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'Poner el cuerpo'

Blog - Punto de fuga - Cristina Prieto - Jueves, 27 de Abril de 2023
Ilustración de Catalina Parra.
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Ilustración de Catalina Parra.

El lenguaje es un reflejo de la sociedad y de las modas. Afortunadamente, las sociedades cambian y las modas también porque, de lo contrario, algunas expresiones no tendrían ningún sentido en este momento. A nadie se le ocurriría hoy hablar como en el Medievo porque resultaría ridículo. Aunque esta última apreciación podría aplicarse hoy a expresiones sin sentido que, sin embargo, pueden esconder una carga semántica difícil de soportar para las personas a quienes van dirigidas. La política suele ser una fuente inagotable de agrupaciones de palabras de difícil comprensión que son repetidas hasta la saciedad para que formen parte del discurso hegemónico el mismo periodo de tiempo que quienes las acuñan permanecen en el primer plano de la actualidad.

Realmente, ¿a qué se refieren, qué significa, qué quieren expresar? Se puede ir aún más lejos y preguntarse ¿quiénes lo ponen, dónde, para qué, cómo? Es imposible obviar que esta legislatura que concluirá a finales de este año ha sido la de los cuerpos. Tenemos los gestantes, los menstruantes o los diversos y normativos. Incluso, los equivocados

Una de esas expresiones que se escucha con insistencia es la de ‘poner el cuerpo’. Sus artífices son las políticas de Podemos en el Ministerio de Igualdad. Realmente, ¿a qué se refieren, qué significa, qué quieren expresar? Se puede ir aún más lejos y preguntarse ¿quiénes lo ponen, dónde, para qué, cómo? Es imposible obviar que esta legislatura que concluirá a finales de este año ha sido la de los cuerpos. Tenemos los gestantes, los menstruantes o los diversos y normativos. Incluso, los equivocados. No se sabe muy bien cuál hay que poner y dónde para estar al día de la posmodernidad, pero sí tenemos la certeza de que, cuando se emplea cualquiera de estas expresiones, se están refiriendo a los cuerpos de las mujeres. Hace unos pocos años, la moda era hablar de las sensaciones y ahora, para estar en el candelero, hay que apuntar a los cuerpos.

Perdonen la intromisión en la posmodernidad de estas líneas por contribuir a su desilusión pero, si de algo saben las mujeres, a lo largo de la historia, es de poner el cuerpo. No han descubierto nada nuevo aunque forme parte, machaconamente, de sus discursos progres. Sólo hace falta añadir una palabra más a la combinación mágica para que la audiencia de los medios de comunicación y el público fiel a los mítines de los morados lo entienda. Sería mejor hablar de poner el cuerpo sexuado. Ahora sí está la expresión completa.

Todas las desigualdades entre hombres y mujeres están atravesadas por la realidad material del cuerpo

Todas las desigualdades entre hombres y mujeres están atravesadas por la realidad material del cuerpo. La prostitución –situación denigrante en la que las mujeres constituyen una mayoría aplastante- no es otra cosa más que poner el cuerpo sexuado. A la prostitución va unida la trata donde las mujeres también son mercadeadas por sus cuerpos. Sexuados, claro. Y, qué decir de la pornografía, donde los cuerpos de las mujeres son golpeados y violentados, una y otra vez, para el disfrute de hombres –principalmente- que se divierten y se excitan con el dolor ajeno. La execrable práctica de los vientres de alquiler es utilizar la capacidad reproductiva de las mujeres pobres para culminar los deseos de paternidad o maternidad de quienes pueden pagarlo en un mercado que sólo entiende de beneficios y en el que, previamente, se ha jugado con la salud de otros cuerpos de mujer para la extracción de óvulos sin que importen las consecuencias de las jóvenes que se someten a esta técnica para paliar sus necesidades económicas.

Porque, en el mundo de los cuidados, las mujeres continúan siendo las reinas, las responsabilidades de la infancia y el hogar caen como losas sobre los cuerpos sexuados de mujer, los mismos que soportan las situaciones de acoso en sus trabajos

Los estándares marcados por la moda tienen en el punto de mira los cuerpos de las mujeres. Diseños incómodos, nada funcionales, en cuerpos esqueléticos –cuando no enfermos- presentan unos estilismos imposibles de conseguir para la mayoría de las mujeres. Hace algunos años, la anorexia se cebaba con las más jóvenes –eran niñas y adolescentes, en su mayoría- las que rechazaban la comida para cumplir con los cánones impuestos por una sociedad que odia los cuerpos reales. Y ahora nos enfrentamos al transgenerismo donde vuelven a ser las niñas y adolescentes las que optan por mutilar su cuerpo en un intento de huir de los estereotipos asociados a la feminidad.

Nos acercamos al 1 de mayo, Día Internacional del Trabajo y vuelven a ser las mujeres las que presentan peores cifras de empleo, salarios más bajos en los sectores más precarizados, donde las reducciones de jornada penalizan las cotizaciones y con ellas las futuras pensiones. Porque, en el mundo de los cuidados, las mujeres continúan siendo las reinas, las responsabilidades de la infancia y el hogar caen como losas sobre los cuerpos sexuados de mujer, los mismos que soportan las situaciones de acoso en sus trabajos.

Poner el cuerpo, dice la posmodernidad. ¿Aún más? La incongruencia del mensaje es total cuando vivimos un momento en el se está empujando a la juventud y la adolescencia a vivir en el mundo donde la materialidad del cuerpo se ha abandonado para fiarlo todo al universo de los sentimientos, ese etéreo lugar donde el deseo ocupa todo el espacio. Casi recuerda a aquella novela publicada en 1955 por Jack Finney con el título The body Snatchers (Los ladrones de cuerpos) llevada al cine por primera vez en 1956 donde las personas vagaban por las calles sin identidad completamente abducidas por extraterrestres que anulaban su voluntad tras introducirse en su materialidad corporal. La única diferencia es que estos cuerpos andantes no tenían deseos.

Poner el cuerpo, dicen. ¿Pero qué me estás contando?

 

 

 

 

 

 

Imagen de Cristina Prieto

Madrileña afincada en Andalucía desde 1987, primero en Almería y posteriormente en Granada donde he desarrollado mi carrera profesional como periodista. Me licencié en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, cursé mi suficiencia investigadora en la Universidad de Granada dentro del programa Estudios de la Mujer y leí mi tesis doctoral en la Universidad de Málaga.