Luis López García, “Orovives”. In memoriam. La dignidad de la clase obrera (I)
Habíamos quedado con Luis en su refugio de Víznar, una casita blanca, su “Casita de papel”, a medio camino entre la fosa común del Barranco de Víznar y la última morada, en vida, de Lorca. La entrevista con Luis López, para el Archivo Histórico de CCOO de Andalucía, realizada en 2008, me la facilitó Carlos Palomo Blanco, que había compartido con él responsabilidades en la dirección de las CCOO de Granada en la transición y en los primeros años de la legalidad. Nos recibió amablemente en un jardín en el que las primeras rosas presumidas enmarcaban la sierra de la Alfaguara. Sus setenta y tantos años, entonces, no le habían pasado factura, aunque su piel tostada y sus manos encallecidas no podían desmentir el paso del tiempo y del trabajo..
“Me llamo Luis López García y vine al mundo al golpe de cañonazos”
“Me llamo Luis López García y vine al mundo al golpe de cañonazos”, disparó nada más comenzar la entrevista. Había nacido solo, le dijo su madre, porque fue el mismo día en que la munición gruesa de los barcos de los facinerosos atravesó la Contraviesa Baja y llegó a su pueblo, Polopos, donde está, según él, el mejor vino del mundo. Fue un 21 de julio de 1936, cuatro días más tarde del inicio del golpe de estado contra la legalidad republicana aquel maldito 18 de julio de 1936. La metralla le daba la bienvenida a este mundo, señal de lo que le esperaba a él y a quienes habían tenido el infortunio de caer del lado de los vencidos. Y más a quienes, como él, estaban emparentados con algún maquis famoso. La madre de Luis era prima hermana de Francisco López Pérez, “El Polopero”, conocido maquis de La Alpujarra, asesinado en 1952.
Padres e hijos tuvieron que trabajar a manos llenas, aunque vacías volvían a casa, donde siempre merodeaba el hambre. Luis, el segundo de los hermanos, pronto dejó la escuela para aprender de la vida lo que vale el ganarse el indigesto pan diario
Padres e hijos tuvieron que trabajar a manos llenas, aunque vacías volvían a casa, donde siempre merodeaba el hambre. Luis, el segundo de los hermanos, pronto dejó la escuela para aprender de la vida lo que vale el ganarse el indigesto pan diario: medio día espigando, dejándose las espinillas entre los rastrojos, luego limpiándolo y aventándolo con la mano y, finalmente, llevándolo al horno, limpio, para que le dieran un pan que, orgulloso, lleveba a la casa. Él sabe muy bien cuánto cuesta y de dónde viene la expresión “venir con un pan debajo del brazo”.
La situación económica en la familia llegó a ser insostenible y en 1947, cuando Luis contaba 11 años, tienen que coger los enseres y venirse a Maracena, donde vivía una hermana de su madre. Allí probarían nueva fortuna. Recuerda que cuando llegaron a su nuevo domicilio en la calle de Las Mimbres, estuvieron toda la noche acarreando muebles, no tanto por los que tenían, cuanto por el barrizal que tuvieron que sortear. Mal entraron y mal siguieron porque, aunque su padre traía una maná de cabras, éstas, a diferencia de las de la vega, no daban apenas leche. Compró un puñado de tierra, pero la sembró siguiendo la costumbre de la Contraviesa y no recogía más que la mitad de lo que debía. Al poco vendió las cabras y luego la tierra porque había que comer. Y sin solución de continuidad, se quedaron con lo puesto y el hambre apareció, de nuevo, por la casa. Por no tener, ni luz y durante 9 años vivió a la sombra de algún quinqué y algún candil. Y como las penas son menos cuando se comparten, tampoco los vecinos de su barrio podían disfrutar de luz eléctrica hasta el anochecer, aunque en su casa no supo lo que fue ese invento ni de día, ni de noche. Luis recuerda la pobreza que había en Maracena y cómo la gente se buscaba la vida porque los raquíticos salarios apenas daban para la subsistencia. Recuerda, por ejemplo, que:
