'Recapitulando: algunos discos interesantes del 2023'
Un año más, llega diciembre y es el momento de empezar a repasar lo ocurrido a lo largo de los doce meses anteriores. Como ya he hecho en otras ocasiones, antes de presentaros la lista con mis discos favoritos, voy a repasar algunos trabajos salidos en este 2023 que me parecen interesantes por distintos motivos, pero sobre los que no he podido hacer una crítica completa. Toca hablar de fenómenos virales y de marcianadas fascinantes, de discos cuyo éxito escapa a mi comprensión y otros que simplemente no comprendo, pero me gustan pese a todo, de alguna joya de tierras lejanas y de artistas de aquí que siempre cumplen. Ya sabéis: primero comento los EPs, después los LPs, y con suerte os llevaréis alguna recomendación interesante. ¡Al lío!
Puede parecer absurdo al cabo de tantos meses, pero no creo que pueda dar por concluido el 2023 sin hablar del fenómeno viral del año en el hip hop patrio: Bb trickz. De la nada, gracias al éxito del vídeo de su canción “Missionsuicida”, esta joven barcelonesa se convirtió en la comidilla durante varias semanas
Puede parecer absurdo al cabo de tantos meses, pero no creo que pueda dar por concluido el 2023 sin hablar del fenómeno viral del año en el hip hop patrio: Bb trickz. De la nada, gracias al éxito del vídeo de su canción “Missionsuicida”, esta joven barcelonesa se convirtió en la comidilla durante varias semanas. Con un estilo (tanto en lo musical como en lo visual) claramente inspirado por Ice Spice, pero con un punto añadido de pijerío tan repelente como hipnótico, la canción se popularizó en TikTok y atrajo cientos de miles de reproducciones en pocos días. Poco más de una semana más tarde aparecía el EP Trickstar, de apenas seis canciones y ¡10 minutos! La realidad es que Bb trickz apenas consigue encajar sus rimas en los ritmos de las canciones, y su voz suena al mismo tiempo forzada y susurrada la mayor parte del tiempo. Pero también es cierto que tiene la capacidad (o tal vez la inconsciencia) de soltar frases icónicas, como “eres más fea que la parte de atrás de una nevera”, “voy a la playa enseñando las tetas porque soy europea”, “te follaste a Yung Beef, ahora tienes el sida” o (ojo a esta) “¿Por qué coño tu madre me tiene que hacer un Bizum?/¿No tienes tres euros en tu tarjeta?/¿Tienes veintitrés y no tienes ni pa' un kebab?/Madre mía, o sea...”. Aún más divertido fue que Yung Beef contestase a la tiradera en menos de veinticuatro horas (“Bb trickz, lil' bitch, vo'a pegarle el sida a tu sis”). Desde entonces, no obstante, la barcelonesa ha tenido más visibilidad por el descubrimiento de su pasado como modelo, actriz y hasta reportera infantil, por lo ridículo de sus explicaciones sobre sus letras o por la baja calidad de sus directos. Tanto es así que... ¡ni me había enterado de que ha sacado otro EP! Sadtrickz, lanzado el 29 de noviembre, son otras seis canciones y once minutos que, tal como su nombre indica, inciden más en las vibras melancólicas de canciones como “Sentimental”. En mi opinión, es un desastre: no soluciona los problemas de su anterior EP y encima tiene bastantes menos frases con las que se te escapa una risotada. Sus letras se quedan en una versión muy superficial y pueril del aura de sad girl que desplegó con éxito en “Lo siento mamá”. En fin, a saber qué le depara el futuro a esta mujer, pero si lo único que le funciona es decir chorradas con una chulería hueca, que no se sostiene (“El viaje de Chihiro”), puede que le vaya mejor volviendo a alguna de sus profesiones anteriores.
