María Domínguez del Castillo, poesía para habitar ciudades
María Domínguez del Castillo nació en Sevilla en 1997. Estudió Literaturas Comparadas en la Universidad de Granada y, en uno de sus años de estudios se trasladó a Canterbury (Inglaterra) a la Universidad de Kent. Sólo con diecinueve años ganó el V Certamen Literario Biblioteca Universidad de Granada con su relato En cambio el silencio. A los veinte años, publicó Presente y el mar en Esdrújula Ediciones y la novela Pero el tiempo en Ediciones Huida. En el año 2018, algunos de sus poemas se incluyeron en la antologías poéticas Algo se ha movido (25 jóvenes poetas andaluces) y Granada no se calla. Un año después, repetiría con Esdrújula Ediciones, publicando El regreso de la lluvia, y este mismo año su traducción al inglés del poemario de Francisco Javier Navarro Prieto (1994), El Bello Mundo, sería seleccionada por la editorial Caligramas para ser publicada.
Durante el curso 2019/2020, cursó un máster en Francia y, en este último año, ha formado parte de la antología, Cuando dejó de llover, publicada con la editorial Sloper.
'Su obra, te envuelve en escenarios urbanos, cargados de sentimientos. Su lenguaje poético es como un viaje hacia el interior de una gran ciudad, que va deshaciéndose y mostrándonos sus recovecos, al tiempo que vas caminando por ella'
María Domínguez no recuerda cuándo empezó a escribir. Y esto no se debe a una pérdida de memoria fortuita, sino a que, según la propia escritora, lo hace desde que tiene consciencia. En los primeros años de la educación secundaria, María comenzó a compartir sus manuscritos con su profesor de literatura y éste la animó a continuar, viendo en ella una sensibilidad prematura. Años después, fascina observar cómo María Domínguez ha pulido y perfeccionado esa materia prima. La delicadeza de su poesía no deja a nadie indiferente. Su obra, te envuelve en escenarios urbanos, cargados de sentimientos. Su lenguaje poético es como un viaje hacia el interior de una gran ciudad, que va deshaciéndose y mostrándonos sus recovecos, al tiempo que vas caminando por ella.
Esto queda plasmado en uno de sus poemas titulado Último tren desde Londres, publicado en su poemario El Regreso de la lluvia, donde María Domínguez acoge una estampa poética de la capital de Inglaterra, como recurso para hablarnos sobre el paso del tiempo y sus consecuencias.
ÚLTIMO TREN DESDE LONDRES
La espera del tren bajo los suelos de Londres
hay un reloj que olvida el ciclo de las horas
que marca en rojo la cifra precisa antes del próximo tren
Bajo los suelos de Londres
existe un
gusano que surca que busca en lo oscuro
la carne indigesto alimento las canas los huesos las uñas
gusano bulímico reclama la carne su único
fin medio inicio motivo en la tierra
Caribdis de cable y acero vomitas los miembros los cuerpos
ensamblados de tal forma falda corbata maleta
mano ahuecada vacía desechos biológicos de las estaciones
En este tiempo extraño en que transcurren
los cuerpos
quietos en la sucesión geográfica
efímera quietud siempre constante dinamismo de pies quietos
[que cada mañana
vértigo conceptual no ha de pensarse en ello busca lo concreto
[mírate las manos una inmigrante
se acerca a la línea amarilla observa el reloj
se frota las manos del frío de la noche en Saint Pancras
de todas las noches los sueldos debajo de Londres
La nieve no alcanza los túneles
y sí los suburbios los barrios lejanos las gasolineras
En cada estación
londinense
el viento recorre los túneles grita recuerda
a todos los hombres, al hombre, que ocupan su espacio.
Existe un vértigo dulce y extraño en el límite el borde
más allá de la línea amarilla.
Y todos los hombres que sueñan pisar ese extremo
rezan a quién rezan a un charco un tropiezo un despiste
La pantalla marca el número exacto
en rojo los cuerpos elevan el rostro se abren las puertas
sutura imperfecta rezuma los cuerpos
desprende un olor
sonámbulos tienen la flecha clavada en la frente
La inmigrante aúpa a su cría con el brazo derecho
y deja de ser a este único lado del tren esta vía
El día cadena de números rojos que van sucediéndose
en una pantalla electrónica, un nido de insectos
debajo del suelo de Londres.
