el poder entre los sectores duros de los militares (el gobernador civil José Valdés Guzmán, el capitán José María Nestares Cuéllar y la emergente y fascistizada organización de la Falange granadina).

Última foto conocida de Federico García Lorca, en el Paseo de Recoletos de Madrid, primeros días de julio de 1936. Está acompañado por Manuela Arniches.

Para Marcelle Auclair la “muerte de García Lorca habría sido, más que nada, el trágico resultado de la lucha política entablada entre Ruiz Alonso (CEDA) y los Rosales (Falange Española de Granada)”.

El periodista Eduardo Castro Maldonado, concluye taxativamente que García Lorca había sido una víctima entre miles de ciudadanos condenados por el terror de los sublevados; no fue una “sórdida vendetta personal, sino una implacable máquina de terror y extermino puesta en marcha con la intención de eliminar a todos los enemigos del Movimiento” También sitúa los lugares del asesinato y enterramiento en la zona del Barranco de Víznar-Alfacar

José Luis Vila San-Juan centra sus investigaciones en los últimos días del poeta y concluye que los culpables de la muerte de Lorca no fue cosa de “incontrolados” sino que los responsables fueron las autoridades rebeldes granadinas, con un instigador claro: el cedista Ramón Ruiz Alonso y con la participación necesaria de sectores de la Falange Española de Granada porque tanto el comandante y gobernador civil sublevado José Valdés y el capitán José María Nestares Cuéllar eran “camisas viejas” de F.E.[4]

El periodista Eduardo Castro Maldonado, concluye taxativamente que García Lorca había sido una víctima entre miles de ciudadanos condenados por el terror de los sublevados; no fue una “sórdida vendetta personal, sino una implacable máquina de terror y extermino puesta en marcha con la intención de eliminar a todos los enemigos del Movimiento” También sitúa los lugares del asesinato y enterramiento en la zona del Barranco de Víznar-Alfacar.[5]

Violencia política en Granada durante la guerra que el hispanista irlandés Ian Gibson investiga sobre los propios escenarios del terror granadino en una primera estancia que se prolonga entre 1965-1966. Unos años más tarde aparece su publicación en castellano, La represión nacionalista de Granada en 1936 y la muerte de Federico García Lorca[6] que fue un éxito editorial pese –quizás, por ello- a la censura franquista (todavía se recuerda cómo se pasaba aquel título a modo de panfleto clandestino de alumno en alumno, de aula en aula, en las facultades de Filosofía y Letras de las Universidades españolas, especialmente en la granadina).

El mismo Gibson amplía sus investigaciones en una cuidadosa revisión[7]. Refiriéndose concretamente a éstas “escuadras negras” manifiesta Ian Gibson:

…no constituía una organización claramente definida como, por ejemplo, la Falange. La “escuadra negra” estaba integrada por un grupo más o menos amorfo de individuos –quince o vente de ellos, en su mayoría muy jóvenes- que mataban por gusto y a quienes Valdés, con la finalidad de sembrar el pánico entre la población había otorgado una gran libertad de acción.

Muchos de estos matarifes eran hijos de familias acomodadas….

La “escuadra negra” actuaba –ahí en parte lo de “negra”- por la noche, utilizando coches que habían sido requisados y que a veces llevaban un banderín con una calavera y dos tibias cruzadas…[8].

Gibson termina por cotejar –en 1966- el listado “oficioso” de las defunciones registradas por causa de fusilamientos –por no ser el único registro que debió existir. Alcanza a cifrar un listado de unos dos mil cien óbitos aproximadamente, informándose de más detalles que le proporciona un empleado del Cementerio –José García Arquelladas- quizás el mismo testimonio que recogió unos diecisiete años atrás Gerald Brenan. Así que Gibson conoce que podría haber sido enterrados sobre unas 8.000 personas producto de la represión, pero que solo existe constancia “oficiosa” de unos 2.102 nombres. Y que desde luego Federico García Lorca nunca habría figurado entre aquellos tristemente finados y enterrados en el Cementerio Municipal de Granada.[9]

