una referencia en el movimiento universitario en la lucha por las libertades

'José María Lozano Maldonado: del confinamiento en el Estado de Excepción de 1969 a su compromiso por las libertades democráticas (y II)'

Política - Alfonso Martínez Foronda - Sábado, 5 de Agosto de 2023
Alfonso Martínez Foronda completa con este magnífico artículo la biografía de un activista esencial en la Universidad de Granada en la lucha por la conquista de las libertades democráticas en España.
José María Lozano Maldonado y Guillermina García, su mujer, en 1976.
Cedida por José María Lozano.
José María Lozano Maldonado y Guillermina García, su mujer, en 1976.
Si no tuviste ocasión de leer la primera parte o quieres volver a leerla: 'José María Lozano Maldonado: el cristianismo como compromiso social (I)'

Nada más conocerse la noticia del Estado de Excepción que aparece en todos los medios el sábado día 25 de enero de 1969, el SDEUG convocará para el lunes día 27 una asamblea a mediodía en la Facultad de Filosofía y Letras que, por la expectación que había provocado la noticia, se llenará de estudiantes, ya que era la primera vez que todos ellos vivían esta experiencia de la que apenas saben nada y, menos, sospechan sus consecuencias. Una asamblea donde se traducen algunas diferencias entre los principales actores en el seno del SDEUG, los militantes de FECUM y los del PCE y de su órbita, porque cuando los segundos plantean la necesidad de mantener la movilización mientras durase el Estado de Excepción, los primeros llegan incluso a cuestionarse la propia existencia del sindicato democrático. Ninguno de ellos calculaba, entonces, que un Estado de Excepción era una fórmula jurídica perfecta para eliminar cualquier derecho –ya de por sí restringidos en la dictadura- y, sobre todo, para romper la dinámica movilizadora, ya que se podía detener a cualquiera durante todo el tiempo que durase dicho periodo excepcional, sin ninguna garantía jurídica. Pero, el ascenso del movimiento estudiantil en Granada desde el nacimiento del SDEUG había proporcionado a los activistas la suficiente fuerza como para creer que podían seguir luchando en estas condiciones adversas. Y, aunque sabían que en la asamblea –como en todas ellas- había policías secretas, no consideraron que las detenciones comenzarían nada más acabar la asamblea y, de hecho, a las pocas horas ya habían sido detenidos los que a juicio de la BPS eran los activistas más peligrosos o los que tenían precedentes policiales. Entre ellos, a José María Lozano Maldonado, Arturo González Arcas, Antonio Díez Rodríguez, Javier Terriente Quesada, Miguel Ángel Pérez Espejo o José María Alfaya González, entre otros.

Es una caída en la que no será detenido ningún militante del PCE en esos momentos porque la BPS, todavía, no tenía una información precisa sobre la organización de ese partido en la Universidad

Esta caída estará asociada, por tanto, a representantes del SDEUG donde hay algunos próximos al PCE, como José María Alfaya o Juan de la Cruz Bellón, otros de la FECUM (José María Lozano o Arturo González Arcas) y otros sin adscripción ideológica definida. Más allá de su implicación en el desarrollo del Sindicato Democrático de Estudiantes, casi todos ellos habían participado, de forma más o menos activa, en el desarrollo del mismo, en las asambleas, en actividades culturales o en la propaganda anti régimen. Es una caída en la que no será detenido ningún militante del PCE en esos momentos porque la BPS, todavía, no tenía una información precisa sobre la organización de ese partido en la Universidad.

Pero sigamos, por el testimonio de José Lozano, esa detención. Él había asistido a la asamblea de la Facultad, en la que estaba como Secretario de Actas. Hacia las dos de la tarde terminaron la asamblea y recuerda que se despidieron todos “como el que va a un entierro”. Recuerda que:

“Llego a mi casa a mediodía. Me abre la puerta mi hermana, que acababa de tener una niña, viene con la hija en brazos y la cara descompuesta. Me da un vuelco el estómago, y me dice: “Están aquí”. Me encuentro con dos policías relativamente jóvenes dentro de mi casa esperando a que yo llegara, los dos de paisano. Toda mi familia, padres, hermanos y abuelos, descompuestos. No sé si los policías se identificaron a mis padres. Además, en aquella época no teníamos conciencia de derechos y me dicen que van a hacer un registro. Yo no tenía cuarto, porque al vivir con mis abuelos, nos faltaba una habitación. Las tres niñas estaban en una habitación y en el salón junto a la sala de estar tenía una cama mueble, que es donde estuve toda mi vida hasta que me casé, y mis cosas las tenía como en una zona de servicio donde había una despensa grande, con una silla, una mesa y mis cuatro cosas, de donde había sacado los panfletos para tirarlos. En aquel salón tenía una biblioteca no muy grande donde tenía los libros. Ellos fueron directamente a la zona donde tenía los libros. Fueron respetuosos. No hicieron lo que parece hicieron en otras casas (pegar patadas, tirar los cajones…). Fueron sumamente correctos. Dijeron que tenía que haber testigos y mi cuñado, que ya había llegado a casa, hizo de testigo y no sé si un vecino de arriba, porque la ley decía que tenía que haber dos testigos. No sacan nada especial. Se sonríen. Casi todos los libros eran de marxismo mezclados con libros de Historia, mis libros de texto, mis apuntes, pero no había ningún libro de ninguna editorial prohibida, eran todos libros autorizados, de la editorial ZYX, pero aquello no era punible, tampoco se llevaron nada. Me preguntaron si había otro sitio, les dije que sí, el de al lado de la cocina, entraron y no había nada. Me dijeron que me debían de detener. Y como los policías habían venido andando, mi cuñado se prestó a llevarnos en su coche, y en el 600 los dos policías y yo, uno delante y otro atrás conmigo.  No voy esposado. A mis padres les vi la cara y, lógicamente, estaban destrozados. Para ellos es una sorpresa, no saben de mis actividades, las mantenía en silencio en mi casa. Mis padres, que han vivido la guerra, aunque en zona franquista, estaban asustados. Siempre había escuchado a mi padre que no me metiera en política, que no me metiera en política, que la política era mala, y como estaba metido en temas religiosos no sospecharon nunca que se me pudiera considerar ilegal y, por tanto, estaban muy tranquilos. Por eso se quedaron pasmados de la sorpresa, paralizados, y más cuando ellos aceptaban el poder del régimen. Por mi parte entró en una especie de ensoñación, no sabía cómo me iba a comportar, todo era nuevo para mí, a verlas venir, no soy rebelde, y mi actitud es lo que venga vendrá y lo tengo que asumir.” (Entrevista a José María Lozano, en AHCCOO-A).

Y, una vez en la Comisaría de Los Lobos, en la calle Duquesa, lo registran para quitarle los objetos personales

Y, una vez en la Comisaría de Los Lobos, en la calle Duquesa, lo registran para quitarle los objetos personales. Se tendrá que desprender de la correa. Es la primera vez que pisa ese lugar de represión y, aunque todos los antifranquistas conocían historias al respecto, cada cual lo llevaba de una forma distinta:

“Te impresiona, pero no sentí miedo en ningún momento, excepto el encogimiento de estómago como cuando oí a mi hermana decir “Están aquí”. Es el único momento en que sentí pánico, pero me repongo y entré en una situación de asumir lo que venga. No tenía miedo porque todo fue hecho con suavidad, no hubo violencia, no hubo gritos, no fui esposado, no iba en coche oficial, ni siquiera en el vecindario se enteraron. Me meten directamente en el calabozo. Hay un patio de luces. No sé si con claraboya, y allí hay tres calabozos en batería, porque la 4ª y 5ª puerta debían ser wáteres. A ese patio se accede por una escalera en donde había un cuarto de guardia y allí estaban los policías armados que custodiaban a los detenidos de abajo. Los calabozos tienen la puerta cerrada, una reja y una bombilla permanentemente encendida por fuera. El calabozo debía tener unos 5 metros de largo por 3 de ancho y un banco de obra. No me acuerdo si había algún compañero detenido. Creo que estamos tres noches y los demás van llegando inmediatamente, a lo largo de la tarde, Terriente Quesada, Arturo González Arcas, Toni [Díez Rodríguez] que era el Delegado de la Facultad… Abdelkáder llegó después. Debíamos estar en dos calabozos porque éramos 10 o 12. En comisaría no nos dejan visitas, estamos incomunicados de la familia. Tampoco con abogados, hay incomunicación absoluta con el exterior”. (Entrevista a José María Lozano, en AHCCOO-A).

Los interrogatorios se centraron en saber de dónde y quién le había proporcionado un panfleto que se había repartido en Granada sobre el problema de los mineros asturianos

Y los interrogatorios. La Brigada Político Social estaba informada de los antecedentes de casi todos ellos porque eran personalidades públicas. Lozano reconoce que los conocían a todos, aunque eso no era difícil porque la “social” estaba infiltrada en todas las asambleas. La policía no tenía control, todavía, sobre los militantes del PCE, pero sí de quienes, como José María Lozano, eran miembros de la FECUM. Incluso en uno de los interrogatorios, uno de los policías, que hacía de bueno, le reprochará que cómo era posible que siendo de “comunión diaria, fuera un rojo”. Como en el resto, intentaron saber quiénes eran del PCE –su verdadera obsesión y no tanto si estaban en el SDUG- utilizando la técnica consabida de buscar sus puntos débiles, de decirles que otros “habían cantado” y, aunque no hay careos, los dejaron estar entre ellos, de forma que podían decirse lo que cada uno había declarado. José María reconoce que en esa caída, a pesar de todo, fueron unos privilegiados porque, visto en perspectiva, cuando se declara el Estado de Excepción de 1970, todo cambiará radicalmente en los interrogatorios no exentos de tortura. En su caso, los interrogatorios se centraron en saber de dónde y quién le había proporcionado un panfleto que se había repartido en Granada sobre el problema de los mineros asturianos. Y continúa recordando que los momentos malos era cuando te llamaban:

“… y te llevaban del brazo, sin esposas… Esos eran unos momentos malos. El único momento en que lo pasé peor fue en el tercer interrogatorio, donde hubo cinco policías y, en vez de estar sentado, estaba de pie. Y me hicieron como una rueda y me preguntaban cosas simultáneamente, y cuando iba a contestarle a uno, el de atrás te empujaba y te decía que eres un hijo puta y un maleducado que no le contestaba a él, pero fue muy corto…” (Entrevista a José María Lozano, en AHCCOO-A).