Please mind your heads, please mind your hands
Please mind your lives
If you notice something suspicious, well, you have reached the
level of consciousness ignored by so many, this side of the truth,
my unfortunate ones
Un punto de fuga barras amarillas que cruzan el aire
de un extremo a otro se cierran las puertas.
Ahora no existe otro cuerpo
hay ausencia de manos
El resto es recuerdo de nieve y ventanas oscuras.
Y el agua, en su estado líquido, sólido o gaseoso, es también una temática recurrente para la poeta, que moldea el elemento con sus letras y lo convierte en un vehículo metafórico para sus sentimientos más profundos. Como en el poema Espejo hogar remanso dedicado a su madre y que forma parte de su poemario El polvo de las urnas.
II
ESPEJO HOGAR REMANSO
A mi madre
ut I still have to face the hours.
THE HOURS
Siempre albergaste el mar en tu pupila
sin fin fondo color terroso murmurantes
tus brazos brizna espuma de las olas
vaivén constante eterno viento pulso
de tus dos pechos sal y dulce leche
derraman luz de luna sigues dándo-
me el agua que no tienes Velas riegas
cada uno de mis huesos me sostienes
Este dolor parejo nos habita
a ambas soy la carne de tu carne
El vientre primigenio Vaticinio
primero de los muros de las noches
amnióticas insomnes en sí mismas
plegadas Dos penínsulas paganas
Nosotras rodeadas de estos mares
atadas de las manos a la tierra
terca y devota y santa y paz y eterna
-recuerdas- en nuestra infancia cuando aún
rezábamos camino de la escuela.
Esa oración -primero la Palabra-
creaste con tus labios tu saliva
era un canto de amor del hombre al hombre
Amor Una paloma pura y bella
volaba de tu boca hasta mi pecho
Alegre palpitar leve Cobijo
Hogar ave arboleda alveolar
Ahora que colgamos nuestro abrigo
viejo sobre el madero ensangrentado
caliente todavía
escucho tu palabra y mientras hable
tu voz mientras exista mientras
seas sé que la sal es soportable
allá donde no hay mar océano u orilla
Que podré
vivir con estas horas.
– Como he mencionado anteriormente, algo que me sorprendió cuando comencé a leerte, fueron las constantes referencias al agua, al mar, a la nieve… Sin ir más lejos, uno de tus poemarios se titula El regreso de la lluvia, ¿de dónde nace esta fijación?
– Esta pregunta la puedo responder en varios planos: el temático, el formal-estructural, y el del género literario. El agua, para mí, engloba, incorpora o alberga, todas las posibles significaciones en cuanto al lenguaje, a la literatura y a la vida en sí. El agua ha sido el escenario constante de mi vida, desde que era pequeña, a pesar de vivir en la ciudad. Siempre he estado cerca del mar y el agua ha ido cobrando una serie de significados relacionados con el concepto de identidad, el tiempo, la soledad o el amor, el absurdo de todo.
En cuanto a la cuestión de identidad, podemos recurrir a la idea de Heráclito: se trata de la tensión entre lo estático y lo dinámico, la materia esencial o compartida en constante movimiento, siendo capaz de cobrar diferentes formas, adaptarse a los espacios, cambiar de estado. Es lo más cercano al concepto de sujeto que concibo.
'El mar es el tiempo indiferente a los cuerpos que nacen y que mueren un día. La lluvia como recuerdo constante del instante. Las olas como todos los cuerpos que nos habitan, con quienes somos, y que un día, también, dejan de ser. Una isla o una tregua'
En El regreso de la lluvia, un poemario que funciona como ficción, como hilo narrativo, adquiere un valor semántico determinado. La nieve es aquello que fue, que estuvo, y que en cambio, ya no es. La lluvia -el ahora, la violencia del tiempo presente- derrite la nieve, recuerda con su intermitencia que es el único tiempo que existe. El mar es el tiempo indiferente a los cuerpos que nacen y que mueren un día. La lluvia como recuerdo constante del instante. Las olas como todos los cuerpos que nos habitan, con quienes somos, y que un día, también, dejan de ser. Una isla o una tregua.
