'La fosa común del Cementerio de San José de Granada: del drama silenciado a la Memoria recuperada (V)'
Si no has tenido la oportunidad de leer las cuatro primeras partes o quieres vover a repasarlas:
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'La dimensión cuantitativa y cualitativa de la violencia represiva en Granada sublevada: la naturaleza del franquismo en sus orígenes (IV)'
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'El terror, instrumento de guerra para aniquilar la democracia (III)'
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'Prioridad de los sublevados: doblegar la resistencia republicana (II)'
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'Triunfo de una conspiración en la sombra (I)'
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El famoso hispanista Gerald Brenan dedica 1949[1] a visitar varias ciudades y provincias de España. Entre ellas, Granada. Su objetivo principal era la localización de los restos de poeta universal Federico García Lorca. Se acercó al Cementerio municipal de San José, donde se interesa por los lugares de enterramientos de la guerra civil y por los libros registros de fallecidos, creyendo que aquí se encontraba el poeta. Escribe las primeras páginas sobre el terror desencadenado en Granada en guerra cuando visita el Cementerio:
…Tomamos el camino que pasa por la avenida de cipreses del Generalife. Por este camino, mañana tras mañana, subían los camiones cargados de prisioneros. Los visitantes extranjeros del Washington Irving Hotel oían los cambios de velocidad y se tapaban la cabeza con las mantas cuando sonaban las fatídicas descargas. Después, los ruiseñores, ruidosos como ranas, reanudaban sus cantos.
En la cumbre frente a nosotros, se alzaban los blancos muros del cementerio, donde, desde hace generaciones, han sido enterrados “los hijos de Granada”. Cuando llegamos a él, vimos que le había sido agregado un vasto recinto. Entramos y comenzamos a pasear entre las sepulturas. Pronto, en la zona más nueva y más pobre donde el sol apretaba y el viento levantaba la suelta tierra en remolinos…
…Al visitar a una familia que se hallaba muy al tanto de cuanto sucedía comprobé que todos los horrores que se habían producido con ocasión del levantamiento militar de hacia trece años estaban presentes en su recuerdo como si hubieran ocurrido ayer. Describieron el bramar nocturno de los camiones que subían por la cuesta del cementerio y después la descargas… Todas las mañanas las esposas y las madres de los detenidos subían también a la altura para buscar entre los cadáveres a sus hombres. Allí estaban los cadáveres, amontonados, hasta que, más avanzado el día, llegaban los falangistas para sepultarlos. Como el trabajo de enterrar tanto cadáver era considerable, las fosas eran muy poco profundas y asomaban con frecuencia a la superficie pies y manos. Un inglés amigo mío, que, corriendo cierto riesgo, visitó el lugar algunas veces, me dijo que habían visto los cadáveres de muchachos y muchachas que no habían de llegar a los veinte años. “Pero ¿eran políticos?” ¿Quién podía decir? En el histérico ambiente de aquellos días, cualquier persona remotamente relacionada con la izquierda quedaba detenida y, si alguien con influencia no intervenía en su favor, era fusilada automáticamente, porque había que hacer sitio en las cárceles para los nuevos arribos. El amor nato de los españoles por la destrucción, su obsesión de la muerte y su tendencia al fanatismo hallaban satisfacción plena en estas orgiásticas escenas, porque no había autoridad civil o religiosa, fuerza moral o inhibición que pudiera detenerlas ¿No estaban acaso los obispos, los únicos que hubieran podido frenar aquello, tan comprometidos como los demás? El único pronunciamiento que hicieron fue el de que no se debía matar a nadie sin darle la oportunidad de confesarse…
Brenan entabla conversación con un empleado que le lleva al osario y a las tapias del cementerio:
-Ya estamos, dijo abriendo la puerta-. Este es el osario. Llegó hasta nosotros al entrar un curioso olor dulzón; nos invadió una desagradable sensación de asilamiento y silencio. Recordé el silencio que se produce en un banquete cuando alguien comete un grave paso en falso. Nos recobramos con un esfuerzo y vimos que estábamos en una especie de patio abierto cuyo suelo estaba lleno desagarrados y ennegrecidos fragmentos de tela. Era como si se hubiera celebrado una feria de ropa vieja hacía doce años o como si estuviéramos en el terreno elegido para acampar por una larga serie de caravanas de gitanos. Pero, muy pronto, nuestros ojos abandonaron estos sórdidos restos y se fijaron en una fosa que había en el centro del recinto. Era una fosa cuadrada, de unos diez metros de lado, al parecer muy honda. Estaba llena, hasta unos dos metros de la superficie, de cráneos y huesos. Entre éstos, yacían unos cuantos cadáveres apergaminados y encogidos, en posturas grotescas, como si hubieran llegado por los aires, y envueltos en consumidas mortajas.
