Desde muy joven, la lucha por la justicia social le acarrea problemas allí donde trabaja por los abusos de los patronos

'Emilio Cervilla Alonso, la vida como un infierno (I)'

Política - Alfonso Martínez Foronda - Sábado, 8 de Abril de 2023
Alfonso Martínez Foronda abre una nueva serie dedicada a luchadores contra el franquismo con este primer reportaje sobre Emilio Cervilla Alonso, una persona imprescindible, respetado y admirado por sus compañeros.
Firma de Emilo Cervilla, de la portada de su autobiografía, '¿Por qué soy un comunista?'.
Copia en AHCCOO-A.
Firma de Emilo Cervilla, de la portada de su autobiografía, '¿Por qué soy un comunista?'.
Si en la Granada antifranquista hubo una persona respetada, cuando no admirada por sus camaradas, ése fue Emilio Cervilla Alonso. Fue omnipresente en todas y cada una de las entrevistas que realizamos para el Fondo Oral de CCOO de Granada a los dirigentes del movimiento obrero que surge desde finales de los cincuenta. Este artículo es un insignificante resumen, a modo de homenaje, a su densa y apasionante vida que él mismo escribió en su inédita autobiografía titulada ¿Por qué soy comunista? Hemos transitado por su propio testimonio y hemos realizado, sólo, un ejercicio de síntesis de su dilatada experiencia vital y militante, añadiendo la cascarilla del estilo y, por supuesto, alguna que otra aportación. En la imagen, portada de la autobiografía de Emilio Cervilla Alonso, '¿Por qué soy un comunista?', con su fotografía y su firma. Copia en AHCCOO-A.

Emilio Cervilla Alonso ve la luz el 1 de junio de 1922, en Nieles, a los pies de Sierra Nevada, un anejo de Cástaras que no tenía ni cien vecinos. Sus recursos eran la agricultura y la ganadería y el nivel cultural era muy bajo. Hasta los años cuarenta el índice de analfabetismo era superior al 80% y hasta esos años no había ni luz eléctrica, ni teléfono, ni telégrafo, ni carretera. Sus padres, como la mayoría de sus convecinos, sólo disponían  de sus manos y de sus lomos.

Vista panorámica de Nieles, donde el 1 de junio de 1922 nace Emilio Cervilla Alonso. Wikipedia.

Emilio recuerda las ausencias de sus padres desde su más tierna infancia, los largos días y las noches eternas sin manos que lo acariciasen. A su madre sólo la podía ver cada 15 días cuando bajaba del cortijo. Y ese era el día más feliz de su vida, pero  cuando apenas se había instalado en su regazo se marchaba de nuevo al cortijo

Sus padres, Miguel Cervilla y Natividad Alonso Rodríguez se habían casado en 1921. Ella, ama de casa; él, a jornal y cuando lo contrataban. Miguel se juntaba con cuadrillas de jornaleros que, en las campañas de recolección, emigraban a todas las regiones del país. La mayor parte del año permanecía fuera del pueblo y de sus familiares. Mientras, su madre arrancaba mieses en los cortijos de La Contraviesa. Para muchas familias como la de Miguel la alternativa era fácil: emigrar o morir de hambre. Para salir esta situación calamitosa, Miguel se marcha a América del Sur –donde ya tenía familia- en 1925 y su madre se coloca como sirvienta en el cortijo de “Las Evaristas”, al tiempo que sus hijos Emilio –el mayor- y Antonio (1923) se quedan con las abuelas: Emilio, con Encarnación; y Antonio, con Trinidad.

Emilio recuerda las ausencias de sus padres desde su más tierna infancia, los largos días y las noches eternas sin manos que lo acariciasen. A su madre sólo la podía ver cada 15 días cuando bajaba del cortijo. Y ese era el día más feliz de su vida, pero  cuando apenas se había instalado en su regazo se marchaba de nuevo al cortijo. Y se pasaba todo el día llorando y sin comer hasta que su abuelo lo amenazaba con un bastón en la mano. Así, dos largos años, una eternidad para una madre que se desangraba cada vez que tenía que dejar a sus hijos. El hambre tiraniza al amor. Pero cansada de esa situación, en 1927 su madre vuelve a su casa y se dedica a la cría de gusanos de seda por encargo de uno de los ricos del pueblo. Y el señorito –qué listos eran - le hacía la cuenta de la vieja: de diez, me llevo nueve. Como si los pobres no supieran sumar. La explotación no tiene ética.

