Doctor Norman Bethune, héroe de La Desbandá
El doctor Henry Norman Bethune llegó a España al frente del Servicio Canadiense de Transfusión de Sangre para colaborar en la defensa de la República, que resistía ante el golpe militar franquista, pues cómo el mismo decía: “la democracia se debate entre la vida y la muerte”. Decidió trasladarse con su equipo médico a los frentes de guerra por considerar que el suministro de sangre en las trincheras podría paliar el número de bajas entre los soldados republicanos.Y es que Bethune concibió la idea de transfusiones de sangre in situ y desarrolló la primera unidad médica móvil. La unidad contenía suficientes suministros y medicinas para cien operaciones. Además, organizó un servicio para recoger la sangre de los donantes y trasladarla al frente de batalla, salvando así incontables vidas.
Estando en Valencia, conoció la noticia sobre la masacre de la desbandá. Se trasladó entonces a Almería, recogiendo con su ambulancia a los heridos que venían huyendo por la carretera desde Málaga. Los investigadores Arenas y Girón lo describen así: “El doctor Bethune se encontró una riada de personas masacradas por tierra, mar y aire. Dicha columna humana la componen fundamentalmente mujeres, ancianos y niños; todos ellos exhaustos, hambrientos y angustiados por la situación que acaban de vivir…. Desbordados ante la avalancha humana que pide ser rescatada de ese infierno, Bethune y sus compañeros deciden establecer unas prioridades y llevar fundamentalmente a enfermos y niños.
Durante siete días y siete noches, él y sus ayudantes Hazen Sise y Thomas Worsley socorrieron a los heridos y ayudaron en el traslado de refugiados hacia la capital almeriense. Bethune lo contó en su diario: "...Lo que quiero contaros es lo que yo mismo vi en esta marcha forzada, la más grande, la más horrible evacuación de una ciudad que hayan visto nuestros tiempos...." Y más tarde, señalaba: “Yacían hambrientos en los campos, atenazados, moviéndose solamente para mordisquear alguna hierba. Sedientos, descansando sobre las rocas o vagando temblorosos sin rumbo. Los muertos estaban esparcidos entre los enfermos con los ojos abiertos al Sol”. Y más tarde se preguntaba: “¿Qué crimen habían cometido estos hombres de la ciudad para ser asesinados de modo tan sangriento? Su único crimen había sido el de votar por un Gobierno del pueblo”. Esta traumática experiencia le llevaría a escribir su relato El crimen de la carretera Málaga-Almería.
'Aquella avalancha humana huyó presa de pánico cuando las tropas franquistas -con el apoyo de sus aliados nazis y fascitas italianos- ocuparon Málaga el 8 de febrero de 1937'
Aquella avalancha humana huyó presa de pánico cuando las tropas franquistas -con el apoyo de sus aliados nazis y fascistas italianos- ocuparon Málaga el 8 de febrero de 1937. Una desbandá provocada por el general golpista Queipo de Llano, que desencadenó una campaña de terror radiofónico, desde los micrófonos de Radio Sevilla, con soflamas amenazantes como ésta: “Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombre de verdad -vociferaba Queipo-. Y, a la vez, a sus mujeres. Esto es totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora, por lo menos, sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen o pataleen”. Desde aquel día, la represión fue terrible. La mayor violación de los derechos humanos cometida por el franquismo desde el inicio de la guerra civil.
Bethune, un testigo excepcional
Así lo confirma Julián Zugazagoitia, testigo de la masacre y ministro de la República, que fue fusilado por Franco el 9 de noviembre de 1940: “Sobre la masa empavorecida que desertó de Málaga, huyendo de las represalias, los aviones de Franco y los navíos nacionalistas se cubren de oprobio. En vuelos rasantes, las ametralladoras agotaron sus municiones sobre la muchedumbre desesperada. Madres que se negaban a desprenderse de sus hijos muertos perdieron la razón. Otras, creyendo salvarse, se arrojaron al mar donde perecieron. La carretera quedó cubierta de cadáveres y moribundos…. La carretera es un calvario, de infinitas cruces”.
El historiador Antony Beevor fue otro testigo de este crimen de guerra: “Hombres, mujeres y niños huyeron de la ciudad por la carretera de Motril pero fueron machacados sin piedad por las bombas de la aviación y de la armada…”. Los que se quedaron no corrieron mejor suerte, añade, ya que fueron ejecutadas unas 3.500 personas durante la primera semana, desde la ocupación de la ciudad. Y el diplomático norteamericano, Edward Norton, también nos dejó su testimonio de la brutal represión: “…desde el 15 de febrero de 1937 hasta el 25 de agosto de 1944 otras 16.952 persona fueron condenadas a muerte y fusiladas”.
Pero de todos ellos, Norman Bethune fue sin duda un testigo excepcional de aquella agresión brutal contra la población civil en un conflicto armado. Especialmente, cuando dicha agresión se perpetró contra civiles heridos, enfermos, personal sanitario y personas fuera de combate. Es decir, ataques indiscriminados y excesivos contra población civil, con la finalidad de aterrorizarla. Y además, los ataques en la carretera de Málaga a Almería causaron de 3.000 a 5.000 víctimas mortales.
Hazen Sise, compañero del doctor Bethune, ejerció también como periodista, dejándonos un reportaje gráfico impresionante sobre aquellos crímenes, la única prueba fehaciente para que nadie pueda negar la masacre. Tras salvar a muchas víctimas de la Desbandá, Norman Bethune volvió a Canadá el 6 de junio de 1937. En su país, realizó una gira con el fin de recaudar fondos y voluntarios para luchar contra el fascismo y en defensa de la República.
El profesor Javier de Lucas destaca cómo el doctor Bethune, además de ser un “comunista de convicción”, estuvo “comprometido con un ideal de “justicia sin fronteras” que expresó a través de su ayuda “a la población civil en los conflictos bélicos”. De ahí que lo defina como un ejemplo de “lucha por el reconocimiento y garantía efectiva de los derechos humanos y, en particular, por el avance del Derecho Internacional Humanitario”. Bethune arriesgó su vida y puso su conocimiento al servicio de la población civil indefensa, atacada de forma salvaje por los militares sublevados, víctimas, por tanto, de crímenes contra la humanidad.
Médico sin fronteras
Este médico sin fronteras, como le gustaba definirse, marchó después a China. En el país asiático se unió al Ejército Rojo, que combatía en la segunda guerra chino-japonesa, un conflicto que había estallado en julio de 1937. En China, el médico canadiense realizó tareas de formación, redactó libros de texto y trabajó como cirujano de campaña durante un año. El mismo anotó en su diario: “Es cierto, estoy cansado, pero creo que hacía mucho tiempo que no era tan feliz. Estoy contento. Hago lo que quiero hacer. ¿Por qué no iba a ser feliz?
Efectivamente, Norman Bethune fue feliz en China hasta noviembre de 1939, cuando se cortó en una intervención quirúrgica y la infección de la herida le causó la muerte. En 1940, el líder comunista Mao Zedong escribió el texto En memoria de Norman Bethune, para rendir homenaje al médico de la revolución. Y desde 2017, un monumento en el paseo marítimo de Motril recuerda a este cirujano canadiense que había salvado la vida a tantos vecinos, conocido como el héroe de la Desbandá.
Las fotografías incluidas en este artículo han sido facilitadas por el autor. Las del doctor Norman Bethune y la población huyendo por la Carretera entre Málaga y Almería son de Hazen Sise, que fue colaborador del médico. La del busto instalado en el Paseo Marítimo de Motril es del autor del artículo.
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