Fue a la escuela, al menos. La escuela pública de Maracena, en esos momentos, ocupaba lo que había sido la Casa del Pueblo que, al parecer, había pertenecido durante la República a la CNT que, en esta ciudad, había tenido mucha fuerza durante la República
Fue a la escuela, al menos. La escuela pública de Maracena, en esos momentos, ocupaba lo que había sido la Casa del Pueblo que, al parecer, había pertenecido durante la República a la CNT que, en esta ciudad, había tenido mucha fuerza durante la República. Dos naves cubiertas por chapas de uralita hacinaban, cada una, a más de ochenta criaturas que, a lo más que llegaban era a conocer exactamente el rigor climatológico de Granada en verano y a observar cómo sale un sabañón en invierno. De lo demás se encargaba el maestro, D. José, que palmeta en ristre y voz tronante, aflojaba los esfínteres de los niños con sólo su voz y, a veces, le bastaba la mirada. “Es que –dice Luis- se meaban; ¿qué es mearse? Pues que se meaban”. Y todo eso sin más testigos que un crucifijo, la bandera de España y una fotografía de Bahamonde, Franco. Pero no era original porque, como tantos maestros franquistas, siguió la metodología de los garbancillos en las rodillas, subir los cuerpos tirando de las patillas, los brazos en cruz con algún que otro Álvarez como contrapeso y toda aquella pócima pedagógica, en fin, de la letra con sangre entra. Y como material didáctico un pizarrín de aquellos que no había forma de saber lo que escribías. Nada nuevo en aquella España sepia donde el miedo se colaba en los pliegues del alma. Afirma que le hubiera gustado ir a otra escuela donde había un maestro republicano represaliado y que “ganaba muy poquillo” porque, aunque le regalaba algo a los maestros, “al republicano, desde luego que no”.
No tuvo que hacer mucho esfuerzo para dejar la escuela y, desde muy joven, aprendió que la maldición bíblica de ganarse el pan con el sudor de su frente estaba al alcance de cualquier hijo de trabajadores. No hizo falta la escuela para entender las injusticias que le rodeaban y buscó entre quienes hablaban de justicia social, de igualdad y de fraternidad. Un día de 1958 o 1959, que no recuerda bien si tenía 22 o 23 años, se encontró una hoja manuscrita –todavía no sabía que la mitad de un folio se llamaba octavilla-, como de molde, donde se decía que todos los trabajadores tenían que estar unidos contra la explotación y esas cosas. Y aquello venía firmado por una P, una C y una E.
Él fue uno más de la caída que se conoció como la Peña de los Celtas y que arrastró a la dirección granadina del PCE y a casi todas las organizaciones de ese partido en la provincia
Y, en efecto, se puso a buscar aquello, pero no lo encontró, hasta que un día se enteró y pidió el ingreso. Así, sin más. Y se lo dieron, pero entonces no era fácil porque no se fiaban ni de su sombra. Un año tardó desde que encontró la octavilla y su ingreso y un año más tarde se enteró mejor de lo que suponía militar en aquel partido clandestino porque fue detenido en abril de 1961 y encarcelado durante dos meses. Él fue uno más de la caída que se conoció como la Peña de los Celtas y que arrastró a la dirección granadina del PCE y a casi todas las organizaciones de ese partido en la provincia. Nada menos que 204 militantes comunistas. ¿Cómo había crecido tanto la organización a finales de los cincuenta?
Las caídas del PCE de 1961 en Granada
El desarrollo del PCE irá unido a su combate contra la dictadura. Casi nadie puede negar, a día de hoy, que fue la organización más resistente contra el franquismo y, aunque todas las organizaciones obreras sufrieron los rigores de la represión, el PCE, el Partido, por antonomasia, mantuvo, con sus altibajos, estructuras de lucha que resurgían, como Ave Fénix, cuando una y otra vez eran desmanteladas. El PCE se referenció como la organización más activa del antifranquismo y eso le permitió nutrirse de nuevos militantes que veían en el Partido la única y mejor organización para acabar con la dictadura.
