'Algunos discos que se te han podido pasar esta primavera/verano'
Uno de mis proyectos favoritos de 2020 fue For You, el potente EP de french house de la productora británica India Jordan. Casi exactamente un año después nos llegaba Watch Out!, un nuevo EP de cinco canciones y 26 minutos que se inclina hacia estilos más agresivos como el techno y el hardcore
Uno de mis proyectos favoritos de 2020 fue For You, el potente EP de french house de la productora británica India Jordan. Casi exactamente un año después nos llegaba Watch Out!, un nuevo EP de cinco canciones y 26 minutos que se inclina hacia estilos más agresivos como el techno y el hardcore. El resultado es enérgico y motivante, si bien le falta bastante del gancho puro del anterior proyecto. “And Groove”, el corte final, es el más continuista, pero no tiene ese je ne sais quoi que hacía de temas como “I'm Waiting (Just 4 U)” algo tan especial. Hay momentos en que se acaricia esa euforia, como al inicio de “Watch Out!”, cuando los sintes y pianos van en crescendo hasta que llega una explosión de percusión sucia que hace vibrar; o en algunos pasajes de “Feierabend”. Pero hay también canciones en las que lo mejor es el título, como “You Can't Expect The Cars To Stop If You Haven't Pressed The Button”. Los sonidos como de láser y pulsantes de este tema causan más jaqueca que otra cosa. Dice India que se inspiró para crear el disco en el movimiento constante de su vida diaria, pero por momentos ese dinamismo hace que las canciones dejen menos huella. Aun así, es un proyecto interesante y esperemos que un nuevo paso en el camino a un primer LP muy esperado.
Un descubrimiento de lo más interesante y divertido este año ha sido Paco Moreno. El artista granadino mezcla rumba con otros muchos estilos latinos e hispanos, manteniendo una estética lo-fi en un cóctel fresco y desenfadado
Un descubrimiento de lo más interesante y divertido este año ha sido Paco Moreno. El artista granadino mezcla rumba con otros muchos estilos latinos e hispanos, manteniendo una estética lo-fi en un cóctel fresco y desenfadado. Sus letras también van por ahí: amores y desamores contados con gracia y descaro. Moreno se ha mantenido bien ocupado este año: ha lanzado tres proyectos a través de la discográfica independiente de nuestra ciudad Sursum Tapes. El mini-EP Por si te veo, de febrero, destaca por su excelente primera canción, “Que revienten”. Posteriormente, en abril lanzó Rumba Deluxe, que contiene auténticos temazos como “Al-Pillapilla” (“he probado cosas naturales, he probado con pastillas/pero siempre me persuades pa jugar al pilla-pilla”, dice su estribillo), “Calaíto”, con sus cornetas estilo Semana Santa y la voz de Iman Amar, y “La beba estable”, epítome del estilo de Moreno. Para rematar, “Leyenda negra” une con mucha guasa las melodías de “Paquito el Chocolatero” y “La Cucaracha”. Ahora, en septiembre, Paco ha tenido a bien darnos otro mini-EP: Rumba o nada son otras siete canciones que al parecer cuentan una ruptura. La música va en la misma línea, aunque hay novedades como la potente guitarra eléctrica y el sonido hard rock de “Verdes veneno”. En las primeras escuchas mi favorita de este trabajo es “De revolver”. El caso es que con esta incontinencia creativa, no descarto que tengamos más música nueva de Moreno este mismo año. Yo la recibiré con gusto, os invito a estar pendientes.
Kero Kero Bonito siguen creando su distintivo estilo de electropop en la segunda parte de su proyecto Civilisation. En Civilisation II, lanzado en abril, nos traen tres píldoras deliciosas, cada una a su manera, que sacian pese a la brevedad gracias a su variedad de sonidos y su gran calidad. “The Princess and the Clock” es la más colorida, con ese fantástico estribillo y su peculiar letra sobre una viajera convertida en reina que necesita escapar de sus nuevas responsabilidades. “21/04/20”, como la fecha de su título sugiere, reconstruye los días del confinamiento, repasando las miserias que trajeron consigo la soledad y el aislamiento. Nada capta esto mejor que esa frase enunciada con melancólico desdén: “I'm OK, you know, the usual kinda weird”. Después de que esta canción baje las revoluciones, Civilisation II se despide con su canción más épica: “Well Rested” es una odisea electrónica de siete minutos con pasajes muy bailables sobre los que la voz de Sarah Bonito proclama que los “falsos profetas” pretenden decirnos que el fin del mundo se acerca, pero que la verdad es que los seres humanos, que somos parte de la naturaleza aunque nos empeñemos en negarlo, siempre encontramos la manera de salir adelante. Un final que equilibra a la perfección los planteamientos filosóficos del grupo con la diversión pura de su música y cierra conceptualmente el proyecto, que este septiembre han compilado como Civilisation, uniendo los dos EPs (el primero salió en 2019). Es difícil extraer más disfrute de tan poquita música.