A nivel formal, el lenguaje se me antoja como materia acuática - solo es constante su composición primera. En cambio, como decía, qué formas es capaz de adoptar, qué espacios ocupa, en qué estado aparece, cuáles son sus movimientos, sus vaivenes o la rigidez sólida del hielo, su color o su transparencia. Es manipulable. Se acoge al tema, a la idea subyacente, al ritmo, al texto que pide ser escrito. Por último, también los géneros los concibo como ese fluir. Existen ciertas convenciones asumidas, transmitidas, aceptadas, que, incómodas, se estiran, se quiebran, empañan o desintegran o evaporan las fronteras: un texto fluye en otro, a otro, tiene lugar la ósmosis. El poema o los poemas son novela, las voces teatralizadas devienen relato lírico, la poesía es ficción.
Enfocándonos en la forma y el género literario, el agua es la analogía que siempre encuentro. Concibo el lenguaje como una materia, que puede encontrarse en diferentes estados. Al final, un texto literario es la manipulación de esa materia, que se adapta a diferentes formas: la lírica, la narrativa, la poesía… Y, al mismo tiempo, rompe con esas barreras de género, para fundirse. Siendo esto lo que realmente busco cuando escribo.
– Antes hablábamos del agua, pero sin duda, en tu obra, también hay una carga importante de valor sobre la representación de lo urbano. Me interesa saber si todos estos lugares son sitios que has transitado de forma física ¿o si llegas hasta ellos a través de la poesía?
– Pienso en Vila-Matas cuando se refiere al Viaje alrededor de mi habitación, de Xavier de Maistre. Diría que de ambas maneras: de forma física, y a través de la experiencia cultural: historia, arte, literatura, el relato del otro. Escribo bastante a través de la imagen, de las imágenes: parto de un material. Lo manipulo, lo transformo. La mayoría de los lugares que constituyen escenario, objeto (o incluso sujeto) de algunos de mis textos los he visitado. Algo que me fascina es la idea del yo en el tiempo y el espacio, en las ciudades habitadas y deshabitadas. En los últimos seis años he vivido un poco en mitad de los puentes o del aire. Pero pienso, por ejemplo, en un libro inédito - es uno de los dos textos que más he disfrutado escribir, qué más esfuerzo, más tiempo, más energía y riesgo me han supuesto. Se trata de un poemario-viaje que tiene lugar en Egipto. Nunca he estado en Egipto. Parto de las imágenes que dos amigos me enviaban, del relato, de los lugares que visitaban. Parto de los textos bíblicos. De otros textos poéticos. Creo el espacio y la ficción.
– Sin abandonar todavía la línea del proceso creativo, otra característica que me resulta muy particular en tu escritura, es la manera en la que juegas con los idiomas. No es raro verte saltar en tus versos de un idioma a otro con total tranquilidad. Y no hablo solo del inglés, sino que en poemas como Ciudad a través del espejo de Bergman (del poemario El regreso de la lluvia), usas el castellano, el inglés, el francés y el alemán. ¿A qué se debe este despliegue de lenguas?
'Como decía T. S. Eliot, el proceso de escritura es un diálogo constante con las voces de los muertos. Y me gusta mucho esa idea'
– La respuesta más directa y fácil sería decir que se debe a que son las cuatro lenguas que manejo desde pequeña. Estudié inglés y francés en el colegio y en el instituto, y también alemán durante unos pocos años. Dejando eso atrás, incluyo estas lenguas en mi escritura, por ejemplo, porque funcionan como elemento extrañador. Los fragmentos en otro idioma suponen una especie de apertura y tienen un interesante potencial de sugerencia. En segundo lugar, es una manera de dar espacio a las voces de otros, tal y como se concibieron. Como decía T. S. Eliot, el proceso de escritura es un diálogo constante con las voces de los muertos. Y me gusta mucho esa idea. La traducción me parece muy interesante, a mí personalmente me apasiona, pero la interpreto como otra modalidad de escritura creativa. Pienso en el libro de Leopoldo María Panero: Traducciones o perversiones. Pienso en Pound. Y, sin duda, el texto, tal y como se concibe, aún fragmentado, es uno: forma y fondo entrelazados. La estructura significa. El sonido, el ritmo, significa. Entonces, cuando en mi poesía incorporo de esa manera citas de otros autores, es porque he querido mantenerlas así, por alguno de estos motivos.
