Magdalena Ordóñez, una voz de la memoria
José Ordóñez Gutiérrez nació en 1905 en Tocón de Íllora. "Era despierto y espabilado" y cuando llegaba la hora de actualizar el padrón, el ayuntamiento lo contrataba. De ese trabajo sacó una visión muy dura de la situación en la que vivía la ciudadanía en ese momento. De un lado, terratenientes, "los que mandaban", de otro, "pobreza total", con niños descalzos, sin comida, suelos de tierra... Salió muy tocado y decidió "asociarse para ayudar, para hacer justicia".
Así introduce Magdalena Ordóñez a su padre, que fue secretario general del PSOE de Guadix y también perteneció a UGT. Un ferroviario de profesión que llegó a ser jefe de estación de Gor, lugar donde sorprendió la guerra a él y su familia.
"Cuando terminó la guerra fue a entregarse. Ni se fue ni se escapó. Se entregó a las autoridades", recuerda su hija Magdalena.
Y ese gesto le costaría la vida. Porque José Ordóñez fue encarcelado. En la Ermita de San Antón de Guadix, que los franquistas convirtieron en centro de reclusión, de represión. Allí permaneció hasta que un 12 de enero de 1940 fue ejecutado.
De esos nueve meses encarcelado en la ermita guarda Magdalena recuerdos que no pudo entender hasta que pasaron muchos años. Era la mayor y acompañaba a su madre a llevar comida al padre preso. "El que no tenía familia, no tenía comida".
Magdalena lo cuenta con tristeza en una conversación con El Independiente de Granada. El caso de su padre llegaría después al dictador, que dio el "enterado" para su sentencia de muerte.
"Teníamos mucho miedo. Nos vinimos a Granada a la casa que mis abuelos tenían en San Juan de los Reyes". Una casa heredada, explica incidiendo en el miedo con el que vivían. Su madre, Magdalena López, era "muy buena costurera", pero el trabajo "no daba para alimentarnos a todos".
Magdalena acabó estudiando en un colegio de Falange. Educada, como ella misma apunta incidiendo en la crueldad del dato, "en la dura doctrina del franquismo"
Y esa fue la razón por la que Magdalena acabó estudiando en un colegio gestionado por el Auxilio Social de la Falange. Educada, como ella misma apunta incidiendo en la crueldad del dato, "en la dura doctrina del franquismo". "Como iba bien preparada -había estado con unos tíos que se ocuparon de que se formara con unas maestras- y rendía al estudiar, me examinaron de ingreso a Bachiller".
Su pensamiento constante, como evoca, era "hacer algo por mi familia". Y aunque hubiera querido ser periodista, terminó aprobando unas oposiciones y convirtiéndose en maestra. "Con toda la carga doctrinal" que conllevaba. "Mi familia no me entendía, y yo a ellos tampoco".
Durante largos años, el silencio imperó. Y la amargura. "No podía decir que era hija de rojo, que era lo peor del mundo". La Guardia Civil iba a su casa periódicamente. "Mi familia lo pasó muy mal".
Magdalena estudió después en la Universidad y con el título de Pedagogía se convirtió en inspectora de Educación.
'El laberinto español' de Gerald Brenan, su despertar
No sería hasta la Transición cuando un tío suyo, Manuel Santaella, que fue director del Ideal Gallego, "viendo mi confusión, me ayudó a aclararme la vida". Le transmitió lo que hasta entonces no sabía y en esa tarea, la animó a leer 'El laberinto español' de Gerald Brenan. A partir de ese momento "entendí a mi padre, porque hasta entonces sólo me habían inculcado que si era rojo, era malo".
En esos largos años de silencio no hubo posibilidad de llevar flores a la fosa en la que yacían los restos de su padre. "No nos atrevíamos. A mi madre le daba mucho miedo". Ese momento llegó, pero tuvieron que pasar cuarenta años para depositar un ramo de flores en la tierra. La tierra en la que llegaron a encontrar balas.
También lograría Magdalena otro de sus mayores empeños. Que el nombre de su padre y el de las personas que fueron asesinadas junto a él pudiera leerse en la lápida en su homenaje en el cementerio de Guadix. Fue allí, junto a la placa con esos nombres, donde leyó una emotiva carta a su padre que reproducimos a continuación:
Carta a mi padre.