- ¿Y cuántos son los enterrados en esta fosa?- pregunté.
-Bien la lista de los fusilados oficialmente tiene unos ocho mil nombres. Todos, salvo unos cuantos, están aquí. Luego, hay unos mil o más que tuvieron la original idea de morir de muerte natural. Vamos, digamos nueve o diez mil. Y todos buenos amigos, buenos compañeros.
-¿No puede señalarme donde se efectuaron las ejecuciones?-pregunté.
…. Pasamos por las puertas de hierro y nuestro hombre nos llevó al muro que limita el lado inferior del cementerio. Las señales de las balas estaban todavía allí, así como algunas manchas de sangre reseca. Habían sido bajados de los camiones y ametrallados en grupos, todavía maniatados. Sólo los concejales de la ciudad habían obtenido el privilegio de encender cigarrillo y mostrar así su desprecio y su actitud de reto. Allí habían esperado, mirando al olivar de tierra rojiza que ascendía hacia un cielo que gradualmente se iluminaba. Y después, nada…
Se interesa más tarde Brenan por cotejar el registro de enterramientos, cuando es informado por los empleados del Ayuntamiento que Federico García Lorca “está enterrado en otro sitio”. En Víznar. A donde se traslada para visitar el cementerio para más tarde indicársele que estaba enterrado en los pozos del Camino de la Fuente Grande:
-Los enterraban aquí –dijo la buena mujer-, en pozos muy profundos que después cubrían con tierra ¡Que cosa más horrible! ¿No eran todos hijos de dios y cristianos que se santiguaban como nosotros? –Y comenzó a rezar en voz baja.
¿Era seguro que había visitado el lugar donde descansaban los restos de García Lorca? Mi convicción no era absoluta….
Sin embargo, tenía todavía a mi alcance la última fuente de información me había dado el nombre de una persona muy conocida de la ciudad, quien, según se me aseguró, estaba al tanto de todo o sucedido. Aquella misma tarde me ví con ella. Y me dijo que yo estaba en los cierto. García Lorca había sido fusilado en el barranco de Víznar, después de verse obligado a cavar su propia sepultura. No podía haber la menor duda al respecto, pues mi informante había hablado con quien estuvo presente y reconoció a la víctima. Se me proporcionaron otros detalles. La actitud seria y triste me convenció de que se me decía la verdad y, como se trataba de quien no era clerical, no existía la tacha de la pasión política. Abandoné Granada a la mañana siguiente con la impresión de que, si bien la certidumbre absoluta era imposible, mi búsqueda la sepultura del poeta no había sido inútil.
Tenemos ya la primera evidencia publicada sobre la violencia y la sangre derramada en Granada durante la guerra civil. Tenemos la evidencia de que el Cementerio municipal fue escenario –uno de ellos- de fusilamientos y donde se encontraría un lugar de enterramiento
Tenemos ya la primera evidencia publicada sobre la violencia y la sangre derramada en Granada durante la guerra civil. Tenemos la evidencia de que el Cementerio municipal fue escenario –uno de ellos- de fusilamientos y donde se encontraría un lugar de enterramiento. También la evidencia del fusilamiento de García Lorca en el Barranco de Víznar, -aunque Gerald Brenan no precisase el lugar concreto- cuya autoría recaería en las autoridades sublevadas y sobre el régimen franquista.
Durante la década de los cincuenta vio la luz algún que otro trabajo que ahondan en las circunstancias de la detención de Federico García Lorca y de su muerte, sin que exista unanimidad sobre las causas y las responsabilidades. Tampoco se precisa el lugar de su fusilamiento e hipotético lugar de enterramiento. Para Claude COUFFON[2] el asesinato de García Lorca fue uno de tantos miles asesinatos cometidos por las “escuadras negras” al servicio de las autoridades del Gobierno Civil y del orden público a partir de julio de 1936; asesinatos ordenados o consentidos por el comandante José Valdés Guzmán y su grupo de “asesores”, aquella mezcolanza de jóvenes falangistas y cedistas procedentes de la burguesía adinerada granadina, ávida de poder, que no dudan en utilizar la violencia como instrumento político. El Cementerio Municipal de San José, era el triste destino final de cientos, de miles de granadinos:
La producción historiográfica que hemos comentado en los apartados III y IV nos informan sobre el lugar de memoria en el que se convertirá el Camino del Obispo, camino y parajes que comunican las localidades del terror de los sublevados, entre Alfacar y Víznar, lugar donde se ubica, al menos, el lugar de los fusilamientos de cientos de granadinos.
