'Los mejores discos de 2022. Parte II: 10-1'
10. Kendrick Lamar – Mr. Morale & The Big Steppers
El mayor artista de la última década ha vuelto en 2022 tras cinco años de ausencia, y lo ha hecho con el que quizás sea su trabajo más ambicioso y sincero. Esto ya es mucho decir, dado que Kendrick siempre se ha caracterizado por su grandilocuencia, en el mejor sentido de la palabra. Mr. Morale & The Big Steppers es un álbum doble sobre el trauma individual y colectivo, sobre la capacidad de la terapia para hacernos comprender nuestras faltas y enmendarlas, sobre el poder sanador de la música y sobre la necesidad de renunciar al púlpito. Es un disco complejo y contradictorio, donde Kendrick nos dice que no es nuestro salvador para a continuación intentar “liberarnos de nuestras culpas” con su música (no en vano todo el artwork del disco le presenta con una corona de espinas); donde habla sobre la importancia de escuchar a las víctimas y después tiende el micrófono a Kodak Black, un rapero condenado por abusos sexuales; donde escribe una canción sobre aceptar a las personas trans en la que el protagonismo lo tiene él. Pero, en gran parte por esa forma de hacer frente a sus contradicciones, es también un nuevo triunfo artístico, cargado de grandes hits, como “N95”, “Father Time” o “Count Me Out”, y de momentos sobrecogedores, como “Mother I Sober”, “Auntie Diaries” o “We Cry Together”. Kendrick es un héroe imperfecto, y lo sabe, lo cual lo convierte en un héroe aún más interesante.
9. Denzel Curry – Melt My Eyez See Your Future
La versatilidad y consistencia de Denzel Curry le habían valido el aplauso crítico y el éxito comercial, pero con Melt My Eyez See Your Future el de Florida ha dado un claro paso adelante en lo artístico, entregándonos su obra más introspectiva. En la primera canción, “Melt Session #1”, Denzel se abre en canal sobre un delicioso instrumental de jazz, contándonos su proceso de sanación e incluyendo en el relato sus errores y arrepentimientos. A partir de aquí, se suceden temas de estilos muy diferentes en los que Curry siempre brilla, solo o acompañado: están el trap agresivo de “Ain't No Way”, donde también destacan Rico Nasty y JID, y el trap más melódico de “Troubles”, con un T-Pain estelar; está la electrónica de “Zatoichi”, con ese brutal breakbeat en el estribillo; hay neo soul en la dulce “Mental”; y caben también momentos más experimentales como “The Smell of Death”. Presidiendo sobre todos ellos está “Walkin'”, uno de los singles más poderosos del año, con ese impresionante cambio de ritmo a mitad de la canción, donde el rapero se presenta como una mezcla de samurai y cowboy, un héroe que tal vez use medios violentos pero que persigue el mayor premio de todos: la paz espiritual. Es imposible no ponerse de su lado cuando nos cuenta su viaje de forma tan fascinante.
8. black midi – Hellfire
El grupo de rock más inclasificable de los últimos tiempos se ha superado una vez más. En esta ocasión han hecho un disco conceptual sobre el infierno, nada menos. Las letras son un desfile carnavalesco de personajes despreciables, entre lo patético y lo terrorífico, que exponen las miserias de la humanidad. Pero musicalmente Hellfire es una montaña rusa de emociones, con cambios de ritmo constantes, pasajes de serena belleza que desembocan en momentos frenéticos, trepidantes, y un despliegue de virtuosismo instrumental absolutamente alucinante. La mezcla de rock progresivo, jazz rock, math y hasta música de cabaret da lugar a maravillas como esos tres pedazo de singles: “Sugar/Tzu”, con ese extrañísimo pero adictivo riff ondulante, “Eat Men Eat”, donde se atreven hasta a meter una guitarra flamenca, y “Welcome to Hell”, quizás su mejor canción, construida a partir de un sencillo riff que después muta constantemente. Quien prefiera algo más tranquilo tiene el country de “Still” o la preciosa balada “The Defence”; quien quiera aún más locura tiene los dos minutos de desenfreno de “The Race Is About to Begin”; y quien quiera todo eso junto, tiene “Dangerous Liaisons”, que además cuenta una historia fascinante: la de un mozo de labranza que, engañado por el demonio en persona, asesina a un hombre a sangre fría. Desde luego, si el infierno es tan divertido como este disco, podéis reservarme un sitio allí.