Que nada menos que Anthony Fantano, el crítico musical más famoso del mundo recomiende un disco aludiendo a que no sabe ni cómo describirlo no es habitual y habla muy bien del autor. Franek Warzywa y Młody Budda son dos artistas polacos cuyo EP conjunto, Wykopki, deja patidifuso a cualquiera
Que nada menos que Anthony Fantano, el crítico musical más famoso del mundo recomiende un disco aludiendo a que no sabe ni cómo describirlo no es habitual y habla muy bien del autor. Franek Warzywa y Młody Budda son dos artistas polacos cuyo EP conjunto, Wykopki, deja patidifuso a cualquiera. En primer lugar, por su sonido: su mezcla de hip hop alternativo y pop futurista de ramalazos hyperpop, con toques de pop punk, electrónica de baile y hasta emo, es disparatada y visionaria. Pero si además uno se asoma a las letras en polaco de Franek Warzywa (Budda ejerce sobre todo como productor), se encontrará algo igualmente excéntrico y original. Tal como queda reflejado en la portada y en su propio nombre artístico (“warzywa” significa “verduras”), Franek usa las hortalizas como metáforas para hablar de temas tan abstractos como el nacionalismo polaco (“Święto Ziemniaka”, “la fiesta de las patatas”), sus conflictos identitarios (“Największy pomidor na świecie”, donde “el tomate más grande del mundo” se convierte en un alter ego que reúne todas las virtudes que él ansía tener) o la sensación de estar perdido en la vida (“Wykopki”, donde dice irónicamente que ha ido a cosechar patatas en mayo, en vez de en septiembre). Personalmente, me recuerda al colorido universo que crea Tierra Whack en sus canciones, y en particular en su proyecto audiovisual Whack World. Y es que este Wykopki también es un proyecto breve, pero que contiene más ideas innovadoras que la inmensa mayoría de LPs que salen cada año. Recomendadísimo.
Está claro que Llergo tiene una voz excelente, pero siento que, dentro de la actual corriente de artistas españoles que están uniendo sonidos de raíz con otros más contemporáneos, lo que ella hace no aporta nada diferencial
Una de las primeras críticas que publiqué en este blog fue un análisis del debut de María José Llergo, Sanación, allá por los inicios de 2020. Era un disco prometedor, pero claramente aún tentativo, donde la cordobesa estaba probando distintos estilos, distintos modos de acercarse a la composición y la producción, en busca de su propia identidad artística. Siguiendo en su línea de tomarse su tiempo para crear sus obras, han pasado casi cuatro años hasta que nos ha llegado ULTRABELLEZA, su segundo LP. Debo decir que para mí ha sido una tremenda decepción. Me llama la atención que haya dedicado tanto tiempo a pensar y grabar el álbum y que, sin embargo, esté tan carente de originalidad. Está claro que Llergo tiene una voz excelente, pero siento que, dentro de la actual corriente de artistas españoles que están uniendo sonidos de raíz con otros más contemporáneos, lo que ella hace no aporta nada diferencial. Predominan aquí los pianos y órganos sintéticos propios del R&B alternativo y las bases sintéticas del hip hop o la electrónica, todo ello con un acabado muy profesional, pero en versiones bastante genéricas, sin personalidad (“JURAMENTO” es una imitación descarada de Beyoncé; “RUEDA RUEDA” es simplemente una canción mediocre de Rosalía). Esto por no hablar de las letras, que cuanto más personales y comprometidas intentan ser, más vergüenza ajena provocan: el himno LGTB que da nombre al disco es una horterada sentimentaloide de cuidado, con arreglos de cuerda y todo, y “LUCHA” tiene una torpe letra rollo girlboss que creo que no merecemos a estas alturas. Hay canciones que tienen su atractivo, como “APRENDIENDO A VOLAR”, pero en conjunto, el resultado de escuchar ULTRABELLEZA es que tengo cada vez menos claro qué define a María José Llergo como artista.