Una primavera de 1929, regresa su padre de América con la intención de llevarse de nuevo a toda la familia, pero para su madre había demasiadas fanegas de agua entre la Alpujarra y las Américas. Y se quedan porque el abuelo le ofrece al padre de Emilio una tierra a renta: tres fanegas de trigo al año

Una primavera de 1929, regresa su padre de América con la intención de llevarse de nuevo a toda la familia, pero para su madre había demasiadas fanegas de agua entre la Alpujarra y las Américas. Y se quedan porque el abuelo le ofrece al padre de Emilio una tierra a renta: tres fanegas de trigo al año. Menos da una piedra, pero no mucho más porque se recogía tan poco que no daba ni para pagar la renta. Había que buscarse otro oficio y, a partir de ahí, el padre se dedica a las canteras del yeso. La yeseras eran propiedad de todo el pueblo y cualquiera podía explotarlas, pero era un trabajo duro y peligroso y poco rentable. Por eso eran del pueblo. Alternará ese trabajo con otros como trabajar como peón en una carretera, algunos jornales sueltos en el campo y lo que saliera con tal de ir dándole de comer a una prole que cada año aumentaba. Y es que en 1930 –al año de venir su padre de América- nace Toribio, que murió con dos años; luego Trinidad, que murió con menos de 3 años; luego José, que murió con 4 meses y, finalmente, Luis y Cristina, que sobrevivieron –junto a Emilio y Antonio- a las todas la cornás del hambre. El hambre no conoce la compasión.

Tantas bocas para alimentar y tan poco rédito exigía que todos arrimaran el hombro. Desde que tiene uso de razón, o incluso antes, Emilio tendrá que ayudar a su padre en la yesera donde majaba más yeso que un peón adulto y, al mismo tiempo, se encargaba de una cabra que habían comprado para sacarle la poca leche que podían beber los hijos. Pero como la suerte es esquiva para los pobres, un día, cuando fue a cambiarla de sitio, la cabra estaba tiesa porque se había ahorcado. Al menos tuvieron carne para muchos días.

España estrena República y los dos hermanos, Emilio y Antonio, escuela

España estrena República y los dos hermanos, Emilio y Antonio, escuela. Emilio ya era mayorcito, nueve años. La ilusión les llegó hasta el mismo momento de entrar: “nos pusieron en los últimos bancos y los niños se reían de nosotros”. Y, para ratificar que la escuela era la antesala del infierno estaba el maestro, un tal D. Manuel

“… un hombre muy rígido y que pegaba más que la cola y cuando se le terminaban las varas, mandada a uno de los alumnos al campo más cercano para que trajera varas de almez, granado o de mimbre y a veces las estrenaba el mismo que las traían… Todos los días nos quitaban los niños el lápiz y la cartera y entre los palos que recibíamos de la mamá y del maestro llegamos a odiar la escuela”.

Las mentiras tienen los pies cortos y más donde todos se conocen y cuando sus padres supieron que eran maestros de las rabonas se acabó la escuela. Y, de nuevo, Emilio a la yesera a coger ripios y su hermano Antonio a cuidar de sus hermanillos, que no eran pocos. El hambre socializa la escasez.

