Markel Hernández Pérez, un 'remix' entre teatro, poesía y narrativa
En su poema Lo que no se sabe sobre el asesinato de Federico García Lorca, Markel Hernández, señala sin temor, las motivaciones homófobas y políticas, que empujaron a los propios paisanos del poeta, a acometer este asesinato. Y, al mismo tiempo, advierte sobre la permanencia lorquiana, en la sangre de todos los granadinos.
Que cayó en una zanja el 18 de agosto
y que por ella corría una acequia
de la sierra de La Alfaguara en 1936,
bajaba hasta convertirse en agua
de las fuentes de la ciudad.
A Lorca se lo bebieron los habitantes de Granada.
Varias horas después
los ciudadanos expulsaron al poeta
junto a sales minerales, ácido úrico y puede que también
algún que otro republicano fusilado.
También escribe sobre la muerte, pero desde un prisma totalmente diferente, en su poema, Cáncer. Unos versos breves pero fulminantes, que exponen ante nuestros ojos, la vulnerabilidad humana.
De algún mal tendremos que morir,
desconocido y complejo: la división
de las células del cuerpo.
De nada sirve creerse inmortal:
el tumor se genera, invade otros tejidos,
mata desde dentro.
Es la naturaleza que dice
basta ya de tanta vida.
–Salta a la vista que la escritura es tu pasión. Con sólo dieciséis años ganaste tu primer premio por un relato y, en 2017, estrenaste tu primera obra dramática. Has explorado la poesía, el teatro, la narrativa… En todo te desenvuelves con una naturalidad impresionante. Tal vez sea una pregunta algo compleja, pero, ¿qué te hace sentir cada uno de estos géneros? ¿Tienes alguna preferencia especial por alguno de ellos?
Escribo, supongo, guiado por lo que en un momento concreto necesito contar. Esto es entonces lo que me condiciona: narrativa para la indagación, sea del tipo que sea; poemas para la palabra precisa, reflejar un objeto determinado; teatro para comprender los conflictos y las pulsiones de las personas
–Escribo, supongo, guiado por lo que en un momento concreto necesito contar. Esto es entonces lo que me condiciona: narrativa para la indagación, sea del tipo que sea; poemas para la palabra precisa, reflejar un objeto determinado; teatro para comprender los conflictos y las pulsiones de las personas. A pesar de que es verdad que últimamente me he enfocado más en la escritura dramática, funciono por apetencias, tiene que saltar la alarma del deseo que me empuje a contar y me ajusto a él. Si he terminado en el teatro creo que es porque he encontrado en él un formato que me permite explorar como no lo había hecho antes, hay una cantera de posibilidades inéditas (incluso más allá de la propia puesta en escena) y con la que experimento en cada obra que me atrevo a escribir.
–Continuando con el tema de los géneros, actualmente vivimos en la cultura del remix, todo confluye y se entremezcla. En la música urbana, por ejemplo, se están explorando mucho estos límites. Cualquier estilo puede unirse a otro completamente distinto y el concepto de pureza, que imperaba hace unos años, casi se ha perdido. ¿Piensas que las nuevas generaciones de escritores están acabando con las etiquetas categóricas dentro de la escritura? ¿Cuál es tu opinión al respecto?
Si no muriéramos jamás, si fuéramos inmortales, si la vida durara por siempre, probablemente nadie escribiría poesía
–Cuando voy a la librería a comprar libros a ciegas, o sea, sin tener ninguno pensado de antemano, echo una rápida ojeada al azar y ahí descubro si siguen un formato de escritura tradicional o no (dentro de su respectivo género, claro). Me atrae mucho más un libro que a primera vista rompe con la forma canónica preestablecida para él que uno que la sigue a pies juntillas. Pienso, por ejemplo, en Por qué volvías cada verano, de Belén López Peiró: ¿es una novela?, ¿un reportaje?, ¿un relato autobiográfico? Da igual, eso es lo mejor. Ha habido un par de ocasiones en las que he encontrado mi libro en la sección de poesía. ¿Y qué? Si esta mezcla de las etiquetas categóricas (que no es nueva en absoluto, siempre ha habido vanguardias formales) recae en los jóvenes escritores quizá sea porque, de momento, no tienen miedo. Escribimos porque nos gusta, porque nos divierte, no rendimos cuenta a nadie, no vivimos de ello.