Es bien conocida la devoción por Sílvia Pérez Cruz que profesamos en este blog. Elegí Granada, su álbum colaborativo con Raül Refree, como el disco español de la década pasada; y su anterior LP, Farsa (género imposible), estuvo entre mis favoritos de 2020. Así pues, puede que os sorprenda tanto como a mí que su último disco, Toda la vida, un día, lanzado en abril, me haya dejado algo frío
Es bien conocida la devoción por Sílvia Pérez Cruz que profesamos en este blog. Elegí Granada, su álbum colaborativo con Raül Refree, como el disco español de la década pasada; y su anterior LP, Farsa (género imposible), estuvo entre mis favoritos de 2020. Así pues, puede que os sorprenda tanto como a mí que su último disco, Toda la vida, un día, lanzado en abril, me haya dejado algo frío. Sobre todo, teniendo en cuenta que es sin duda su disco más ambicioso: a lo largo de sus veintiuna pistas, divididas en cinco movimientos, que duran casi una hora y diez minutos, la catalana trata de transmitir nada menos que el transcurso de las distintas fases de la vida. La participación de decenas de músicos enriquece una obra expansiva, descomunal, que sin embargo es algo irregular en términos estrictamente musicales. Sí, hay maravillas como el vals de “Els dracs busquen l'abril”, con esos coros envolventes; el delicioso dueto a capela con Salvador Sobral “Em moro”; o la densa y dinámica “Estrelas e raiz”, con MARO y Rita Payés, entre otras. Pero también hay alguna que se queda en pastiche, pese al pedigrí de los colaboradores, como “Salir distinto”, con Carmen Linares, Diego Carrasco, Pepe Habichuela y Carles Benavent, o “El poeta es un fingidor”. Otras simplemente no son canciones demasiado interesantes, como la que da título al disco o “Sin”. Y sobre todo, abundan las canciones agradables, pero que no tienen la capacidad de enamorar de trabajos anteriores (“La flor”, “El teu nom”, “Ayuda”, “Tots els finals del món”). Esto lleva a que el concepto que debería dar cohesión al álbum no me funcione del todo: puesto que no todos los cortes me interesan, me cuesta descifrar el lugar de cada canción en el viaje del disco desde la infancia hacia la muerte, o el sentido de las letras. Total: que, como álbum, para mí Toda la vida, un día es algo fallido. Lo cual no quita que, como todo lo que hace Sílvia, nos deje momentos de belleza arrebatadora; me quedo con eso.
Tan pronto como empieza a sonar “Calima”, la primera canción del LP, nos descubrimos en algún desierto poblado por poco más que serpientes y plantas rodantes. La guitarra de Pedro de Dios es tan evocadora como de costumbre, aunque en esta ocasión la acompaña un saxofón hipnótico, que encaja a la perfección en ese territorio al que siempre nos lleva la música del grupo
Hay pocos grupos más constantes que Guadalupe Plata: los ubetenses afincados en Granada llevan más de una década haciendo su particular mezcla de blues y psychobilly y grabando periódicamente, en esencia, el mismo disco. De hecho, incluso el “título” es siempre el mismo, Guadalupe Plata, fiel reflejo del austero y áspero sentido del humor que caracteriza al grupo y que empapa todo el imaginario que lo rodea. Guadalupe Plata 2023, la sexta entrega de la serie, lanzada en mayo pasado, llega tras cinco años desde el anterior trabajo de la banda (si exceptuamos la colaboración con Mike Edison de 2021), pero sigue la misma tónica. Tan pronto como empieza a sonar “Calima”, la primera canción del LP, nos descubrimos en algún desierto poblado por poco más que serpientes y plantas rodantes. La guitarra de Pedro de Dios es tan evocadora como de costumbre, aunque en esta ocasión la acompaña un saxofón hipnótico, que encaja a la perfección en ese territorio al que siempre nos lleva la música del grupo. Nuevamente, las letras están pobladas de referencias al demonio, al infierno (“Al infierno que vayas” es una espléndida canción de amor perverso y oscuro), a la muerte, en una colección de canciones tremendamente sólida. Es cierto que la falta de sorpresas o grandes cambios hace que el disco no destaque especialmente en una discografía tan consistente como la de Guadalupe Plata, pero también lo es que no importa demasiado: la gracia de escuchar a estos dos (ahora que Paco Luis Martos ha dejado el grupo) sigue siendo que te atrapan con sus atmósferas y no te sueltan hasta que acaba la música. En ese sentido, misión cumplida una vez más, y van seis.
II es continuista. Las letras vuelven a ser al mismo tiempo chulescas y depresivas, con muchas referencias a la noche y la fiesta, pero también a la difícil situación socioeconómica a la que se enfrenta la juventud. Por otro lado, a nivel sonoro, los sintes saturados tienen aún más protagonismo, abandonando casi por completo las guitarras
El gallego Nuno Pico, alias Grande Amore, sacó en septiembre su segundo LP, austeramente titulado II. El primero, homónimo, fue bastante recibido en ciertos sectores cuando salió hace un par de años. Su estilo macarra, declaradamente heredero del rollo de Ilegales, y su sonido a medio camino entre el techno, el post-punk y el industrial tenía bastante encanto. En términos generales, II es continuista. Las letras vuelven a ser al mismo tiempo chulescas y depresivas, con muchas referencias a la noche y la fiesta, pero también a la difícil situación socioeconómica a la que se enfrenta la juventud. Por otro lado, a nivel sonoro, los sintes saturados tienen aún más protagonismo, abandonando casi por completo las guitarras. Sin embargo, la sensación es que falta el gancho que tenían temas como “Vémonos no baño” o “25”: las progresiones son en general muy planas, con mucha repetición y pocos momentos realmente pegadizos (“Onde ela me quer levar” y “Anos 20” quizás son las que más se te quedan en este sentido). Eso hace que, al menos a mí, el álbum me canse mucho antes que el debut, si bien hay canciones bastante guays, como “Fumando espero”, que merecen la pena por sí solas. De todas formas, guste más o menos, este carácter repetitivo no deja de ser parte del sonido de Grande Amore, que está muy definido y es bastante sui generis, lo cual no es poco. Si ya lo conoces, es probable que te guste, y si no, merece la pena descubrirlo.