Como no hay mal que por bien no venga, Emilio, que ya era un hombrecillo, tuvo el privilegio de asistir, con aquiescencia de su padre, a las reuniones que un grupo de hombres del pueblo hacían a menudo en el “Centro la Caldera”, que antes había sido una fábrica de aguardiente

Como no hay mal que por bien no venga, Emilio, que ya era un hombrecillo, tuvo el privilegio de asistir, con aquiescencia de su padre, a las reuniones que un grupo de hombres del pueblo –que sólo hombres, porque en sus cabezas de izquierda no cabían entonces las mujeres- hacían a menudo en el “Centro la Caldera”, que antes había sido una fábrica de aguardiente. Allí los hombres hablaban de los problemas  del campo o, mejor dicho, el presidente Francisco M. y alguno que otro más, porque la mayoría callaba. El analfabetismo creó muchas mordazas y auto represiones. Callaban no fuera que se rieran los demás de su ignorancia. Y allí, en medio de los mayores, Emilio oía, apasionadamente, hablar de la República, del socialismo o del comunismo. No entendía muchas cosas, pero le sonaban bien porque hablaban de igualdad, de justicia social, de solidaridad, de reparto de la tierra… Y mientras los demás chiquillos se iban a jugar, él prefería quedarse aunque tuviera que ser el recadero e ir diez veces al estanco para comprarles tabaco y papel de liar para fumar.

Emilio fue creciendo y con 11 años, es decir, en 1933 ya servía para trabajar, junto a su padre, en una carretera. Él acarreaba arena y piedras con sus dos burros “Clarito” y Romero”.  Llenaba los serones desde el río Guadalfeo hasta la carretera, que luego las vaciaba en moldes de madera. Tanto pesaba que a veces no podía descargarlos. A veces ni Romero podía con la carga porque la vejez no perdona ni a los burros. Y entonces no ganaba ni el medio jornal. Cuando algún día lo conseguía su padre, muy ufano y orgulloso le decía ¡Hoy has ganado las 8 pesetas! Pero se acabó la carretera y otra vez al yeso. Días enteros y parte de las noches en la yesera, padre e hijo abriendo y explotando barrenos para arrancar la piedra de la cantera. Aunque el padre, ocasionalmente volvía a otros trabajos temporales y siempre mal pagados, Emilio siguió atendiendo a los clientes en la yesera, que también alternaba con otras faenas del campo. Así hasta que estalla la guerra civil.

Lo que hay que penar para morirse uno

'En la España de Franco el que no roba está manco'

El pánico –afirma Emilio- se apoderó “de los pueblos de las Alpujarras y de sus gentes. Una banda de pistoleros invadió la zona. Esta banda fue organizada por Don Maximiliano Rescalvo”, que había nacido en Lobras, pero vivía en Granada. Parte de sus acompañantes eran alpujarreños y se pusieron en contacto con los líderes de derechas para hacer una lista de todos los hombres y mujeres de izquierdas que se habían destacado en años anteriores. En Nieles participaron dos pistoleros de Maximiliano que se habían ido voluntarios al ejército rebelde y que eran Juan “el de Jenaro” y Antonio “El Vaqueta”.

Como se presentara la segunda vez sin nada, fue salvajemente torturado y “arrojado por las escaleras del ayuntamiento resultando gravemente herido”. Lo mismo les ocurrió a otros vecinos, que llegaron a morir de las heridas

El 17 de julio el alguacil de Cástaras llegó a Nieles con una lista de nombres y una cita para que se presentaran urgentemente en el ayuntamiento de Cástaras. Porque allí, como en otros muchos lugares, la guerra no comenzó el 18 de julio. El primero que se presentó fue Manuel Cervelo, un anciano de 70 años y enfermo. Le dicen que debe entregar cualquier arma que tenga y si no lo matan. Como se presentara la segunda vez sin nada, fue salvajemente torturado y “arrojado por las escaleras del ayuntamiento resultando gravemente herido”. Lo mismo les ocurrió a otros vecinos, que llegaron a morir de las heridas.