Es significativo el trato distinto que tendrán los miembros de FECUM del resto

Es significativo el trato distinto que tendrán los miembros de FECUM del resto. Los más conocidos eran Arturo González Arcas y José María Lozano. Y curioso que de todos los detenidos –a los que he tenido la oportunidad de entrevistar- solo a ellos dos los llevaron al despacho del Jefe Superior de Policía, Ángel Mestanza Soriano, a los dos días de ser detenidos. Y allí estaba, para sorpresa de ellos, el mismo Rector, Federico Mayor Zaragoza y los Decanos de Filosofía, Antonio Gallego Morell y el de Medicina, Vicente Salvatierra. Lozano recuerda que la noche anterior, se había quedado dormido encima de la manta, 

“…serían las 9 de la noche del segundo día, y tenía media cara roja. La gente nos había llevado mantas y comida. Les tomaban el nombre, pero nos la bajaban, porque los calabozos estaban asquerosos: había heces, había semen, mierda hasta arriba, daba asco y tratamos de no tener contacto físico con aquello, y nos sentábamos encima de las mantas, ya fueran prestadas o del ejército, pero eran muy duras y tenía la cara roja. Nos llevaron al despacho de Mestanza y nada más subir me dijo a voces “¿A ti te han pegado? ”No”, “Pues si te han pegado no mientas, es que estoy viendo que a tu Decano se le ha cambiado la cara porque cree que te han pegado” y era verdad. “No, es que he estado durmiendo sobre este lado”. Aquello nos animó mucho. Federico Mayor nos preguntó cómo nos estaba tratando y le dijimos que bien, que no había habido torturas, y era verdad, porque excepto la hostia a Terry [Javier Terriente Quesada], que quizás fue al día siguiente, había una violencia más psicológica que física. No recuerdo de qué se habló, pero sí vimos que el Jefe de policía estaba muy cabreado, cabreado con los decanos y con el Rector. Este nos dio ánimos y nos dijo que éramos representantes estudiantiles y que estaba negociando con el Gobernador Civil nuestra libertad, y el Jefe de policía le cortó a voces diciéndole que el que mandaba allí era él y no el Rector. Federico tuvo que tragar quina. Un discurso a voces en el que decía que ya se vería lo que se hacía, pero que el que mandaba allí era él y no el Rector. Aquello terminó y nos bajaron. Claro, bajamos con una inyección de moral… Se lo dijimos a la gente, que el Rector y los decanos estaban con nosotros. Yo ya no sé si hubo otras visitas y subieron otras personas al día siguiente. Nosotros empezamos a ver que lo nuestro iba a tener un fin.” (Entrevista a José María Lozano, en AHCCOO-A).

Federico Mayor recuerda que “fueron momentos de gran tensión” y se comprometió con ellos a que haría “todo lo posible y que iría personalmente y que miraríamos [junto a las autoridades] una fórmula paliativa”

Y es que mientras los alumnos estuvieron detenidos, se sucedieron las gestiones de Federico Mayor Zaragoza con el Gobernador Civil, Antonio Jiménez de Cisneros, cuyas relaciones eran cordiales. Algunos de los padres de los detenidos fueron a visitarlo manifestándole sus temores y angustias. Federico Mayor recuerda que “fueron momentos de gran tensión” y se comprometió con ellos a que haría “todo lo posible y que iría personalmente y que miraríamos [junto a las autoridades] una fórmula paliativa”.  Esa fórmula “paliativa”, o ese acuerdo, consistió, como veremos, en que estarían en la cárcel muy pocos días y, dentro de ella, en la enfermería, para que no se mezclaran con los presos comunes, temiendo “una reacción más fuerte”. Y, otro compromiso es que el Gobernador Civil no les abriría expedientes disciplinarios. (Entrevista a Federico Mayor Zaragoza, en AHCCOO-A).

El entonces Rector Federico Mayor Zaragoza (1968-1972), en una foto realizada en 2007 en su despacho de Madrid, por Alfonso Martínez Foronda.

Los testimonios de algunos de los detenidos vienen a confirmar que, al menos en Granada, el interés mostrado por el Rector, Federico Mayor Zaragoza, pudo influir decisivamente en el trato especial que recibieron los estudiantes de la UGR respecto al de otras provincia

Los testimonios de algunos de los detenidos vienen a confirmar que, al menos en Granada, el interés mostrado por el Rector, Federico Mayor Zaragoza, pudo influir decisivamente en el trato especial que recibieron los estudiantes de la UGR respecto al de otras provincias. Según algunos testimonios, como el de Arturo González Arcas, el Rector visitó la comisaría granadina de Los Lobos con la intención de conseguir las mejores condiciones para “sus estudiantes” en la comisaría:

“El Rector, Federico Mayor Zaragoza, se ocupó de que nos llegaran mantas desde el exterior, algunos bocadillos y comida… hay estudiantes que no han hablado del papel que hizo y han hecho ver que era un hombre del franquismo, pero yo creo que fue un liberal. Fue un elemento imprescindible para el desarrollo del movimiento estudiantil (…) Ninguno de nosotros fuimos sancionados académicamente, de hecho, lo que esperaba el régimen en ese momento era que se abriera expediente a cada uno de los alumnos detenidos y no llegó a suceder, ni siquiera llegó a incoarse inicialmente”. (Entrevista a Arturo González Arcas, en AHCCOO-A).