El Cementerio Municipal de Granada es, sin duda, la gran fosa de la guerra civil en Granada. Se trata de un lugar de enterramientos de fusilados, asesinados y ajusticiados y que fueron enterrados en fosas en tierra de los diversos patios del Cementerio y así durante dos décadas de haberse iniciado la contienda civil
Otro lugar señalado en cuanto a escenario trágico de aquel verano será el Cementerio de San José de Granada, sus tapias, caminos, sus alrededores.[4]
El Cementerio Municipal de Granada es, sin duda, la gran fosa de la guerra civil en Granada. Se trata de un lugar de enterramientos de fusilados, asesinados y ajusticiados y que fueron enterrados en fosas en tierra de los diversos patios del Cementerio y así durante dos décadas de haberse iniciado la contienda civil.
Aquí fueron enterradas cerca de cuatro mil víctimas desde julio de 1936 hasta finales de los cincuenta. Tenemos recogidos un total 3.400 víctimas de las cuales conocemos los nombres apellidos, edad, naturaleza; además conocemos la profesión de unas 2.400 víctimas. Más de seiscientas personas fueron enterradas sin filiación alguna, porque tanto en los libros de defunciones del Registro Civil o en los Libros de Enterramientos se anotó: persona “desconocida” o “relación de personas desconocidas”.
Los datos han sido recopilados después de una exhaustiva investigación histórica en diferentes fuentes (y no serán las únicas que existieron porque tenemos la certeza de que fueron destruidas o permanecen ocultas relaciones o Libros de enterramientos de difícil localización actualmente). El fondo que hemos manejado y vaciado exhaustivamente son los Libros de Defunciones del Registro Civil nº1 Sagrario, nº 2 Salvador y nº3 Campillo, Distrito Único; además de listados de los Libros de Enterramientos (recogidos en la obra citada de Eduardo Molina Fajardo, porque ya no se encuentran en los archivos oficiales del Excmo. Ayuntamiento de Granada).
Más de 3.400 víctimas “conocidas”; más de seiscientas víctimas “desconocidas” fueron enterradas durante la guerra civil en las fosas de los “patios de ensanche”, fundamentalmente Patios de San José y Patio de Santiago y otras
Además se ha completado el rastreo con otras fuentes de carácter judicial: las fichas procedente de la Prisión Provincial de Granada, la Sección de Granada de la Causa General Instruida por la Fiscalía General del Estado y los fondos militares, concretamente los sumarios de la anterior Auditoria de Guerra, sección de Justicia de la IX Región Militar de Granada y que hoy se conservan prácticamente en su totalidad en el Archivo del Juzgado Militar Togado nº 23, con sede de Almería y dependiente de la actual Región militar de Andalucía, Sevilla[5]. Finalmente, hemos vaciados otros fondos que hasta la actualidad no habían sido estudiados. Nos referimos a las series documentales de los Juzgados municipales de Granada capital y su área metropolitana correspondientes a los Distritos Judiciales nº 1, nº 2, nº 2 y Distrito Único a partir de 1974 y en concreto a los Expedientes instruidos desde 1940 para asentar óbitos fuera de plazo y que se corresponde a “desconocidos” o desaparecidos.
Más de 3.400 víctimas “conocidas”; más de seiscientas víctimas “desconocidas” fueron enterradas durante la guerra civil en las fosas de los “patios de ensanche”, fundamentalmente Patios de San José y Patio de Santiago y otras. Los fusilados -y los traídos muertos a consecuencia de “heridas de arma de fuego”- reposaron en fosas comunes durante años, quizás décadas.
En los años cincuenta y sesenta sus restos óseos fueron exhumados, apilados, quizás fueron incinerados sin autorización alguna. ¿Fueron sacados y arrojados a vertederos? ¿Por qué no se existente en el Archivo Municipal de Granada ni en la empresa que gestiona el Cementerio fondos documentales, ni es posible la consulta al investigador?