El 18 de julio un grupo de pistoleros rodean la casa de José Alonso “El Gallo”, Secretario del PSOE, que sería fusilado dos días más tarde en el túnel de Órgiva. Ese mismo día el padre de Emilio y Juan Expósito se marchan del pueblo hacia Almería para incorporarse en un Batallón de las milicias populares. A los pocos días esas milicias, que habían tomado muchos pueblos de la Alpujarra, llegan cerca de Cástaras y el padre decide ir a ver a su familia, escondiéndose. Pero, al día siguiente, será detenido y encarcelado en Cástaras, cuando regresaba hacia su batallón. Hicieron lo posible para salvarlo, pero nadie hizo nada por su vida, ni siquiera algún familiar cercano que presumía de haber matado a muchos socialistas y comunistas. A los pocos días fue fusilado y tirado como un perro a una cuneta en las “Lomilas de Torviscón”. Nada sabe la familia, pero a los tres días se enteran cuando un vecino les dice que “se lo están comiendo los perros en la carretera”. Dejaba mujer y cuatro hijos, Emilio y Antonio y los dos más pequeños: Luis, que tenía 3 años y Cristina, 8 meses. Cuando llegaron hasta él dice que estaba cubierto con 10 centímetros de tierra, pero que la cabeza estaba fuera “y la parte izquierda estaba comida por las alimañas”.

Emilio y su hermano formarán parte de un comando de mayores jóvenes para auxiliar a las fuerzas en la toma de Cástaras. Pero él no podía abandonar a su madre y a sus hermanos y regresó a su pueblo de Nieles

El 24 de agosto Nieles es ocupado por los republicanos y detenidos los culpables de las dos muertes, la de su padre y José Alonso. Emilio y su hermano formarán parte de un comando de mayores jóvenes para auxiliar a las fuerzas en la toma de Cástaras. Pero él no podía abandonar a su madre y a sus hermanos y regresó a su pueblo de Nieles. Un día en que un pelotón de soldados republicanos iban a proceder a la ejecución de los responsables de los dos asesinatos anteriores, las mujeres de ambos pidieron que no fueran fusilados y quedaron en libertad. Se fueron del pueblo, pero uno de los que quedaron libres luego se vengaría con creces de la madre y familia de Emilio.

La guerra la pasa Emilio en Nieles, en faenas del campo, otra vez en una carretera. En junio de 1938 tiene que ir a Almería con su madre para arreglar los papeles de viuda, pero le sorprende un bombardeo fascista. Emilio recuerda que:

“… los aviones alemanes descargaron aquella mañana sus bombas sobre el mercado de abastos. Cuando salí del refugio tuve ocasión de ver el crimen más horrendo de mi vida. En las calles cercanas al mercado había verdaderos montones de carne humana por todas partes, la sangre corría por la calle igual que el agua, hasta de los árboles de la acera colgaban trozos de carne humana. Aquel crimen del que yo fui testigo dejó huellas imborrables en mi memoria para toda la vida”.

La posguerra o el infierno de los vencidos

A los pocos días del triunfo fascista, detienen a las mujeres de los republicanos y las rapan. Una de ellas era su madre: “fueron obligadas a encabezar una manifestación a cabeza descubierta y a mantener el brazo en alto mientras cantaban el “Cara al sol”, al tiempo que encarcelan a muchos republicanos de Nieles. No contentos con eso obligaron los hombres a reparar las casas de los vencedores y “hubo quien trabajó sin comer porque el dinero que tenían ya no les valía”. Para rematar la faena, al poco tiempo, dos mujeres de derechas, que habían regresado al pueblo, le dieron una paliza a su madre.

A los pocos días del triunfo fascista, detienen a las mujeres de los republicanos y las rapan. Una de ellas era su madre: “fueron obligadas a encabezar una manifestación a cabeza descubierta y a mantener el brazo en alto mientras cantaban el “Cara al sol”, al tiempo que encarcelan a muchos republicanos de Nieles

Tenían que marcharse del pueblo, pero ¿a dónde? ¿Qué harían con el poco campo que tenían? No tenían más que dos burras “La Rucha” y “La Tuerta” y nada de dinero. Cargaron lo que pudieron y el 10 de abril de 1939 la madre y los cuatro hijos emprenden una huida sin destino. Por el camino vieron a otra mujer de otro pueblo que también venía rapada y que, como ellos, huía del acoso de los falangistas de su pueblo. Todo el día andando y pidiendo de casa en casa para los niños, haciendo noche en una venta cercana a Órgiva y, al día siguiente, camino hacia Motril donde la madre tenía a su hermana, Virtudes. Ella, como su hermana, había sido desahuciada de su casa de Motril, su marido detenido y torturado y vivía en un corral al cielo raso. En esa situación están 15 días y muchos de ellos “nos alimentábamos solamente con el caldo de la caña de azúcar” porque su madre, todos los días, se ponía en la cola de madrugada para comprar un pan y, a veces, cuando llegaba su turno, se había acabado.