Después del durísimo año (largo) de la pandemia, nos hacía falta una dosis del rock garajero de los barceloneses Mujeres. Pero ellos sabían que había algo aún mejor que hacer ellos solos el disco, así que han ejecutado un concepto enternecedor: Rock y Amistad
Después del durísimo año (largo) de la pandemia, nos hacía falta una dosis del rock garajero de los barceloneses Mujeres. Pero ellos sabían que había algo aún mejor que hacer ellos solos el disco, así que han ejecutado un concepto enternecedor: Rock y Amistad es un EP en el que no solo han hecho colaboraciones con cuatro grupos distintos, amigos suyos, sino que además la temática de las propias canciones es la amistad. Las sensaciones que nos han traído los reencuentros después de tanto tiempo quedan aquí encapsuladas de forma magistral. Ahí está la hipérbole del estribillo de “Rock y Amistad”, con Carolina Durante: “un memorable abrazo/que saldrá en El País, letreros en La 2/estará en internet nuestra amistad enmarcada”. Esta es la más directa de las composiciones del EP, mientras que “Es mejor con gente”, con Nueva Vulcano, me parece la menos conseguida, a pesar de la obvia afinidad de ambos grupos, debido a que las transiciones no terminan de funcionar tan bien y las melodías vocales son algo menos adictivas. “Un glorioso año”, con Los Punsetes, encuentra muy bien el punto medio entre el sonido de ambos grupos, y solo por eso merece un aplauso; por si eso fuera poco, cada aparición del estribillo engancha más. Pero la obra maestra es “Al final, abrazos”, con Cariño. Frente a la euforia permanente de las otras canciones, esta empieza con la quietud y la tristeza: “hay un abismo frente a mí que me rodea”. Poco a poco, entre unas armonías vocales que derretirían al más frío, una caja de ritmos y unos sintes, la canción construye un crescendo que acaba con la ruptura de la distancia que separa al protagonista de sus amistades: “es de una belleza asombrosa/cuando caen todas aquellas cosas/que provocaban que yo no os abrazase/que me decían que erais muy peligrosos”. La irrupción de la batería y las guitarras eléctricas nos devuelve al puro territorio Mujeres, y con ese final exultante culmina una de las canciones del año.
El verano del retorno de las grandes estrellas ha dejado su buena ración de decepciones. Pero quizás la más llamativa ha sido la de Lorde, que no solo ha dejado fría a la crítica, sino también al público con Solar Power
El verano del retorno de las grandes estrellas ha dejado su buena ración de decepciones. Pero quizás la más llamativa ha sido la de Lorde, que no solo ha dejado fría a la crítica, sino también al público con Solar Power. Frente al caso de Kanye (ver aquí), víctima de la falta de tijera, el problema con este disco en el aspecto musical se asemeja más al de Drake (ver más abajo): es aburrido de narices. Todo son cancioncitas de guitarra acústica que se olvidan tan pronto como han acabado, sin casi ninguna melodía memorable. En el primer tercio hay algo más de dinamismo y se aguanta el tirón, pero llega un momento en que me podría quedar dormido con el disco de fondo sin problemas, lo cual es muy triste viniendo de la autora de un disco tan divertido y emocionante como Melodrama (2017). Pero lo que más ha molestado, de forma comprensible, son las letras, que hacen ostentación de la riqueza de la autora sin una pizca de autoconciencia. Juro que cada vez que oigo lo de “I don't know, maybe I'm just stoned at the nail salon” me dan ganas de darle una colleja. ¡Qué banalidad! ¡Qué ridiculez! Hay más frases pretendidamente satíricas que tienen ese efecto. Incluso una de las mejores canciones del disco, el single que le da nombre, tiene un pero: a mí su sonido estilo Rolling Stones a finales de los sesenta/principios de los setenta me recuerda demasiado a “...At the Holiday Party”, la fantástica canción del último disco de St. Vincent. ¿Qué tienen en común ambos discos? El productor, Jack Antonoff, quien también ha producido los dos últimos discos de Lana Del Rey, que está enfadada porque “Stoned at the Nail Salon” suena parecida a canciones suyas sacadas de esos discos. No quiero darle más leña al pobre Antonoff, que bastante se ha dicho ya y no tiene culpa de que todas las estrellas del pop quieran trabajar con él; y en cualquier caso la responsabilidad, para bien o para mal, es de Lorde, como ella misma reclama. Así pues: mal, Lorde, por la falta de inspiración, originalidad e ingenio. A ver si volvemos al buen camino pronto.
