Braulia Cánovas Mulero, presa número 27697 en el Campo de Ravensbrück
El proyecto que, actualmente me ocupa, me ha permitido desenterrar relatos increíbles de personas valientes y excepcionales, cuyos sacrificios durante la II República, el golpe de estado fascista y la Segunda Guerra Mundial, deberían continuar resonando en la memoria colectiva de los españoles. Un ejemplo destacado es la historia de Braulia Cánovas Mulero, más conocida como Monique, una republicana española originaria de Alhama de Murcia que se estableció en Cataluña poco después de nacer y que llegó a ser una figura notable en la Resistencia francesa y belga.
Braulia nació en una familia humilde en Alhama de Murcia. Su infancia, que se desenvolvió bajo las sombras del parral en el campo murciano, estuvo teñida por la tragedia desde una temprana edad. La pérdida de su padre a manos de las fuerzas franquistas fue un evento definitorio, que impulsó en su madre y, consecuentemente, en ella, un profundo sentimiento antifascista. La violencia de la Guerra Civil Española forzó a Braulia y a su madre a emigrar primero a Cataluña y luego, cuando las hostilidades se intensificaron, a Francia.
Francia se convirtió en un escenario crucial en la vida de Braulia. Allí, adoptó el nombre de Monique, que la acompañaría hasta el final de sus días
Francia se convirtió en un escenario crucial en la vida de Braulia. Allí, adoptó el nombre de Monique, que la acompañaría hasta el final de sus días. Fue en Montcada i Reixac, Cataluña, donde vivió inicialmente hasta los 16 años. Sin embargo, la guerra la condujo de vuelta a Francia, donde se implicó activamente en la Resistencia Francesa contra la ocupación nazi.
Como secretaria de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) en Barcelona, y posteriormente como combatiente antifascista en Francia, su lucha se convirtió en una vocación inquebrantable.
Nacida en 1920, Monique participó activamente en la lucha contra la ocupación alemana. Sus esfuerzos en la Resistencia fueron truncados en mayo de 1943, cuando fue detenida por la Gestapo, la policía secreta nazi. Su captura dio inicio a un calvario que la llevaría a vivir en condiciones extremas y a enfrentar la brutalidad de los centros de detención nazis.
Monique fue encarcelada inicialmente en prisiones francesas, incluyendo el conocido centro de prisioneros de guerra de Compiègne en la región de Hauts-de-France. En febrero de 1944, fue deportada a Alemania y pasó casi dos años en diferentes campos de concentración. Entre estos campos, destaca el de Ravensbrück, ubicado a 90 kilómetros al norte de Berlín y destinado exclusivamente a mujeres, donde Monique estuvo presa durante los años más críticos de su juventud, entre los 23 y 25 años. En Ravensbrück, más de 92,000 mujeres perdieron la vida bajo circunstancias inhumanas. Monique fue identificada con el número 27697, tatuado en su brazo, un recordatorio perenne del horror y la deshumanización sistemática ejercida por el régimen nazi.
Las condiciones en el Campo femenino de Ravensbrück eran extremas. Los prisioneros enfrentaban hambre, enfermedades, trabajo forzado y una brutalidad cotidiana por parte de sus captores
Las condiciones en el Campo femenino de Ravensbrück eran extremas. Los prisioneros enfrentaban hambre, enfermedades, trabajo forzado y una brutalidad cotidiana por parte de sus captores. Sin embargo, mostró una capacidad de resistencia extraordinaria. Más tarde, Monique fue trasladada a Hannover, a la enfermería del campo de Bergen-Belsen, donde fue obligada a trabajar en una fábrica que producía máscaras de gas para la industria japonesa, bajo la administración de la empresa Continental Gummi-Werke. A pesar de la debilidad y el deterioro físico, Monique continuó luchando por su supervivencia.
En ese momento, Monique pesaba apenas 35 kilos, una impresionante muestra de la desnutrición crónica y las condiciones deplorables que había soportado
Finalmente, el 15 de abril de 1945, las tropas aliadas liberaron Bergen-Belsen. En ese momento, Monique pesaba apenas 35 kilos, una impresionante muestra de la desnutrición crónica y las condiciones deplorables que había soportado.
Tras su liberación, el gobierno francés la envió al balneario de Font-Romeu para que pudiera recuperarse físicamente. Luego, en Perpignan, conoció a su futuro esposo, Manolo Jené, un abogado con quien tendría dos hijos. La formación de una familia y el establecimiento de una nueva vida en Francia fueron pasos cruciales para Monique, proporcionando una nueva esperanza tras los años de sufrimiento.
La vida de Monique después de la guerra refleja una impresionante capacidad de recuperación y de reconstrucción personal. Su muerte en Navidad de 1993, justo seis años después del fallecimiento de su esposo, fue para su familia un momento de profundo dolor, pero también de reflexión sobre su coraje y tenacidad.
Esclarecer destinos y buscar personas desaparecidas: ésta fue durante décadas la tarea central del Archivo Arolsen. Hasta la fecha respondemos cada año a consultas sobre unas 20.000 víctimas de la persecución nazi.
A pesar de las penurias, Monique recibió un importante reconocimiento por parte del gobierno francés. Al término de la Segunda Guerra Mundial, le fue otorgada la prestigiosa Cruz de Chevalier de la Legión de Honor a título militar, una relevante distinción que reconocía su compromiso y sacrificio en la lucha contra el fascismo. En 1984, la distinción fue elevada al grado de Officier por el Ejecutivo del presidente François Mitterand, lo que subrayó la estima en que se le tenía en Francia.
Braulia Cánovas en 1988 con la cruz de Officier de la Legion d'Honneur otorgada por el Gobierno francés.
Este reconocimiento oficial contrasta fuertemente con el olvido y la ingratitud que sintió por parte de su patria natal, España, que nunca le brindó un homenaje similar.
Este reconocimiento oficial contrasta fuertemente con el olvido y la ingratitud que sintió por parte de su patria natal, España, que nunca le brindó un homenaje similar. A pesar de este desdén, Monique nunca renunció a sus raíces murcianas. Su hija, Marie Christine, y su hijo, François, testimoniaron cómo su madre siempre guardó un sentimiento de orgullo y pertenencia hacia Alhama de Murcia, a pesar de su vida marcada por el exilio.