Gente como tú mejora el mundo. Campaña CCOO
Artículo de Opinión por Agustín Martínez

'NO, con Franco NO se vivía mejor'

Política - Agustín Martínez - Jueves, 20 de Noviembre de 2025
Un artículo imprescindible. Con la firma de Agustín Martínez.
Franco en una fiesta religiosa en 1943.
Imagen del NODO (RTVE. Filmoteca Española)
Franco en una fiesta religiosa en 1943.

Si tiene más de sesenta años recordará perfectamente donde estaba tal día como hoy hace medio siglo; probablemente incluso recuerde aquella gélida noche del 19 al 20 de noviembre, en la que la única televisión de España no cerró sus emisiones y emitió una película a deshoras, que ya daba pistas de que el final del dictador era inminente. Después de una eterna e inmisericorde agonía, el presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, más conocido como “Carnicerito de Málaga”, por su brutal represión tras la toma por las tropas italianas y franquistas de la capital costasoleña, anunciaba entre pucheritos que Franco había muerto… tristeza para algunos, desbordante alegría para muchos y sobre todo una enorme incertidumbre en aquella mañana heladora.

Sorprendentemente, cincuenta años después de la muerte de Franco, regresan como un eco persistente algunas frases que nunca murieron del todo: “con Franco se vivía mejor”, “no había problemas”, “la gente iba por la calle tranquila”. Suenan a consigna heredada, a mito doméstico repetido sin memoria. Y sin embargo, basta mirar a Granada -a su historia, a sus fosas, a sus heridas- para comprobar que no hay nostalgia honesta posible. Ninguna vida es mejor cuando se vive con miedo, sin voz y sin derechos. Y menos aún en una provincia que fue laboratorio del terror franquista desde el primer día.

Granada carga con un legado sangrante que desmiente cualquier ensoñación. Aquí fue asesinado Federico García Lorca, símbolo universal de la cultura y del pensamiento libre, ejecutado no por lo que hizo, sino por lo que encarnaba

Granada carga con un legado sangrante que desmiente cualquier ensoñación. Aquí fue asesinado Federico García Lorca, símbolo universal de la cultura y del pensamiento libre, ejecutado no por lo que hizo, sino por lo que encarnaba. Y con él, más de 10.000 granadinos fueron fusilados y enterrados en fosas del cementerio, del Carrizal o del Barranco de Víznar, convertido en uno de los mayores escenarios de exterminio político del país. Diez mil nombres borrados, diez mil biografías arrebatadas. Quien afirma que con Franco se vivía mejor debería tener la decencia de mirar esos lugares antes de hablar de “orden”.

Porque el orden franquista, que ahora añora casi un 30 por ciento de jóvenes, era eso: la tranquilidad del silencio impuesto, la paz de los cementerios. En el Cuartel de la Guardia Civil de Las Palmas, en plena capital, cientos de personas padecieron interrogatorios salvajes e búsqueda de información. Y los sótanos de la Jefatura Superior de Policía de la calle Duquesa se convirtieron, durante décadas, en un espacio donde la tortura se practicó con absoluta impunidad. Allí, en habitaciones sin ventanas y pasillos helados, muchos granadinos aprendieron que en la dictadura la ley no servía para proteger, sino para doblegar.

Y aún así, hubo quien sufrió incluso sin pisar un cuartel o una comisaría. La vida cotidiana era estrecha, pobre y profundamente injusta. Para las mujeres, especialmente. Sin derechos civiles, sometidas al permiso marital, excluidas de decisiones básicas sobre su propia vida, reducidas al papel de menores de edad perpetuas. ¿En serio alguien puede sostener que una sociedad que niega a la mitad de sus ciudadanos la posibilidad de ser libres “vivía mejor”?

Añadamos otra verdad incómoda: la persecución de la diversidad sexual. Gays, lesbianas, personas trans… fueron vigiladas, internadas en cárceles especiales, sometidas a humillaciones, a trabajos forzados o a “terapias” que hoy solo pueden calificarse como tortura. En Granada, como en el resto del país, su existencia se castigaba con saña. ¿Qué libertad puede añorarse ahí? ¿Qué bienestar puede celebrarse en una sociedad que criminaliza el amor?

Incluso desde el punto de vista material, ese espejismo de que la dictadura trajo prosperidad es insostenible. En 1975, España acumulaba décadas de atraso frente a Europa. Granada arrastraba pobreza estructural, analfabetismo, mortalidad infantil inadmisible, barrios olvidados y una Universidad presionada y depurada. La libertad, la dignidad y la igualdad ni estaban ni se las esperaba. ¿Eso es “mejor”?

Franco murió en una cama de hospital, pero el miedo siguió respirando durante años

Franco murió en una cama de hospital, pero el miedo siguió respirando durante años. Y aun así, esta tierra eligió avanzar hacia la democracia, hacia la Constitución, hacia los derechos que hoy dan forma a una ciudadanía adulta: libertad de prensa, igualdad jurídica entre hombres y mujeres, reconocimiento de la diversidad sexual, derechos laborales, elecciones libres. Cosas que hoy parecen normales, pero que durante cuarenta años fueron imposibles.

Por eso este aniversario no es un gesto nostálgico: es un ejercicio de higiene democrática. No se trata de reabrir heridas, sino de impedir que se infecten con mentiras. Y la mentira más dañina es esa: la que afirma que con Franco se vivía mejor. No se vivía. Se sobrevivía. Y en Granada, además, se moría y se callaba.

Recordarlo no es un capricho: es una obligación moral. Por quienes no pudieron contarlo y por quienes, sin saberlo, disfrutan hoy de unas libertades que otros pagaron muy caro. Porque la libertad, para ser defendida, primero tiene que ser comprendida. Y en eso estamos. Cincuenta años después.