En los años cincuenta y sesenta sus restos óseos fueron exhumados, apilados, quizás fueron incinerados sin autorización alguna. ¿Fueron sacados y arrojados a vertederos? ¿Por qué no se existente en el Archivo Municipal de Granada ni en la empresa que gestiona el Cementerio fondos documentales, ni es posible la consulta al investigador? ¿Hasta cuándo se permitirá ese ocultamiento? O quizás ¿reposan en un lecho fúnebre e injusto en las losas de hormigón de las renovadas calles del ensanche de los patios de Ensanche, Ermita, San Ramón, San Julio, San José y de Santiago?
Estas incógnitas son meras conjeturas porque no existe constancia alguna oficial en los fondos documentales del Archivo Municipal de Granada. Ni tampoco existe base documental alguna en los archivos de la empresa municipal EMUCESA que a partir de 1991 se hizo cargo de la gestión del Cementerio de San José.[6]
En efecto será en 1991 cuando el Ayuntamiento crea EMUCESA (Empresa Municipal de Cementerio y Servicios Funerarios de Granada, S.A.), con capital íntegramente municipal, para dotar a la ciudad de unos servicios funerarios acordes con las necesidades existentes.
Uno de los primeros pasos que la empresa da es la elaboración de un plan de desarrollo integral del cementerio que permita, al mismo tiempo, ordenar y modernizar el recinto mediante un desarrollo armónico, manteniéndolo totalmente integrado en el entorno monumental y paisajístico en que se encuentra y posibilitando su rehabilitación y conservación, en especial de las zonas históricas. El proyecto que lleva casi treinta años desarrollándose con los recursos de EMUCESA, ha obtenido el reconocimiento de la ciudad y el sector funerario, así como de la Universidad de Granada y Oporto, la Academia de Bellas Artes de San Fernando o la Asociación Granada Histórica y Cultural, entre otros.
Esa nula sensibilidad a lo acontecido queda recogida en la contestación del Ayuntamiento al Juzgado Central de Instrucción número 5 de la Audiencia Nacional, fechada en septiembre de 2008[7]:
……Tampoco consta, ni de ese periodo ni de otros, la existencia de fosas comunes generales. Únicamente se ha podido constatar la existencia de enterramientos múltiples (por lo general 2, 3, 4 cadáveres), en una serie de fosas en tierra que han sido identificadas por causa de fallecimiento que pudiera estar relacionada con los hechos a que se refiere la solicitud….copia literal del contenido de los libros diario de inhumaciones en el periodo de 20 de marzo de 1939 hasta 31 de diciembre de 1944…..; se ha tratado de averiguar su situación y destino posterior, con el resultado de que ninguno de los restos correspondientes a tales cadáveres pueden ser localizados….
La razón es que todas las fosas en que se produjeron los enterramientos fueron posteriormente reutilizadas en buena parte y finalmente entre los años 60 y 80 del pasado siglo XX, fueron levantadas todas, exhumándose su contenido para depositarlo en osario general sin identificar.
…Se desconoce la ubicación de los sitios denominados “Ensanche”, “Bancal” “Pie de Cerro” …; en cuanto a las fosas del Patio de Santiago, San José, y San Ramón fueron levantadas para realizar construcciones funerarias y urbanización, sin que conste destino de ninguno de los restos. En cuanto al Patio de la Ermita fue igualmente objeto de exhumación y construcción por EMUCESA… comprobando previamente que estaban vacías….
Hemos podido saber que, desde el inicio de la contienda civil, el Ayuntamiento habría ocupado parcelas de la finca pública del Generalife, en donde se procederían a arrojar gran número de fusilados antes de marzo de 1937, la fase más dura y sangrienta de la represión de los sublevados
En los últimos meses hemos sostenido varias sesiones de trabajo con el Sr. Gerente de EMUCESA, quien se ha ratificado en “la inexistencia de documentación referente a las fosas de guerra y postguerra” porque cuando se hizo cargo EMUCESA, nada se le trasladó a las dependencias…: ya en esa fecha se sabía que los Libros Enterramientos se habrían hecho desaparecer…. José Antonio Muñoz mantiene que antes de los ochenta todas las fosas en tierra se habrían “levantado” y sus restos habrían sido arrojados a osarios, sin notificar nada a gran mayoría de familiares… y esas “labores se venían haciendo desde finales de los cincuenta”, por falta material de espacio[8]. Considera además que además de la zona de ensanche del Patio de San José, hubo fosas en los actuales patios de San Miguel San Cristóbal o Patio de San Gregorio, por “donde habría” otras entradas al Cementerio, al igual que existía una entrada además de una tapia -ya inexistente- en el extremo sur del Patio de la Ermita, donde se ubicaría el “lugar de enterramiento civil o patio de ahorcados”.