Emilio y Antonio se pondrán a  buscar trabajo, pero como ellos había miles en Motril y en la costa. Tuvieron que irse a los pocos días a Salobreña, a la casa de otra hermana de la madre, Carmen, que también había tenido que abandonar Cástaras, por la misma causa. Allí Emilio trabajará 15 días en la campaña del azúcar y su hermano, por la noche, esperaba el “copo” de los pescadores y después de ayudar a sacar la “tralla”, se traía algún pescado para la casa. También rebuscaban por la vega patatas y entre eso y el pescado les quitaba muchas veces el hambre. Empezaba el mercado negro y no “se encontraba nada de comer”, “amasaban dos veces en semana y para coger un pan había que estar una noche entera puesto en la cola”. No comían pan. Luego los hermanos labraban caña de azúcar, pero aquello era un infierno del que no se cobraba casi nada.

Al poco tiempo los reclama la Guardia Civil de Cástaras y deben abandonar Salobreña. Al día siguiente de llegar a Nieles los falangistas se llevan detenido a Emilio y lo meten en el calabozo del Ayuntamiento

Al poco tiempo los reclama la Guardia Civil de Cástaras y deben abandonar Salobreña. Al día siguiente de llegar a Nieles los falangistas se llevan detenido a Emilio y lo meten en el calabozo del Ayuntamiento. Eran los mismos que habían asesinado a su padre. Y además con recochineo. Es el mismo calabozo donde su padre había pasado los últimos días. Emilio recordaba allí las palabras que le dijera su padre antes de ser asesinado: ¡Las cárceles no las hacen solamente para los delincuentes¡ ¡Las hacen también para los hombres honrados como nosotros! No habían pasado horas cuando dos guardias civiles se meten en el calabozo y, sin más, lo apalean. Sin embargo, el comandante de puesto, cuando se entera de lo que han hecho los guardias civiles de por libre, lo visita y le promete que nadie le tocará ya. Allí estará esperando en qué quedaría la denuncia. Podía salir por el pueblo, pero tenía que volver a la prisión. Se enterará que días antes de que él fuera detenido se habían llevado de esa misma cárcel a una expedición de 10 presos para la prisión de Granada y que los habían torturado salvajemente. De ahí las manchas de sangre y que algunos de ellos como Isidro Lorenzo no pudieron soportar las torturas y murieron. Así estuvo Emilio unos 40 días hasta que el 21 de junio de 1939 es puesto en libertad.

A los pocos días le viene a la madre una citación del juzgado de Albuñol –a unos 30 kilómetros de Nieles- para que se presente urgentemente. Allí le comunican que tiene que presentarse todos los días en el juzgado hasta que se celebrase el juicio. No le dan más razones que ésta. Así tuvieron estar muchos días yendo y viniendo de Albuñol a Nieles andando y sin comer:

“Mi madre no podía resistir la caminata de tantas jornadas seguidas. ¡Cuántos días hubo que andar el camino sin comer para dejar a los pequeños lo poco que había! A veces era tal la necesidad que mi madre pedía en los cortijos que había en la vera del camino y cada dos días teníamos que comprarnos unas alpargatas de goma porque era lo más barato y lo más cómodo para andar por las veredas y caminos ásperos”.

Al mes el juez se apiada de la madre y le dice que no tenía que presentarse hasta el juicio. Las faenas del campo las tenían abandonadas y, además, le quitan una de las tierras que labraban. En octubre de 1939, la Guardia Civil se lleva a la madre, bajo una lluvia torrencial, a declarar a Torvizcón. Allí le comunican que a los diez días se celebraría el juicio en Granada. Hasta el día del juicio no sabían quién los había denunciado, ni por qué, pero supieron que era una familia de Nieles que había hecho la guerra en el Sucio y con las paredes manchadas de sangre. bando nacional.