Sea lo que sea el “indie” a estas alturas, lo más interesante que se está haciendo entre lo que recibe ese apelativo tiene que ver con versiones más raras y retorcidas de su sonido, como en un laberinto de espejos donde los tópicos del género se reflejan de maneras inesperadas y un poco perversas. Marta Movidas encaja plenamente en esta línea. Os castigaré, su álbum debut, es colorido y disparatado: caben elementos electrónicos, pop-punk desenfadado, baladas dramáticas, canciones infantiles y hasta pop japonés, todo aderezado con letras cuya fijación con las relaciones amorosas llega a ser perturbadora. “Voy a hacerte brujería/para que quieras ser/mi novio algún día/y juntar tu boca con la mía”, dice en “Las fotos de tus amigas están en mi congelador”. Más retorcida aún es “No entiendo los vínculos sexo-afectivos de la postmodernidad” (!!!): “Pero sé que no es lo mío ligar/porque siempre soy la amiga baja, la amiga rara/con cara de pringada y menos guapa/la que tiene pinta de no saber chuparla/y a todo el mundo espanta”. Con estos mimbres, y con su voz algo rígida pero efectiva, Marta construye maravillas pop como la delirante “Mira lo que me has hecho hacer (a cualquier santo le rezo)” o reinterpreta clásicos como la cubana “Siboney” con un aire de feria de pueblo. Es un poco demasiado: de tantas cosas que pasan la escucha del disco es agotadora, a pesar de durar solo 26 minutos. Pero es divertidísimo. Un poco como sucede con 1000 gecs: al escucharlo no puedes evitar reírte, entonar algunas melodías y también desesperarte; pero al final vuelves a escucharlo.
El último álbum de Bejo, Tripi Hapa, en teoría tiene todo lo que debería gustarme de un proyecto suyo, una reacción punto por punto a los problemas de Chachichacho: es corto y directo (11 canciones, 29 minutos), está centrado en el rap vieja escuela, frente a sus desiguales jugueteos con la música bailable y las baladas románticas, y está producido íntegramente por Cookin' Soul, uno de los productores más exquisitos del panorama nacional. Pero algo hay que no termina de convencerme. Por una parte está lo que puedo describir de forma más concreta: canciones que se quedan en un “ok”, como “GUAGUAGUA” con Mucho Muchacho (uno de los momentos que deberían ser más memorables, la primera colaboración con su ídolo, deja bastante frío), y otras que no hay por dónde cogerlas, como la molesta “HIPÓCRITA” o “SÚBETE A MI NAVE”, que intenta ser retro y resulta un poco hortera y anticuada. Pero también hay canciones que funcionan a la perfección, como “FUMÁNDOTE UN BLUNT” (“el pasado perfecto solo en los verbos está”, dice Bejo, demostrando que aún tiene la capacidad de dejar auténticas perlas) o la melancólica “CAMBIAR EL MUNDO”, una de sus canciones más redondas en mucho tiempo. La cuestión, entonces, tiene que ver con algo más general: después de cinco años en el candelero, Bejo aún no ha conseguido hacer un disco redondo. Y aunque de vez en cuando nos deje un temazo, llega un momento en que cansa seguir de cerca su carrera y ver que su potencial no termina de confirmarse.