Y a todos los que yacen bajo esta tierra que pisamos
Te hemos tenido presente, aunque en silencio, durante muchos años. Después, cuando hubo un poco de libertad, pero con mucho miedo, nos atrevimos a venir aquí donde te hicieron morir a la fuerz, y aquí te dejamos unas primeras flores y te acompañamos por primera vez después de tu muerte, al cabo de cuarenta años.
En el año 1980 ¡cuál fue nuestra sorpresa! cuando vinimos como tantas otras veces y nos encontramos que este lugar había sido dignificado, lo mejor posible, por vuestros compañeros socialistas. Entre ellos nuestro amigo Manolo Ruiz, que hoy se encuentra entre nosotros. Así se os fue dando la dignidad y el homenaje que os correspondía por ser mártires de la justicia y la libertad, de un pueblo oprimido y avasallado por los más poderosos.
Pero aún, este lugar, era el lugar de los sin nombre. No se sabía que bajo este terreno que hoy pisamos, descansan eternamente a la fuerza 146 personas, como se indica en esa placa.Y que habían sufrido persecución sin piedad, prisión y venganza humillante, a pesar de que tú te habías presentado voluntariamente a los vencedores, con nobleza y valentía, en el mismo lugar en el que habías vivido siempre, y donde te conocían. No huiste, no te escondiste, porque lo único que hiciste fue defender dentro de la legalidad a un Gobierno legítimo. No fue lo más inteligente, pero sí lo más noble.
Todavía recuerdo cuando venía mi madre de la Ermita de San Antón, donde estábais presos, a traer la comida, porque aquí de eso no se ocupaban. La única manera de hablar con vosotros era a través de la mirilla de la puerta de la ermita, con dos militares armados a ambos lados. De una en una, iban pasando por la citada mirilla las personas que venían a visitaros: un minuto solamente porque eran muchas personas, porque muchos eran los que había dentro.
Pero vuestro invento fue genial. Recuerdo a mi madre, esperar a recoger los utensilios de la comida vacíos y alejarnos bastante para que no nos vieran, sentarnos en una piedra del camino, quitarse mi madre una horquilla del pelo, abrirla y meterla en el rodillo hueco de madera del asa de la lechera, para sacar un papelito de fumar donde con lápiz tú habías escrito libremente lo que querías decirle...Y al día siguiente se hacía igual, pero en dirección contraria. Descubristeis vuestro e-mail particular en aquellos tiempos. Yo observaba, nada más. No entendía nada, porque nadie te explicaba nada. Era peligroso que los niños dijeran algo. Muy peligroso.
Un día y por única vez, tuvieron la 'generosidad' de dejarme entrar en el interior de la ermita para que tú, padre, me vieras. Yo tenía entonces seis años. Vi lo que había allí, pero no pude traducirlo hasta ser mayor: muchos hombres sentados en colchones enrollados de día, para desenrollarlos de noche. Era un espacio oscuro y húmedo, con unos ventanucos casi pegando al techo. Espacios higiénicos, ningunos por supuesto, era una ermita entonces alejada del pueblo. No sé cómo os asearíais y demás. Lugar para andar, ni medio paso entre tanto colchón. Calor en el frío invierno de Guadix, todo bajo cero grados y así durante diez meses, hasta el final, que fue morir.
Hoy, celebramos en vuestro honor y para nuestra tranquilidad que este lugar haya dejado de ser el lugar de los seres anónimos. Gracias a la Ley de Memoria Histórica y al Partido Socialista de Guadix (tu partido, por el que diste tu vida, aceptando todos los cargos de responsabilidad y de peligro, que ocasionaron tu muerte).
(Y aquí detengo un poco el hilo de mi carta, y hago una petición desde lo más hondo de mi ser. al Socialismo de hoy y del futuro: Que todos y principalmente aquellos que ostenten cualquier tipo de poder, recuerden a sus antecesores de partido en aquella época tan amarga, su tremendo sacrificio y el de sus familias, antes de permitir que nadie que no sea un socialista de ideales puros, pueda cometer cometer algún acto éticamente reprochable. A las personas de cierta edad que vivimos aquellos tiempos tan amargos, y estamos contemplando ahora "ciertos" hechos, nos indignan estos hechos más que a nadie).
Quienes vengan a partir de hoy por aquí, a visitar las bellezas de esta tierra accitana no se irán ignorando que esta tierra da cobijo a 146 criaturas, que dieron su vida por los ideales a que toda persona tiene derecho: libertad, justicia y democracia.
