Traidores
Una de las primeras conductas que aprendemos desde el primer momento en que entramos en contacto con la sociedad es que la traición es uno de las más deleznables actuaciones que puede cometer un ser humano. El traidor debe ser castigado y recordado como ejemplo de lo que no se debe hacer. El traidor es la maldad. El cristianismo elaboró la metáfora de la traición y le puso nombre: Judas Iscariote. Así, en la memoria cultural occidental Judas representa la maldad hecha persona. Dante coloca a los traidores en el noveno círculo del infierno, el peor de todos, por debajo de los violentos, los soberbios o los defraudadores. Allí Judas y Bruto conviven junto a lucifer y los demonios. Son muchos los ejemplos que la historia nos proporciona y seguro que cada uno podemos nombrar a más de una docena.
Con la edad, la experiencia y la lectura, algunos de los traidores dejan de ser personajes tan nítidamente trazados. Así, nos planteamos que quizá Judas simplemente podía ser uno de los muchos judíos levantiscos que luchaba contra el Imperio romano, al igual que Jesús, y que éste podía ser uno de los muchos rabinos que pululaban en la Judea de la época. También empezamos a entender que Judas es la occidentalización de Yehudá, el judío, y empezamos a entender que a través de un personaje que representa a un pueblo se construye una narrativa que degenerará en el antisemitismo racial y en uno de los momentos más negros de la historia de la humanidad.
Igualmente, con la experiencia, la lectura y la reflexión nos damos cuenta que señalar a alguien de traidor es marcarlo con un estigma que lo perseguirá allá donde vaya y se esconda donde se esconda; de eso fueron maestros Stalin y sus seguidores. Arthur Kloester nos narra de manera magistral el procedimiento en “Desde el cero al infinito”, otros escritores como Babel o Grossman dejaron en sus escritos testimonio de una manera de actuar en el que la traición se convirtió en venganza y en destrucción del disidente, del que se oponía a la verdad dictada y esculpida en los muros de la sinrazón.
No todos los traidores son seres despreciables, muchos de ellos sencillamente son personas que no han querido pactar el silencio con sus conciencias y han decidido rebelarse ante el poder y la autoridad: han aprendido a decir no, como Camus nos mostró en “El hombre rebelde”. Hoy, la política es posiblemente el mejor escenario donde esto puede observarse, eso sí, teniendo en cuenta que la línea que separa esa traición moral con la teatralidad y el interés político es muy débil.
Tony Judt, en su magistral posguerra describe paso a paso el mecanismo que utilizaron los comunistas para hacerse con el poder en los países del Este. Sus enemigos no eran los grandes partidos agrarios conservadores sino la socialdemocracia: aquellos que se situaban en el espacio ideológico que ellos pretendía. El primer paso fue el acercamiento a su ala izquierda, el segundo la fagocitación, y entre medias, aquellos que se opusieron fueron señalados con el dedo y acusados de traidores. El resto es historia conocida.
En la Europa contemporánea y en la España actual, la socialdemocracia ha cometido errores tan graves que ha permitido que, de nuevo, el fantasma de aquellos que una vez se apoderaron de las conciencias y helaron el corazón de media Europa, se presente de nuevo convertido en movimientos populistas. Los líderes socialdemócratas españoles, y sus jóvenes cachorros, acostumbrados a la lucha interna por el poder y el navajeo del partido, creyeron que el solar les correspondía por herencia y abandonaron las fronteras que debían de guardar, cuidar y defender. Los nuevos/antiguos bárbaros regresan, los señalan con el dedo, y los acusan de traidores con la actitud y el desprecio de los totalitarios y rufianes.
Antonio Bernardo Espinosa Ramírez es Doctor en Información y Comunicación por la Universidad de Granada. Máster en Información y Comunicación Científica por la misma universidad. Actualmente es Director académico y profesor de la Escuela Superior de Comunicación y Marketing.
En el terreno investigador es Investigador colaborador del Instituto de la Paz y los Conflictos de la UGR y miembro del Grupo de Investigación Secaba Lab de la UGR. HA formado parte del Grupo Hebraístas Andaluces y del Seminario de Estudios Judíos Contemporáneos. Así mismo, ha formado parte del equipo de investigadores que han desarrollado el proyecto “Generaciones de Plata” que ha permitido recuperar la memoria de los científicos andaluces. Autor de numerosas publicaciones, centra sus investigaciones en el campo del antisemitismo, de la memoria colectiva y la memoria cultural, y sus mecanismos de creación y transmisión a través de los medios de comunicación y el espacio público. Actualmente trabaja sobre el espacio público granadino como lugar de confrontación de narraciones y memorias a través del Paisaje Lingüístico Ha sido profesor invitado en Oranim Academic College (Israel). Profesionalmente fue documentalista en el Archivo Manuel de Falla y responsable de Comunicación de la Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa de la Junta de Andalucía en Granada.
Otro artículo publicado en El Independiente de Granada, junto a Yael Guilat :
Las calles de Granada y la Memoria Histórica