Dibujo de las  Cuevas  de Granada, por Carlos Janín.

Le quitan una de las tierras que tenían y se apropiaron de lo poco que habían recolectado. Vivir en Nieles se había convertido en un infierno y trabajar era una utopía

Le quitan una de las tierras que tenían y se apropiaron de lo poco que habían recolectado. Vivir en Nieles se había convertido en un infierno y trabajar era una utopía. Emilio recuerda que sólo hizo 5 jornales en marzo de 1940 y ya, hasta el mes de junio, otros tantos en Jubiles. Además los humillaban, como cuando obligaron a su hermano Antonio a que todos los fines de semana debía ir hasta Lobras para traerse al cura montado en “La Rucha”. Tanto sufrían que los meses del verano del cuarenta tenían que irse al campo “para no ser objeto de diversión de los vencedores”. El 20 de octubre de ese año abandonan Nieles y se vienen a Granada con su tía Antonia –viuda de guerra porque su marido también había muerto en el frente de Estepona-  que vivía, es un decir, en las Cuevas del Martinete:

“… cuando entré en la cueva –recuerda Emilio- vi un camastro de madera, una tabla con cuatro palos que hacía de mesa y varias sillas. Yo veía imposible vivir 8 personas en aquel pequeño agujero, alumbrado por la noche con la luz de un candil de aceite. La primera noche hubo que sacar todo a la calle para poder hacer un camastro en el suelo”.

Y Emilio, convertido en jefe de la familia, deberá hacerse su propia cueva, aunque no era tarea fácil porque, en aquellos momentos, había mucha gente como él que buscaba algún lugar para emboquillarla. Un mes tardó en hacerla. Y podría sentirse como un privilegiado porque en esos días supo también de otras familias de Nieles que tuvieron que abandonar el pueblo y sus propiedades para evitar el acoso de los falangistas.

Pero todo en condiciones inhumanas, con largas jornadas de trabajo, sin medio de transporte y con salarios de miseria. Muchos días, con tal de llevar algo más a casa, Emilio ni comía, hasta que cayó gravemente enfermo

El problema seguía siendo el hambre. Había poco trabajo y menos para los excombatientes o los hijos de los vencidos. Para Emilio la mayor preocupación era qué comer y, sobre todo, cómo alimentar a sus hermanas. Durante 1941 hizo de todo: cuevas para otros pobres como él, rebuscas clandestinas en el campo, recogida de leña, segar donde podía o plantar pinos en Iznalloz. Pero todo en condiciones inhumanas, con largas jornadas de trabajo, sin medio de transporte y con salarios de miseria. Muchos días, con tal de llevar algo más a casa, Emilio ni comía, hasta que cayó gravemente enfermo.

En agosto de 1942 lo contratan en la empresa Constructora Internacional, que tenía muchas obras adjudicadas. Le pagaban 8,25 pesetas al día, cuando el kilo de harina estaba en 25 pesetas. Como no les llegaba para comer, los hermanos y la madre se iban los domingos a rebuscar patatas y lo poco que cogía su madre y lo que le daban cada 15 días con la cartilla de racionamiento, lo revendía para comprar cosas de peor calidad, como harina de maíz con las que llenaban el estómago a base de migas y gachas. En las navidades de 1942 abandonan la cueva del Martinete no sólo por el frío del invierno -insoportable para todos y especialmente para los pequeños-, sino porque cada día se les hacía más difícil oír por las noches las descargas de fusilería en las tapias del cementerio. Se van a otra cueva, más grande, al barrio del Perchel, en Camino Nuevo del Cementerio.

La conciencia de Emilio Cervilla por la justicia social le seguirá acarreando problemas allí donde trabaja porque los patronos tratan de aprovecharse del hambre de los trabajadores, de su necesidad, de las sempiternas colas de parados...

