homenaje argumentado al mejor periodista y fotoperiodista

'Por Juan Ferreras'

Opinión - Juan I. Pérez - Domingo, 27 de Julio de 2025
Homenaje al mejor periodista y fotoperiodista por el director de El Independiente de Granada, Juan I. Pérez, quien reclama a las instituciones la digitalización de su inmenso legado gráfico, historia del último medio siglo de historia de Granada.
Juan Ferreras, retratado en el reestreno de 'Los Honorables'.
IndeGranada
Juan Ferreras, retratado en el reestreno de 'Los Honorables'.

Si nunca te hubiera conocido puede que treinta y tantos años después sucumbiera de inmediato, en noches largas de insomnio, estrelladas de dudas y desánimo.

Pero aún no tengo su valentía para mirarle a los ojos y decirle que ya no puedo más. Porque Juan Ferreras Iglesias nunca me lo perdonaría. Al menos, que la vida a estas alturas permita darme el gusto de mantener la firme intención de no defraudar a personas admirables, -aunque sea a un grupo cada vez más reducido-, de las que he aprendido y disfrutado tanto, de las que me siento orgulloso. Y a las que nunca habrá palabras suficientes de agradecimiento.

Cualquier encargo para Ferreras era un reto, por simple y anodino en apariencia. Tratarlo, pues, como si fuera la exclusiva del siglo. Sacar petróleo, de una mesa con micros. El detalle, lo inadvertido. Una imagen que se describía por sí sola.

Como a Miguel Ángel del Hoyo, referencia indiscutible de la profesión, mentor y maestro, y Santi Sevilla, del que poco ya podría añadir, de tan querido y admirado por todo el que lo trata, que crearon con Juan Ferreras, la mejor redacción conocida, en la Agencia Efe de Granada, escuela de profesionales, respetados y reconocidos. A la que me sumé, en la mejor experiencia profesional que ha podido vivir un periodista de provincias, con todo el orgullo del término, contra cretinos que pueden decirlo como un demérito.

Gracias a ellos, tuve la inmensa fortuna de trabajar con un equipo alucinante, irrepetible, que son leyenda. Suerte la mía, añadida, de compartir luego tiempo y más curro con las y los que vendrían después, admirados y respetados, ya con oficina, con todas las comodidades y adelantos de aquella época.

Así que si nunca hubiéramos compartido jornadas plácidas y frenéticas de periodismo, no habría sido testigo sobre el terreno de la forma de trabajar del más grande fotoperiodista.

Empatizar, primero, de analizar previamente con minuciosidad la situación o el escenario - la luz, protagonistas, actores secundarios...-, de mirar pausadamente por el objetivo para llegar al instante preciso, el que solo sabe él, para inmortalizar la mejor imagen, directo a las mejores portadas del mundo. Siempre insatisfecho, perfeccionista… “una más, una más”. Imposible, codo con codo con él, retirarse a tiempo.  Aquel tiempo pasado, en el que había que revelar las fotos, sin la ayuda de la digital de ahora, que permite pulsar decenas de veces para elegir entre ellas, la que será la mejor.

Cualquier encargo para Ferreras era un reto, por simple y anodino en apariencia. Tratarlo, pues, como si fuera la exclusiva del siglo. Sacar petróleo, de una mesa con micros. El detalle, lo inadvertido. Una imagen que se describía por sí sola

Cualquier encargo para Ferreras era un reto, por simple y anodino en apariencia. Tratarlo, pues, como si fuera la exclusiva del siglo. Sacar petróleo, de una mesa con micros. El detalle, lo inadvertido. Una imagen que se describía por sí sola.

Por eso donde él se situaba, todos le seguían. Por eso ha sido y es maestro, profesor, catedrático, creador de una escuela aventajada, de las que salieron magistrales profesionales, que ya brillan a una altura excepcional -Pepe Marín, mi admiración- o hicieron mejores a otras y otros que buscaron otras miradas absolutamente geniales.

Si no hubiera tenido el privilegio de conocerlo y trabajar con Ferreras, no me hubiera inoculado con el antídoto perpetuo contra el fascismo, el racismo, la xenofobia, la aporofobia… contra el especulador, el empresario explotador, el rancio, pelota, chaquetero, salvapatrias, el trincador o el corrupto… 

Si no hubiera tenido el privilegio de conocerlo y trabajar con Ferreras, no me hubiera inoculado con el antídoto perpetuo contra el fascismo, el racismo, la xenofobia, la aporofobia… contra el especulador, el empresario explotador, el rancio, pelota, chaquetero, salvapatrias, el trincador o el corrupto… y no solo en política.

Y no sería -tampoco nunca Juan me lo hubiera perdonado- un radical defensor del obrero, de los sindicatos de clase, de los derechos, del pobre, del marginado, del diferente. De lo público. De la democracia... De todos aquellos y aquellas para que no es diaria ni justa la existencia. Lo que ahora todo ello se cuestiona o desprecia.

Juan Ferreras ha sido y es el mejor fotoperiodista de nuestra historia contemporánea, porque al mismo tiempo, como nadie antes, ha sido periodista, con las mejores fuentes e informado con detalle -algo muy ajeno en muchas redacciones- de lo que pasaba, por qué pasaba y sus consecuencias, cuando el periodismo era periodismo, una época de grandes nombres, sin disfrazar lo que desde hace tiempo muchos te venden como propaganda y te lo tragas. Promulgan que son incómodos, pero ejercen sin pudor con la máxima de que hay gente a la que no pueden tocar y otros y otras a los que no quieren tocar.

