La historia del Rusia
Manolo el Rusia
Mi abuelo se llamaba Manuel del Águila Rodríguez, pero lo llamaban Manolo el Rusia porque decía que era muy rojo. Había nacido en 1903 en el seno de una familia de falangista. Antes de la proclamación de la República, lo casaron, por tratos familiares, con una chica del pueblo, también de familia falangista, que apodaban la Tanasia, con quien no tuvo hijos.
Era conocido porque ayudaba a la gente de Deifontes, que no tenía posibilidades, a realizar trámites administrativos porque sabía leer y escribir
Cuando se proclamó la República, él se declaró a favor, puso una taberna de vino en el edificio que hoy es el antiguo ayuntamiento del pueblo, que era suyo, y contaban que allí mismo ponía las noticias de la radio y se las explicaba a los que estaban. Era conocido porque ayudaba a la gente de Deifontes, que no tenía posibilidades, a realizar trámites administrativos porque sabía leer y escribir.
Allí, en la taberna, conoció a la Antoñica de las Barberas y, con la República vigente, pudo separarse de su mujer e irse con ella, que era una mujer 9 años más joven que él y que pertenecía a la familia de las Barberas. Esta familia eran 2 hermanas con sus hijas, todas jóvenes, que las habían educado para ser mujeres libres y no depender nunca de un hombre. Las Barberas vivían en lo alto del pueblo, donde estaban las chozas llenas de gente pasando fatigas.
En plena República, Manolo y Antoñica culminan su amor con el nacimiento de mi padre en el verano del año 1933, Francisco, pero el Rusia no pudo darle sus apellidos porque al señor que llevaba el registro del pueblo no le pareció bien que lo reconociera estando casado por la iglesia con otra mujer, si acaso le ofreció ponerle al niño los apellidos de la exmujer de Manolo, a lo que mi abuela se negó en rotundo.
Cuando Franco dio el golpe de estado, el Rusia ya estaba en una lista por rebelión y, enseguida, fueron a por él. El Rusia tenía tres hermanas, dos de ellas eran monjas y la otra estaba casada con una guardia civil, y gracias a este cuñado pudo evitar que se lo llevaran al paredón al comenzar la guerra. Su vida corría peligro, tenía muchos enemigos y era muy atrevido para ir a buscar armas para los de la sierra a Granada o para ir a dar la cara por los demás.
En algún momento del camino los pararon autoridades o falangistas que estuvieran por allí, cada uno de los cuatro amigos tuvo que correr hacia una dirección diferente y ahí fue donde cayó el Rusia, los otros tres consiguieron ponerse a salvo, pero a Manolo lo alcanzaron y se lo llevaron detenido a la Prisión Provincial de Granada
Un día se despidió de su hijo en el puente de la entrada al pueblo, Francisco siempre lo recordaba en aquel lugar diciéndole adiós con la mano, le contaban que se fue con sus camaradas del pueblo, que eran el Farulla, el Manolico Chivé y Bernardino, el Chorro, andando campo a través desde Deifontes hasta Granada, unos 14 kilómetros en línea recta, pasando la zona de trincheras, en el cerro de la Hesilla, y caminando en paralelo a la cuesta de las Cabezas del Cubillas, antes de llegar a la estación de tren de Calicasas. En algún momento del camino los pararon autoridades o falangistas que estuvieran por allí, cada uno de los cuatro amigos tuvo que correr hacia una dirección diferente y ahí fue donde cayó el Rusia, los otros tres consiguieron ponerse a salvo, pero a Manolo lo alcanzaron y se lo llevaron detenido a la Prisión Provincial de Granada.
Estuvo algo más de un mes allí, mi abuela iba a visitarlo a la cárcel y le llevaba algunas cosas que necesitaba y que se las mandaba su exmujer, la Tanasia, hasta que un día le dijeron que ya no tenía que ir más porque ya lo habían matado, acusado de adhesión a la rebelión. Antonia crio a sus hijos sola, tuvo 2 hijos más, pero nunca se casó. Trabajó sin descanso en los campos, al par de los hombres, y si hacía falta ir a robar comida a las vegas, a ella no le importaba colgarse el saco al hombro para salir a la noche. Nunca tuvo reparo en trabajar en lo que era conveniente y no pudieron jamás doblegarla.
Su camarada Bernardino, el Chorro, fue capturado poco tiempo después y enviado al Valle de los Caídos sin que sus familiares supieran qué había pasado con él. Cuando volvió, a los siete años, la gente por las calles del pueblo creía que estaban viendo a un fantasma. Nunca volvió a tener una vida normal, nunca se recuperó psicológicamente de lo que había pasado y acabó con problemas con el alcohol.
Un contacto que tenía los mismos apellidos que Manolo Rusia y que, como este pueblo es muy pequeño y el apellido Del Águila poco común, resultó ser hijo de un primo hermano de Manolo, me puso en contacto con un señor mayor, que es capellán en la iglesia de San Antón, porque pensó que podía ser más cercano a mi abuelo que él. Contacté a este hombre, Rafael Pérez del Águila, y quedé con él una tarde en su casa para tomar café. Es un señor de 87 años, justo 6 meses mayor que mi padre, que es hijo de la única hermana de mi abuelo que se había casado. Me contó que su madre siempre había llorado la pérdida de su hermano Manolo, pero que nunca le había hablado de que tuviese hijos, Rafael se quedó más asombrado que yo cuando le dije quién era. Le conté todo lo que sabía de Manolo Rusia, él me miraba incrédulo con los ojos como platos, después me contó que un mes antes de que asesinaran a mi abuelo, habían asesinado a su padre, el guardia civil, para que dejara de entorpecer la captura de Manolo y que su madre, al morir su marido y después su hermano, había vendido todos sus bienes y su taberna y con el dinero había comprado un apartamento en la calle Duquesa de Granada.