Hemos podido saber que, desde el inicio de la contienda civil, el Ayuntamiento habría ocupado parcelas de la finca pública del Generalife, en donde se procederían a arrojar gran número de fusilados antes de marzo de 1937, la fase más dura y sangrienta de la represión de los sublevados. El enclave se encontraría entre el Patio de la Ermita y el Patio de San José, en la zona próxima a donde se ubicaría el Cementerio musulmán:
El Sr. Torrente contestó de manera privada al Sr. Alcalde haciéndole notar que no se consideraba con atribuciones para otorgar lo que se pedía, toda vez que sus funciones de Administrador no le autorizaban a ceder parcelas del monumento confiado a su gerencia. Hizo la indicación confidencial de que el Municipio disponía de terrenos propios lindantes con el Cementerio en los que era fácil realizar a ampliación deseada.
Días después, el Ayuntamiento ocupó y cercó una parcela de terreno de una hectárea de extensión, en terrenos de Generalife y empezó a enterrar en ella a los individuos que se iban fusilando. El Sr. Administrador de monumento anotó este hecho, pero ni se creyó con atribuciones para autorizarlo, ni con autoridad para oponerse, limitándose a ser mero espectador de este asunto.
Cuando el delegado que suscribe fue designado para el cargo por la autoridad militar, encontróse ante el hecho consumado y también creyó que lo más oportuno era mantenerse al margen de la cuestión, esperando que vinieran épocas más normales, en las que se podría tomar la resolución pertinente[9
El Sr. Alcalde de Granada sublevada, el Tte Coronel del Campo Robles asesorados por el también Tte. Coronel de Infantería Eugenio Serrano impusieron de facto al Delegado de Bellas Artes, Fidel Fernández y al Administrador del Generalife la ocupación de terrenos en los que habrían abierto las fosas:
Al llegar a los citados terrenos, vimos con la natural sorpresa que el personal municipal había procedido a cercar con vallado de alambre una extensión determinada; que había sepultado en ella varios cadáveres moros; que en otro sitio había también un cercado o valla aisladora, varias obras de albañilería, una escalinata, y una porción de pruebas, en fin, de que la ocupación material estaba realizada y de que la gestión que íbamos a llevar a cabo era totalmente inútil y tardía.
Ante estos hechos, no se atrevió el delegado que suscribe ni a aceptarlos como buenos, autorizando la ocupación de parte de finca aneja a un Monumento Nacional, ni a impedir por la violencia lo que se hacía invocando necesidades perentorias de la situación militar.
Aquí, en esos terrenos cercados convenientemente se habría arrojados cientos de cuerpos de fusilados identificados, o no.
Todo parece indicar que, si así se procedió con miles de personas, sus restos fueron removidos antes de los años setenta, cuando se prohibió los enterramientos en tierra
Todo parece indicar que, si así se procedió con miles de personas, sus restos fueron removidos antes de los años setenta, cuando se prohibió los enterramientos en tierra. En las décadas de los ochenta y noventa, cuando se proyecta y ejecuta los Proyectos de ampliación del Cementerio ya no quedaban vestigio alguno de aquellas fosas, tal como afirmó el equipo de gobierno del Excmo. Ayuntamiento de Granada en 2008.
La sociedad civil granadina debe ser consciente que para pasar página de su historia reciente contemporánea debe conocer los hechos que acaecieron, las circunstancias y el devenir de esa página negra no suficientemente reconocida y dignificada; página negra que son esos miles de nombres que reclaman sus nombres con noble, leal y justo reconocimiento de su existencia…. Mientras tanto el luto queda suspendido… y la injusticia permanece en el olvido y en el silencio cómplice de una sociedad y autoridad civil que “quiere mirar hacia otro lado”.
Citas bibliográficas:
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- [1] La primera versión de la obra a la que nos referimos de Gerald BRENAN fue publicada en Londres en 1950 con el título The Face of Spain, The Turnstile Press. Unos años después se reedita en castellano en Buenos Aires, Argentina en 1952 y 1964 por la editorial Losada bajo el título La faz actual de España. El capítulo 6. se dedica a Granada, pp. 106-128.
- [2] Véase “Ce que fut la mort de Federico García Lorca », Le Figaro Littéraire, Paris, 1951, nº 278. El crimen fue en Granada. Universidad de Quito, (Ecuador), 1953
- [3] Claude COUFFON, “Le crimen a eu lieu à Grenade » en A Grenade, sur le pas de García Lorca, Ed. Seghers, Paris, 1962, pp. 59-123.