7. Spiritualized – Everything Was Beautiful
Que un grupo con más de treinta años a sus espaldas siga haciendo música de primer nivel es una anomalía maravillosa. Pero es verdad que Spiritualized, la banda de Jason Pierce, fue una anomalía desde el principio: su space rock sinfónico siempre sonó fuera del tiempo, como si esa mezcla de psicodelia, gospel, pop barroco y rock ruidista hubiese sido concebida en otra dimensión y traída a la Tierra en una nave espacial. Su noveno álbum, Everything Was Beautiful, vuelve a ser todo un deleite: sin necesidad de cambiar su sonido, simplemente con unas canciones espléndidas arregladas con su habitual buen gusto, Spiritualized consiguen crear otro trabajo redondo. Desde la primera canción, esa “Always Together With You” que te va arrullando hasta que toda una orquesta entra en tromba con la fuerza de un ciclón, el disco es una lección magistral de cómo llevar al oyente de la contemplación al éxtasis. Momentos tan emocionantes y brutales como “The Mainline Song” o “The A Song (Laid In Your Arms)” conviven con otros de un romanticismo delicioso, como “Let It Bleed (For Iggy)” o “Crazy”. Y para rematar, los diez minutos de “I'm Coming Home Again”, una marcha fúnebre de blues rock que no deja de expandirse hasta su escalofriante conclusión. Qué gustazo adentrarse una vez más en el mundo de Spiritualized y constatar que sigue sonando así de fresco y grandioso.
6. billy woods – Aethiopes y Church
Pocos raperos tienen el pedigrí underground de billy woods: al estadounidense de origen zimbabuense apenas si le hemos visto la cara, y aun así su rap oscuro y erudito le ha convertido en uno de los reyes de la nueva ola de hip hop abstracto. Este año, no obstante, se ha coronado. woods siempre ha sido un artista prolífico, pero sus dos LPs de 2022 han sido auténticas obras maestras, además de ser perfectamente complementarios. La profunda tristeza que permea ambos trabajos emerge por cuestiones diferentes: en Aethiopes afloran los efectos duraderos del colonialismo y el racismo, mientras que Church se centra más bien en la desolación que pueden causar el consumo de drogas y las relaciones amorosas, dos cosas cuyas propiedades adictivas hacen que uno tropiece fácilmente con la misma piedra una y otra vez. Las rimas de woods destacan por su densidad: están plagadas de referencias culturales y políticas extraídas de toda la historia occidental y africana, y requieren de auténticas investigaciones para desentrañar todas sus capas. Pero lo bueno de estos dos discos es que las canciones son tan buenas (en Aethiopes, por experimentales; en Church, por accesibles) que no hace falta hacer una tesis doctoral para disfrutarlos. Basta escuchar el aire funerario de esa única nota de órgano sostenida en “Pollo Rico” para entender que woods está obsesionado con las pérdidas, ya sean emocionales o políticas, y vaya si consigue transmitir esa pena.
5. Big Thief – Dragon New Warm Mountain I Believe in You
El quinto álbum de Big Thief es su obra maestra: el momento en el que el indudable talento lírico y compositivo de Adrianne Lenker ha desbordado toda posible contención y, al mismo tiempo, ha encontrado la mejor producción imaginable, aventurándose más allá del indie folk de sus anteriores trabajos. Se trata de un disco mastodóntico (veinte canciones, una hora y veinte minutos) cuya escucha, sin embargo, es de lo más agradable; y no porque no haya temáticas difíciles o momentos dramáticos. El paso del tiempo y el carácter transitorio del amor, la salud y todo lo demás en esta vida dan lugar a profundas reflexiones en canciones como “Change”, “Promise Is a Pendulum”, “Simulation Swarm” o “Little Things”. Pero Dragon New Warm Mountain I Believe in You contiene multitudes: hay cortes juguetones y divertidos, como “Spud Infinity”, “Red Moon” o “Blue Lightning”; hay composiciones tan delicadas como “Certainty”, “Dried Roses” o “No Reason”; hay experimentos maravillosos como los de “Time Escaping”, “Flower of Blood” o “Wake Me Up to Drive”; hay folk, hay country, hay bluegrass, hay rock . Porque lo mejor de este disco es que está vivo: escucharlo te traslada física y espiritualmente allí, al momento y el lugar donde fue grabado, con estos cuatro pedazo de músicos y, a veces, con su perrita Oso, disfrutando de su compañía y de su brutal talento.