– Me consta que tú misma has traducido al inglés algunos poemas de otros compañeros poetas como Francisco Javier Navarro Prieto. En el pasado, aprender un idioma era una tarea mucho más compleja, así como recibir información sobre otras culturas. Actualmente, el acceso al aprendizaje de nuevas lenguas está al alcance de casi cualquiera, al menos en la sociedad occidental. ¿Piensas que esto ha ayudado a enriquecer nuestra sensibilidad poética como generación?
– Si con sensibilidad poética nos referimos a esa comprensión del texto como reciprocidad, unidad, de forma y contenido, el conocimiento de distintas lenguas sí puede implicar un acercamiento más íntimo a estas creaciones, al modo en que fueron concebidas. Al final, si te relacionas con una traducción, te estás relacionando con otro texto que parte de un texto original, lo cual me resulta fascinante también. Actualmente, para la obtención de los grados universitarios, es necesario acreditar el conocimiento de un idioma extranjero, y el aprendizaje de lenguas está adquiriendo mayor importancia en la educación secundaria. Evidentemente, eso hace que nos acerquemos a la literatura de otra manera. Se es más consciente de esa reciprocidad continente-contenido, se es más “sensible” al sonido, al ritmo, a la carga semántica de la cadencia, la redondez o la solidez o la rigidez o flexibilidad de una oración.
'La proliferación de medios de comunicación, el desarrollo tecnológico y el auge de las redes sociales nos hace más conscientes de todas esas realidades literarias, culturales, identitarias, sociales, que no conocemos'
Pero cuántas, cuántas lenguas no llegaremos a dominar. La proliferación de medios de comunicación, el desarrollo tecnológico y el auge de las redes sociales nos hace más conscientes de todas esas realidades literarias, culturales, identitarias, sociales, que no conocemos. Porque, hasta hace muy poco, el discurso había sido -al menos en la zona en la que nosotras vivimos- completamente eurocéntrico y cerrado a nuestras propias formas, no solo lingüísticas, sino culturales e ideológicas. Gracias a esa toma de conciencia, ese advertir el desconocimiento propio, nuestros horizontes se han abierto al descubrimiento de otras literaturas y otras culturas. En este sentido, nuestra receptividad, nuestra sensibilidad poética, se ha visto modificada.
– ¿Qué otros factores generacionales crees que han podido beneficiar a la juventud, a la hora de comprender mejor el arte, ya sea en forma de literatura, cine, pintura…?
– Es cierto que las tecnologías dan acceso a obras de arte: pintura, teatro, música, cine, literatura… Para conocer las vanguardias europeas del siglo XX no es necesario desplazarse al Pompidou o al museo de Arte Moderno de París. Es cierto que la presencia, la visceralidad del acto de mirar, de contemplar, la propuesta estética e ideológica, experiencial, de un museo, solo es posible con y en el cuerpo. Pero, si lo enfocamos de manera positiva, esta experiencia se ve limitada por circunstancias económicas, materiales, espaciotemporales.
'Por otro lado, el arte, tanto en el plano de la creación como en el plano de la recepción y la difusión, deja de ser tan solitario podría serlo. Internet permite el trazado de una red de redes, un fluir constante de personas con inquietudes similares, que comparten sus lecturas, sus creaciones y sus experiencias'
Por otro lado, el arte, tanto en el plano de la creación como en el plano de la recepción y la difusión, deja de ser tan solitario podría serlo. Internet permite el trazado de una red de redes, un fluir constante de personas con inquietudes similares, que comparten sus lecturas, sus creaciones y sus experiencias. La lectura (vinculada al espacio de lo íntimo, al silencio, a la soledad) tiene cabida en un diálogo más amplio, en el cual pueden convivir la contradicción, el desacuerdo, los múltiples puntos de vista, las voces. Esto es valioso y necesario.
– Cuando empecé a documentarme sobre tu trayectoria literaria me fascinó lo extensa que es. Impresiona ver la cantidad de trabajos que has hecho y los proyectos en los que has participado. Parece que desde 2016 no has parado de hacer cosas. Y, lo cierto, es que no eres un caso aislado. Muchos otros jóvenes poetas como tú también poseen un amplio recorrido editorial, ¿piensas que es la juventud lo que ayuda a impulsar estas motivaciones?