Moristeis sin estar enfermos, en plena juventud y con plenas facultade, tú, con 35 años. Por lo tanto, érais conscientes de vuestra muerte, y de la situación que nos quedaba, por lo que tengo por cierto que tus últimos pensamientos fueron para nosotros. No cabe duda de que tu imaginación rápidamente nos supondría un futuro muy negro. Y esta amargura, además de la tuya propia, te acompañaría en tus últimos momentos. No sabes ¡cuánto hemos pensado en este momento y llorado, al imaginarnos la situación.
Por eso cuando vengo aquí, siento que contesto a tus interrogantes, en el mismo lugar en el que te los hiciste, en los últimos momentos de tu vida y eso me tranquiliza un poco.
En efecto, fue para nosotros una vida llena de obstáculos, complejos infantiles, juveniles y silencios interminables, porque hablar era muy comprometido y muy peligroso. No éramos los hijos e hijas de unos mártires idealistas, que lo fuimos, sino que nos asignaron ser los hijos e hijas de unos rojos malvados y antipatriotas.
¡Cuánto proceso mental y psíquico, en nuestro interior, hasta poner cada cosa en su sitio dentro de nuestro ser y cuánto sufrimiento y tiempo nos costó! Así vivimos nuestra infancia y juventud, además de otras cosas, por el hecho de ser los hijos e hijas de los vencidos.
Pero hoy, vengo a decirte una vez más, que todo pasó. Que aprovechamos el tiempo y las oportunidades que la vida nos brindó en la medida de nuestras capacidades. Y podemos decirte que nos fue bien, a cada uno en lo nuestro. Y además, aunque tardamos mucho, pero al fin logramos vivir en un país democrático, por el que vosotros luchasteis y perdisteis vuestra vida.
Y gracias a eso, hoy me atrevo a hablar en público de este tema, que para mí siempre fue tabú. Hoy me siento liberada y en paz contigo y con todos vosotros, por ideas que nos enseñaron a creer y que después deduje que eran totalmente injustas y malévolas.
Que esta tierra que os ha acogido desde hace 73 años nada más y nada menos, hasta llegar a este momento que tanto se ha deseado, sea sagrada y eternamente reconocida como lugar de descanso en paz de quienes entregaron su vida sin esperanzas de nada. Eso pedimos y eso deseamos para siempre. Y gracias a todos los que han contribuido a que vivamos hoy este momento de liberación. Vuestros hijos e hijas.
Magdalena Ordóñez
Carta leída en un acto en homenaje a las víctimas en el cementerio de Guadix y publicada en la página web de la Asociación Granadina para la Recuperación de la Memoria Histórica
Magdalena Ordóñez es una voz lúcida y cualificada de la Memoria Democrática. Una voz que a través de la Asociación Granadina para la Recuperación de la Memoria Histórica, de la que es presidenta de honor, ha llegado a las aulas en las que un día ejerció la docencia. Junto al profesor Rafael Gil Bracero, presidente del colectivo memorialista, ha participado en charlas con alumnado. "Les hablé de mi experiencia de la guerra". La experiencia de una niña que vivía en la estación y fue testigo, sin saberlo, de La Desbandá. De la población que huía en trenes atestados. Gente encima de los vagones; asomada a las ventanillas...
"Es el recuerdo que tengo. Es Historia de España", proclama para destacar que comparte su historia para colaborar a que no se olvide ni se vuelva a repetir algo tan ruin.
Nuestro agradecimiento a Magdalena Ordóñez, por atendernos y contarnos su experiencia. Y a la Asociación Granadina para la Recuperación de la Memoria Histórica, por facilitarnos el trabajo.
Para que nunca se olvide. Para que nunca se repita.
En colaboración con y las asociaciones memorialistas de la provincia de Granada.
Si no tuviste oportunidad o quieres volver a leerlos, estos son los reportajes del Foro de la Memoria:
- La historia de la familia Miranda, masacrada por el fascismo
- Manuel Valor Cara, de la cuesta del Pino al campo de concentración de Albatera
- Carmen López Iglesias, superviviente de la Desbandá
- 'Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada'
- El Fuerte del Horror. Torturas y ejecuciones extrajudiciales en Carchuna y Castell de Ferro en julio de 1947
- La lucha de un hijo para que no se olvide a su padre, el concejal Juan Fernández Rosillo
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