Cómo ser libertario y no morir en el intento
'Para ser hombre hay que negarse a ser dios'.
Albert Camus, El hombre rebelde.
El estoicismo o cómo burlarse del destino (La brújula moral)
'Todo es opinión, y la opinión de ti depende'. Marco Aurelio, Meditaciones.
Contra la sencillez
La sencillez, acompañada de sus dos principales acólitos, brevedad y simpleza, campan a sus anchas como la nueva religión ante la que todos hemos de hincar la rodilla, y sacrificar ante su altar, t
Política, ¿ilusión o decepción?
"Si el sentido de la política es la libertad, esto quiere decir que en éste ámbito-y en ningún otro- tenemos el derecho de esperar milagros.
La fiebre del poder
"La posesión del poder, por inmenso que sea, no da la ciencia de poder utilizarlo".
La brújula moral: El abrumador peso del deber
El hombre, y en general todo ser racional, existe como fin en sí mismo, no sólo como medio.
Sócrates, su ironía y la situación política
'No prestar atención ni al mejor de los argumentos en contra de una decisión ya adoptada constituye una muestra evidente de un carácter enérgico.
Pitágoras y la magia de las matemáticas
"Decía que la vida se parece a quienes se congregan con ocasión de unos juegos: unos acuden para competir; otros, por el comercio, pero los mejores, como esp
Ética, economía y empresa (La brújula moral)
La economía y el mundo empresarial siempre han ido por su cuenta.
El cuento de la vida
Probablemente el mundo es una entelequia y seguramente la vida es un sueño, pero las personas y sus esperanzas son como esos cuentos que nos acunan cuando somos niño
Páginas
Francis Fernández
Nací en Córdoba, hace ya alguna que otra década, esa antigua ciudad cuna de algún que otro filósofo recordado por combinar enseñanzas estoicas con el interés por los asuntos públicos. Quién sabe si su recuerdo influiría en las decisiones que terminarían por acotar mi libre albedrío. Compromiso por las causas públicas que consideré justas mezclado con un sano estoicismo, alimentado por la eterna sonrisa de la duda. Córdoba, esa ciudad donde aún resuenan los ecos de ése crisol de ortodoxia y heterodoxia que forjaría su carácter a lo largo de los siglos. Tras itinerar por diferentes tierras terminé por aposentarme en Granada, ciudad hermana en ese curioso mestizaje cultural e histórico. Granada, donde emprendería mis estudios de filosofía y aprendería que el filosofar no es tan sólo una vocación o un modo de ganarse la vida, sino la pérdida de una inocencia que nunca te será devuelta. Después de comprender que no terminaba de estar hecho para lo académico completé mis estudios con un Master de gestión cultural, comprendiendo que si las circunstancias me lo permitirían podría combinar el criticado sueño sofista de ganarme la vida filosofando, a la vez que disfrutando del placer de trabajar en algo que no sólo me resultaba placentero, sino que esperaba que se lo resultase a los demás, eso que llamamos cultura. Y ahí sigo en ese empeño, con mis altos y mis bajos, a la vez que intento cumplir otro sueño, y dedico las horas a trabajar en un pequeño libro de aforismos que nunca termina de estar listo. Pero ¿acaso no es lo maravilloso de filosofar o de vivir? Tal y como nos señala Louis Althusser en su atormentado libro de memorias “Incluso si la historia debe acabar. Si, el porvenir es largo.”