Los capítulos y las notas de trabajo redactados por Penón gozan ahora de otra ventaja: son las primeras páginas escritas apenas trascurridos veinte años de los hechos, por lo que aparecen personas y circunstancias como protagonistas directos de lo ocurrido, lo que dota de mayor credibilidad a lo narrado y, además, aparecen sus informantes/confidentes con nombre y apellidos, pues –como afirma Marta Osorio- el “anonimato de las personas que le ayudaron, algo que después de todos los cambios acaecidos en nuestro país y pasados ya tantos años, resulta innecesario”

La versión más completa –y primera, cronológicamente hablando- sobre las circunstancias acaecidas a los infortunados que acompañaron a Federico García Lorca en sus últimos momentos, antes de ser fusilados, se debe al escrito Agustín Penón (nacido en Barcelona en 1920, pero nacionalizado norteamericano, tras el exilio de su familia al concluir la contienda civil en 1939). Dicho investigador trabajó sobre aquellos hechos durante dos años -19955/1956- en Granada. Se entrevistó con decenas de granadinos y compartió confidencias que le ocasionaron problemas con las fuerzas de orden público, a él y a sus interlocutores. El resultado de sus investigaciones reposó -por diferentes motivos que nunca se aclararon- en una maleta-archivo hasta que fue dado a conocer por Marta Osorio en 2000 en una excelente edición revisada.[10] Los capítulos y las notas de trabajo redactados por Penón gozan ahora de otra ventaja: son las primeras páginas escritas apenas trascurridos veinte años de los hechos, por lo que aparecen personas y circunstancias como protagonistas directos de lo ocurrido, lo que dota de mayor credibilidad a lo narrado y, además, aparecen sus informantes/confidentes con nombre y apellidos, pues –como afirma Marta Osorio- el “anonimato de las personas que le ayudaron, algo que después de todos los cambios acaecidos en nuestro país y pasados ya tantos años, resulta innecesario”.

Del conjunto de capítulos que ordena, transcribe y corrige Marta Osorio para su edición ponemos énfasis en aquellos que directamente tratan sobre la represión de los sublevados y aquellos que se refieren a la búsqueda del lugar del fusilamiento y enterramiento de poeta y de las personas que –supuestamente- le acompañaron en sus últimos momentos. Describe Penón el ambiente de represión que se implantó en Granada. Sus informantes fueron, entre otros, los hermanos Rosales Camacho, José y Miguel, quienes con Antonio eran jefes de Falange Española y personalidades de peso en el nuevo régimen tras la sublevación de julio 1936. Granada fue “tomada desde un principio por bandas de asesinos al servicio de la causa iniciada por el Ejército”:

Con Miguel Rosales y sus innumerables amigos, con unos y otros, y a veces también solo, he recorrido todos los cafés, bares, tabernas y tabernillas que hay en la ciudad. Y entre copa y copa he ido sabiendo del terror que se implanto en Granda en los primeros tiempos de la rebelión, de los fusilamientos masivos, de los asesinatos incontrolados, los famosos “paseos”, de las denuncias, el miedo y las venganzas.              

Les escucho hablar sobre la Escuadra Negra (tristemente célebre por su actuación en aquellos días). Miguel me explica que fue una escuadra formada para matar. Sus componentes cuenca rebasaron el número de catorce y no fueron siempre los mismos, cambiaron varias veces. Eran una gente sedienta de sangre que rivalizaban entre ellos por conseguir como un triunfo, el mayor número de muertos. Estos individuos entraban en las casas para llevarse a sus víctimas, a las que muchas veces ejecutaban inmediatamente. También se encargaban de trasladar hasta la cárcel a los detenidos, y eran los que sacaban a los condenados a muerte de la misma cárcel para que fueran fusilados ante las tapias del cementerio. Unas veces obedecían órdenes de los mandos oficiales, aunque otra muchas se guiaban por denuncias particulares y acusaciones anónimas.

 En los primeros días de la sublevación estos asesinos actuaron sin ningún control. Más adelante el mando desde el Gobierno los sujetó un poco, aunque siguieron actuando al servicio de Falange para tomar represalias sobre cualquiera que oliera a “rojo”.[11].

Hoy, más de ochenta años después sabemos que, efectivamente, el Cementerio Municipal de Granada es, sin duda, la gran fosa de la guerra civil en Granada. Se trata de un lugar de enterramientos de fusilados, asesinados y ajusticiados y que fueron enterrados en fosas en tierra de los diversos patios del Cementerio y así durante dos décadas de haberse iniciado la contienda civil.