Y en la vida, -que no traiciona, solo existe- para rehacerte y seguir ante reveses extraordinarios, nunca previstos, que te llevan a una sala de espera donde los minutos parecen horas

Juan, como sabes, la conciencia ya no se hospeda en un hotel de lujo como merece, sino en una pensión barata, a las afueras.

Afónicos de gritar por Palestina libre y contra el genocidio de Israel, como ya te involucraste en la guerra de los Balcanes, con una coleccion de imágenes que hielan la sangre.

De ti también aprendí que hay dignidad en la derrota. Si te sirve en la sana y necesaria competencia para espabilar, estar más atento, mejorar, avanzar, con la lección aprendida.

Juan, como sabes, la conciencia ya no se hospeda en un hotel de lujo como merece, sino en una pensión barata, a las afueras.

Y en la vida, -que no traiciona, solo existe- para rehacerte y seguir ante reveses extraordinarios, nunca previstos, que te llevan a una sala de espera donde los minutos parecen horas, una habitación blanca o el insoportable ruido y angustia de una resonancia magnética, por finísimos auriculares para escuchar música que te ofrezcan -mi admiración a José Ramón Villalba, José María González Molero y Antonio Capilla-.

En el trabajo de Juan Ferreras, cuando es sublime, hay un silencio que solo grita en una fotografía. Detalles que pueden pasar desapercibidos, pero están ahí, míralo bien, que hay matices que piden ser descubiertos, como en la obra de un o una artista -mi admiración, en este detalle, a Mati-. Porque Juan Ferreras puede hacer magia con una cámara y es capaz de retratar la dignidad, donde nadie la ve. Como en los desheredados, esos honorables que, 27 años después, revisada, volvió a exponer con la intención de dignificarlos, una vez más, en nombre de todos los despojados.

En tiempos en los que la cultura se llena de exposiciones, festivales de cualquier cosa, o iniciativas de dudosa calidad, contemplar Los Honorables de Juan Ferreras, como toda obra de arte, supone reconciliarse con la vida, fijarte al suelo para no olvidar nunca a quien o quienes te debes.

La exhibió, esta vez, en la Corrala de Santiago. Una treintena de fotografías en blanco y negro de personajes a los que era frecuente encontrar en cualquier plaza o esquina de Granada a finales de los años noventa y a los que retrató durante seis meses tras convencerlos de que posaran para él, en una gesta de extrema complejidad.

En tiempos en los que la cultura se llena de exposiciones, festivales de cualquier cosa, o iniciativas de dudosa calidad, contemplar Los Honorables de Juan Ferreras, como toda obra de arte, supone reconciliarse con la vida, fijarte al suelo para no olvidar nunca a quien o quienes te debes.

Cuando parece que hemos soñado ya todos los sueños, y con los años vamos doblando estandartes, hay una injusticia que, como todas, debería ser reparada. Pero esta es más sencilla, tanto, como merecida. Y contribuiría, con absoluta certeza, a engrandecer el patrimonio cultural de Granada.

Me refiero a impulsar la digitalización y clasificación de todo el legado fotográfico de Juan Ferreras, que es como catalogar la historia visual del último medio siglo de la ciudad, pero desde la verdad y la conciencia, para que pueda estar disponible para investigadores, estudiosos, artistas y la ciudadanía, con exposiciones temáticas, nunca vistas antes en esta tierra.

Juan Ferreras cuando recogió el Premio Luis Seco de Lucena de la Asociación de Periodistas de Granada. IndeGranada.

Humanidad rebosante, bondad y sabiduría, arte, mirada crítica y memoria de quien vivió en primera persona los cambios trascendentales vividos en medio siglo, en la lucha por la libertad, a la que contribuyó, desde antes de ponerse el primer sombrero artesanal vietnamita o escondía la multicopista, que replicaba panfletos incendiarios.

Porque Juan Ferreras, único afortunado del planeta por la compañía de un ángel, de nombre Cleo, es patrimonio de la humanidad que madruga, trabaja, padece y sufre, del que no tuvo suerte u oportunidades, pero toda la dignidad. Una rareza única y en peligro de extinción que habla el idioma universal de la honradez, de la belleza, que se palpa y se siente. Humanidad rebosante, bondad y sabiduría, arte, mirada crítica y memoria de quien vivió en primera persona los cambios trascendentales vividos en medio siglo, en la lucha por la libertad, a la que contribuyó, desde antes de ponerse el primer sombrero artesanal vietnamita o escondía la multicopista, que replicaba panfletos incendiarios. Recuerdos que rememoraba cuando la Asociación de Periodistas de Granada le entregó el Premio Luis Seco de Lucena.

Que sea la Universidad de Granada, marco idóneo para la propuesta, que abarca una inmensidad, porque de las administraciones públicas provinciales, autonómicas y locales, poco se puede esperar, aun tratándose de un legado excepcional e impresionante, pero obra del último fotógrafo comunista, comprometido con cien banderas. Sería, además, uno de los más admirables hijos adoptivos de Granada, la provincia y de Andalucía.

Juan Ferreras, que, por ser acreedor, hasta merecía sobradamente ser investido doctor honoris causa por la UGR, es el faro encendido brillante para guiarte, que te inspira. Pasen semanas, meses y años, ahí permanece, como un dios pagano, que indica el camino correcto, para recordarte, sin palabras, con solo su mirada, los valores irrenunciables del periodismo, esculpidos en el mejor manual para la vida, el que Granada debe recuperar, para que sean admirados por otras y otras, como legado de uno de los grandes que han dado su talento a esta tierra.