- [4] Nos referimos a las monografías de Ian Gibson y Eduardo Molina Fajardo, fundamentalmente.
- [5] Véase con detalle, la nota 16 del presente trabajo de investigación, en la que procedemos a una revisión de los fondos utilizados en los últimos años. En concreto, se han consultado las colecciones de los Registros de Defunciones Civiles de Granada Capital desde 1939 hasta 1974 distribuidos en tres Distritos: Sagrario, El Salvador y El Campillo, nºs 193 a 246. Y a partir de 1974, Libro Registro de Defunciones Distrito Unico, nºs 26 a 51. La revisión se concluye en Apéndices documentales VICTIMAS EN TAPIAS CEMENTERIO. Varias fuentes; así como APENDICE VICTIMAS EN TAPIAS, presentado en orden Alfabético, con datos personales que hemos podido ir completando, a los que remitimos.
- [6] Esto es lo se publica oficialmente: “Los inicios del actual cementerio hay que buscarlos en la Real Cédula promulgada por el Rey Carlos III en 1787 que estableció el uso de cementerios ventilados fuera de las poblaciones y que “solo trata de evitar enfermedades, epidemias y pestilentes que se creen nacen del aire de las Iglesias corrompido por los cadáveres que se entierran en los pavimentos” y “se evite el más remoto riesgo de filtración o comunicación de las aguas potables del vecindario”. Como se ve, la necesidad de establecer cementerios fuera de las poblaciones no era ya solamente una cuestión de espacio, sino también de salubridad pública, asunto, este de mucha mayor importancia. Esta medida fue acogida de buena gana por gran parte de la población y de las autoridades civiles. No ocurrió así con las autoridades eclesiásticas, especialmente con el Cabildo de la Santa Iglesia Metropolitana de Granada. A raíz de la promulgación de la Real Cédula se formó una comisión de médicos para el estudio de la idoneidad de terrenos en los que ubicar cementerios. Todo ello creó una situación de caos en los enterramientos que trastornó la vida de la población granadina, claramente explícita en los constantes escritos del Ayuntamiento Pleno y del Cabildo Catedralicio al Consejo de Castilla y al propio Rey. La tardanza de la comisión, unida a la dejadez y negligencia de las autoridades y a los actos de vandalismo a que se veían sometidos los enterramientos, hicieron la situación insostenible, alcanzando su punto álgido durante la epidemia de peste que asoló la ciudad de Granada en septiembre del año 1804. La población comenzó a enterrar los cadáveres en terrenos que aún no estaban acotados ni bendecidos para ello, ante la pasividad de las autoridades. Después de múltiples informes y discusiones la comisión de médicos y las autoridades se ponen de acuerdo, expediente de 18 de abril de 1805, en tres ubicaciones idóneas para la construcción de cementerios. De entre ellas consideran la más apropiada “la Haza de las Escaramuzas, situada al Levante entre el Norte y Oriente, ocupa un admirable llano… su elevación ventajosísima (150 metros aprox. Por encima de la ciudad) pues excede a la de todos los edificios de la ciudad y arrabales. Nivelada la superficie de su plano con la de la Torre de la Alambra llamada del Agua… por estar cubierta a todos los vientos su tierra es de la mayor calidad… es muy a propósito para construir en ella el primero y principal Enterramiento”. Es el denominado cementerio de las Barreras, construido de forma provisional en 1805, gozó de las preferencias de los ciudadanos granadinos y ello, unido al obligatorio cierre por diversas causas de los otros dos propuestos, lo convirtió en el nuevo cementerio general de la ciudad mediante proyecto elaborado en 1842 de cuya exposición de motivos entresacamos los siguientes párrafos: “Después de varias pintorescas alamedas de la Alhambra, se pasa por el terreno que llaman de las Barreras, sitio árido por carecer la mayor parte del año de vegetación, pero grandioso por las extensas y agradables vistas hacia la capital y por los austeros y pelados cerros del Sol y la colina de los Alixares, a derecha e izquierda, y de la otra parte la magnífica perspectiva de Sierra Nevada… Este paraje perfectamente ventilado, por encontrarse elevado sobre cien varas del nivel de la población, es el más a propósito para la erección del nuevo edificio” … el cementerio se situaría” por delante del Antiguo Campo Santo a distancia de treinta pies y en plano de siete pies más abajo que el actual”, el de las Barreras, “ocupando un espacio de 126.000 pies superficiales”, su primer desarrollo es coincidente con los actuales patios 1º y 2º. El cementerio proyectado, “sin contar con los jardines dedicados para sepulcros de hombres célebres, y las fosas que se hacen en tiempo de epidemias”, puede contener los sepulcros siguientes: En el cementerio nuevo 1908 nichos para adultos, 692 para párvulos, 1200 sepulturas llanas para adultos y 1200 para párvulos. En total 5000 sepulturas que, unidas a las 7000 del patio del antiguo cementerio de las Barreras, suman 12000 sepulturas. Desde entonces, el desarrollo del cementerio municipal de Granada se ha realizado de forma un tanto caótica, al albur de necesidades y “modas constructivas”, mediante proyectos inconexos sin un plan de desarrollo armónico e integral. Fosas de tierra (prohibidas a finales de los años 70 y ya desaparecidas); edificios de nichos de párvulos, columbarios y bóvedas de diferentes formas y alturas; panteones y tumbas sin distribución ordenada; patio civil (ya desaparecido) y recintos religiosos y pequeñas zonas ajardinadas jalonan su crecimiento en estos dos siglos.