Los datos han sido recopilados después de una exhaustiva investigación histórica en diferentes fuentes (y no serán las únicas que existieron porque tenemos la certeza de que fueron destruidas o permanecen ocultas relaciones o Libros de enterramientos de difícil localización actualmente). El fondo que hemos manejado y vaciado exhaustivamente son los Libros de Defunciones del Registro Civil nº1 Sagrario, nº 2 Salvador y nº3 Campillo, Distrito Único; además de listados de los Libros de Enterramientos -en parte recogidos por el periodista Eduardo Molina Fajardo, porque ya no se encuentran en los archivos oficiales del Excmo. Ayuntamiento de Granada)

Aquí fueron enterradas más de cuatro mil víctimas desde julio de 1936 hasta finales de los cincuenta. Tenemos recogidos un total 3.400 víctimas de las cuales conocemos los nombres apellidos, edad, naturaleza; además conocemos la profesión de unas 2.400 víctimas. Más de seiscientas personas fueron enterradas sin filiación alguna, porque tanto en los libros de defunciones del Registro Civil o en los Libros de Enterramientos se anotó: persona “desconocida” o “relación de personas desconocidas”.

Los datos han sido recopilados después de una exhaustiva investigación histórica en diferentes fuentes (y no serán las únicas que existieron porque tenemos la certeza de que fueron destruidas o permanecen ocultas relaciones o Libros de enterramientos de difícil localización actualmente). El fondo que hemos manejado y vaciado exhaustivamente son los Libros de Defunciones del Registro Civil nº1 Sagrario, nº 2 Salvador y nº3 Campillo, Distrito Único; además de listados de los Libros de Enterramientos -en parte recogidos por el periodista Eduardo Molina Fajardo, porque ya no se encuentran en los archivos oficiales del Excmo. Ayuntamiento de Granada).

Además, se ha completado el rastreo analizando otras fuentes de carácter judicial y que serán dadas a conocer en una publicación que prepara AGRMH.

Más de 3.400 víctimas “conocidas”; más de seiscientas víctimas “desconocidas” fueron enterradas durante la guerra civil y postguerra en las fosas de los “patios de ensanche”, fundamentalmente Patios de San José y Patio de Santiago y otras. Los fusilados -y los traídos muertos a consecuencia de “heridas de arma de fuego”- reposaron en fosas comunes durante años, quizás décadas.

En los años cincuenta y sesenta sus restos óseos fueron exhumados, apilados, quizás fueron incinerados sin autorización alguna. ¿Fueron sacados y arrojados a vertederos? ¿Por qué no se existente en el Archivo Municipal de Granada ni en la empresa que gestiona el Cementerio fondos documentales, ni es posible la consulta al investigador? ¿Hasta cuándo se permitirá ese ocultamiento?. O quizás ¿reposan en un lecho fúnebre e injusto en las losas de hormigón de las renovadas calles del ensanche de los patios de Ensanche, Ermita, San Ramón, San Julio, San José y de Santiago?

En los años cincuenta y sesenta sus restos óseos fueron exhumados, apilados, quizás fueron incinerados sin autorización alguna. ¿Fueron sacados y arrojados a vertederos? ¿Por qué no se existente en el Archivo Municipal de Granada ni en la empresa que gestiona el Cementerio fondos documentales, ni es posible la consulta al investigador? ¿Hasta cuándo se permitirá ese ocultamiento?. O quizás ¿reposan en un lecho fúnebre e injusto en las losas de hormigón de las renovadas calles del ensanche de los patios de Ensanche, Ermita, San Ramón, San Julio, San José y de Santiago?.

Estas incógnitas son meras conjeturas porque no existe constancia alguna oficial en los fondos documentales del Archivo Municipal de Granada. Ni tampoco existe base documental alguna en los archivos de la empresa municipal EMUCESA que a partir de 1991 se hizo cargo de la gestión del Cementerio de San José.