La conciencia de Emilio Cervilla por la justicia social le seguirá acarreando problemas allí donde trabaja porque los patronos tratan de aprovecharse del hambre de los trabajadores, de su necesidad, de las sempiternas colas de parados... Se enfrentará a varios señoritos como el del cortijo de los Villegas cuando le quería pagar menos de la mitad de lo estipulado.

Y conoce el amor

Es en esa nueva cueva donde Emilio conocerá a la que será su mujer, Angustias Ruiz Fernández. Era la hija mayor del matrimonio formado por Magdalena Fernández y Julián Ruiz. La primera vez que la vio supo que su destino estaría unido al de ella. Angustias tenía entonces, aunque aparentaba más edad, sólo trece años, pero tenía trazas de una mujer: alta, morena clara, cabellos largos con tirabuzones, ojos grandes y negros y una piel color rosado. Para Emilio ella era “toda una belleza”. No comprendía cómo ella, su madre y sus dos hermanas, podían vivir en aquella cueva que, en realidad, era como el agujero de los lobeznos. Y menos porque su padre, que trabaja en Madrid, venía de tarde en tarde para ver a la familia.

Un mes permanecerán allí hasta que el padre de Angustias le ofrece su reconciliación a cambio de que debía casarse por la iglesia, como mandaban los tiempos

El roce hace el cariño y, con el paso del tiempo y de los días Emilio y Angustias se fueron enamorando. Pero tampoco ese amor sería fácil porque desde el principio tuvieron que contar con la oposición del suegro. Encuentros furtivos, cartas de amor por intermediarios, mentiras piadosas para verse unos instantes fueron la tónica desde que iniciaron las relaciones. Pero la situación se hizo tan insostenible que ambos decidieron vivir sus vidas sin contar con Julián. Y un buen día de junio de 1944 se trasladarán, con lo puesto, hasta la casa de su tía Rosalía, en Nieles. Un mes permanecerán allí hasta que el padre de Angustias le ofrece su reconciliación a cambio de que debía casarse por la iglesia, como mandaban los tiempos.

Emilio y Angustias vivirán poco después en Lanjarón, donde vuelve a degustar los sinsabores de la explotación en el trabajo, primero en un bar y luego haciendo hoyos en la sierra. Con lo que ganaba apenas llegaba para la subsistencia y Emilio tendrá que renunciar muchos días a su propia comida para ahorrar algo que les permitiera sobrevivir.

Había que buscar algo más sustancioso porque en marzo de 1945 había nacido su primera hija, Encarnita, y una boca más exigía un oficio distinto. Así se embarca en uno que mantendrá, con altibajos, durante mucho tiempo: la venta de lotería

Había que buscar algo más sustancioso porque en marzo de 1945 había nacido su primera hija, Encarnita, y una boca más exigía un oficio distinto. Así se embarca en uno que mantendrá, con altibajos, durante mucho tiempo: la venta de lotería. Al principio la vendía por toda la provincia, bajando incluso a los pueblos de la costa hasta Castell de Ferro. Él compraba las participaciones a 1 peseta y las vendía veinticinco céntimos más caras. Con el tiempo tuvo que comprarse una bicicleta para abarcar más territorio, pero su miopía y su poca destreza en el arte de las dos ruedas le costó varios accidentes. Anduvo más que el baúl de la Piquer, siempre tirado en la carretera y lejos de su familia: una semana fuera y uno o dos días en casa para volver a irse. Claro que no dejaba de exponer su vida en cada kilómetro, como cuando tenía que subir a Granada y se cogía a los laterales de los camiones o en las ventanillas de la Alsina para que lo remolcasen.

Seis bocas ya eran demasiadas para no tener ningún tropiezo más, pero en 1950 le quitan la licencia de vendedor ambulante de lotería y vuelve a quedarse en el paro

La familia fue aumentando y en junio de 1946 nacería su segundo hijo, Miguel. Deciden entonces que debían venirse a vivir a Motril, para estar más cerca de la familia. Primero en una habitación de una posada y, luego, en otra habitación. Como las desgracias no dejan en paz a los pobres, la enfermedad de su hija, primero, y la de su mujer, después, les obliga, de nuevo a regresar a Granada donde vuelven a alojarse en otra cueva del barrio del Perchés. Cada año, un nuevo hijo, y en 1947 nace Emilio; en 1948, su hija Francisca. Seis bocas ya eran demasiadas para no tener ningún tropiezo más, pero en 1950 le quitan la licencia de vendedor ambulante de lotería y vuelve a quedarse en el paro.