Uno de los fenómenos del año entre los aficionados al indie en EE.UU. ha sido Wednesday. La banda de Carolina del Norte no son en absoluto unos debutantes: Rat Saw God, lanzado en abril, es en realidad su quinto LP. Sin embargo, gracias a él han pasado de ser prácticamente desconocidos a encabezar listas de lo mejor del año de golpe y porrazo
Uno de los fenómenos del año entre los aficionados al indie en EE.UU. ha sido Wednesday. La banda de Carolina del Norte no son en absoluto unos debutantes: Rat Saw God, lanzado en abril, es en realidad su quinto LP. Sin embargo, gracias a él han pasado de ser prácticamente desconocidos a encabezar listas de lo mejor del año de golpe y porrazo. Personalmente, me cuesta un poco ver a qué viene tanto alboroto. No son un mal grupo, pero tampoco tienen nada especial, más allá del sorprendente parecido de la voz de Karly Hartzman a la de Adrienne Lenker, de Big Thief (aunque sin la flexibilidad y agilidad de esta). Su indie rock ruidoso con toques sureños es correcto, sin más. Las letras de Hartzman se adentran en territorios interesantes cuando exploran el costumbrismo rural con un punto auto-despectivo, como en “Quarry” o “Chosen to Deserve”, que es con razón su canción más escuchada. Pero muchos de sus temas me dejan profundamente indiferente: no encuentro nada que me haga querer volver a “Got Shocked”, “Bath County” o “TV in the Gas Pump”. Su intento de hacer algo compositivamente más interesante en “Bull Believer” tiene fases bastante potentes, como el clímax final, pero también otras que no llegan a funcionar, como el aburrido tramo intermedio. Al menos “Fomula One” se sale de los caminos habituales de la banda, con ese sonido más country y dulce, pero luego “What's So Funny” desperdicia una buena letra en una canción totalmente plana. En fin, que me parecen un bluff, pero si a tanta gente les gustan, algo tendrán que yo no consigo ver: mira a ver si tú lo encuentras.
En mi opinión, este nuevo disco es sin duda su trabajo más cargado de ideas interesantes desde Merriweather Post Pavillion (2009), aunque no es que tuviese una competencia muy dura. Pero realmente me parece un disco notable, con momentos de lo más conseguidos
La verdad es que estoy un poco sorprendido con el tibio recibimiento que ha tenido Isn't It Now?, el duodécimo álbum de estudio de Animal Collective. Sobre todo en comparación con el anterior, Time Skiffs (2022), que fue mucho más cacareado, pero a mí me pareció mediocre. En mi opinión, este nuevo disco es sin duda su trabajo más cargado de ideas interesantes desde Merriweather Post Pavillion (2009), aunque no es que tuviese una competencia muy dura. Pero realmente me parece un disco notable, con momentos de lo más conseguidos, como la inicial “Soul Capturer” o la central “Defeat”, cuyos ¡22 minutos! son sin duda la obra musical más potente de los de Baltimore en la última década. No estamos hablando de un disco que pueda competir con los de su época clásica, pero sí de uno en el que el equilibrio entre experimentación y accesibilidad, entre psicodelia y ganchos pop, y sobre todo la ratio de momentos fascinantes frente a momentos desesperantes está muy logrado. Es verdad que no consiguen rematar: “All the Clubs Are Broken” y “King's Walk”, las dos últimas pistas, son con mucho lo peor de este álbum, pues sus defectos habituales (incapacidad de censurarse a sí mismos, abuso de la repetición sin dirección) reaparecen en ellas a lo grande. Pero ya es mucho más de lo que nos habían dado en años. Creo que volveré a él de vez en cuando, que no es poca cosa para un grupo con esta discografía. Merece la pena darle una escucha.