Sin embargo, y andando el tiempo, no todos los estudiantes tendrán la misma opinión del Rector, en la medida en que sus actividades políticas –sobre todo si son militantes del PCE- generen las suficientes contradicciones como para acusarlo de connivencia con el régimen. Pero, por ahora, la mayoría de los estudiantes detenidos valorarán la actuación del Rector como positiva.

Y a la enfermería de la cárcel

Efectivamente, ese “trato de favor” hacia estos detenidos se sustanciará en que cuando salen de los calabozos no pasarán por el Juzgado de Instrucción y, por tanto, no se les abre proceso en el TOP y los pasan directamente a la cárcel provincial. Esposados, de dos en dos, son conducidos en dos furgones policiales a la cárcel. Recuerda que, vistos desde fuera, se les veía “como una cuerda de presos risible.” Llegaron anocheciendo y tras el registro de nombres les vuelven a tomar las huellas dactilares que él “recuerda como más humillante que en comisaría”; les dan instrucciones básicas de cómo comportarse y los llevan a la enfermería. Ocuparon una habitación entera donde habría unas quince camas y afirma que también aquello era asqueroso: “si aquello era lo más limpio, cómo estaría el resto de la cárcel, porque tratamos de utilizar nuestras mantas” que les llevaron, probablemente, los amigos. A ese módulo, que estaba totalmente aislado, destinaron a un funcionario específico y fueron atendidos por Morata, un profesor adjunto de Medicina Interna, hombre del régimen, que compatibilizaba ambas funciones. Y durante su estancia en la enfermería, nadie les daba información sobre el destino que podrían tener, por lo que hubo algún que otro caso de ataque de ansiedad. No obstante, Maldonado recuerda que en los cuatro días que estuvo en la prisión, el peor momento fue el de la visita  de su padre:

Mi padre estuvo [en una visita] y quizás fue el único momento en que yo lloré. Fue con su consuegro, que era Director de banco en Granada y tenía amistades con la policía. Había un tal Santana, que era policía y tenía la licenciatura superior de Derecho, al que el consuegro de mi padre había acudido rápidamente; también a Antonio Carrascosa, el policía de mi curso, un hombre prestigiado, y luego me enteré que José María García Fuentes, que era Profesor Adjunto de Historia, muy amigo de [Joaquín] Bosque Maurell, pero hombre del Movimiento, no sé por qué motivo me tenía cierto aprecio como alumno, y a través de Bosque habla con muchos amigos que tenía en la policía para que no me pasara nada. Luego me enteré que había habido una enorme cantidad de gente interesándose por mi situación, y se llegaría a decir que yo era un equivocado y el tipo de cosas que se dice a la fiera para calmarla, pero me consta que ocurrieron.

Allí [en la cárcel] mi padre se pone a llorar. La situación era terrible: un locutorio muy grande donde reinaba el eco. Yo tenía una verja muy espesa, se veía mal a la otra persona, un pasillo por medio donde estaban los funcionarios y otra verja igualmente grande con un techo de 5 metros de alto, con lo cual tenías que hablar a voces con la otra persona. Aquello sí me impresionó: mi padre agarrado al barrote, yo al mío, y hablando a voces. Mi padre me decía que qué había hecho yo, que si yo era comunista, que cómo era posible que yo me hubiera hecho comunista. Y como en aquel momento vi que no era posible tener una conversación razonable, le dije a mi padre, a voces, que fuera a hablar con el Rector: “Federico Mayor te lo puede explicar, yo no puedo; habla con él que te lo explicará, yo soy representante estudiantil, pero habla con Federico Mayor, es muy importante que hables con él”. Es la única vez que me fui llorando a donde estaba. Menos mal que mi madre no fue. Un locutorio de esas características es muy fuerte. (Entrevista a José María Lozano, en AHCCOO-A).

A la deportación

La deportación o confinamiento de los detenidos durante los Estados de Excepción fue una medida tomada frecuentemente por los Gobernadores Civiles para alejarlos de sus lugares de origen. De esa forma también desactivaban la protesta o posibles movilizaciones de solidaridad. En el de 1969 fueron confinados o deportados estudiantes y obreros de Sevilla, Málaga y Granada. Como el lugar donde debían ser deportados era elegido por el Gobernador Civil, volvemos a observar el clasismo del régimen que distinguía claramente entre obreros y estudiantes. Así, los dirigentes obreros de Sevilla (Eduardo Saborido Galán y Fernando Soto  Martín –los dos máximos dirigentes de las CCOO-, junto a otros diez militantes obreros) fueron deportados por orden de José Utrera Molina a las sierras de Jaén, Granada, Málaga y Córdoba, alejados de sus familias y sin ningún tipo de recurso para sobrevivir. Pero, en el caso de los estudiantes granadinos, por ejemplo, fueron confinados a domicilios familiares alejados de Granada. Y ese confinamiento duraba hasta que terminaba el Estado de Excepción.

