'El 14 de abril que nunca olvidaremos'
El domingo 15 de marzo nos levantamos confinados, en pleno estado de alarma, con una sensación de desconcierto, unos asustados, otros tantos alucinados y muchos apenados. No se sabe qué será de nosotros cuando todo pase, no tenemos ni idea de cuándo será ese día en que esta pesadilla termine; parece una letra de una canción, pero es la sintonía de nuestra cabeza cada jornada.
Los días pasan, la incertidumbre no acaba y nos vemos envueltos en un fallo sistémico, creándose una nueva profesión, “experto en pandemia de redes”, ejercida por aquellos que saben lo que hubiera pasado si se hubieran aplicado sus teorías. Paralelamente, se extiende una pandemia más fuerte que la propia generada por el virus, surge lo que yo denomino la pandemia del odio
Los días pasan, la incertidumbre no acaba y nos vemos envueltos en un fallo sistémico, creándose una nueva profesión, “experto en pandemia de redes”, ejercida por aquellos que saben lo que hubiera pasado si se hubieran aplicado sus teorías. Paralelamente, se extiende una pandemia más fuerte que la propia generada por el virus, surge lo que yo denomino la pandemia del odio.
En este periodo aparecen lo mejor y lo peor del individuo: el ser humano empático, coherente, agradecido y solidario que contrasta con el ser no humano, egoísta, cruel, estúpido y arrogante.
Contrastan los episodios de balcón y los de salón. En los primeros salen los seres humanos, cita obligada cada día a las 20:00 horas para aplaudir la valentía de ese sector público (con sus imprescindibles heroínas), pero luego cuando vamos al salón se nos olvida y sale el ser humano incoherente y estúpido, despotricando contra las medidas que se toman: yo lo haría mejor que tú si estuviera en tu lugar. ¿Les suena de algo?
Todos conocemos a ángeles y demonios en esta crisis, muchas veces más cerca de lo que quisiéramos y que nos ayudan a hacer una crítica de lo incomprensible que puede llegar a ser el ser humano y más aún el ser no humano. Pero vamos a intentar ser optimistas y positivos y vamos a levantarnos la moral y así podremos contrarrestar la inhumanidad que habita en nuestra sociedad.
Ya ha pasado un mes desde el encierro. Estamos a miércoles. Sí, es 14 de abril, una fecha que celebrar, el día de la República más especial que nuestras mentes van a recordar. Por delante, los valores republicanos: en primer lugar, la libertad, la igualdad y la fraternidad, pero también la solidaridad, la ejemplaridad, la deliberación, la responsabilidad, la austeridad, la laicidad, la defensa de lo público y la racionalidad
Ya ha pasado un mes desde el encierro. Estamos a miércoles. Sí, es 14 de abril, una fecha que celebrar, el día de la República más especial que nuestras mentes van a recordar. Por delante, los valores republicanos: en primer lugar, la libertad, la igualdad y la fraternidad, pero también la solidaridad, la ejemplaridad, la deliberación, la responsabilidad, la austeridad, la laicidad, la defensa de lo público y la racionalidad.
Defensa de nuestros servicios públicos, que contrasta con quienes jalean en el balcón, pero no han defendido con la razón, las consecuencias de esas políticas destructivas que no cuidaron de esas heroínas a las que ahora se aplaude. Se vitorea a un sector, el de la sanidad pública, que está trabajando en unas condiciones lamentables, carentes de una protección suficiente; pero ahí están ellos, al pie del cañón, sin dudarlo ni cesar. Nuestros grandes héroes van cada jornada al hospital para defender con dignidad los que otros no han sabido salvaguardar.
Surge una nueva pregunta en nuestra mente: ¿es el momento de luchar por una III República? Por supuesto que sí, más que nunca.
Después de la tormenta del coronavirus, habrá que repensar si una monarquía obsoleta, retratada en mitad de una pandemia como una institución superflua, corrupta e inútil, es la mejor alternativa para regir los destinos de nuestra patria.
No se puede cambiar lo de arriba si todos seguimos igual. No podemos conseguir avanzar si los de abajo no tenemos responsabilidad. Debemos cultivar mentes críticas para poder alcanzar el objetivo final: una República de la ciudadanía, en la que merezca la pena vivir
Cuando esto acabe y podamos hacer autocrítica, en nuestras manos estará generar cambios. No se puede cambiar lo de arriba si todos seguimos igual. No podemos conseguir avanzar si los de abajo no tenemos responsabilidad. Debemos cultivar mentes críticas para poder alcanzar el objetivo final: una República de la ciudadanía, en la que merezca la pena vivir.
Solo las clases trabajadoras y las capas populares, esa mayoría que produce y crea la riqueza de nuestro país (y de la que esos parásitos, que se llaman falsamente patriotas, se apropian), podrán finiquitar la monarquía y traer la República. Nuestra labor como republicanos será ayudar a esa toma de conciencia colectiva, difundiendo el ideal de un nuevo país sin súbditos ni vasallos (un espacio común en el que los seres humanos vayan venciendo progresivamente a los no humanos), alumbrando el camino hacia la libertad.
Si no has tenido la oportunidad de leer el primer artículo de El Ateneo de Granada Republicana UCAR o quieres volver a leerlo:
- 'La República en los tiempos del coronavirus', por José María García Labrac
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'Preguntas de un joven republicano', por Pablo Jones Medina.
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'Una República para nuestras hijas', por Manuel Rodríguez Alcázar.
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'Nuevas elecciones generales: Presidencia de la República vs. Jefatura de Estado Monárquica', por Rosa de Castro Díaz
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'La Segunda Transacción', por Juan Pablo Segovia Gutiérrez
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No es echar la vista atrás', por Eduardo Valero Resina
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'La Sanidad Pública como garantía de la Democracia', por Agustina Prego Martínez
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