Ha merecido la pena la espera: Mid Air es un álbum corto, fresco y divertido cargado de románticas canciones de pop bailable, inspiradas por los sonidos de la música electrónica de baile de la década de los dos mil
El minimalismo que caracteriza la música de The xx ha resultado ser extensivo a su producción. Después de su clásico debut de 2009, solo han sacado dos álbumes más, y no es que hayan lanzado mucho más material en solitario: Jamie sacó un disco fantástico hace ocho años y desde entonces solo ha aportado singles, mientras que Oliver Sim debutó el año pasado y Romy lo ha hecho este pasado mes de septiembre. La verdad es que, en este último caso, ha merecido la pena la espera: Mid Air es un álbum corto, fresco y divertido cargado de románticas canciones de pop bailable, inspiradas por los sonidos de la música electrónica de baile de la década de los dos mil. Producido en su mayor parte por Fred again.., quien también ayudó a componer buena parte de los temas, el disco consigue transmitir la levedad, la emoción y la melancolía que acompañan los descubrimientos de la juventud (en este caso, según ella misma ha contado, el descubrimiento simultáneo de la música de baile y de su sexualidad no-normativa). Al mismo tiempo, el aroma de electrónica clásica que lo impregna desde la primera canción, “Loveher”, hasta la última, la maravillosa “She's On My Mind”, con esos ritmos four-on-the-floor, esos pianos épicos y las sentidas interpretaciones vocales de Romy que evocan a las grandes divas del house, le da el dinamismo perfecto para equilibrar tanto sentimentalismo. En resumen: se trata de una banda sonora perfecta para acompañar un amor de verano. Quién habría pensado que esto podía hacerlo la cantante del grupo hierático y comedido que descubrimos en 2009.
Pero a finales de octubre, por fin llegó 'Me chama de gato que eu sou sua', una magnífica y erótica colección de diez canciones que unen funk, electro y disco con influencias de la música popular brasileña
Hacía ya cuatro años del último disco de Ana Frango Elétrico, el excelente Little Electric Chicken Heart. En este tiempo, la brasileña apenas había lanzado un par de singles, que aunque fueron de gran calidad, sabían a poco. Se ha dedicado más bien a producir trabajos de otra gente, como el debut de Sophia Chablau e uma enorme perda de tempo. Pero a finales de octubre, por fin llegó Me chama de gato que eu sou sua, una magnífica y erótica colección de diez canciones que unen funk, electro y disco con influencias de la música popular brasileña. La primera canción, “Electric Fish”, ya nos pone en situación: la guitarra, el bajo y la batería crean un groove infeccioso, sobre el cual se añaden, en distintas fases, coros y unos arreglos de viento divertidísimos. La progresión es inmejorable, la producción es impecable, el estribillo es fantástico: no se le puede pedir más a una canción de disco-pop. “Dela”, “Boy of Stranger Things” o “Nuvem Vermelha” usan la misma paleta instrumental, aunque añaden algunos detalles que las distinguen; en el caso de esta última, destacan unos arreglos de cuerda cargados de romanticismo que evocan inmediatamente a su compatriota Arthur Verocai. “Insista em mim”, por su parte, recuerda a Tim Maia por su combinación de groove y sentimiento, y la increíblemente sexy “Camelo Azul” recorre el camino inverso al de Stan Getz y se acerca al jazz desde la MPB, jugando además en su letra con la identidad de género de lx protagonista. “Coisa Maluca” y las tres últimas canciones, en contraste, tienen un sonido más sintético, pero no pierden ni un ápice de la frescura que contagia a todo este LP. No tengo dudas: es uno de los discos más adictivos y seductores del año.