- [7] ARCHIVO EMUCESA, Expediente Diligencias Previas Procedimiento Abreviado 399/2006 V. La información municipal fue recabada por el Tte Alcalde Delegado de Presidencia Sebastián Pérez Ortiz y enviada al Juez Baltasar Garzón Real en fecha de 5 de septiembre de 2008.
- [8] ARCHIVO MUNICIPAL DE GRANADA, Obras y Presupuesto Ensanche y obras en fosas en tierra. C. 3149.0442; C.3066.106, C.3065.007; C.3066.123; C.02681.005.
- [9] AMGR, Informe del Delegado de Bellas Artes de Granada Fidel Fernández a Comisión de Cultura y Enseñanza de la Junta Técnica del Estado de Burgos, fechado en 20 de marzo de 1937, Expediente 3429 (sin clasificar).
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Reportajes de la quinta temporada del Foro de la Memoria:
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Rosario la Fregenala, la modista republicana del Realejo asesinada en Víznar
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El comandante Antonio Ramos Herrero, el granadino que dio su vida por salvar Madrid
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Enrique Muñoz Arévalo, un alcalde que luchó por salarios dignos para los trabajadores de Santa Fe-El Jau
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Antonio Rosales, Enrique Santaella y Juan Lorente. Los enfermeros de la Diputación de Granada asesinados en Víznar
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Joaquín García Labella, jurista y político, asesinado en las tapias del cementerio de San José
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José Aragón Torres, una vida arrebatada por los golpistas con sólo 23 años y un recuerdo imborrable en su familia
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La historia y ejecución de José Daniel Miranda Lara, ejemplo de compromiso
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La fosa de Nigüelas confirma la brutalidad de la represión franquista en la provincia de Granada
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Manuel Ruiz Castañeda, el alcalde republicano que nunca pudo volver a Láchar
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Josefita Palma, la dama de blanco ;
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En homenaje a Manuel Rodríguez Gámez, El Romo
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Armando Pardo y Antonia González. Del silencio a la reparación de su memoria
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En memoria de los abuelos de Las Gabias
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Víznar abre el camino de las exhumaciones de víctimas del franquismo, una digna reparación aún pendiente
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Eugenio Ruiz Rueda, luchador por mejorar la vida de los demás
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Brígida Pardo López, en su memoria y honor
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Teodoro Fernández Martínez, catedrático de la Escuela de Arte de Granada, una vida iniciada en Cantoria y segada en el Barranco de Víznar
Si no tuviste oportunidad o quieres volver a leerlos, estos son los reportajes de la segunda temporada del Foro de la Memoria:
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Fernando Padilla de Toro, entre la cruz y la tricolor
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Están en el Barranco de Víznar los restos del Mellao de Santa Fe
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La historia del Rusia
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Nietas de la Memoria, los efectos del franquismo sobre las mujeres españolas
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En memoria de José Sánchez Castillo, y su hija Carmen, la lucha de una familia por reparar el nombre de un buen hombre, asesinado por el franquismo
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El crimen del cortijo
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La guerra en las alturas
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Cambio de Rumbo, II Parte: Por qué perdió la guerra la República, por Francisco Vigueras
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Cambio de Rumbo, I Parte: Memorias de Ignacio Hidalgo de Cisneros, Jefe de la Aviación Republicana durante la guerra civil
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Memoria y reconocimiento: Virgilio Castilla, presidente de la Diputación Provincial de Granada (1931-1936)
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El principio del fin
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Arqueología de la Posguerra, patrimonio en desmemoria en la sierra de Loja
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Antonio García Ordóñez, último superviviente de la Agrupación Guerrillera de Granada
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En memoria de Torcuato Olivencia Jiménez, fusilado en las tapias del cementerio de Guadix
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El psiquiatra José Antonio Bravo Martínez, condenado por republicano a 30 años, que acabó exiliado en la Alpujarra como médico ejemplar
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Familia Robles Ramos, tres fusilados y el dolor de no conocer su paradero
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Así eliminó el franquismo a los periodistas leales a la República
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Rafael Guervós Cantano, maestro de primeras letras, legado vivo de integridad moral y profesional
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Concepción Gallardo, de miliciana en Loja a silenciada por el franquismo