Ha habido un par de ocasiones en las que he encontrado mi libro en la sección de poesía. ¿Y qué? Si esta mezcla de las etiquetas categóricas (que no es nueva en absoluto, siempre ha habido vanguardias formales) recae en los jóvenes escritores quizá sea porque, de momento, no tienen miedo. Escribimos porque nos gusta, porque nos divierte, no rendimos cuenta a nadie, no vivimos de ello.
–Hemos visto que participaste en una selección de textos LGBTI+, para la revista digital Liberoamérica. Cuando tuve mi primera entrevista con Rosa Berbel, le pregunté si pensaba que existía una escritura femenina y otra masculina. En tu caso, ¿crees que existe una escritura LGBTI+?
–Escribir desde la conciencia del colectivo es un impulso que incomoda, es reivindicar los márgenes, reunir la rabia contenida y vomitarla. De la misma forma que la escritura femenina sirve para contradecir a la masculina, hace falta una escritura LGTBI+ que ponga en jaque lo normativo. Editoriales como Dos Bigotes o Continta me tienes (y otras tantas) hacen una gran labor al dedicarse a la publicación de textos de esta índole. Sin embargo, en mi caso, siento que yo no me dedico a esa escritura (aunque puntualmente la haya practicado), el conflicto queer está latente en ella, pero no deseo que sea el foco de atención, tengo otros objetivos, por mucho que disfrute leyendo a Ángelo Néstore o Braulio Ortiz.
–¿Podría llegar a ser (o es) la escritura un arma política para las personas LGBTI+?
De la misma forma que la escritura femenina sirve para contradecir a la masculina, hace falta una escritura LGTBI+ que ponga en jaque lo normativo
–Siempre lo ha sido, arma y escudo, desde los poemas de Safo, los sonetos de sor Juana Inés de la Cruz, Pedro Lemebel, Las malas de Camila Sosa y un largo etcétera. Los escritores queer se han valido de los textos para plantear formal o temáticamente su problemática, vierten en ellos toda la incomprensión y el rechazo que sufren por ser diferentes. Ahí reside el componente político, enfrentarse a las masas por medio de la escritura, por mucho que no fueran leídos por ciertos grupos.
–Suele decirse que las nuevas generaciones no tienen interés por la cultura, que no vamos a museos, ni al teatro. Como persona joven que está muy en contacto con estos ambientes, ¿tienes esa percepción?
–Se habla de los jóvenes como si fuéramos una marabunta uniforme. Obviamente, cada persona hace lo que quiere y puede permitirse. Cuando voy al teatro, desde luego los jóvenes no somos mayoría, pero estamos ahí. El comentario de que no estamos interesados en la cultura viene con sello boomer. ¡Si no dejamos de practicarla! Tener Tiktok es cultura, consumir las películas de Netflix es cultura, quedar con tus amigos en la terraza de un bar para comentar La isla de las tentaciones es cultura. Se espera que correspondamos a una idea elitista de la cultura, la de la intelectualmente aceptada.
Los escritores queer se han valido de los textos para plantear formal o temáticamente su problemática, vierten en ellos toda la incomprensión y el rechazo que sufren por ser diferentes. Ahí reside el componente político, enfrentarse a las masas por medio de la escritura, por mucho que no fueran leídos por ciertos grupos
–¿De qué manera crees que podrían reciclarse o renovarse los espacios culturales, como los anteriormente mencionados, para lograr atraer más público joven?