En efecto será en 1991 cuando el Ayuntamiento crea EMUCESA (Empresa Municipal de Cementerio y Servicios Funerarios de Granada, S.A.), con capital íntegramente municipal, para dotar a la ciudad de unos servicios funerarios acordes con las necesidades existentes. Uno de los primeros pasos que la empresa da es la elaboración de un plan de desarrollo integral del cementerio que permita, al mismo tiempo, ordenar y modernizar el recinto mediante un desarrollo armónico, manteniéndolo totalmente integrado en el entorno monumental y paisajístico en que se encuentra y posibilitando su rehabilitación y conservación, en especial de las zonas históricas. El proyecto que lleva casi treinta años desarrollándose con los recursos de EMUCESA, ha obtenido el reconocimiento de la ciudad y el sector funerario, así como de la Universidad de Granada y Oporto, la Academia de Bellas Artes de San Fernando o la Asociación Granada Histórica y Cultural, entre otros.

Se puede decir que Granada es de los pocos ayuntamientos de capital de provincia de España donde menos documentación se encuentra de los enterramientos y fosas de guerra y postguerra. ¿Por qué tanta desidia? ¿Por qué se hizo desaparecer documentación y expedientes oficiales sin que no se instruyera comisión informativa para aclarar tal irregularidad?

Sin embargo, dicho desarrollo se ha abierto camino a una nueva etapa con escasa sensibilidad histórica-emocional que correspondería a dicho recinto. De acuerdo con los fondos archivísticos municipales, de acuerdo con los fondos que conforman hoy EMUCESA, no existe rastro alguno del devenir de los restos arrojados a las fosas en el recinto del Cementerio de San José porque cuando se dispuso el traslado de gestión del Área de Cementerio del Ayuntamiento de Granada a EMUCESA nada quedó, ninguna documentación quedó para el conocimiento (ni relación alguna de unidades de enterramiento) de familiares y ciudadanía. Es más, se puede decir que Granada es de los pocos ayuntamientos de capital de provincia de España donde menos documentación se encuentra de los enterramientos y fosas de guerra y postguerra. ¿Por qué tanta desidia? ¿Por qué se hizo desaparecer documentación y expedientes oficiales sin que no se instruyera comisión informativa para aclarar tal irregularidad?. ¿Por qué se hicieron desaparecer o destruir los Libros de Enterramientos en la franja cronológica de 1936 a 1939?

Esa nula sensibilidad a lo acontecido queda recogida en la contestación del Ayuntamiento al Juzgado Central de Instrucción número 5 de la Audiencia Nacional, fechada en septiembre de 2008 (ARCHIVO EMUCESA, Expediente Diligencias Previas Procedimiento Abreviado 399/2006 V. La información municipal fue recabada por el Tte Alcalde Delegado de Presidencia Sebastián Pérez Ortiz y enviada al Juez Baltasar Garzón Real en fecha de 5 de septiembre de 2008):

EMUCESA no tiene en su poder -afirma el gerente de EMUCESA, José Muñoz Rodríguez- ni ha tenido nunca Libros de registro de enterramientos correspondientes al periodo comprendido entre el 29 de junio de 1931 y el 23 de marzo de 1939, por lo que carece de toda referencia a causas de fallecimientos de cadáveres inhumados en esa época.

……Tampoco consta, ni de ese periodo ni de otros, la existencia de fosas comunes generales. Únicamente se ha podido constatar la existencia de enterramientos múltiples (por lo general 2, 3, 4 cadáveres), en una serie de fosas en tierra que han sido identificadas por causa de fallecimiento que pudiera estar relacionada con los hechos a que se refiere la solicitud….copia literal del contenido de los libros diario de inhumaciones en el periodo de 20 de marzo de 1939 hasta 31 de diciembre de 1944…..; se ha tratado de averiguar su situación y destino posterior, con el resultado de que ninguno de los restos correspondientes a tales cadáveres pueden ser localizados….

La razón es que todas las fosas en que se produjeron los enterramientos fueron posteriormente reutilizadas en buena parte y finalmente entre los años 60 y 80 del pasado siglo XX, fueron levantadas todas, exhumándose su contenido para depositarlo en osario general sin identificar.

…Se desconoce la ubicación de los sitios denominados “Ensanche”, “Bancal” “Pie de Cerro”…; en cuanto a las fosas del Patio de Santiago, San José, y San Ramón fueron levantadas para realizar construcciones funerarias y urbanización, sin que conste destino de ninguno de los restos. En cuanto al Patio de la Ermita fue igualmente objeto de exhumación y construcción por EMUCESA… comprobando previamente que estaban vacías….