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La Desbandá, de Moraleda de Zafayona a Tarragona
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La familia López Mingorance, símbolo de la masacre del Carrizal
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José Raya Hurtado, el viejo socialista que proclamó la República
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Fue hace 50 años
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Magdalena Ordóñez, una voz de la memoria
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El terror y la dictadura. Seis razones para seguir luchando
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La fosa común del Cementerio de San José de Granada: Lugar de Memoria Histórica Democrática de Andalucía
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La odisea del niño José García Puente (De Güéjar Sierra a Quéntar). Reportaje del diario Solidaridad Obrera 27 de septiembre de 1936
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Luis Fajardo, el alcalde que escribió una carta desde la cárcel, antes de ser fusilado
Puedes consultar también los reportajes de la primera temporada del Foro de la Memoria en los siguientes enlaces:
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Antonio García Ordóñez, último superviviente de la Agrupación Guerrillera de Granada
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La historia de la familia Miranda, masacrada por el fascismo
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Manuel Valor Cara, de la cuesta del Pino al campo de concentración de Albatera
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Carmen López Iglesias, superviviente de la Desbandá
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Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada
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El Fuerte del Horror. Torturas y ejecuciones extrajudiciales en Carchuna y Castell de Ferro en julio de 1947
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La lucha de un hijo para que no se olvide a su padre, el concejal Juan Fernández Rosillo
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Natividad Bullejos, una mujer libre
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Salvador Vila y Miguel Unamuno: vidas paralelas
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La memoria escrita de Güevéjar
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Luis López García Jorovive
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El abuelo estaba bajo el almendro
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Antonio Pretel Fernández, de Granada a la Unión Soviética
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Depuración de maestros republicanos, uno de los episodios más infames de la represión franquista
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Paulina Odena García. Lina Odena
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Jesús Yoldi Bereau, profesor de la Universidad, intelectual y alcalde
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Recordando a Matilde Cantos Fernández, una feminista avant la lettre;
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Agustina González López, La Zapatera, fusilada por romper moldes
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En Honor, Memoria y Justicia de José Alganza Granizo
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José Becerril Madueño, defensor de una avanzada educación pública de calidad, al servicio de Baza
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Pedro Domínguez Mazo, el escultor bilbaíno fusilado en Víznar
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Ángel Matarán y Justa de Vicente, maestros de la República
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Diana y Libertad, las mujeres que se vieron obligadas a cambiar de nombre por la represión franquista
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Las Tres Rosas de Chimeneas
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Menoyo Baños, semblanza del ingeniero militar comprometido con la República
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Últimas horas de Federico en el Gobierno Civil, lugar de violencia, terror y represión
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Dióscoro Galindo, el maestro cojo fusilado junto a Federico García Lorca
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La anhelada reparación para los catorce de Pinos Genil
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Constantino Ruiz Carnero
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La búsqueda de Rosalía
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Eufrasio Martínez, el periodista que cambió la pluma por el fusil para defender la legalidad de la República
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Los hermanos Quero, iconos de la lucha contra el Régimen
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Rosario Bustos Prados, memoria de La Desbandá
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Los nietos de guerrilleros de la Alpujarra se movilizan para hallar sus cuerpos y dignificar su memoria
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Cúllar desentierra la memoria de sus represaliados
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Agustín Gómez Bonilla, el carpintero de El Fargue
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También te puede interesar este trabajo, que te recomendamos:
> De profesión, las labores de su sexo por Jacqueline López Ligero
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