Tanto Armand Hammer, el dúo formado por los raperos underground billy woods y ELUCID, como el productor The Alchemist son conocidos por ser prolíficos y consistentes, dos cosas difíciles de compaginar. Su unión para crear un LP, Haram, era por tanto casi una garantía de éxito
Tanto Armand Hammer, el dúo formado por los raperos underground billy woods y ELUCID, como el productor The Alchemist son conocidos por ser prolíficos y consistentes, dos cosas difíciles de compaginar. Su unión para crear un LP, Haram, era por tanto casi una garantía de éxito, y aunque no se trate del mejor trabajo de ninguno de ellos, es en efecto un muy buen disco. The Alchemist prueba, una vez más, que es capaz de componer cualquier tipo de beat y provee al dúo de 14 instrumentales oscuros, retorcidos y abstractos. El proyecto no podía empezar mejor: “Sir Benni Miles” es una canción icónica que engancha de inmediato con esa intro en la que una voz nos pide que nos reunamos a escuchar; después los bucles de sonido, extraños samples y percusión lenta pero tensa dibujan un tapiz perfecto para que woods primero y ELUCID después nos presenten los temas del disco. Las reflexiones sobre el racismo y la opresión son la base de Haram. El propio título, que es la palabra árabe para “prohibido”, en unión con la impactante portada (las cabezas de dos cerdos decapitados), ya sugiere lo que las letras vienen a confirmar: Armand Hammer quieren, por una parte, acabar con la policía (“pigs” o “cerdos” en el argot afroamericano), pero también con las estructuras de opresión más profundas que la policía se encarga de sostener (los cerdos también hacen referencia a los burócratas que se hacen con el control de la sociedad y se vuelven ricos en Rebelión en la granja, de George Orwell). Incluso es necesario revisar las formas en que hemos internalizado las normas que la policía se encarga de imponer (“Got caught with the hog leg/But you gotta kill the cop in your head”, dice woods en “Chicharrones”). Al mismo tiempo, el dúo no es precisamente ingenuo: “I can't afford not to believe in things unseen/But belief always been dangerous to me”, dice woods en “Scaffolds”, es decir, aunque el pensamiento utópico es necesario, al mismo tiempo es un riesgo para quienes son oprimidos en la sociedad, frente a una mentalidad de supervivencia individual. Conceptualmente, pues, el disco es excelente. Luego hay canciones más adictivas (“Black Sunlight”, “Falling Out the Sky”, con una fantástica aparición de Earl Sweatshirt, “Stonefruit”) y otras que de tan abstractas son algo hostiles (“Peppertree”, “Wishing Bad”, “Robert Moses”). Pero en conjunto se trata de un disco muy potente y de una nueva prueba de que sus autores se cuentan entre los mejores en lo suyo en el hip hop actual.
Meses después de hacerse pública la muerte del legendario MF DOOM, nos ha llegado su primer disco póstumo. Se trata de su segunda colaboración con Czarface, el supergrupo formado por Inspectah Deck, de Wu-Tang Clan, y 7L & Esoteric. Super What? estaba ya grabado en abril de 2020, pero la pandemia llevó a retrasar su publicación; después falleció DOOM y los miembros de Czarface decidieron esperar un tiempo prudencial. Ahora que está aquí, podemos decir que deja un buen sabor de boca. La música de Super What? se mueve en torno al clasicismo underground que fue siempre el punto fuerte del malvado enmascarado, y por donde ha discurrido también la mayor parte del trabajo del supergrupo neoyorquino. “The King and Eye” da la bienvenida al proyecto de manera perfecta, como si fuera un clásico perdido, y marca el tono del resto: canciones de entre dos minutos y tres minutos y medio, con bases llenas de soul cortesía de 7L y en las que los tres MCs principales, más algún invitado (destaca Del Tha Funky Homosapien en “Jason & The Czargonauts”) se turnan para escupir estrofas estupendas, generalmente en torno al mundo de los superhéroes en el que se basa el imaginario de ambos artistas. Hay que decir que el rapero más inspirado es Esoteric, que deja más de una frase indeleble (“Czarface and DOOM been pro-mask before Corona hit” es la mejor). También diría que el proyecto pierde algo de fuelle al final, especialmente con la última canción, “Young World”, en la que Esoteric e Inspectah Deck no podían sonar más paternalistas y boomers al dirigirse a las nuevas generaciones. Pero como despedida de un mito es algo más que aceptable; la fantástica “Break in the Action” compensa cualquier patinazo posterior.