–El objetivo obligatorio es el económico. Si un joven tiene que pagar 15€ para ver una obra de teatro es completamente natural que antes prefiera gastárselos en ir a cenar con sus amigos. Estamos ante un colectivo que es cada vez más precario, los caprichos que puedan permitirse van a atender sus necesidades sociales básicas, es lo legítimo. Fuera de eso, lo que más llama a los jóvenes es ver a otros jóvenes, respondemos al aullido de nuestra generación, nos apoyamos entre nosotros. Me refiero a que se favorezca que los jóvenes puedan practicar más la cultura, más ayudas para ellos, menos obstáculos burocráticos, menos clientelismo cultural en el que se favorezca a los contactos pollaviejas en vez de apostar por nuevos creadores.
–En las dos poesías que nos has facilitado para completar tu entrevista, hablas sobre la muerte, de una u otra forma. Javier Calderón, con quien me consta que tienes amistad, también trata esta cuestión en su poesía. Me gustaría preguntarte, a ti que has navegado por tantos formatos de escritura, ¿sientes que existe una conexión especial entre la poesía y la muerte?
El comentario de que no estamos interesados en la cultura viene con sello 'boomer.' ¡Si no dejamos de practicarla! Tener 'Tiktok' es cultura, consumir las películas de Netflix es cultura, quedar con tus amigos en la terraza de un bar para comentar La isla de las tentaciones es cultura
–Si no muriéramos jamás, si fuéramos inmortales, si la vida durara por siempre, probablemente nadie escribiría poesía. La certeza de que las cosas tienen su fin, el amor se acaba, los ánimos cambian, que nada permanezca nos obliga a procurar un artificio que pueda ser recordado.
–También a colación de tu poema La verdad sobre el asesinato de Federico García Lorca, no puedo pasar sin preguntarte sobre uno de los temas más controvertidos de esta ciudad. ¿Crees que en Granada se ha conservado bien el legado de este poeta?
–Lorca es la Torre Eiffel o el London Eye de Granada. Todo remite a él. El legado se ha conservado bien, demasiado bien, tan bien que proyecta una sombra larga y oscura sobre todo lo demás. Estoy cansado de las tropecientas Bernarda Alba o Yerma o cualquiera que se montaban constantemente (antes de la pandemia, quiero decir). ¿Hasta qué punto es ético que en la Facultad de Letras exista la asignatura de «Lorca y la Generación del 27»? Hay que tener cuidado con los encumbramientos, eclipsan todo a su alrededor.
Lorca es la Torre Eiffel o el London Eye de Granada. Todo remite a él. El legado se ha conservado bien, demasiado bien, tan bien que proyecta una sombra larga y oscura sobre todo lo demás
–Para finalizar, todos mis entrevistados pasan por estas mismas preguntas, ¿cuál es tu libro favorito? ¿Y el último que leíste?
–Como a muchos otros, es difícil hablar de favoritismo, es una categoría que va cambiando con el tiempo. Puedo llegar a detestar lo que antes me encantaba. En cualquier caso, creo que el libro de poesía que más me ha sorprendido este año ha sido Felizidad de Olga Novo.
Ahora mismo, en el momento en que escribo esta respuesta, estoy terminando Hamnet de Maggie O’Farrell. Al principio no me atrapó, pero sin darme cuenta ya estaba metido en la casa de Shakespeare viendo a su hijo morir y a la protagonista de la novela, Agnes, sobreviviendo a todas las habladurías contra ella. El detalle minucioso que consigue la autora es increíble.
–Danos algún nombre de escritor joven que recomiendes, para seguir ampliando nuestra colección.
–Los artículos y reflexiones de Pablo Caldera sobre el cine publicadas en Contexto y acción son de lo mejor que uno puede encontrarse últimamente.
Twitter de Markel Hernández: https://twitter.com/Markelh97
Si nos has tenido ocasión de leer las anteriores entrevistas de esta sección o quieres volver a leerlas:
- Fran Navarro: "Creo que nuestra generación ha comprendido mejor que ninguna otra que la política está en todas partes"
- Javier Calderón: “Escribo por vicio y porque no me doy cuenta. Si pensase en mí como un escritor sistemático, no escribiría”
- María Domínguez del Castillo, poesía para habitar ciudades
- Rosa Berbel, la madurez que se esconde tras las voces de las niñas