Hemos sostenido varias sesiones de trabajo con el Sr. Gerente de EMUCESA, quien se ha ratificado en “la inexistencia de documentación referente a las fosas de guerra y postguerra” porque cuando se hizo cargo EMUCESA, nada se le trasladó a las dependencias…: ya en esa fecha se sabía que los Libros Enterramientos se habrían hecho desaparecer…. José Antonio Muñoz mantiene que antes de los ochenta todas las fosas en tierra se habrían “levantado” y sus restos habrían sido arrojados a osarios, sin notificar nada a gran mayoría de familiares… y esas “labores se venían haciendo desde finales de los cincuenta”, por falta material de espacio[12]. Considera además que además de la zona de ensanche del Patio de San José, hubo fosas en los actuales patios de San Miguel San Cristóbal o Patio de San Gregorio, por “donde habría” otras entradas al Cementerio, -(al igual que existía una entrada además de una tapia -ya inexistente- en el extremo sur del Patio de la Ermita)- donde se ubicaría el “lugar de enterramiento civil o patio de ahorcados”.

Desde el inicio de la contienda civil, el Ayuntamiento habría ocupado parcelas de la finca pública del Generalife, en donde se procederían a arrojar gran número de fusilados antes de marzo de 1937, la fase más dura y sangrienta de la represión de los sublevados. El enclave se encontraría entre el Patio de la Ermita y el Patio de San José, en la zona próxima a donde se ubicaría el Cementerio musulmán:

Cuando comenzaron en Granada los fusilamientos, el Excmo. Ayuntamiento de la capital se dirigió al Sr. Administrador del Generalife, don Joaquín Torrente y Frías en demanda de autorización para ocupar terrenos de este monumento a fin de establecer en ellos una ampliación del cementerio municipal.

El Sr. Torrente contestó de manera privada al Sr. Alcalde haciéndole notar que no se consideraba con atribuciones para otorgar lo que se pedía, toda vez que sus funciones de Administrador no le autorizaban a ceder parcelas del monumento confiado a su gerencia. Hizo la indicación confidencial de que el Municipio disponía de terrenos propios lindantes con el Cementerio en los que era fácil realizar a ampliación deseada.

Días después, el Ayuntamiento ocupó y cercó una parcela de terreno de una hectárea de extensión, en terrenos de Generalife y empezó a enterrar en ella a los individuos que se iban fusilando. El Sr. Administrador de monumento anotó este hecho, pero ni se creyó con atribuciones para autorizarlo, ni con autoridad para oponerse, limitándose a ser mero espectador de este asunto.

Cuando el delegado que suscribe fue designado para el cargo por la autoridad militar, encontrose ante el hecho consumado y también creyó que lo más oportuno era mantenerse al margen de la cuestión, esperando que vinieran épocas más normales, en las que se podría tomar la resolución pertinente[13].

 El Sr. Alcalde de Granada sublevada, el Tte Coronel Miguel del Campo Robles asesorados por el también Tte Coronel de Infantería Eugenio Serrano impusieron de facto al Delegado de Bellas Artes, Fidel Fernández, y al Administrador del Generalife la ocupación de terrenos en los que habrían abierto las fosas:

…. Procedimos a visitar los terrenos del Generalife, haciéndose acompañar el que suscribe (Delegado Fidel Fernández) por el Sr. Administrador del Monumento, y agregándose a la expedición a título de amigo de todos y de curioso o turista, el magistrado de esta Territorial, Sr. Gómez Morales.

Al llegar a los citados terrenos, vimos con la natural sorpresa que el personal municipal había procedido a cercar con vallado de alambre una extensión determinada; que había sepultado en ella varios cadáveres moros; que en otro sitio había también un cercado o valla aisladora, varias obras de albañilería, una escalinata, y una porción de pruebas, en fin, de que la ocupación material estaba realizada y de que la gestión que íbamos a llevar a cabo era totalmente inútil y tardía.

Ante estos hechos, no se atrevió el delegado que suscribe ni a aceptarlos como buenos, autorizando la ocupación de parte de finca aneja a un Monumento Nacional, ni a impedir por la violencia lo que se hacía invocando necesidades perentorias de la situación militar.

Aquí, en esos terrenos cercados convenientemente se habría arrojados cientos de cuerpos de fusilados identificados, o no.