Otro disco de Drake, otro proyecto demasiado largo y uniforme. Certified Lover Boy parece pensado más para conseguir muchas reproducciones en Spotify que para aportar nada nuevo. Lo malo es que esto ya no sorprende. Instalado en la cima comercial de la música mundial, este es el juego al que juega Drake desde hace un lustro: hacer las mismas canciones hablando de los mismos temas una y otra vez. Aquí se bordea el ridículo en más de una ocasión: la frase “you say that you a lesbian, girl, me too”, en “Girls Want Girls”, no podía dar más vergüenza ajena; de “Way 2 Sexy” mejor ni hablamos. Ocasionalmente una gran frase (“I've been losing friends and finding peace/But honestly that sounds like a fair trade to me”, en “Fair Trade”) o una base inusual (el sample de “Michelle”, de The Beatles, en “Champagne Poetry” es muy llamativo) despiertan al oyente del coma, pero durante la mayor parte de la hora y media que dura este disco lo único que cabe es preguntarse si a Drake le sigue apeteciendo realmente hacer música o simplemente sigue porque le va bien. De eso último, en cualquier caso, no hay duda: el disco ha pulverizado el récord de más ventas en una semana en 2021.
La crítica ha sido unánime: Promises, el encuentro del artista británico de electrónica Floating Points con el octogenario saxofonista de jazz Pharoah Sanders, con la participación de la London Symphony Orchestra, es uno de los discos del año
La crítica ha sido unánime: Promises, el encuentro del artista británico de electrónica Floating Points con el octogenario saxofonista de jazz Pharoah Sanders, con la participación de la London Symphony Orchestra, es uno de los discos del año. Pues bien, durante las primeras seis o siete escuchas yo no pillaba nada. Pero es que no es este un disco que escuchar mientras haces otra cosa, ni en un altavoz pequeño: este disco es para escucharlo con cascos y con los ojos cerrados. Con el paso del tiempo, he pasado de preguntarme qué le veía la gente a emocionarme profundamente con él. Se trata de una única composición de 46 minutos, dividida en nueve movimientos. Durante casi todo el trayecto, nos acompaña un sencillo motivo: siete notas tocadas simultáneamente en un piano, un clavecín y un sintetizador. Sobre esa base, repetida cíclicamente, otros instrumentos entran y salen, dibujando hermosas figuras: obviamente, el saxofón de Sanders tiene especial protagonismo, pero también encontramos sintetizadores, órganos, cuerdas, incluso algunos detalles casi imperceptibles de percusión (movimiento 7) y unos divertidos juegos de Sanders con su propia voz (movimiento 4). Aunque no tiene sentido analizar movimiento por movimiento, pues la gracia de Promises es el conjunto, el viaje por momentos más intensos y otros más calmados, hay que señalar lo obvio: las cuerdas del movimiento 6 suenan monumentales, y los arpegios de sintetizador del movimiento 7 generan una auténtica ensoñación hasta que Sanders entra con su solo de saxofón más incendiario y eleva aún más la música. Pero nada tienen que envidiarle a estos pasajes los momentos más discretos de los movimientos 2 y 3, por ejemplo. Si os gusta el jazz, la electrónica, la música clásica... qué demonios, si os gusta la música, dedicadle una tarde a este álbum, no os arrepentiréis.
Con Sunbather (2013), su segundo disco, los californianos Deafheaven consiguieron algo cada vez menos frecuente: que el público indie/alternativo prestara atención a un disco de metal. No solo eso: para toda una generación (en la que me incluyo) de aficionados a los estilos más ruidosos del rock, Sunbather se convirtió en un referente casi mítico. La combinación de despiadado black metal con los tonos de guitarra etéreos del shoegaze y las estructuras post-rock nos enamoraron, y los chillidos de George Clarke transmitían toda la fuerza de sus melancólicas letras (solo descifrables con chuleta). Desde entonces, sin embargo, cada nuevo disco ha supuesto un menor interés por mi parte. Este Infinite Granite prácticamente remata cualquier posible atractivo de la banda para mí. Salvo en la final “Mombasa”, no hay hueco aquí para los blastbeats del black metal que tanta fuerza daban a su música. Solo quedan unas guitarras shoegaze que de pronto suenan huecas y tópicos alt-rock que me hacen bostezar. El principal problema, de todas formas, es justamente la voz de Clarke: renuncia aquí por completo a los guturales y entona con una limpieza que da grima letras que ahora causan algo de vergüenza ajena. Es como si al ir quitando las capas de originalidad que hacían del sonido de la banda algo especial, nos quedara al descubierto un núcleo de clichés que casi consiguen empañar el recuerdo de Sunbather. Es verdad que “Mombasa”, precisamente, es aceptable, incluso tiene pasajes chulos. Pero esto no cambia que Deafheaven no son ya el grupo que nos enamoró, y es una pena.