El resultado del franquismo
El silencio y el miedo consiguió que la gran mayoría de estas historias no se trasmitieran de padres a hijos y, con esto, llegó el olvido. A día de hoy, es curioso cómo hay personas con familiares que fueron represaliadas, bien con expolios, asesinatos, cárcel o malos tratos desmesurados, psicológicos y físicos, y que apoyan partidos de la derecha con los argumentos más franquistas, racistas y xenófobos que se pueden encontrar en sus programas. Incluso de las generaciones más jóvenes de la dictadura, que han conocido el terror del franquismo, he visto gente insultando y menospreciando a partidos y representantes de izquierdas. Esa era la tarea que quiso llevar a cabo la dictadura y que, claramente, triunfó en una parte de la sociedad. Yo soy de un pueblo que no llega a los 3.000 habitantes, al pie de sierra Arana, que nació, hace siglos, de asentamientos en los manantiales que lo caracterizan: Deifontes, tierra de olivos y agua; donde la represión y la dictadura franquista consiguió callar la boca de la gente y, hoy, muchos no conocen los tremendos padecimientos que sufrieron nuestros antepasados. Deifontes es igual que todos los pueblos que forman esta tierra, que es Granada, de sudor y huesos enterrados en cualquier rincón, donde la memoria está siendo vital para la recuperación de la dignidad de las familias y para la reconstrucción de una sociedad justa e igual partiendo de una memoria fuerte y en paz.
La doble represión a las mujeres: Por rojas y por ser mujer. El patriarcado franquista acabó con ellas para poder acabar con ellosTras el golpe de estado, la oscuridad se hizo en todos los rincones españoles. El miedo que los franquistas provocaron en las mujeres fue clave para la desestabilización del frente republicano, las agresiones sexuales y las humillaciones eran diarias y se perpetraban con total impunidad, haciendo daño, no solamente a la víctima, también a su familia y allegados. Las torturas, las palizas, las purgas con aceite de ricino que les provocaba diarreas o el simple hecho de despojarlas de sus cabelleras para despojarlas, a su vez, de su feminidad, marcó profundamente la vida cotidiana que intentaban mantener con los maridos huidos o luchando en guerra. Y en el peor caso, el asesinato de rojas era impune también e, incluso, justificado por los cargos que ejercían presión desde los medios. Con el tiempo, y aplicando este terror patriarcal sin contemplaciones, consiguieron que todos callaran como medida de prevención.
Priscila López es la nieta de un fusilado durante la guerra civil y nació con el don de querer saber qué había pasado a su abuelo. Han pasado treinta años desde que conoció la historia de su abuelo y desde entonces Priscila no ha dejado de buscarlo, de preguntar y de querer saber. La autora creció en Francia con sus padres que habían emigrados al país galo. Volvió a España cuando tenía nueve años con la intención de no dejar nunca de investigar las historias de los que habían sufrido durante los años de tragedia y dictadura. Priscila tiene ahora treinta y ocho años y espera tener muchos más por delante para seguir buscando verdades escondidas.
Hace 15 años la autora perdió al amor de su vida en un accidente de tráfico. Se quedó sola con 23 años con una hija pequeña y en el hospital. La experiencia de su vida es lo que la ha llevado a ser feminista por la memoria de las que no pudieron expresarse.
La obra recoge las historias de mujeres que murieron injustamente durante la época más oscura de la historia de España. Su delito: no pertenecer con fervor al nuevo régimen que se imponía por la fuerza. Mujeres que murieron por ser de izquierdas, pero también por ser mujeres, porque a ellas podían hacerles cosas que a ellos no les hacían. Fueron torturadas, violadas y asesinadas en nombre de la Iglesia y en nombre de la unidad de una España que hicieron pedazos. Sus historias fueron olvidadas, pero este es el momento de recordar sus nombres para que no caigan en el olvido. Recordarlas y devolverles la dignidad que la crueldad desbocada de los franquistas les arrebató es un deber.
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Para que nunca se olvide. Para que nunca se repita.
En colaboracion con y las asociaciones memorialistas de la provincia de Granada.
Si no tuviste oportunidad o quieres volver a leerlos, estos son los reportajes del Foro de la Memoria:
- Nietas de la Memoria, los efectos del franquismo sobre las mujeres españolas
- En memoria de José Sánchez Castillo, y su hija Carmen, la lucha de una familia por reparar el nombre de un buen hombre, asesinado por el franquismo
- 'El crimen del cortijo'
- La guerra en las alturas
- 'Cambio de Rumbo', II Parte: Por qué perdió la guerra la República, por Francisco Vigueras
- 'Cambio de Rumbo', I Parte: Memorias de Ignacio Hidalgo de Cisneros, Jefe de la Aviación Republicana durante la guerra civil
- Memoria y reconocimiento: Virgilio Castilla, presidente de la Diputación Provincial de Granada (1931-1936)
- El principio del fin
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