Rosario 'la Fregenala', la modista republicana del Realejo asesinada en Víznar
"¡A ver cómo vienes a casa!", le advertía a Rosario Fregenal Píñar 'la Fregenala' su madre, Ángeles Píñar. Porque, en más de una ocasión, regresó sin abrigo o sin otras prendas. Las había regalado a personas que las necesitaban. "Pero si yo con un trozo de tela me hago otro", le respondía.
Recuerda esa anécdota familiar, transmitida con mimo entre generaciones, María José Sánchez Suárez, su sobrina nieta, para resaltar, en una conversación con El Independiente de Granada, que fue una mujer "generosa". "Moderna, risueña, inteligente, adelantada a su tiempo", añade al trazar el perfil de esta mujer que fue asesinada por los golpistas recién comenzado noviembre de 1936, junto a otras tres mujeres, entre ellas Milagro Almenara Pérez, la boticaria roja y feminista, y su cadáver arrojado a una de las fosas de Víznar.
Pero, ¿quién era 'la Fregenala'? Nació Rosario Fregenal Píñar en el Realejo -en Los Alamillos-, a finales del siglo XIX. Con ella eran siete hermanos. Su padre, Manuel Fregenal, era zapatero. Un hombre reivindicativo y cuya zapatería se convirtió en "un lugar de encuentro" en el que se hablaba de política. Ella, que se dedicó a ayudar a su padre hasta que cayó enferma del corazón y reorientó sus quehaceres a la costura, participó en esas charlas y, desde muy joven, se implicó en política. De ahí su amistad con Fernando de los Ríos. Llegó a ser vocal de mesa e interventora en elecciones por el Partido Socialista.
Rosario no fue a la escuela. Aprendió a leer y a escribir sola y, desde ese momento, "siempre tuvo un libro en la mano"
Era una familia republicana, como resalta su sobrina nieta. En ese contexto nació y transcurrió su vida, truncada tras el golpe de estado del 36. Rosario no fue a la escuela. Aprendió a leer y a escribir sola, y desde ese momento, "siempre tuvo un libro en la mano". Tenía sed de conocimiento.
A raíz de enfermar del corazón, dejó de trabajar con su padre y se hizo modista. Junto a una de sus hermanas, cosió para "la gente bien" de Granada. En esta nueva etapa de su vida, en la que forjó otros contactos, como los de la familia del compositor Manuel de Falla, también la reivindicación estuvo presente. "Su padre la puso en contacto con el Sindicato de la Aguja de Valencia", explica su sobrina.
Hubo un acontecimiento político que marcaría su destino. Fue en unas elecciones. En una de las mesas electorales, Rosario denunció que había un menor de edad, un paso que truncó cualquier posibilidad de que se anularan los resultados si se hacía ver a posteriori esa irregularidad. "Desbarató los planes" para influir en las elecciones y aquel día "la sentenciaron a muerte". Porque una de las personas a las que no le gustó su participación estaba en el grupo que fue a buscarla a su casa para detenerla tras el golpe de estado.
Tras dos detenciones y su paso por el convento de la Cuesta de San Gregorio, que funcionó como cárcel de mujeres, fue fusilada en Víznar
De la primera detención, permaneció uno o dos días bajo arresto y la soltaron. Pero a mediados de agosto, cuando por segunda vez fue detenida, su familia ya no volvería a verla. Su madre y sus hermanos hicieron "una barrera" para impedir aquel arresto. Su madre recibió un culatazo del que no se recuperó y que terminó acelerando su muerte.
Cuando conoció su detención, Manuel de Falla fue a dependencias policiales a interesarse por su situación. Rosario era la modista de la hermana del compositor y, como recuerda la sobrina nieta de 'la Fregenala' para ensalzar su gesto, Falla estaba convalenciente cuando no dudó en levantarse de la cama para acudir a dependencias policiales. "Lo trataron fatal", explica María José. Porque le instaron a que se marchara si no quería seguir el mismo camino.
A Rosario la tuvieron presa en la Cuesta de San Gregorio. Allí, al convento convertido en cárcel para mujeres, su familia le llevaba la comida. Pero un uno de noviembre, al llegar al convento, su hermana recibió este mensaje: "Vete, que donde está ya no necesita comer".
La familia quedó rota. A uno de los hermanos de 'la Fregenala' estuvieron a punto de fusilarlo, pero intercedió "un cuñado de Morcillo, el pintor". Otro huyó a América y nunca más supieron de él. Y quienes quedaron en Granada sufrieron, como todas las víctimas del franquismo y sus familiares, el dolor y el silencio. Una familia que aún hoy, 85 años después, debe seguir indagando en aspectos de la vida de Rosario, como su activismo político, porque durante mucho tiempo, por miedo y para evitar problemas, se les trataba de transmitir que no fue tal. "No le hagas caso a la gente", le decían.
"Las heridas que no se limpian bien, no se curan"
María José ha recogido el testigo familiar para seguir buscando los restos de su tía abuela. "Mientras tenga fuerzas seguiré buscando", afirma con contundencia para añadir que ya tiene el compromiso de su hija y de un sobrino de que, llegado el momento, ellos también asumirán esa tarea. Enfermera de profesión, recurre a unas palabras que resumen la necesidad de paz de las familias de las víctimas del franquismo. "Las heridas, si no se limpian bien, no se curan". Y, como enfatiza, "este país tiene una deuda grandísima con las personas que fueron fusiladas". Porque sus familias pasaron décadas "calladas y asustadas, hablando bajo y llorando".
"Este país no será un país digno hasta que no se levanten las fosas y esas víctimas puedan tener un enterramiento digno", resume la sobrina nieta de 'la Fregenala'
"Este país no será un país digno hasta que no se levanten las fosas y esas víctimas puedan tener un enterramiento digno", resume María José, que se emociona al recordar el momento en el que vio los primeros restos localizados por los equipos que han trabajado en la primera fase de las exhumaciones en el Barranco de Víznar. "Lloraba como una Magdalena", señala para elogiar el trabajo del equipo encargado del proyecto, integrados por especialistas de la Universidad de Granada y de la Asociación Granadina para la Recuperación de la Memoria Histórica.
La figura de su tía es conocida, y su memoria recuperada por autoras como Antonina Rodrigo. También está en una obra de Martín Recuerda, 'La cicatriz. El Carmen en Atlántida'. Pero el sufrimiento de tantos años necesita cerrarse. Confiesa María José que hay imágenes que la conmueven, como la de personas muy mayores sentadas en una silla siguiendo de cerca las excavaciones en fosas de víctimas del franquismo. "Se me parte el alma". En el recuerdo, su abuela, sentada en su balcón, siempre llorando.
Las mismas lágrimas que, unos días antes de morir, derramó su madre cuando volvieron a hablar de su tía Rosario. Porque la familia extrajo muestras de ADN la madre de María José -Rosario Suárez Fregenal-. "Cuando más directo es el familiar, mejor".
Por todo ese sufrimiento, por todas esas lágrimas, pide respeto a las familias que se han tenido que tragar su dolor. "Me enervo cuando escucho barbaridades. Que nos dejen seguir buscando como hacemos, con educación, con paciencia".
Y ahora, con las exhumaciones en Víznar en marcha y la perspectiva de la segunda fase, imagina que pudieran entregarle los restos de su tía abuela, en una caja, como la que otros familiares han logrado para enterrar dignamente. Le diría: "La abrazaría y diría: tita, ya te he encontrado y puedo cumplir mi promesa de llevarte con tus hermanas a descansar".
Para que nunca se olvide. Para que nunca se repita.
En colaboración con y las asociaciones memorialistas de la provincia de Granada.
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