El gobierno se equivocó en no hacer públicos los informes técnicos que permitían o no pasar de fase

Una gestión opaca, con bronca y, en Granada, sin liderazgo

Política - Juan I. Pérez - Sábado, 23 de Mayo de 2020
Cumplidos 70 días desde el inicio del estado de alarma por la pandemia, y cuando la provincia se encuentra en el ecuador de la fase 1, es momento de evaluar de nuevo la gestión de la crisis.
Minuto de silencio, cuando el presidente de la Junta visitó el Ayuntamiento de Motril, el viernes, 15 de mayo.
Prensa Junta
Minuto de silencio, cuando el presidente de la Junta visitó el Ayuntamiento de Motril, el viernes, 15 de mayo.

Como estaba previsto, ni la pandemia ha aplazado la bronca política, extrema desde la derecha, a la que se apuntó a la primera Junta de Andalucía, parco, también, en reconocer errores idénticos pero que le sirvieron con demasiada hiel para azotar al Gobierno de España, como los lamentables casos de las mascarillas no aptas para los profesionales sanitarios, distribuidas, antes de ser verificadas.

En el plano radicalmente político, si la gestión de la crisis ha dejado algo evidente, al menos, es el tono con el que se han expresado los dos gobiernos –central y andaluz-, muy bien seguidos, en el caso de las derechas, por las respectivas formaciones que los sustentan. Apenas constan discursos moderados en esta ala, con excepción Alberto Núñez Feijóo, que demuestra que otro PP es posible, y de Inés Arrimada, en el viraje nacional de su partido al sentido común, nada alentador para Cs en Andalucía

En el plano radicalmente político, si la gestión de la crisis ha dejado algo evidente, al menos, es el tono con el que se han expresado los dos gobiernos –central y andaluz-, muy bien seguidos, en el caso de las derechas, por las respectivas formaciones que los sustentan. Apenas constan discursos moderados en esta ala, con excepción Alberto Núñez Feijóo, que demuestra que otro PP es posible, y de Inés Arrimada, en el viraje nacional de su partido al sentido común, nada alentador para Cs en Andalucía.

Y en la izquierda muy pocas salidas de tono, excepciones a un comportamiento general, que puede que reflejara un sentir de sus partidarios, ante la camorra que llegaba.

Instalados en sus estrategias, en busca de apoyos para renovar el estado de alarma, el Gobierno se metió en un lío innecesario al pactar por si necesitaba a Bildu, la supresión de la reforma laboral. Aún hoy no ha quedado muy claro el camino a seguir.

Pero el tono lo alimenta también la responsabilidad de gobernar, lo que olvidaba la Junta cuando se comportaba como una oposición despiadada para enseñar cabeza en la política nacional, centrada en lo de siempre, pero de otra forma.

Todo lo que no es puerta sin rendija es un muro. Y aunque de ambos lados han llegado, cada uno a su manera, mensajes sobre lealtad institucional, cogobernanza y colaboración, poco parece que sean posibles acuerdos, cuando priman estrategias políticas soterradas.

Si la Junta ha estado plenamente respaldada por sus partidos en su discurso, que, por cierto, ha calado mayoritariamente en buena parte de los medios de comunicación, en Andalucía ha sido notorio el menguado apoyo de PSOE y de Podemos al Gobierno, que ni siquiera lo justifica el tránsito hacia el futuro inmediato por el que caminan ambas organizaciones.

Más información no es más transparencia

Abrumados por comparecencias, comunicados y partes, vuelve a demostrarse que más información no significa necesariamente más transparencia.

Lo peor en el Gobierno ha sido su obstinación en no publicar las causas objetivas por las que las diferentes autonomías pasan de fase y de buena herramienta disponía, en el portal de transparencia. En Andalucía sirvió como gasolina para un fuego, del todo punto injustificado, con tan solo observar las radiografías sobre la incidencia de la pandemia que, en el caso de Granada y también de Málaga, desmentían el optimismo con el que la Junta trató desde el primer momento la crisis.

Este lunes los hará público. Sin embargo, es tarde.

Entablar disputas y lanzar exabruptos sobre suposiciones es absurdo. Pero en un escenario en el que las verdades son relativas, solo con publicar los informes se hubiera desarmado la lapidación, en este caso.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la comparecencia del pasado sábado en la que anunció que soliciutaría al Congreso de los Diputados una quinta prórroga del estado de alarma. Pool Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa

Tampoco tenía sentido esa batalla por lograr que la fase 1 durara para Granada y Málaga una semana. Ya se sabía la respuesta. Y cómo se lo ha tomado buena parte de la ciudadanía en esta última semana, en la relajación de las medidas, es buena muestra de la necesidad de paciencia y recordar que no está superada la pandemia, aunque pensemos en playas, bares y esparcimiento. Aludía la Junta a razones estrictamente sanitarias, pero ni esas las cumplía, en cuanto a camas UCI reales disponibles.