4. Danger Mouse & Black Thought – Cheat Codes
En un año triunfal para el hip hop, el mejor álbum del género lo han hecho dos veteranos. El productor Danger Mouse volvía al hip hop después de 17 años para acompañar al legendario rapero Black Thought, conocido por ser el vocalista de The Roots, en su intento de hacer al fin un LP en solitario a la altura de su legado. El resultado ha sido inmejorable: el disco huele a clásico desde la primera escucha. Con sus exquisitas bases de impronta soul, construidas con precisión milimétrica pero a la vez dotadas de gran vitalidad, Danger Mouse ha creado el tapiz perfecto para que Black Thought dibuje con sus rimas su obra maestra. La voz del de Philadelphia es magnética gracias a la precisión de sus flows y sus cadencias, lo cual unido al ingenio de sus juegos de palabras y la profundidad de sus reflexiones explican su lugar como uno de los mejores MCs de todos los tiempos. Como remate, las canciones que componen el disco son redondas: los ganchos soul de “The Darkest Part”, “Aquamarine” o “Because” son exquisitos, pero incluso canciones como “Sometimes”, “No Gold Teeth”, “Close to Famous” o “Violas and Lupitas”, que no tienen estribillos, son exhibiciones de rap tan absolutas que no les hacen falta. Y en “Belize”, el legendario MF DOOM nos habla desde la tumba con su carisma habitual. No se le puede pedir más a un álbum de hip hop.
3. Marina Herlop – Pripyat
La catalana Marina Herlop ya había hecho un par de discos en los que su preciosa voz entonaba sublimes melodías minetras encadenaba sílabas sin significado, con el único acompañamiento de su piano. En su tercer LP, sin embargo, ha incorporado un elemento diferencial: la producción electrónica ha desbloqueado una nueva dimensión en su música, que ha estallado y se ha reconstituido de maneras fascinantes. Sus canciones avanzan guiadas de nuevo por su voz, pero esta vez no siguen una línea recta, puesto que ahora la voz aparece en múltiples capas y con diferentes texturas, un auténtico coro incorpóreo que se erige en el gran protagonista del álbum. Cada fragmento de voz parece tirar de las composiciones en una dirección diferente, mientras la percusión y los efectos electrónicos reflejan en sus poderosas apariciones esa nueva y caótica energía que se apodera del conjunto. La calidad del sonido y las canciones es tal que te enganchan por completo y te conmueven hasta el tuétano, hasta el punto de que a veces uno se olvida de que ni siquiera hay aquí letras a las que agarrarse. Herlop ha dicho que la razón por la que no usa palabras es que no quiere contar una historia ni describir una realidad, sea o no personal, sino solo provocar emociones. En Pripyat, lo consigue con una solvencia insultante.
