Opinión

La Colonia de Víznar, un lugar con memoria

Ciudadanía - Francisco Vigueras, periodista y portavoz de la Asociación Granadina Verdad, Justicia y Reparación - Domingo, 16 de Agosto de 2020
El periodista Francisco Vigueras, portavoz de la Asociación Granadina Verdad, Justicia y Reparación, firma este artículo en el que reclama catas arqueológicas en el Barranco Víznar-Alfacar para documentar la masacre perpetrada por los golpistas y reivindica, además, que La Colonia de Víznar, donde Federico García Lorca pasó sus últimas horas antes de ser asesinado por los golpistas, sea declarada Lugar de Memoria.
Cartel colocado en 2019 para reivindicar La Colonia como Lugar de Memoria. Fue arrancado por la extrema derecha en un intento de borrar la memoria.
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Cartel colocado en 2019 para reivindicar La Colonia como Lugar de Memoria. Fue arrancado por la extrema derecha en un intento de borrar la memoria.

Son muchos los caminantes que visitan La Colonia de Víznar, pero no hay ningún cartel informativo que les recuerde los trágicos sucesos que se vivieron allí. Ahora mismo, es un lugar sin memoria, a pesar de que fue escenario de una sistemática violación de los derechos humanos durante la represión franquista. Por tanto, es necesario recordar su historia y reivindicar su memoria.   

Se conoce como La Colonia a un antiguo molino de Víznar, que fue utilizado por la República como lugar de vacaciones para los hijos de los obreros; por eso recibe este nombre. Sin embargo, cuando se produjo el golpe militar, fue convertido en prisión por los franquistas. Los investigadores Agustín Penón e Ian Gibson descubrieron que Federico García Lorca pasó allí sus últimas horas de vida. Horas de amargura que el poeta compartió con el maestro Dióscoro Galindo y los banderilleros Francisco Galadí y Juan Arcollas Cabezas. El falangista José Jover Tripaldi,  guardián de La Colonia encargado de vigilar a los presos, afirma que todos permanecían en silencio por orden de la autoridad y que Federico se encontraba abatido.

Imagen de La Colonia en los años 50. Foto del libro de Agustín Penón.

Federico y Dióscoro creían que habían sido enviados a La Colonia para hacer trabajos forzados. Nunca imaginaron que iban a ser fusilados, pues consideraban que no había motivo para ello.

Federico y Dióscoro creían que habían sido enviados a La Colonia para hacer trabajos forzados. Nunca imaginaron que iban a ser fusilados, pues consideraban que no había motivo para ello. Es verdad que García Lorca había firmado manifiestos antifascistas y participado en las misiones pedagógicas de la República con su teatro ambulante de La Barraca. Pero no era ningún delito llevar la cultura a los pueblos, pensaba nuestro poeta. También el maestro Díóscoro Galindo había participado en las campañas de alfabetización de hijos de jornaleros y en la creación de la escuela popular y laica. Pero ninguno de ellos había empuñado jamás un arma, ni intervenido en ninguna acción violenta. Es decir, no se sentían culpables de ningún delito de sangre, ni merecedores de la pena capital. Y sin embargo, sus verdugos no lo entendían así.   

Más grave era la situación de los banderilleros Galadí y Cabezas. Los dos anarquistas estaban considerados como “hombres de acción” de la CNT-FAI. Gozaban de gran popularidad en el mundo taurino por su valentía en el ruedo y habían destacado como defensores del Albayzín, el único barrio granadino que resistió durante tres días a los golpistas. Tras la rendición del barrio, Galadí y Cabezas fueron detenidos, maltratados y exhibidos por el centro de Granada, como castigo ejemplarizante, para que sirvieran de escarmiento público: ¡Esto es lo que hacemos con los rebeldes!, advertían los sublevados. Por tanto, los dos anarquistas conocían bien el fanatismo de sus verdugos y sabían que La Colonia se había convertido en un corredor de la muerte. Ellos sí eran conscientes de su trágico destino.