Todo parece indicar que, si así se procedió con miles de personas, sus restos fueron removidos antes de los años setenta, cuando se prohibió los enterramientos en tierra. En las décadas de los ochenta y noventa, cuando se proyecta y ejecuta los Proyectos de ampliación del Cementerio ya no quedaban vestigio alguno de aquellas fosas, tal como afirmó el equipo de gobierno del Excmo. Ayuntamiento de Granada en 2008

Todo parece indicar que, si así se procedió con miles de personas, sus restos fueron removidos antes de los años setenta, cuando se prohibió los enterramientos en tierra. En las décadas de los ochenta y noventa, cuando se proyecta y ejecuta los Proyectos de ampliación del Cementerio ya no quedaban vestigio alguno de aquellas fosas, tal como afirmó el equipo de gobierno del Excmo. Ayuntamiento de Granada en 2008.

Frente a tanta “insensibilidad”, la dignidad y reconocimiento para las 4.015 personas enterradas aquí fueron recuperadas en julio de 2017, casi ochenta años después del inicio de aquel terror.

El empuje del memorialismo granadino y la voluntad política de la Junta de Andalucía han contribuido a la verdad, justicia y reparación para que el conocimiento y divulgación de aquellos hechos tan luctuoso sean diques suficientes para la No repetición.

Rafael Gil Bracero es profesor Historia Contemporánea, Universidad de Granada y presidente de la AGRMH.

 


[1] Claude COUFFON, “Le crimen a eu lieu à Grenade » en A Grenade, sur le pas de García Lorca, Ed. Seghers, Paris, 1962, pp. 59-123.

[2] Helen NICHOLSON, Death in the Mornig, Ed. Loval Dickson, Londres, 1937. Vid. pp. 33 y ss.

[3] Enzo COBELLI, García Lorca, Ed. Editrice La Gonzaghiana, Mantua, 1959, pp. 64-81.

[4] José Luis VILA-SAN-JUAN, García Lorca, asesinado: toda la verdad, Ed. Planeta, Barcelona, 1975,

[5] Eduardo CASTRO MALDONADO, Muerte en Granada: la tragedia de Federico García Lorca. Ed. Akal, Madrid, 1975

[6] Ediciones Ruedo Ibérico, París, 1971

[7]  Granada en 1936 y el asesinato de Federico García Lorca, Ed. Crítica, Barcelona, 1979.

[8] Víd. Ian GIBSON, Granada en 1936 y el asesinato…op. cit. pp. 107-119.

[9] Incluso, como relata el propio Gibson en su monografía publicada en 1979, esos libros desaparecieron –o quizás, fueron hecho desaparecer siendo alcalde de Granada D. Manuel Pérez Serrabona.

[10] Marta OSORIO (Editora) Miedo, olvido y fantasía. Crónica de la investigación de Agustín Penón sobre Federico García Lorca (1955-1956). Ed. Comares, Granada, 2009.

[11] Marta OSORIO, (Editora), op. cit. Granada, 2009, pp. 61-65. Relata Penón el asesinato de dos insignes personalidades en la Granada de 1936: el asesinato del director del diario El Defensor de Granada, Constantino Ruiz Carnero y del Ingeniero de Obras Públicas y diputados a Cortes Constituyentes de 1931, Juan José Santa Cruz.

[12] ARCHIVO MUNICIPAL DE GRANADA, Obras y Presupuesto Ensanche y obras en fosas en tierra. C. 3149.0442; C.3066.106, C.3065.007; C.3066.123; C.02681.005.

[13] AMGR, Informe del Delegado de Bellas Artes de Granada Fidel Fernández a Comisión de Cultura y Enseñanza de la Junta Técnica del Estado de Burgos, fechado en 20 de marzo de 1937, Expediente 3429 (sin clasificar).

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Este es un espacio para el recuerdo y el homenaje a las víctimas del franquismo.

Para que nunca se olvide. Para que nunca se repita. 

En colaboración con  y las asociaciones memorialistas de la provincia de Granada. 

Puedes consultar los reportajes de la primera temporada del Foro de la Memoria en los siguientes enlaces:

 

 

Imagen de Rafael Gil Bracero

Profesor de Historia Contemporánea de la UGR, Rafael Gil Bracero es presidente de la Asociación Granadina para la Recuperación de la Memoria Histórica.