En Granada, por ejemplo, empresas como RENFE o la Compañía de Tranvías de Granada conocieron una acción sindical importante desde finales de los cincuenta, que permitió a los comunistas su implantación entre los trabajadores
Hay muchos factores que confluyeron en el crecimiento que experimenta el PCE desde mediados de los cincuenta del siglo pasado: el papel que jugó la Pirenaica como altavoz de la disidencia; el de los instructores del Partido, que conectaban la dirección en el exilio con el interior y que eran la pieza más codiciada de la Brigada Político Social (BPS) y, sobre todo, la implantación de la organización en el mundo del trabajo, siendo muchos de sus cuadros dirigentes en empresas significativas. Y es que no podemos dejar a un lado un hecho trascendental: la utilización de los cargos sindicales que, desde el sindicato vertical, utilizaron los dirigentes comunistas para implantarse e irradiar sus ideas entre los trabajadores. Baste pensar, por no ser prolijos, que en Granada, por ejemplo, empresas como RENFE o la Compañía de Tranvías de Granada conocieron una acción sindical importante desde finales de los cincuenta, que permitió a los comunistas su implantación entre los trabajadores.
Es importante reseñar que una de las características era la edad de los nuevos militantes: la mayoría son jóvenes que no han vivido la experiencia de la guerra civil –la mayoría habían nacido entre finales de los años veinte y comienzos de los cuarenta-, aunque eso no quiere decir que fueran ajenos a las consecuencias represivas de la guerra y posguerra
Sin entrar en detalles, es importante reseñar que una de las características era la edad de los nuevos militantes: la mayoría son jóvenes que no han vivido la experiencia de la guerra civil –la mayoría habían nacido entre finales de los años veinte y comienzos de los cuarenta-, aunque eso no quiere decir que fueran ajenos a las consecuencias represivas de la guerra y posguerra. De hecho, algunos provienen de familias represaliadas y saben lo que les ha pasado a su familia o a sus vecinos y ambos irán tejiendo redes de amistad, unido a que eran los derrotado de la contienda. Y esto se acentúa en las zonas rurales donde las redes de amistad –al ser círculos más reducidos- ofrecen múltiples posibilidades de desarrollo.
Un crecimiento espectacular en Granada, como reconoce la propia Dirección General de Seguridad (DGS), cuando en junio de 1961, dos meses más tarde de la caída de la organización granadina, analiza el desarrollo y organización del PCE en esta provincia, llegando a asegurar que “la organización comunista de Granada desarticulada totalmente es, sin duda, la más importante de las últimamente descubiertas”. (Archivo Histórico Nacional, Fondos Contemporáneos, Dirección General de la Policía, Exp. 53102, R.S. núm. 6644/XIV, de 13 de junio de 1961). Que la califique como “la más importante” de las que se desarrollan en España en los años 1960 y 1961 es significativo dado que en esos años las redadas fueron numerosas y masivas. Y es la propia DGS la que expone dos razones:
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1. Por el número de los detenidos, 204, teniendo en cuenta que la caída sólo se había limitado “a los que desempeñaron cargos en los distintos comités o participaron en la difusión y pintura de propaganda subversiva, abarcando a cuantos militaban en la organización” porque si se hubiera ampliado a todos sus militantes “posiblemente se habrían efectuado más de quinientas” [detenciones].