Sus canciones tienen al mismo tiempo un gran poso y una gran ligereza, lo cual se corresponde con los temas del disco: las necesidades simultáneas, y aparentemente contrarias, de perseguir la libertad espiritual y creativa y de mantener la conexión interpersonal
El cantante británico Sampha no se prodiga mucho en solitario: desde que empezó a grabar música, en 2010, solo ha sacado dos EPs y dos LPs. Sin embargo, es probable que lo conozcas gracias a sus habituales y, en general, maravillosas colaboraciones en las canciones de algunas de las mayores estrellas del pop y el hip hop mundial (por ejemplo, la del año pasado en “Father Time”, de Kendrick Lamar). Su extraordinaria voz, profunda y versátil, y su expresiva forma de tocar el piano lo han convertido en un artista de culto, también para sus colegas, y sus poco habituales apariciones se celebran siempre con entusiasmo. En octubre tuvimos un motivo bien grande para celebrar: Sampha lanzó al fin, seis años después de su debut, su segundo álbum, Lahai. En él deja buenas señas de su talento, no solo a la hora de cantar y tocar, sino también de componer y de adornar esas composiciones (Sampha es el principal productor, junto al español El Guincho). Sus canciones tienen al mismo tiempo un gran poso y una gran ligereza, lo cual se corresponde con los temas del disco: las necesidades simultáneas, y aparentemente contrarias, de perseguir la libertad espiritual y creativa y de mantener la conexión interpersonal. Este efecto paradójico se refuerza con una producción sutil e impoluta, que consigue dar una sensación de exuberancia sin necesidad de usar demasiados elementos a la vez. El arranque del álbum es brutal: su soul hipermoderno con toques de electrónica y jazz te pasa por encima gracias a canciones tan redondas como “Stereo Colour Sound”, “Spirit 2.0”, “Dancing Circles” o “Jonathan L. Seagull”. Es verdad que, después de “Only”, el último temazo del tracklist, el nivel compositivo baja un poco: hay bastantes cortes que son bonitos, pero no geniales. Aun así, este es uno de los discos más originales y personales del año: en mi opinión, es de escucha obligada.
En su lugar ha escogido un sonido de fuerte impronta sureña, con los potentes sub-bajos y hi-hats característicos del trap, pero al mismo tiempo teñido de gospel, gracias a la aparición de coros, órganos, pianos, vientos...
El rapero estadounidense Killer Mike llevaba una década centrado en su proyecto con El-P, Run The Jewels, con el que ha lanzado algunos de los mejores discos de hip hop de los últimos tiempos. Pero en junio de este año retomó su carrera en solitario con MICHAEL, un álbum en el que ha dejado de lado el sonido hardcore y experimental que su compañero de banda suele pergeñar para ambos. En su lugar ha escogido un sonido de fuerte impronta sureña, con los potentes sub-bajos y hi-hats característicos del trap, pero al mismo tiempo teñido de gospel, gracias a la aparición de coros, órganos, pianos, vientos... La inicial “DOWN BY LAW” no podía ser mejor introducción: Mike cabalga la épica base con un control y un carisma envidiables, mientras que CeeLo Green clava la outro con su aterciopelada voz. Las canciones que siguen este patrón sonoro por lo general funcionan, y algunas además presentan historias fantásticas. “SLUMMER” habla sobre las consecuencias de los embarazos no deseados entre las adolescentes del gueto a partir de su propia experiencia de juventud, mientras que en “MOTHERLESS” les canta a su madre y su abuela, ya fallecidas, y con quienes tuvo una relación compleja que ilustra a la perfección. También hay un par de cortes que se alejan de este sonido, pero están entre lo mejor del álbum: la futurista “SCIENTISTS & ENGINEERS”, con un André 3000 estelar, y “DON'T LET THE DEVIL”, donde retoma el estilo Run The Jewels con El-P. Pero temas como “RUN”, “NRICH”, “TALK'N THAT SHIT!” o “SPACESHIP VIEWS” optan por un sonido trap más simplón y a la moda, con resultados bastante pobres. Tampoco se entienden algunas de las ¡veinte! colaboraciones, que no aportan gran cosa. Para colmo, hay varios momentos en los que Mike, históricamente conocido por sus letras radicales y revolucionarias, lanza mensajes bastante conservadores, presumiendo de su riqueza, reforzando esterotipos neoliberales sobre el esfuerzo y el éxito y, al mismo tiempo, expresando su agradecimiento a Dios por haberle premiado por su “vida recta” (él, que dijo “we the type to greet the preacher with a grin and a gun”). En fin, es un disco muy irregular, con momentos alucinantes y otros que quitan las ganas de escuchar a Killer Mike para los restos. Pero su talento sigue siendo inmenso; ¿quizás solo necesita volver con el grupo que le dio la fama?