2. Rocío Márquez y Bronquio – Tercer Cielo
La onubense Rocío Márquez es un alma inquieta. Si esta cantaora ha demostrado algo a lo largo de su carrera es que sus ansias de libertad artística, sus deseos de reinventarse constantemente, están por encima de cualquier convencionalismo o lugar común. Después de jugar con el jazz experimental en Firmamento (2017) y de retorcer canciones y palos hasta dar con un sonido propio en Visto en el Jueves (2019), ha decidido ir aún más lejos en su última obra. Su colaboración con el artista jerezano de música electrónica Bronquio ha dado lugar a su disco más arriesgado en lo formal, pero quizás también el de más atractivo pop. Canciones como “De mí (Rumba)”, “Un ala rota (Garrotín)”, “Droga cara (Aguilando)” o “Mercancía (Pregón)” son divertidas e infecciosas, podrían sonar en la radio sin ningún problema. En otras la influencia de la electrónica es más pronunciada, como en las maravillosas “Mmmm (Bulerías)” o “Exprimelimones (Bulerías)”, por no hablar del cruce entre Jerez y Berlín de “El corte más limpio”. Y otras se dejan llevar por vetas experimentales, como la enfebrecida “Niña de sangre (Verdiales)” o “Grande (Debla)”, donde usan la voz de Rocío para crear texturas disparatadas. Pero todas ellas están guiadas por el mismo espíritu inquisitivo y travieso a partes iguales. Siguiendo ese faro, Bronquio y Márquez han creado el que quizás sea el disco más importante de la música española de los últimos años, un álbum para la historia que exige ser escuchado una y otra y otra vez y que ilumina nuevos caminos artísticos para todo el que quiera seguirlos.
1. Black Country, New Road – Ants From Up There
El año pasado bauticé a Black Country, New Road como “el nuevo único grupo que importa” cuando declaré que su debut, For the first time, era el tercer mejor disco de 2021. Confieso que no puse aquel álbum más arriba en la lista porque ya entonces sabía que su sucesor iba a ser aún mejor. Solo había escuchado tres singles, pero con eso me bastaba para tener el convencimiento de que Ants From Up There iba a ser mi disco favorito. De 2022 y de todos los tiempos. Con estos antecedentes, podría parecer que estaba sesgado, que iba demasiado predispuesto a que me gustara y por eso me gustó. Al contrario: pese a esa certeza de que me iba a fascinar, lo que sucedió cuando lo escuché entero por primera vez fue que me sorprendió. Me sorprendieron los coros grupales al final de “The Place Where He Inserted The Blade”, los sintetizadores de “Good Will Hunting”, el impresionante diálogo del piano, el saxofón y el piano en “Haldern”, el poderoso final de “Basketball Shoes”. Me sorprendió el primor de la producción, el esplendor de las melodías, la perfección de las composiciones, el ingenio de los arreglos, la desolación de las letras y la vulnerabilidad de la voz de Isaac Wood. Solo que esa sorpresa era la sorpresa del reconocimiento, la de la intuición confirmada, como si recordase el disco tras un largo olvido en lugar de encontrarlo de nuevas. Porque lo que crearon estos siete músicos británicos (antes de que uno de ellos anunciara que dejaba el grupo) tiene la cualidad de lo atemporal. Combinando la inocencia, la pasión y el sonido barroco de Funeral con el obsesivo análisis del fracaso de una relación de Twin Fantasy, y gracias al incomparable talento y la química de sus siete miembros, Black Country, New Road han dado con un sonido absolutamente propio, pero que al mismo tiempo parece necesario, como si fuera un hecho de la naturaleza, algo dado, que esperaba apenas a ser encontrado. La calidad de todas y cada una de las canciones ya de por sí sería suficiente para considerar Ants From Up There como una obra maestra. Si a ello le sumamos ese concepto de conjunto, tan emotivo como abstracto, que compara el colapso de una relación tóxica que no somos capaces de abandonar con el desastre del Concorde, me atrevo a afirmar que se trata del mejor disco de rock de lo que va de siglo. A lo largo de todo este año, cada vez que he vuelto a sumergirme en el álbum, a emocionarme con la progresión perfecta de “Concorde”, a sonreír con amargura ante la letra de “Good Will Hunting”, a vibrar con el desenfrenado solo de batería de “Snow Globes”, a alucinar con los doce minutos de emoción pura de “Basketball Shoes”, esa certeza me ha vuelto con más fuerza. Ants From Up There es historia de la música, y aunque nunca podamos oír sus canciones interpretadas en directo ahora que Isaac se ha marchado, hemos tenido la suerte de escucharla en el momento de ser creada y de que haya quedado grabada: ya siempre podremos volver.