2. Porque “la red orgánica extendida por toda la provincia era muy amplia y con una estructura casi perfecta. Del Comité Provincial dependían cuatro Comités Comarcales y cada uno de ellos controlaba otros Comités Locales en pueblos de menor importancia. Además, se establecieron Comités o Grupos de Empresas de Tranvías, RENFE y el Centro de Fermentación y Cultivo de Tabaco, sin olvidar una [organización] importante en la propia capital granadina”. (Íbidem)
Por la dimensión de la caída podemos afirmar que, ciertamente, se había desarrollado de forma más importante en Granada que en otros lugares de similares características socioeconómicas y de población
Por la dimensión de la caída podemos afirmar que, ciertamente, se había desarrollado de forma más importante en Granada que en otros lugares de similares características socioeconómicas y de población, pero, posiblemente, se sobredimensiona el dato del medio millar de militantes en esos momentos para atribuirse la propia policía el mérito de haber desarticulado a toda la organización. La hipótesis del medio millar de militantes lo deduce la DGS haciendo una cuenta sobre las cotizaciones, porque cada militante entregaba 5 pesetas al mes y la recaudación media era de entre 2.500 y 3.000 pesetas. Lo que no tenía en consideración era que parte importante de ese dinero global mensual se obtenía mediante otros procedimientos como rifas que se hacían, fundamentalmente, en la Peña de los Celtas de Maracena. Aún así, la dimensión que había adquirido la organización del PCE en Granada fue muy considerable en esos momentos comparativamente hablando con otras provincias más industrializadas y pobladas como Sevilla o Málaga, una cifra considerable para una organización clandestina a finales de los años cincuenta y comienzos de los sesenta, máxime en una provincia tan desindustrializada como Granada.
El desarrollo del PCE de Maracena y la Peña de los Celtas
El desarrollo del PCE en otros pueblos fue importante, pero si hay un pueblo donde se desarrolla, con diferencia respecto al resto, es Maracena. No en vano, durante mucho tiempo, se la conoció como “Rusia la Chica”. Eso es lo que afirma taxativamente la DGS en su informe sobre la caída de 1961, que resume la organización comunista en esa población como “la más importante”. Según la DGS,
Pero ¿qué relación tiene el PCE con la Peña de los Celtas?
La DGS relaciona este trabajo partidario en Maracena con las conclusiones del VI Congreso del PCE (Praga, del 28 al 31 de enero de 1960) y señala que “el artilugio de los Celtas” indicaba bien a las claras el cumplimiento “dócil de las órdenes emanadas del Comité Ejecutivo” y, concretamente, la necesidad de “abrir el partido” como se declaraba en ese congreso. Pero ¿qué relación tiene el PCE con la Peña de los Celtas?
Con el tiempo algunos jóvenes empezaron a cansarse de que el párroco cobrara por algunas actividades como también por el abuso que se hacía de esa orquesta, sin contrapartidas para los músicos
Según algunos militantes, el cura de Maracena había creado en torno a 1957 o 1958, una especie de club parroquial para aglutinar a los jóvenes que allí podían disfrutar de una orquesta – músicos de esa localidad- o hacer algún teatrillo. Con el tiempo algunos jóvenes empezaron a cansarse de que el párroco cobrara por algunas actividades como también por el abuso que se hacía de esa orquesta, sin contrapartidas para los músicos.
Eso de CELTAS tiene su aquel, pues no todos los militantes sabían bien el porqué se eligió ese nombre. El propio Luis López “Orovives”, afirma que
Desde luego, la policía le echaba imaginación a la cosa. Pero era mucho más sencillo y, de hecho, quienes la crearon, entre ellos José Aranda López –militante del PCE que llegó a ser su tesorero- José Gómez Ballesta “El Barbero”, entre otros, se les ocurre crear una peña con fines estrictamente lúdico-culturales y la bautizan en el nombre de Peña de los Celtas sólo porque aquéllos:
La creación de la Peña, en torno a 1959, está asociada a jóvenes con inquietudes pero que, en esos momentos, no militan en el PCE. Por tanto, y esto es importante para el devenir de los acontecimientos, la Peña de los Celtas es, para muchos, antes que su militancia partidaria. Es el caso de Luis López García que entró en el PCE después de que lo hiciera en la Peña y, aún en ésta, no era fácil entrar. A él mismo le costó, como dice, “trabajillo”:
Desde su creación, los dirigentes de la Peña separan conscientemente la actividad de ésta de su militancia partidaria, aunque, lógicamente, la Peña sea una fuente de proselitismo natural con aquellos jóvenes que mostraban más inquietudes sociales
Y la otra cuestión importante es que, desde su creación, los dirigentes de la Peña separan conscientemente la actividad de ésta de su militancia partidaria, aunque, lógicamente, la Peña sea una fuente de proselitismo natural con aquellos jóvenes que mostraban más inquietudes sociales. Es lógico que la DGS, en su informe de la caída de 1961, haga un traslado mimético de la Peña de los Celtas como “nicho” de proselitismo del PCE e, incluso, ironiza sobre la miopía de las autoridades locales de Maracena para no advertir a tiempo que la Peña era un instrumento al servicio del partido. Cuenta la propia DGS la anécdota de que el propio Manuel Castro Castellano –responsable a la sazón del PCE de Maracena- quiso legalizar en el Ayuntamiento la Peña y que la autoridad local no lo consideró necesario por “creer que se trataba de una simple tertulia de amigos”. (Archivo Histórico Nacional, Fondos Contemporáneos, Dirección General de la Policía, Exp. 53102, R.S. núm. 6644/XIV, de 13 de junio de 1961).