'Las preocupaciones, las preguntas (ya sean las mismas, atemporales, ya adquieran los matices del instante), siguen ahí porque no existe una respuesta'
– Ahora mismo estamos expuestos a una cantidad enormísima de estímulos. Aunque hayamos pasado la etapa de la adolescencia, uno es y está siendo constantemente. Nos relacionamos con el mundo, con el otro y con lo otro, de manera continua. Las preocupaciones, las preguntas (ya sean las mismas, atemporales, ya adquieran los matices del instante), siguen ahí porque no existe una respuesta. Entonces, la creación deviene necesidad. Acto, proceso, y no objeto, algo que se te impone, más allá de que exista la voluntad, la vocación. En cuanto a si es algo propio o específico de la etapa de la juventud, no estoy segura de eso. En el ámbito en el que nos movemos ahora mismo, es lo más visible (nos relacionamos entre nosotros, estamos en las redes). Es cierto que es posible caer en el absurdo, en la desidia, en ese para qué, en ese “preferiría no hacerlo”, esa espera sin esperanza bartlebyana.
– Y, en tu caso concreto, ¿a qué crees que se debe este instinto creativo?
– Desde pequeña siempre he escrito. En sexto de primaria me regalaron un cuaderno naranja y empecé a escribir mi primera “novela”. Nunca la terminé, pero fue entonces cuando supe que quería escribir. Esa es la única certeza que tenía y que sigo teniendo. Más adelante seguí haciéndolo y, cada vez que me han hecho esta pregunta, nunca he sabido dar una respuesta. Hasta, quizá, el año pasado. Vivía en París. Una tarde salí a pasear, trastornada por el tiempo, por la lluvia, por una película que acababa de ver, la soledad de un cuerpo en un estudio vacío. Me preguntaba por qué, qué motivo podría sustentar esa novela que fraguaba entonces (se escribe tanto, se ha escrito tanto, el absurdo, el mar de fondo, ese largo etcétera). De repente, la respuesta me cayó como una certeza incuestionable: aunque nadie la leyera, aunque el proceso de escritura conllevara la simultánea combustión y destrucción de lo escrito, tenía que escribir, no había opción, porque un cuerpo, un cuerpo solo, no es capaz, no puede contener, albergar tanta vida.
'Me calienta el corazón que algo que he escrito pueda, al menos, amenizar el tiempo de alguien, consolar, acompañar… O hacer que se sientan identificados. O radicalmente distanciados'
Siento que crear es un siempre estar haciendo, sintiendo, pensando, callando, verbalizando. Nunca me ha importado qué sale o qué no sale. Tengo ciertas ideas que no consigo quitarme de la cabeza, tales como que nada importa nada realmente y mucho menos el arte. Peco de existencialismo, quizá. Y es cierto que la palabra hace cosas. Pero se crea tanto, y, siendo además el tiempo tan limitado, al final, lo que importa es la vida en sí. La vida en sí y los cuerpos y el amor y las esperas. Me calienta el corazón que algo que he escrito pueda, al menos, amenizar el tiempo de alguien, consolar, acompañar… O hacer que se sientan identificados. O radicalmente distanciados. Hace poco estuve trabajando en un texto, un relato largo, una novela corta, no sé cómo denominarlo. Es, hasta el momento, uno de los dos textos que más he disfrutado escribir, que más difícil me ha resultado escribir también. Lo habrán leído dos, tres, cuatro personas. Pero quienes lo han leído le han revelado - al texto, a mí - su razón de ser. Eso me basta.
– En mi anterior entrevista con Rosa Berbel, le pregunté si pensaba que existía cierta infantilización por parte de los medios tradicionales, hacia los poetas que surgen en las nuevas generaciones. En tu caso, me gustaría ahondar en la otra cara de la moneda, ¿crees que los nuevos medios digitales están lucrándose a costa de la precariedad de los poetas jóvenes?