La angustia aparece de nuevo en su vida y, en 1952, decide buscar fortuna en Asturias, en una mina en Felguera. Ciento veintidós días de trabajo en la cuenca del Nalón porque era preferible el trabajo penoso de las minas que morir de hambre o ir a la cárcel por robar para no morir de hambre. A pesar de que ahorraba lo que podía, apenas juntaba algo más que lo que gastaba en la comida y el alquiler, por lo que decide volverse con lo que había ahorrado: nada más que 600 pesetas que, al menos, le sirvieron para pagar algunas trampas.

Y de nuevo, en la ruleta del paro. Y vuelta a empezar, pero con la fortuna en esta ocasión de que en octubre de ese año vuelven a darle la licencia de lotero y la familia emprende la marcha, otra vez, a Motril

Y de nuevo, en la ruleta del paro. Y vuelta a empezar, pero con la fortuna en esta ocasión de que en octubre de ese año vuelven a darle la licencia de lotero y la familia emprende la marcha, otra vez, a Motril. Emilio recuerda que en “10 años era la primera vez que empezamos a vivir la familia unida”. Es una época relativamente feliz, con los niños en la escuela, adaptados y el matrimonio relativamente a gusto con otros amigos, como su primo Francisco Cervilla y su mujer, Aurora. Días de trabajo, pero también de relax en la playa o en el monte. Incluso en 1956 consiguen una vivienda de la Obra Sindical de Hogar en el llano de la Fundición por 12.000 pesetas de depósito. La venta ambulante, sin embargo, cada vez era más difícil y tendrá que buscar otros trabajos alternativos como ir de feriante, labrar caña de azúcar y hasta Miguel, su hijo mayor, de 12 años, se tiene que poner a trabajar con una cuadrilla de jornaleros en la caña de azúcar.

Había que andar nuevos caminos y en 1958 emprende viaje a Barcelona. Allí encuentra trabajo en el turno de noche en la Empresa Constructora Salamat. Como la empresa no le pagaba lo prometido, para variar, deja la ciudad y se vuelve a Granada.

Bibliografía:

  • CERVILLA ALONSO, Emilio, ¿Por qué soy  comunista?, autobiografía inédita, copia en AHCCOO-A.
  • MARTÍNEZ FORONDA,  Alfonso (coord.): La conquista de la libertad. (Historia de CC.OO. de Andalucía, 1962-2000). Fundación de Estudios Sindicales. AHCCOO-A, Puerto Real, 2005.
  • MARTÍNEZ FORONDA,  Alfonso: La lucha del movimiento obrero en Granada por las libertades y la democracia. Pepe Cid y Paco Portillo: dos líderes, dos puentes. Fundación de Estudios y Cooperación de CCOO-A, Granada, 2012.
  • MARTÍNEZ FORONDA,  AlfonsoDe La dictadura franquista a la legalización del sindicato. Fundación de Estudios Sindicales, Sevilla, 2012.
  • MARTÍNEZ FORONDA,  AlfonsoSÁNCHEZ RODRIGO Pedro y BAENA LUQUE, Eloísa: La resistencia andaluza ante el Tribunal de Orden Público en Andalucia (1963-1976). Fundación de Estudios Sindicales. Archivo Histórico de CC.OO.-A y Junta de Andalucía. Córdoba, 2014.
  • MARTÍNEZ FORONDA, Alfonso: Diccionario de la represión sobre las mujeres en Granada (1936-1950). Fundación de Estudios Sindicales AHCCOO-A y Diputación Provincial de Granada. Granada, 2016.
  • Archivo Histórico Nacional, fondos Contemporáneos, Dirección General de la Policía, Exp. 53102, número 6644/XIV, de 13 de junio de 1961.

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