La creación de la Peña, en todo caso, desplazó a casi todos los jóvenes que estaban en el club parroquial, incluida la orquesta e iniciaron el camino asociativo desde su propia auto organización, eligiendo una junta directiva. La Peña tuvo como presidentes, en momentos distintos, a dos militantes del PCE: José Medina González, en primer lugar, y Emilio Hita en el momento de la caída; también era del PCE el tesorero, José Aranda, como hemos referido, y algunos de los diez vocales que tenía la Junta Directiva, entre ellos, Luis López García. Para su funcionamiento se dotaron de una cuota para los afiliados que les permitía un precio más barato para las actividades programadas o para alquilar locales. Al principio la Peña se reunía en el bar de Boca Ancha donde las planificaban. El aumento de socios de la Peña, que llegó a los dos centenares entre chicos y chicas, -193 concretamente, según el informe de la DGS- les llevó a alquilar, en principio, el salón del famoso Café Zurita –situado en la calle Real- y que regentaba Pepe Zurita. Luego, cuando ya la Peña estaba más consolidada llegó a cedérselo gratis para que hicieran de él lo que quisieran y, entonces, lo decoraron y pintaron a su gusto. Por cierto, el pintor no podía ser sino Luis López García, pues ese era su oficio.
Las actividades de la Peña iban desde la organización de bailes en el salón del café Zurita hasta excursiones o lecturas colectivas de libros. Luis López García recuerda que antes de los bailes ellos mismos compraban las viandas en las tiendas y luego las repartían en el baile:
Junto a ello, otra de las actividades culturales fue el debate colectivo sobre determinados libros. Uno de los que más les impactó fue el de R.H. Ibarreña, La religión al alcance de todos, que, aunque escrito en 1887, era uno de los primeros trabajos críticos sobre las religiones y, en especial, la católica. Pero también textos de poetas como Antonio Machado o Miguel Hernández. Incluso llegaron a idear la creación de una propia biblioteca de la Peña en un solar donde iban a construir con su propio trabajo y con la aportación voluntaria de los libros de todos ellos. Pero todo esto se truncó, también, con la caída de la primavera de 1961.
Bibliografía:
- ARENAS DE SORIA, Juan Francisco, “Luis López García, “Jorovive”, en El Independiente de Granada, octubre de 2019
- AA.VV.: España años 50. Política y Sociedad. Diputación de Granada, Granada, 2020.
- CERVILLA ALONSO, E.: ¿Por qué soy comunista?, copia en AHCCOO-A
- MARTÍNEZ FORONDA, Alfonso: La lucha del movimiento obrero en Granada por las libertades y la democracia. Pepe Cid y Paco Portillo: dos líderes, dos puentes. Fundación de Estudios y Cooperación de CCOO-A, Granada, 2012.
- Archivo Histórico Nacional, Fondos Contemporáneos, Dirección General de la Policía, Exp. 53102, R.S. núm. 6644/XIV, de 13 de junio de 1961.
- Entrevistas a José López Aranda, Francisco Portillo Villena, Pepe Cid de la Rosa y Luis López García, en Fondo Oral del Archivo Histórico de CCOO de Andalucía.