Cavando su propia tumba

El poeta y sus compañeros estaban encarcelados en la planta baja, pero en la planta superior de La Colonia también había presos, acusados de ser izquierdistas y masones. Llevaban la cabeza rapada y estaban identificados con un mandil, pero los franquistas no los fusilaban, pues preferían utilizarlos como enterradores. Y es que matar era fácil, pero enterrar los cadáveres suponía demasiado esfuerzo para los pistoleros, asesinos reclutados por el gobernador José Valdés, que actuaban con total impunidad. En esta situación de presos-enterradores estuvieron los catedráticos García Labella y Jesús Yoldi. También los concejales Rubio Callejón, Manuel Salinas y José Valenzuela. Así como el joven comunista Manuel Castilla Blanco. Pero ser enterrador, tampoco les garantizaba la vida. Cualquier día, sin saberlo, podrían estar cavando su propia tumba, pues todo dependía de la voluntad arbitraria de los verdugos. 

¡Vamos a dar un paseo!

En La Colonia, al mando del falangista José María Nestares, se producían sacas de presos todas las noches. Sobre las cinco de la madrugada era la hora preferida por la Escuadra Negra para “dar el paseo”. Las víctimas preguntaban: ¿Adónde nos lleváis? Y los verdugos respondían con burla: ¡Vamos a dar un paseo! En medio de esta incertidumbre, eran trasladadas por la carretera de la muerte, que comunica Víznar con Alfacar, y asesinadas en cualquier cuneta. Horas después, los enterradores eran enviados para abrir las fosas comunes y sepultar los cuerpos, en muchos casos moribundos y aún calientes. 

Presos de La Colonia. Foto del libro de Agustín Penón.

Más tarde, los verdugos descubrieron los pozos del Barranco de Víznar, donde resultaba más fácil deshacerse de las víctimas. Les pegaban un tiro en la nuca y los cuerpos se desplomaban hasta el fondo del barranco

Más tarde, los verdugos descubrieron los pozos del Barranco de Víznar, donde resultaba más fácil deshacerse de las víctimas. Les pegaban un tiro en la nuca y los cuerpos se desplomaban hasta el fondo del barranco. Los cadáveres amontonados eran cubiertos con cal viva. Fueron noches de terror para los vecinos de Víznar y Alfacar, que escuchaban impotentes las descargas de los fusilamientos en el silencio de la madrugada. Los investigadores calculan en más de 2.000 las víctimas enterradas en fosas comunes del barranco.

Por todo ello, es imprescindible continuar con las catas arqueológicas en el barranco de Víznar-Alfacar para documentar científicamente la masacre que se perpetró en aquella zona, muy cerca de la fuente de Aynadamar o fuente de las lágrimas. Y es también urgente que se proceda a la declaración y señalización oficial de La Colonia como Lugar de Memoria Histórica de Andalucía.

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Bibliografía consultada

La represión nacionalista de Granada en 1936 y muerte de Federico García Lorca.

Ian Gibson. Libro editado por Ruedo Ibérico en 1973 y prohibido por la dictadura.

Los últimos días de García Lorca. 

Eduardo Molina Fajardo. Libro editado por Plaza y Janés en 1983. 

El asesinato de García Lorca.

Ian Gibson. Editado por Plaza y Janes en 1996.

Miedo, olvido y fantasía, crónica de una investigación sobre Federico García Lorca. Agustín Penón.

Libro publicado en 2001 por Marta Osorio en Editorial Comares y reeditado en 2011 por Almuzara.

Los “paseados” con Lorca, el maestro cojo y los dos banderilleros.

Francisco Vigueras. Libro editado en 2007 por Comunicación Social ediciones y publicaciones.

Francisco Vigueras es periodista y portavoz de la Asociación Granadina Verdad, Justicia y Reparación.