El Gobernador Civil de Granada comunica el 31 de enero de 1969  a José Lozano su confinamiento durante el Estado de Excepción de 1969 en Cáceres. Documento cedido por José María Lozano.

Al salir no sabían cuál sería su destino y, de hecho, pensaba que estarían en libertad sin cargos porque eso era lo que había trasladado a los padres el Rector

Los estudiantes de Granada irán saliendo de la cárcel en días sucesivos, habiendo permanecido en la enfermería, entre los cuatro y los siete días. En el caso de Maldonado, saldrá de los primeros. Al salir no sabían cuál sería su destino y, de hecho, pensaba que estarían en libertad sin cargos porque eso era lo que había trasladado a los padres el Rector tras su entrevista con el Gobernador Civil. Y, antes de ser desterrados, los padres son llamados al Gobierno Civil y, con sorpresa de éstos, allí se enteran que ha decidido confinarlos. Lozano recuerda que su padre cuando llega al Gobierno Civil están presentes el propio Gobernador, el Rector, el Alcalde de Granada José Luis Pérez Serrabona –era a su vez General Auditor del Cuerpo del Ejército- y, probablemente, el Jefe Superior de Policía, Mestanza Soriano.

“El Gobernador –recuerda José María Lozano- les dice a los padres que han decidido desterrarnos y que digan dónde tienen familiares fuera de Granada que puedan tutorizar, dar acogida. Mi padre se rebela un poco y dice que eso no es lo que estaba previsto, claro, porque el Rector le debía de haber dicho que no iba a pasar nada, y el Alcalde de Granada que está sentado al lado de mi padre le dice: “Cállese usted que bastante bien despachado va a salir su hijo, que muchas más cosas podían haber ocurrido. Dele usted gracias a Dios y cállese”. Y mi padre se calla. Cuando oye la frase “destierro por tiempo indefinido” se queda pasmado, “plazo indefinido” dice la orden.” (Entrevista a José María Lozano, en AHCCOO-A).

Y, al salir de la prisión en los primeros días de febrero, su padre lo está esperando. Se lo lleva a su casa y le comenta que tiene que llevarlo a Cáceres, donde vivía un tío suyo. Sus padres, abatidos, al menos tienen el consuelo de que se va con un familiar. Y al día siguiente, en tren, su padre y él, entre un silencio tenso, llegan a Cáceres. Y, aunque iban sin policía, lo que mostraba una cierta “magnanimidad” del régimen hacia los estudiantes, escondía un cierto maquiavelismo pues dejaban en manos de la familia la responsabilidad de que llegara a su destino y, posteriormente, se presentara diariamente en la Comisaría como forma de control. Al fin y al cabo, la deportación de estos estudiantes mantenía las formas y el compromiso adquirido con las autoridades académicas de que no “se les puteara excesivamente”, pero no dejaba de ser una medida desproporcionada.

El Gobernador Civil de Granada comunica el 25 de febrero de 1969 el fin del confinamiento a José Lozano. Documento cedido por José María Lozano. 
La Dirección General de Seguridad, el 4 de noviembre de 1972, comunica que se le han cancelado los antecedentes policiales que arrastraba. Documento cedido por José María Lozano.

Las cuitas de José María Lozano no terminarían ahí porque tu tío, una persona de ultra derecha, no dejó de zaherirlo. Maldonado lo pasó mal en casa de su tío:

“Yo, decía en broma, hubiera preferido la cárcel. Todos los días con el telediario a la hora de comer me montaba un mitin del carajo. Me decía que yo era un hijo de puta, que estaba matando a mis padres, que era un rojo de mierda, que para eso habían hecho ellos la guerra, que era un sinvergüenza… Todos los días. Tenía 11 hijos, gente humilde, carpinteros, alguno había estudiado; fui muy bien acogido por la parte de la familia, mis primos, que tenían estudios, con cariño y afecto, pero mi tío fue un auténtico carcelero. La gente temblaba ante él cuando llegaba a su casa, como un capo de la mafia con un poder enorme, y mi tía no hablaba en su presencia, cuando veía que no podía comer decía “deja al chico, bastante está pasando él”, pero lo decía con la boca pequeña, y él me demostraba su desprecio. Yo me puse malo a partir de la segunda semana, no sé si de estrés o de angustia, con grandes dolores de cabeza, porque se me hizo insoportable la estancia en la casa de esa familia. Pero era lo que había. (Entrevista a José María Lozano, en AHCCOO-A).

Y para cerrar el círculo, la Brigada Político Social de Cáceres. Esperaban que llegara a firmar, como todos los días, y los más ultras no dejaban de insultarlo:

“Yo nunca he recibido más insultos que en Cáceres: “hijo de puta, firma aquí que probablemente no vayas a casa de tu tío, si te detenemos esta noche no te vayas a extrañar, que tú estás aquí muy bien, mañana igual no vuelves y te metemos en la comisaría”. Era un puteo psicológico muy fuerte. Me seguían por la ciudad.” (Entrevista a José María Lozano, en AHCCOO-A).

