'La Tierra Prometida'
El 13 de octubre de 1952 Francisco Franco viajó hasta Granada donde, además de inaugurar la barriada de Haza Grande en la capital, visitó las obras del Instituto Nacional de Colonización (INC) en Láchar. Aquel día agricultores y jornaleros de localidades vecinas como Pinos, Chauchina, Cijuela o Íllora se desplazaron hasta Láchar en bicicletas e incluso camiones para ver al 'Caudillo'. En el pueblo no cabía un alfiler, circunstancia que fue aprovechada por los vendedores ambulantes para vender agua con pipos y otras bebidas. Los vecinos habían estado preparándose para el evento desde semanas atrás, blanqueando las fachadas de sus casas. El día señalado los niños leyeron poesías al 'Generalísimo', que iba abriéndose paso entre vítores y banderitas.
"El libro contribuye a desmitificar el proyecto de colonización franquista: aunque impulsó la expansión del regadío, benefició fundamentalmente a los medianos y grandes propietarios agrarios y no tanto a los colonos, sobre los que el Instituto Nacional de Colonización ejerció un importante control"
El volumen colectivo La tierra prometida. Historia y memoria de la colonización franquista en la provincia de Granada, coordinado por Claudio Hernández Burgos y Gloria Román Ruiz (Universidad de Granada) y publicado recientemente en la editorial Comares, explora el proceso de colonización franquista en pueblos granadinos como Láchar que fueron ampliados o creados ex novo por el régimen en las décadas de los cincuenta y sesenta. El libro estudia temas como las construcciones de nuevos edificios tanto civiles (viviendas particulares o escuelas) como religiosos (iglesias) para los colonos, la cotidianeidad de las mujeres colonas en estos pueblos ideados por el franquismo o las actitudes sociales y políticas entre los beneficiarios de los lotes, que incluían una parcela de tierra, una casa y algunos animales. Con ello el volumen pone de relieve la distancia entre el discurso del régimen sobre la colonización, una de sus políticas agrarias más importantes, y la realidad cotidiana en estos pueblos, caracterizada fundamentalmente por el atraso. Además, el libro contribuye a desmitificar el proyecto de colonización franquista: aunque impulsó la expansión del regadío, benefició fundamentalmente a los medianos y grandes propietarios agrarios y no tanto a los colonos, sobre los que el Instituto Nacional de Colonización ejerció un importante control.
"En relación a la selección de colonos algunos consideran que fue injusta y arbitraria, una pantomima salpicada de corruptelas en la que se excluía a quienes habían perdido la guerra"
La obra explora también la memoria actual de los colonos de primera y segunda generación a partir de entrevistas a vecinos de los pueblos granadinos de Láchar y Peñuelas. Esta memoria popular está repleta de matices y revela las complejidades e incluso contradicciones del proceso de colonización franquista. En relación a la selección de colonos, por ejemplo, algunos consideran que fue injusta y arbitraria, una pantomima salpicada de corruptelas en la que se excluía a quienes habían perdido la guerra. Para otros el reparto fue idílico, pues el único requisito para ser colono era tener hijos para trabajar la tierra. Una de las cuestiones mejor valoradas por los colonos fue la entrega de viviendas, que permitió a muchos dejar de compartir habitación como venían haciendo en sus localidades de origen. Además, quedaron impresionados por la "modernidad" de las nuevas edificaciones del INC. Incluso los más críticos con el proceso de colonización admiten la magia de estrenar casa, escuela e iglesia. Algunos pudieron salir por primera vez del pueblo para conocer lugares como Castellón gracias a los viajes organizados por el INC para los hijos de los colonos. Otros consiguieron trabajo en la construcción de las casas y las escuelas de los nuevos pueblos.
"Estábamos sentados en el rincón, después de haber cenado, escucho ¡bum! Y nosotros pensando que habían entrado a robar, y era el techo, que se había caído"
Sin embargo, entre los colonos está también muy interiorizada la idea de que "Franco no dio nada a nadie". No creen que les regalaran las tierras ni las casas, sino que tuvieron que trabajar muy duro para poder pagarlas. Ser colono era muy sacrificado. Además, muchas parcelas de tierra eran tan malas que a duras penas daban para comer; y las casas se construyeron de forma tan precaria que se calaban cuando llovía. Así lo recuerda el lachareño M.C.: "Estábamos sentados en el rincón, después de haber cenado, escucho ¡bum! Y nosotros pensando que habían entrado a robar, y era el techo, que se había caído". Aquellos elementos arquitectónicos que no se adecuaban a sus formas de vida tradicionales fueron modificados por los colonos. Los pozos ciegos, por ejemplo, se acabaron utilizando para criar a los cerdos. Algunos colonos se mostraron reacios ante nuevos símbolos de "progreso" como el wáter: preferían seguir yéndose debajo de un olivo. Uno de los elementos más impopulares de la colonización franquista fue la corrupción. Algunos recuerdan que los repartos de yuntas de mulos o de tubos de riego se hacían para "preparar" a "sus más íntimos". Pese a la vigilancia a que estaban sometidos los colonos por parte de los capataces del INC, algunos conseguían ocultar algunos sacos de cereales para no tener que entregarlos al Instituto.
El régimen no logró su objetivo de retener a los colonos en los nuevos pueblos de colonización, pues muchos acabaron renunciando a sus parcelas por poco rentables y emigrando a Cataluña
El régimen no logró su objetivo de retener a los colonos en los nuevos pueblos de colonización, pues muchos acabaron renunciando a sus parcelas por poco rentables y emigrando a Cataluña. El franquismo tampoco consiguió "convencer" a los colonos, pues muchos se implicaron en las "guerras agrarias" del tardofranquismo y la transición y otros tantos acabaron votando a las izquierdas en las primeras elecciones en democracia. Es cierto que los vecinos de estos pueblos no culpan de los fracasos al INC o al régimen de Franco, sino a la incapacidad de los propios colonos; pero tampoco atribuyen los éxitos a las autoridades, sino al esfuerzo personal. Como en otros aspectos de la relación entre la sociedad española y el Estado franquista, los tonos grises predominaron frente a las realidades en blanco y negro.