Spirit of the Beehive es un peculiar grupo de rock de Philadelphia que debe su nombre a la película El espíritu de la colmena, de Víctor Erice. Su cuarto LP, ENTERNTAINMENT, DEATH, es todo un desafío para los oyentes. La verdad, no se me ocurre ningún otro disco que suene justamente así, y eso es sin duda un mérito. Al mismo tiempo, es verdad que es un álbum un poco difícil de escuchar. La combinación de melodías vocales bonitas, entonadas con suavidad, con momentos de auténtico caos ruidista, no es para todos los públicos ni para todos los momentos. El álbum presenta pasajes excelentes en los que el grupo da con el punto de equilibrio justo entre el dream pop, el noise rock y la psicodelia: “WRONG CIRCLE” en un temazo indiscutible, mientras que las melancólicas “RAPID & COMPLETE RECOVERY” y “DEATH” funcionan de principio a fin (“DEATH” es, además, una excelente conclusión para el disco). Pero también hay momentos en que el afán de epatar les puede, como en el confuso final de “IT MIGHT TAKE SOME TIME” o en el desagradable inicio de “I SUCK THE DEVIL'S COCK”. Lo único que puedo decir con seguridad es que no va a dejar indiferente a nadie, así que si quieres algo nuevo e innovador, dale una escucha.
En un año en que el post-punk británico nos ha dado tantas obras maestras, Dry Cleaning se presentan como una prolongación de esa extraordinaria inspiración. Pero a mí la verdad es que su debut, New Long Leg, no me aporta demasiado. La parte instrumental es correcta, no es muy imaginativa ni muy enérgica, pero no ofende. Lo que me deja un tanto confuso es el aspecto vocal: el lánguido spoken word de Florence Shaw, desprovisto de toda musicalidad, no me parece que tenga ningún atractivo, al menos a lo largo de todo un LP. Tampoco me convence lo que cuenta: sus letras, de tan antipoéticas, coloquiales y aleatorias, a ratos resultan ordinarias y aburridas. Algunas de las canciones están bien construidas y esto permite que se mantenga la atención pese a los defectos: “Strong Feelings” construye tensión durante sus cuatro minutos sin necesidad de cambios efectistas; “John Wick” tiene un gran riff de guitarra, una progresión bastante dinámica y una letra más coherente; y “More Big Birds” tiene hasta ¡un estribillo! Uno un poco endeble, pero ahí está. Sin embargo, son más frecuentes las canciones que no parecen tener razón de ser: cuando pasan los tres minutos que dura “Leafy”, me pregunto qué justifica que el grupo diera por concluida la canción y decidiera incluirla en el disco; ¡no ha pasado nada! No es precisamente una excepción. A quien le guste, que le aproveche, pero personalmente me quedo una y mil veces con el disco de Shame por encima de este.
El proyecto Grande Amore, del gallego Nuno Pico, hace una mezcla bastante curiosa de post-punk, industrial, algunas cositas de techno y una actitud muy rock and roll
El proyecto Grande Amore, del gallego Nuno Pico, hace una mezcla bastante curiosa de post-punk, industrial, algunas cositas de techno y una actitud muy rock and roll. Su debut homónimo es, cuando menos, llamativo. Es verdad que, como él mismo reconoce en “Non sei cantar”, su voz no es precisamente muy melódica. Pero también lo es que para este idiosincrático estilo, eso no tiene por qué ser un gran impedimento. Hay momentos de una fuerza innegable, como el clímax de “Fóra”, y algunos cortes con hechuras de hit, como “Vémonos no baño” o “Vamos enchernos (e vamos falar de cousas)”. También me parece muy divertida “Perdón por ser tan sexy”, todo un bofetón a la falsa modestia. Menos atractivo le veo a “Tou pensando”, esa mastodóntica composición de más de siete minutos, que me parece que tiene una progresión un poco obvia, o a “Jorge Martínez, cásate conmigo (porfa)”, que es un poco plana. De todas formas, me temo que la clave será el tema vocal: el punto chillón y nasal de la voz de Pico puede sacar fácilmente de la escucha. Si se sortea ese problema, el disco, sin ser redondo, tiene argumentos de sobra para hacer disfrutar a los fans del rock and roll más macarra y experimental.