Un mes más tarde del inicio del Estado de Excepción, el Gobernador Civil de Granada, Antonio Gómez Jiménez de Cisneros, resuelve levantar las sanciones impuestas a estos estudiantes, coincidiendo con la visita que realiza el Ministro de Obras Públicas a la ciudad para lanzar propagandísticamente el famoso –por fallido- Polo de Desarrollo Industrial

El tiempo se le hizo eterno pero, afortunadamente, un mes más tarde del inicio del Estado de Excepción, el Gobernador Civil de Granada, Antonio Gómez Jiménez de Cisneros, resuelve levantar las sanciones impuestas a estos estudiantes, coincidiendo con la visita que realiza el Ministro de Obras Públicas a la ciudad para lanzar propagandísticamente el famoso –por fallido- Polo de Desarrollo Industrial, que había aprobado el Consejo de Ministros el día 21 de ese mismo mes. En esta ocasión, el Gobernador, adornándose con la fraseología rimbombante del régimen y, dentro del espíritu paternalista que les era tan familiar, levanta la sanción a los estudiantes afectados por estas medidas disciplinarias y, en concreto, “las limitaciones impuestas a su libre residencia”, “valorando la sensatez y cordura de la inmensa mayoría del alumnado universitario”, al tiempo que deseaba que la “paz ciudadana” imperara de nuevo en los recintos universitarios que “tienen por fin formar lo más elevado del ser humano” y todos puedan entregarse a la “realización del esplendoroso futuro que tiene reservado Granada y su provincia”. (Diarios Patria e Ideal de 25 de febrero de 1969, pp. 11 y 13,  respectivamente ). Esta declaración a los medios de comunicación se trasladará también a los afectados cuando se les comunica, por oficio fechado el 25 de febrero, que les levanta “su residencia forzosa”, pero les recuerda “que  sepan valorar esta prueba de benevolencia, correspondiendo a ella con su conducta en lo sucesivo”. (Oficio del Gobierno Civil de Granada a José María Lozano Maldonado, Neg. Orden Público, núm. 4.326, de 25 de febrero de 1969. Copia en AHCCOO-A).

Grupos de alumnos y alumnas en 1970. En la parte superior, de izquierda a derecha, José María Lozano, Francisco Gutiérrez Contreras, Jesús Carreño Tenorio, Fernando Fernández; en el centro de la foto, con jersey de cuello vuelto, Fernando Martínez López y en la misma fila, a la derecha, Socorro Robles Vizcaíno; abajo, a la izquierda, Manuel Pezzi. Foto cedida por José María Lozano.

José María Lozano, enterado del anuncio, le faltó tiempo para comprar el billete de vuelta y, en tren llegó a Sevilla donde lo estaba esperando el consiliario de la FECUM, Ignacio Molina, que lo acompañará hasta Granada

José María Lozano, enterado del anuncio, le faltó tiempo para comprar el billete de vuelta y, en tren llegó a Sevilla donde lo estaba esperando el consiliario de la FECUM, Ignacio Molina, que lo acompañará hasta Granada. Como los demás se reincorporará a sus clases y a su rutina académica. En todos los casos, la reacción del profesorado será positiva y, en muchos de ellos, les facilitarán la recuperación de clases, apuntes o exámenes. Al final, el mayor castigo que les sobrevino por ser detenidos durante el Estado de Excepción –y en algún caso por estar inmersos en algún expediente del TOP- es la supresión de la prórroga del Servicio Militar por estudios. La mayoría de ellos tendrán que hacer la mili en el curso siguiente sin haber acabado las carreras y, aunque en ningún caso, esto supuso la interrupción definitiva de las mismas, sin embargo, fue un obstáculo que debieron superar al finalizar este paréntesis temporal obligatorio. En el caso de José María Lozano, estando en Cáceres, lo llaman a filas y comprende que tiene que olvidarse de hacer las Milicias Universitarias porque, de hecho, cuando comienza a hacer la documentación le plantean que debe presentar el certificado de buena conducta y en la policía le habían dicho que eso “ni lo sueñes”. Como tenía que incorporarse al servicio militar en 1970, para no perder el curso, le pide al Rector que pudiera matricularse de 4º y cinco asignaturas de 5º y en el curso 1970/71, cuando va a la mili solo le quedaban tres asignaturas, de forma que acabará la carrera al mismo tiempo que la mili.

Distintos momentos de José María Lozano haciendo el servicio militar en el Regimiento Extremadura 15 (Algeciras) o prácticas de tiro en Cerro Muriano durante 1970. Fotos cedidas por José María Lozano.

Para entonces José María Lozano había decidido plantarse, es decir, dejar la lucha. La represión no solo deja profundas cicatrices, sino que en no pocos casos paraliza. Cuando él vuelve de Cáceres le llegarán mensajes no solo de la familia, sino de otros amigos que lo habían ayudado, algo así como “tío, hasta aquí hemos llegado, te van a destrozar tu vida, tú verás lo que haces, pero como continúes por ahí ya no te podremos ayudar.” Y eso fue doloroso porque, como él recuerda:

“…es que se me dijo por parte de la policía y de gente amiga que no solamente me tenía que apartar, sino que tenía que hacerlo evidente. Eso es terrible, porque que tú vayas al bar de la Facultad a tomarte algo en el recreo de las 11.30 y no te puedas poner al lado de tío que sabes que está vigilado… Eso lo tuve que hacer y fue muy doloroso. Fue la parte más dolorosa de una retirada paulatina. Yo era un individuo quemado, no servía para nadie en la organización”. (Entrevista a José María Lozano, en AHCCOO-A).