Se trata de su LP más melancólico y calmado, en contraste con los frenéticos excesos de inicios de su carrera y con las atmósferas de pesadilla de 'Atrocity Exhibition' (2016), que abordaba lo peor de sus adicciones
Después de coronarse con su disco colaborativo con JPEGMAFIA a inicios de año, Danny Brown pasó por una crisis importante. Tocó fondo y tuvo que ingresar en rehabilitación, después de una espiral descendente que empezó tras su ruptura con su pareja y la cancelación de una gira por la pandemia. Pero por fortuna, Danny parece encontrarse mucho mejor: en noviembre, lanzó su primer álbum en solitario desde uknowhatimsayin¿ (2019). Se titula Quaranta en referencia a su clásico XXX (2011); es decir, que al igual que aquel hacía con la treintena, este es un disco que intenta reflejar el punto en el que está su vida al cumplir los cuarenta años. Se trata de su LP más melancólico y calmado, en contraste con los frenéticos excesos de inicios de su carrera y con las atmósferas de pesadilla de Atrocity Exhibition (2016), que abordaba lo peor de sus adicciones. La canción titular marca ese nuevo tono desde el inicio: sobre una base cálida y calmada, Brown declara que “This rap shit done saved my life/And fucked it up at the same time”, lo cual ya sintetiza el disco en dos versos. Pero en realidad hay bastante diversidad en el tracklist: “Tantor”, con ese sample de guitarra distorsionada, es la que más recuerda a Atrocity Exhibition, y su letra refleja precisamente las recaídas de Brown. “Y.B.P.” habla de la experiencia de crecer en su Detroit natal sobre una base muy divertida, que parece incluir una voz que murmura una curiosa melodía, mientras que “Jenn's Terrific Vacation” cuenta las consecuencias de la gentrificación de forma muy perceptiva. En la sobria pero entretenida “Celibate”, Brown se promete a sí mismo que ha dejado la droga definitivamente mediante esa imagen del celibato, y MIKE le acompaña perfectamente con su flow reposado. Es verdad que algunos temas son algo decepcionantes debido a cierta falta de dinamismo: es el caso de “Ain't My Concern” o “Down Wit It”. Pero es todo un éxito que Danny haya podido hacer un disco tan sólido en un registro tan distinto al de sus trabajos anteriores: de este modo, ha abierto la puerta a seguir con su carrera sin poner en peligro su sobriedad. Ojalá lleguen muchos más LPs de este MC magistral.
Este año he tratado de acercarme un poco más al metal, y sin duda ha habido un disco que ha destacado por encima de los demás en ese acercamiento; solo que es un álbum tan monstruoso, complejo e intimidante que no me he atrevido a hacer una reseña en ningún momento. Hablo de 93696, el sexto disco de 'Liturgy'
Este año he tratado de acercarme un poco más al metal, y sin duda ha habido un disco que ha destacado por encima de los demás en ese acercamiento; solo que es un álbum tan monstruoso, complejo e intimidante que no me he atrevido a hacer una reseña en ningún momento. Hablo de 93696, el sexto disco de Liturgy. Este grupo estadounidense hace black metal trascendental, que es algo tan disparatado como suena: una combinación de la aplastante intensidad del black metal y la abstracción y aridez conceptual de un filósofo como Kant. La cantante, compositora, letrista y guitarrista del grupo, Haela Ravenna Hunt-Hendrix, estudió Filosofía y Composición Clásica en Columbia, y toda su producción musical está impregnada de su complejo y personalísimo sistema filosófico-teológico, desde las letras hasta la particular forma de tocar blast beats de su batería (que ella denomina “burst beats”). Esta ambición conceptual se corresponde con la enorme complejidad de su música: 93696 tiene quince canciones y dura más de una hora y veinte minutos. En ese tiempo oímos de todo: guturales y flautas; riffs monstruosos y glitches electrónicos; pasajes atronadores y arreglos de cuerda; coros, pianos eléctricos, xilófonos, cítaras y un largo etcétera. Sus canciones más largas, cargadas de requiebros compositivos alucinantes, son realmente experiencias trascendentales en sí mismas: los ocho minutos de “Djennaration”, los quince de “93696” y los catorce de “Antigone II” parecen encerrar por sí solos universos enteros. Las canciones más calmadas, nombradas por distintos ángeles, cumplen la esencial función de darnos respiros, y además son realmente preciosas. Sinceramente, mi único problema con este disco es que se me escapa por completo su aspecto conceptual, y me resulta difícil, por tanto, emitir un juicio comparativo medianamente razonado. Pero vaya, que una vez más mi amigo Antonio tenía razón: si hay que escuchar un álbum de metal en 2023, es 93696.