'40 años después y me duele Venta Micena'
De pequeño, desde la enorme casa grande en Orce en la que pasábamos largas temporadas veraniegas, nos desplazábamos, camino de la Sierra de María, a Fuente Nueva y Venta Micena. Eran jornadas estupendas, por lo general, coincidiendo con alguna labor agraria, muy especial el esquilo del ganado. Era un largo día en que se mezclaban las familias y las conversaciones. Las cuevas y majadas, refugio de pastores y ganado, cobraban en esos momentos un protagonismo especial. Excavadas profundamente en el monte, con galerías cruzadas, alcanzaban sorprendente profundidad y superficie. Allí, ya entrada la tarde, se respiraba limpio y fresco y se contaban leyendas. “¿Recuerdas –decían– cuando Doña Rosario volcó el carro, casi finalizado el XIX, tiempos también en que se carbonataron buena parte de las encinas?”. U otro: “y al acabar la guerra y regresó la actividad, cuando solo quedaba un carnero escuchimizado y hubo que partir de cero”.
"Nada hacía entonces imaginar que en aquel entorno había restos fósiles de una antigüedad superior al millón de años. Sí puedo comentar que mi madre (Joaquina) recibió una cariñosa y atenta carta de un profesor del Instituto de Paleontología de Sabadell, D. Josep Gibert i Clols, pidiendo autorización que, por supuesto, se le concedió, para excavar en el entorno de Venta Micena"
Nada hacía entonces imaginar que en aquel entorno había restos fósiles de una antigüedad superior al millón de años. Sí puedo comentar que mi madre (Joaquina) recibió una cariñosa y atenta carta de un profesor del Instituto de Paleontología de Sabadell, D. Josep Gibert i Clols, pidiendo autorización que, por supuesto, se le concedió, para excavar en el entorno de Venta Micena. Como quiera que sus recursos eran escasos, no podría ofrecer compensación económica alguna. Sobra decir la perplejidad que tal noticia causó en casa y la auténtica curiosidad por el desarrollo de sus trabajos. Andando el tiempo, esta incipiente colaboración se transformó en un profundo afecto y reconocimiento a este honrado, competente y servicial investigador. Tras no mucho tiempo, el profesor Gibert propuso la cesión de alguna de estas antiguas cuevas, con el fin de utilizarlas como alojamiento y lugar de trabajo. Resultó un auténtico placer cedérselas, sin interés económico alguno, en atención a su persona, a su trabajo investigador y al propio interés de la excavación. Con enorme esfuerzo y pocos recursos las acondicionó y en su interior tuvieron lugar algunas de las anécdotas más notables de Venta Micena, hoy olvidadas.
La puesta en valor de las cuevas de Venta Micena, al margen del control de los que querían capitalizar el prestigio, resultó memorable. Visto el abandono general del proyecto, aquellas noches de música en directo en aquel campo abierto, aquellos cielos estrellados sin contaminación lumínica, aquellos alardes culturales, que nada costaban al presupuesto público, hoy son un doloroso recuerdo que debería avergonzar a todos aquellos que propiciaron su desaparición. Que un rotativo de New York, en boca de un bróker de la potente bolsa, titulara entusiasmado…los alacranes en el yacimiento de Venta Micena…”; que una actriz estadounidense afamada estuviera compartiendo los descubrimientos y alojándose en lo hoy abandonado; que allí se celebran conciertos de música clásica, con piano de cola incluido; es un recuerdo de lo que pudo ser y la mediocridad se cargó.
"El profesor Gibert cometió un error imperdonable: mantuvo su propio criterio y defendió su independencia"
El profesor Gibert cometió un error imperdonable: mantuvo su propio criterio y defendió su independencia. Aún más, quiso difundir el nombre de Orce y las investigaciones realizadas en toda la comunidad científica internacional. Para ello, al margen del gobernante de turno y sin ayuda económica, organizó cursos, conferencias, exposiciones, y un congreso internacional en el propio terreno, alojando durante días viajeros ilustres. Todo esto resultó insoportable para la caterva de turno y el descrédito se extendió, con complicidad de medios y opinión, a la propia figura de un hombre que, sin recursos y con su enorme esfuerzo, puso todo esto en marcha.
Me duele Venta Micena, 40 años después, ya no queda nadie allí, lo que pudo ser, lo que tocamos, lo que vivimos, lo que destruyó la iniquidad de la general inhibición, en algunos casos la frontal oposición, que nadie hoy quiere mirar o recordar. Tantos cómplices tienen el abandono y la destrucción actual, pero ningún responsable.
"Como se dijo en el acto homenaje celebrado en Orce el pasado 17 de agosto, José Gibert y el Hombre de Orce son indisociables, y no es comprensible que un museo que lleva su nombre cuestione el fruto de sus investigaciones y las de otros insignes investigadores"
Resulta sorprendente, por cuanto he contado, que el conocido como museo de Orce o “Centro de Interpretación Primeros Pobladores de Europa Josep Gibert” ofrezca a los visitantes un cartel con información donde se cuestiona la presencia de homínidos en Venta Micena, impropio de la situación. Como se dijo en el acto homenaje celebrado en Orce el pasado 17 de agosto, José Gibert y el Hombre de Orce son indisociables, y no es comprensible que un museo que lleva su nombre cuestione el fruto de sus investigaciones y las de otros insignes investigadores, como el profesor Enrique García Olivares, catedrático de la Universidad de Granada, o en afamado neurocirujano Dr. Domingo Campillo, así como las conclusiones del congreso Internacional de Paleontología humana celebrado en Orce en 1995.
A veces pequeños cambios propician grandes acontecimientos, por lo que voto y urjo por la actualización completa de esta sesgada e incompleta información. Por medio de este escrito, requiero al responsable último que suprima ese cartel y lo sustituya por uno donde se expliquen las investigaciones realizadas por diferentes científicos que demuestran la humanidad del fragmento craneal VM-0 y de dos fragmentos de húmero. También es urgente mostrar las evidencias publicadas y olvidadas de acción antrópica descrita junto al llamado Hombre de Orce (una lasca de sílex, 18 piezas de caliza, estrías de descarnación, huesos rotos por percusión, etc). De buen seguro que, de estar en este mundo, José Gibert no hubiera permitido una situación tan incongruente y habría exigido un cambio de cartel o de nombre del museo.
Se han perdido muchos años, pero los yacimientos siguen allí. No creo que sea tarde para recuperar la iniciativa de emprendimiento particular, y la investigación controlada en forma razonable. Para ello, el debate social debe avanzar. En realidad, debe hacerlo para que las cosas bonitas nos lleguen, para que el progreso deje de ser una palabra de la que muchos alardean.