Y es que la represión fue, en no pocos casos, eficaz. No solo entre los activistas, sino de modo general porque muchos estudiantes tenían miedo de ser significados porque se jugaban no solo la libertad, sino su propia carrera. Los últimos años del franquismo son, para José María, de transición política personal. A  la muerte del dictador, se irá vinculando, como otros miembros de FECUM, a la corriente andalucista Alianza Socialista de Andalucía (ASA) que arranca en Granada en marzo de 1976.  Muchos de sus militantes (Pedro Ruiz Morcillo, Arturo González Arcas, José María Lozano Maldonado, Fermina Puertas, Eladio José y Heliodoro Fernández Nieto…) procedían de organizaciones y comunidades cristianas de base, especialmente de HOAC y FECUM. El núcleo fundacional en Granada “estuvo integrado sustancialmente por personas pertenecientes a esta organización [FECUM], y, curiosamente, se engrosaría con un buen número de elementos que venían de los grupos scouts (introducidos en la ciudad a principios de la década de los sesenta por religiosos enseñantes, tuvieron su foco de irradiación en las escuelas del Padre Manjón), canalizados hacia el partido por Eladio Fernández Nieto, miembro de la comisión permanente de ASA.

Foto de la orla de la promoción de José María Lozano en 1971. Cedida por José María Lozano.

Tras el Primer Congreso, celebrado en noviembre de 1976 en Sevilla ya bajo la legalidad, la organización, refundada como PSA, se presentó en Granada en una reunión de simpatizantes en el salón de actos del Colegio Mayor Loyola que presidieron Eladio Fernández Nieto, Francisco Torres González y José María Rosales de Angulo y que intervinieron junto con Pedro Ruiz Morcillo y Ramón José Vázquez García. Sus estudiantes universitarios y de enseñanzas medias fueron los impulsores principales de la difusión de los símbolos autonómicos por la ciudad, mediante carteles, pegatinas y colocación de banderas, y propagaron la idea del “poder andaluz”, aunque su influencia real en el movimiento estudiantil fue escasa debido a su tardía aparición en el escenario político, en un momento, además, que exigió su dedicación a tareas electorales y de participación en las instituciones democráticas.  Su preocupación por la recuperación del patrimonio histórico andaluz les llevó a estar presentes en muchas de las luchas vecinales en contra de la destrucción de inmuebles histórico-artísticos de la ciudad, lo que acarreó la detención de algunos de sus militantes.

Cartel electoral del PSA al Senado por Granada en las elecciones de 1979, en el que aparece José María Lozano Maldonado.

José María Lozano se presentará a las elecciones del Senado en la primavera de 1979, siendo el más votado de la lista del PSA para el Senado: 26.000 votos. Pero la política, tan difícil en cuanto a las pugnas internas o intereses determinados, hizo que confrontase con Rojas Marcos cuando éste, por un golpe de mano cambió la alcaldía de Granada –donde el PSA fue la lista más votada- por la de Sevilla

Así, José María Lozano se presentará a las elecciones del Senado en la primavera de 1979, siendo el más votado de la lista del PSA para el Senado: 26000 votos. Pero la política, tan difícil en cuanto a las pugnas internas o intereses determinados, hizo que confrontase con Rojas Marcos cuando éste, por un golpe de mano cambió la alcaldía de Granada –donde el PSA fue la lista más votada- por la de Sevilla. Luego, el posicionamiento de buena parte del partido en contra del acuerdo del PSOE para gobernar los primeros ayuntamientos democráticos, que supuso el canje del Ayuntamiento de Granada por el de Sevilla, les costó, además de algunos expedientes a líderes de primera hora (Pedro Ruiz Morcillo, Francisco Torres, Arturo González Arcas, Eladio Fernández Nieto…), una pérdida incesante de la rápida influencia que habían obtenido en la sociedad granadina y su práctica desaparición entre los estudiantes más comprometidos. Fue el caso de José María Lozano, que confrontó con Rojas Marcos cuando se cambió el ayuntamiento de Granada por el de Sevilla y entregó el carné y hasta hora, aunque eso dejó jirones al suponer que dejaba abandonados a sus compañeros del Ayuntamiento. Es algo que todavía le pesa. Luego tuvo sus coqueteos con el PSOE, en el que no entró nunca, aunque sabe y se siente socialista porque, como él mismo afirma, “yo soy socialista y nunca dejaré de serlo y mi propia profesión de geógrafo me ayuda a mantener criterios socialistas".