Pedro Sánchez Rodrigo (Burgos, 1960). Es licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Granada, donde cursó la especialidad de Historia Contemporánea. Ha ejercido como profesor de Secundaria de Geografía e Historia desde 1984. Desde hace años colabora con la Fundación de Estudios Sindicales- Archivo Histórico de CC.OO.-A.. Ha participado en la obra colectiva “La cara al viento. Estudiantes por las libertades democráticas en la Universidad de Granada (1965-81)”, publicada por la Editorial El Páramo en el año 2012, y, junto con Alfonso Martínez Foronda, es autor de “La cara al viento. Memoria gráfica del movimiento estudiantil de Granada durante la dictadura y la transición”, obra publicada por la Universidad de Granada, también en 2012. Ha colaborado en el volumen La Resistencia andaluza ante el tribunal de orden público en Andalucía. 1963-76, editado en 2014 por la FES/Archivo Histórico de CC.OO.-A y la Junta de Andalucía, y en otros trabajos colectivos, como De la rebelión al abrazo. La cultura y la memoria histórica entre 1960 y 1978 (Diputación de Granada, 2016) y La Universidad de Granada, cinco siglos de historia. Tiempos, espacios y saberes, coordinado por Cándida Martínez López (III Volúmenes, EUG, Granada, 2023) con el artículo “Antifranquismo en las aulas. El movimiento estudiantil”. También con Alfonso Martínez Foronda ha publicado el libro “Mujeres en Granada por las libertades democráticas. Resistencia y represión (1960-1981)”, publicado en 2016 por la Fundación de Estudios y Cooperación de CC.OO. Actualmente está jubilado y colabora en la elaboración del Diccionario de la Represión en Granada 1931-1981.
Alfonso Martínez Foronda (Jaén, 1958). Es Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Granada. Desde 1984 es profesor de Enseñanza Secundaria. Actualmente es profesor del IES Albayzín. Ha sido secretario general de CCOO de Jaén desde 1993-2000 y desde 2004 es miembro de la Comisión Ejecutiva de CCOO-A, desde donde ha presidido hasta 2103 las Fundaciones de Estudios Sindicales-Archivo Histórico y la de Paz y Solidaridad.
Como investigador, ha publicado numerosos artículos de opinión sobre aspectos docentes y sociales. Colaborador habitual del Diario Jaén desde 1994-2000 publicó La firma del viento (2007), una antología de artículos de opinión. Como investigador del movimiento obrero andaluz ha publicado La conquista de la libertad. Historia de las Comisiones Obreras de Andalucía (1962-1977), en 2005; De la clandestinidad a la legalidad (Breve historia de las Comisiones Obreras de Granada), en 2007; sobre las Comisiones Obreras de Jaén desde su origen a la legalización del sindicato (2004); la unidad didáctica El sindicalismo durante el franquismo y la transición en Andalucía; diversas biografías de dirigentes sindicales andaluces como Ramón Sánchez Silva. Al hilo de la historia (2007); Antonio Herrera. Un hombre vital, en 2009; Andrés Jiménez Pérez. El valor de la coherencia, en 2010, entre otros. En 2011 su investigación La dictadura en la dictadura. Detenidos, deportados y torturados en Andalucía durante el Estado de Excepción de 1969, (2011), fue premiada por la Junta de Andalucía como la mejor investigación social de ese año. Posteriormente, ha publicado La “prima Rosario” y Cayetano Ramírez. Luchadores por la libertad en una provincia idílica (2011); sobre el movimiento estudiantil en la UGR, con otros autores, “La cara al viento. Estudiantes por las libertades democráticas en la Universidad de Granada (1965-81); sobre la historia del movimiento obrero granadino, con su investigación La lucha del movimiento obrero en Granada. Paco Portillo y Pepe Cid: dos líderes, dos puentes“, 2012; sobre el Tribunal de Orden Público, La resistencia andaluza ante el Tribunal de Orden Público en Andalucía (1963-1976); Diccionario de la represión sobre las mujeres en Granada (1936-1960) o La resistencia malagueña durante la dictadura franquista (1955-1975). Actualmente, junto a Pedro Sánchez Rodrigo, está confeccionando un diccionario sobre la represión en Granada desde la II República al golpe de estado de 1981.