'A mí me encanta leer las entrevistas de otros autores que tienen un mundo interior y exterior riquísimo, humano y artístico, leer sus poemas inéditos cuando los publican algunos medios digitales. Pero cuando a un autor o a una autora se le propone la publicación de algún poema inédito, la escritura de una columna, de alguna reseña, este trabajo requiere un tiempo (por mucho que se disfrute del proceso de creación). Ese tiempo no suele pagarse'
– Me viene a la cabeza la palabra “marketing”, porque los medios de comunicación tienen que subsistir económicamente y para ello necesitan material, contenido que se consuma. Como ya hemos dicho antes, un fenómeno popular de los últimos años es la creación de espacios para el diálogo, el uso de las redes por parte de autores jóvenes. Obviamente, los medios de comunicación aprovechan este fenómeno, este potencial de difusión, la popularidad de ciertos perfiles, para lucrarse. En el momento en el que a alguien le publican un texto, le conceden un premio literario, llueven los mensajes, las propuestas, las sugerencias, las entrevistas. ¿Es genuino el interés, es sincera la lectura? Todo esto es comprensible, pero no deja de ser algo absolutamente interesado. A mí me encanta leer las entrevistas de otros autores que tienen un mundo interior y exterior riquísimo, humano y artístico, leer sus poemas inéditos cuando los publican algunos medios digitales. Pero cuando a un autor o a una autora se le propone la publicación de algún poema inédito, la escritura de una columna, de alguna reseña, este trabajo requiere un tiempo (por mucho que se disfrute del proceso de creación). Ese tiempo no suele pagarse. En ese tiempo, hay que garantizar la perpetuación de la propia vida. Casi se asume que debemos ofrecer ese trabajo gratuitamente. En el caso de escritores consagrados, normalmente de más edad, el asunto es diferente. A ellos sí les pagan. Por lo que, en ese aspecto, sí opino que muchas veces los medios se aprovechan o se lucran de esa juventud que crea.
– A lo largo de tus años de estudiante has vivido en multitud de sitios, entre ellos Londres y París. Comparándola con el resto de ciudades, ¿cómo crees que afectó Granada a tu labor como escritora y poeta?
'Gracias a Granada empecé a escribir de manera más consciente y más cuidada. Publiqué por primera vez. Y cuánto cariño le tengo a esas primeras publicaciones, inocentes y algo atrevidas'
– Las ciudades que he habitado son tan diferentes, que agradezco, por un lado, las experiencias, este vivir a tiempos y a destiempos y entre puentes, y por otro, las imágenes tan variadas que me han proporcionado. En los últimos seis años he ido viviendo e interaccionando con diferentes personas, culturas, espacios, lenguas, lenguajes, textos… En ese sentido, no es tanto la ciudad, sino el yo en el tiempo y entre esos cuerpos y espacios los que han sido esenciales para la configuración del yo (nunca definitiva ni inmóvil) y para el proceso de escritura. Ahora, Granada es fundamental. Yo llegué a Granada con dieciocho años para empezar el grado. Si hubiera comenzado en otra ciudad, todo hubiera sido diferente. ¿Qué hubiera escrito o dejado de escribir? ¿Quién sería yo? ¿Hubiera publicado? En esa ciudad dejé de relacionarme sólo con la literatura y empecé a relacionarme con lo literario. Con el mundo literario. Gracias a Granada empecé a escribir de manera más consciente y más cuidada. Publiqué por primera vez. Y cuánto cariño le tengo a esas primeras publicaciones, inocentes y algo atrevidas. En una ocasión me presenté en la editorial, con mis manuscritos. Los entregué. En otra ocasión, asistí a la presentación de un libro. Entregué en mano al editor. A lo largo de esos años, fui aprendiendo. Granada rompió -para bien y para mal- todos mis esquemas.
– Quisiera volver a preguntar, como hice con Rosa Berbel, sobre cuál es tu libro favorito y cuál es el último libro que has leído.
– Mencionaría demasiados libros, pero me ceñiré a la pregunta y citaré Las Olas de Virginia Woolf. No sé cómo llegué a él. La biblioteca de mi instituto, creo. De los que he leído recientemente, el que más me ha impactado es un libro de Marguerite Duras: Los ojos azules pelo negro. A este llegué gracias a S.
– Y, por último, ¿alguna recomendación de escritores jóvenes?
– Hay dos escritoras que me gustan mucho y, pese a que no han publicado ningún libro todavía, tengo que mencionarlas porque sé que lo harán. Son Paula Melchor y Claudia Caño, ambas de Sevilla. Maravillosa su obra, maravillosas como personas.
ttps://www.librerias-picasso.com/libro/presente-y-el-mar_697453
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