A día de hoy, el gobierno andaluz y sus autoridades sanitarias no han explicado por qué Granada ha sido la provincia más golpeada por el coronavirus, cómo no verificó las mascarillas antes de distribuirlas al personal sanitario o el lío de los datos que por sorpresa se reactualizan, o no encajan, lo que deja una seria sospecha sobre la veracidad de las cifras y un presunto oportunismo de contenerlos, para luego, tratar de cuadrarlos

La Junta, presionada por sus socios naturales extraparlamentarios, ha jugado a la desescalada por que sí para beneficiar al empresariado y los sectores clave, turismo y hostelería. Desde el Gobierno ha habido más prudencia, para muchos y muchas, demasiada, y ha primado la salud, a pesar del chaparrón que le ha caído, incluido desde sus propias filas –Aragón, Valencia…-

A falta de contar con un portavoz técnico en la crisis, como en el Gobierno la de Fernando Simón, la Junta de Andalucía optó por el consejero de Salud y Familias, Jesús Aguirre; el vicepresidente, Juan Marín; el de Presidencia, Elías Bendodo; y muy al final, el presidente Juan Manuel Bonilla.

Tampoco permitió la Junta voces cualificadas en las provincias, lo que ha limitado el canal oficial a los partes diarios, que cambiaban de criterios un día sí y otro también, siempre con la excusa de culpar al Ministerio de Sanidad.

Pero las comparecencias de los portavoces se han advertido contradicciones entre ellos, muy poco expertas en materia sanitaria, cuando era lo que realmente la pandemia requería, y menos plataformas mediáticas para subrayar para el que se lo creyera que la Junta buena, el Gobierno malo.

Y siguiendo el discurso de sus líderes nacionales, con espectáculos como las que tener que apoyar la prórroga del estado de alarma, lo que para Juan Marín, resultó un difícil ejercicio de funambulismo, tras recular y aceptarla Inés Arrimada. Las cosas que han pasado cambian constantemente.

A día de hoy, el gobierno andaluz y sus autoridades sanitarias no han explicado por qué Granada ha sido la provincia más golpeada por el coronavirus, cómo no verificó las mascarillas antes de distribuirlas al personal sanitario o el lío de los datos que por sorpresa se reactualizan, o no encajan, lo que deja una seria sospecha sobre la veracidad de las cifras y un presunto oportunismo de contenerlos, para luego, tratar de cuadrarlos.

Tampoco la razón por la que en Granada se han registrado más contagios entre el personal sanitario, ni realmente, si ha preparado suficientemente a los centros de salud, ahora que son la primera línea de lucha contra el Covid-19.

Deja la crisis el elogio hacia la sanidad pública, y a sus profesionales sanitarios, -con cifras que avergüenzan de contagios- como clara advertencia de que los recortes se pagan. Y el general buen comportamiento de la ciudadanía, en los primeros 60 días, con sonadas excepciones de actuaciones incívicas y perjudiciales, sin actuación policial, así como la extrema solidaridad.

Sin liderazgo en Granada

Cuando más necesitaba Granada un liderazgo, más lo ha añorado. Pero es reflejo de un gobierno municipal que ha quedado en evidencia. Muy poco puede presumir de haber aportado algo que haya contribuido a aminorar el duro golpe de la crisis generada por el coronavirus.

Pésima la gestión en el área que debía ser principal, la de Servicios Sociales, contestada hasta por sus propios trabajadores. Tan solo destacable la obligada gestión de los sin techo, en el Palacio de los deportes. Parálisis y lo peor, nada que presuponga un aporte de ideas que permita augurar una salida favorable a la crisis, lo que por el contrario sí que han trabajado desde la oposición, es decir, PSOE y Podemos-izquierda Unida.

Ambos grupos de la izquierda, muy por delante del gobierno local y de un alcalde, Luis Salvador, que ha desaprovechado una ocasión extraordinaria para recuperar lo que no consiguió en las urnas

Lo mejor desde el Ayuntamiento, la propuesta del Pacto de Granada elevado por Antonio Cambril, líder de Unidas Podemos, aceptada por el gobierno, pese al intento de negativa de Sebastián Pérez, el gran ausente, de perfil en el peor momento que Granada ha vivido desde la Transición.

Y la propuesta de reconstrucción socialista. Ambos grupos de la izquierda, muy por delante del gobierno local y de un alcalde, Luis Salvador, que ha desaprovechado una ocasión extraordinaria para recuperar lo que no consiguió en las urnas.

Pero con serias dudas de que ambas iniciativas puedan prosperar.

Desapercibida y sin pulso también la gestión de la Junta en Granada, de la que se salva la labor de comunicación de los hospitales, que han permitido conocer el día a día de sus profesionales, su lucha, su entrega. Lo mejor con diferencia en una deficiente comunicación institucional general.

Solo se han palpado las medidas de la Diputación de Granada, en una meritoria gestión, a la que han sumado las propuestas de IU y Adelante. Como ejemplo, el Plan Granada, con 51 acciones concretas que se pondrán en marcha hasta final de año y con un coste de 181 millones.

Pero lo peor, está por llegar.