Recién casados, José María y Guillermina posan con sus padres y hermanos en 1976. Cedida por José María Lozano.
Resumen profesional

Licenciado en Geografía e Historia (1971). Doctor en Filosofía y Letras (1981) con una tesis doctoral sobre la Estructura Económica del Campo de Gibraltar. Profesor interino en el Departamento de Geografía Humana de la UGR desde 1971 y Profesor Titular de Universidad desde 1984. Coordinador del Programa de Doctorado “El análisis geográfico en la Ordenación del Territorio y el Medio Ambiente (1998-2001) presidiendo los tribunales examinadores. Secretario del Departamento de Geografía Humana de la UGR (1986) y (1995-96). Director del Departamento de Geografía Humana de la UGR (1996-99). Es autor de varios libros, capítulos de libros y artículos en revistas indexadas en el campo de la Geografía Económica. Miembro de diez tribunales de tesis doctorales en diversas universidades españolas y otros tantos para el acceso a plazas de PTU. Evaluador externo desde 1982 de la “Revista de Estudios Regionales” de las universidades andaluzas y de la revista “Estudios Geográficos”. Coordinador de Geografía Sócrates-Erasmus para las Universidades de Bari (Italia) y Cergy-Pontoise (París XIII), 2003.

José María Lozano, nombrado Secretario de la Facultad de Filosofía y Letras de Granada en 1984. Cedida por José María Lozano.

En gestión universitaria: miembro del Claustro Universitario por elección (1984-2008) y de la Junta de Facultad de Letras (1990-2008). Vicedecano  de la Facultad de Letras (1984). Secretario de la Facultad de Letras (1986-90). Miembro del Consejo de Gobierno de la UGR por elección, en representación del profesorado (1989-92),  rectorado Pascual Rivas y (1997-2000), rectorado Lorenzo Morillas.

José María Lozano conversa con Rafael Alberti en mayo de 1987. De espaldas a ellos está Luis García Montero y, a la derecha de éste, el poeta Javier Egea. Cedida por José María Lozano.
José María Lozano coordinó una multitudinaria conferencia de Ernesto Cardenal, a la derecha de la foto, en la Facultad de Letras en mayo de 1987. Al día siguiente recibió el doctorado Honoris Causa de la UGR. Cedida por José María Lozano.
En 1988 distintos miembros de la FECUM homenajearon al Padre Ferrer, entre ellos, José María Lozano. Entre los asistentes, Felipe Aguado (mentor ideológico del grupo) o Alberto Fernández, futuro Rector de la Universidad de Almería. Cedida por José María Lozano.
Si he de definir a José María Lozano con la perspectiva que da el tiempo, me quedaría con una sola palabra: José María ha sido y es un hombre cabal. A personas como José María Lozano le debemos en no poca medida la conquista de las libertades democráticas en España.

Bibliografía:

  • JÉREZ MIR, Miguel: Una experiencia de Partido regional: el caso del Partido Socialista de Andalucía. Partido Andaluz, REIS (Revista Española de Investigaciones Sociológicas), nº 30, abril-junio 1985, Centro de Investigaciones Sociológicas, Madrid, p. 220, nota 36.
  • MARTÍNEZ FORONDA, Alfonso; SÁNCHEZ RODRIGO, Pedro; RUEDA CASTAÑO, Isabel; SÁNCHEZ RODRIGO, José María; CONEJERO RODRÍGUEZ, Miguel y RODRÍGUEZ BARREIRA, Óscar: La cara al viento. Estudiantes por las libertades democráticas en la Universidad de Granada (1965-1981), Vol. I y II, Córdoba, El Páramo, 2012.
  • O´NEILL, Charles E., DOMÍNGUEZ, Joaquín Mª: Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús, Universidad Pontificia de Comillas de Madrid, Madrid, 2001 p. 1302.
  • SAINZ MARTÍNEZ, José Carlos: De FECUM a FECUN: Política y Religión entre los Congregantes Marianos (1965-1977)”. Política y Sociedad, Madrid, 1996
  • Archivo General de la Universidad de Granada. Acta de la Junta de Gobierno. Libro 2.753. Acta número 456 del 2 de octubre de 1967, p. 38; Oficio del Decano, Darío Cabanelas al Rector, del 5 de diciembre de 1967, nº 795; entrada en la Secretaría General de la Universidad, nº 918, el 6 del XII de 1967.
  • Libro de Actas de la Junta de Gobierno de la Facultad de Filosofía y Letras, nº 5686,  pp. 370-387.
  • Archivo Histórico del Gobierno Civil de Granada, Oficio del Gobierno Civil de Granada a José María Lozano Maldonado, Negociado de Orden Público, núm. 4.326, de 25 de febrero de 1969.
  • Diario Ideal, p. 4, del 16 de febrero de 1967.
  • Entrevistas a José María Lozano Maldonado, Arturo González Arcas, Nicolás Marín Díaz, Araceli Ortiz Arteaga, Mateo Revilla Uceda, Jesús Carreño Tenorio, Pascual Rivas, Manuel Vílchez de Arribas, Federico Mayor Zaragoza, en Fondo Oral del Archivo Histórico de CCOO de Andalucía.
Alfonso Martínez Foronda es licenciado en Filosofía y Letras, profesor de Secundaria e históricamente vinculado al sindicato CCOO, en el que ocupó distintas responsabilidades, como investigador ha profundizado en el movimiento obrero y estudiantil.

Otros artículos y reportajes de Alfonso Martínez Foronda:

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Sobre la historia del PCE, en el año de su centenario: