Elecciones 2-D PSOE

La debacle del PSOE-A: Un hartazgo cocido a fuego lento

Política - Juan I. Pérez - Domingo, 9 de Diciembre de 2018
Una semana después, los dirigentes socialistas no salen de su perplejidad. Los mensajes de las direcciones ni coinciden ni resumen lo que en la calle se percibe. Un hartazgo generalizado con múltiples causas, más internas que externas, que llevaron al hundimiento del PSOE andaluz. Un análisis para contribuir a desentrañar las razones de una debacle que no vieron venir, confiados en la inercia.
Cartel electoral de Susana Díaz, en una calle de Granada.
P.V.M.
Cartel electoral de Susana Díaz, en una calle de Granada.

Que el PSOE ganó las elecciones autonómicas con los peores resultados de su historia es una realidad incuestionable, tanto como la imposibilidad de que gobiernen -salvo un más que improbable desacuerdo de la derecha-, lo que para quien ha dirigido 36 años consecutivos Andalucía es un fracaso absoluto. Más doloroso, si aún cabe, cuando su principal adversario, el PP pasaba por su peor momento y gobernará, con Ciudadanos, en el gobierno, y la ultraderecha de Vox, desde fuera, con el más escaso apoyo social de su largo calvario en la oposición, similar a los de la etapa de su precedente, Alianza Popular.

Una clase dañina de advenedizos

El PSOE, como algunas marcas o equipos de fútbol, ha sido más que un partido político, en su caso, para transformar la sociedad desde, más o menos, la socialdemocracia. Para muchos y muchas que se han adherido a sus estructuras durante tanto tiempo de gobierno ha sido una forma de vivir -y de cobrar-, sin aportar nada o muy poco.

A la vez que crecía la lista de beneficiados, el partido se ha ido burocratizando, llenándose de cargos públicos, de coches oficiales, camarillas, clanes familiares; casos sangrantes los provenían de fracasos escolares o nula preparación, gente que nunca trabajó fuera de una institución, abandonando la ideología por el pragmatismo formal

Confundiéndose con otros -asesores o no-, profesionales necesarios, que en cualquier lugar de la administración trabajan con rigor, confiados en que desde su honestidad no se les identifique con esa clase advenedizos, sin oficio y mucho beneficio.

A la vez que crecía la lista de beneficiados, el partido se ha ido burocratizando, llenándose de cargos públicos, de coches oficiales, camarillas, clanes familiares; casos sangrantes los provenían de fracasos escolares o nula preparación, gente que nunca trabajó fuera de una institución, abandonando la ideología por el pragmatismo formal. Despreciando avisos y destruyendo las antenas con la que conectar con la realidad social, radicalmente distinta a la que percibían desde despachos. Reaccionando tarde y mal. Ante una sociedad más exigente y formada, descreía que tiene el derecho a los mejores servicios públicos.

¿Cómo es posible que haya cargos que comenzaron su andadura muy jóvenes y ahí siguen cambiando de puestos, como si en ese partido no hubiera personas preparadas? ¿Aquellos sin trabajo privado anterior conocido que de dirigir un organismo provincial terminan en Madrid colocados? ¿Qué mensajes lanzan a las bases, a las que solo llaman para ensobrar en campaña? ¿Y a la sociedad? Esta política de elección de cargos ha podido hacer más daño al PSOE, que cualquier tormenta perfecta que justifique el descalabro. Aunque no figure nunca en el argumentario de una derrota cocida a fuego lento.

El resultado, el alejamiento progresivo de la sociedad a la que sirve, la que sufre, a la que la crisis golpeó con saña y a duras penas puede sobrevivir. La que mayoritariamente confió en el PSOE y que ya no ofrece respuestas, sino más de lo mismo.

Y también a la que no le ha ido tan mal y que apenas puede diferenciar entre discursos políticos, salvo los que por ideología se sienten vinculados, por la simpleza de los mensajes.

La sombra de corrupción

Ver a los dos ex presidentes de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves y José Antonio Griñán, sentados en el banquillo de los acusados, junto a sus áreas económicas de sus gobiernos, por los eres falsos es demoledor, con indiferencia de lo que dictaminen los tribunales. Ellos representan los últimos 16 años de gobiernos socialista todopoderosos de la Junta de Andalucía, antes de la irrupción en la presidencia hace un lustro de Susana Díaz.

El resultado, el alejamiento progresivo de la sociedad a la que sirve, la que sufre, a la que la crisis golpeó con saña y a duras penas puede sobrevivir. La que mayoritariamente confió en el PSOE y que ya no ofrece respuestas, sino más de lo mismo.

Respaldarlos y distanciarse de ellos al mismo tiempo, cuando cala la corrupción, y te has criado políticamente con ellos, solo era posible salvarlo con una pulcra transparencia. Y no admitir la influencia en los resultados, es ahondar más en la evidente herida de un alejamiento social.
 

Sin saber renovar gobierno ni partido

Evidentemente, gobernar durante 36 años consecutivos con el respaldo de las urnas como el PSOE-A, en el único caso conocido en Europa, desgasta y de qué forma. Sólo una renovación profunda del partido y del gobierno hubiera atemperado el cansancio. Pero no fue posible.Ni quiera cuando tras caer derrotada en las primarias, Susana Díaz convocó el congreso regional el año pasado, cambió el ejecutivo y situó en piezas claves del aparato a cuestionables peones, más pendientes de replicar al PP que de activar la organización, con nuevas formas y horizontes, como trató de renovar de Pedro Sánchez.

Intalados en la autocomplacencia, tras vencer cómodamente en 2015, tampoco se apreció un nuevo impulso en el Gobierno, más bien plano, donde la presidenta, con 44 años, era la más joven de su propio ejecutivo. Desprovista en el partido y en el ejecutivo de posibles relevos, su omnipresencia y liderazgo ha evitado sucesores a los que mirar, al menos de reojo, lo que obliga a volver la vista al clan andaluz del Gobierno de Pedro Sánchez.

Con las listas elaboradas, en las que poco peso tuvo la decisión de la militancia, sin sanchistas, con escasas caras nuevas y algunas incorporaciones asombrosas, marcó el rumbo en exclusiva clave andaluz, eufórica al inicio, sin siglas, apostando casi todo a su marca electoral. Pero esta vez la identificación de Andalucía con el PSOE no le ha valido

La desunión, síntoma de la derrota

El primer síntoma de la derrota es la desunión. Pero en el caso del PSOE andaluz, ya se arrastraba desde el protagonismo de Susana Díaz y sus partidarios en el derribo de Pedro Sánchez, como secretario general del PSOE, y el posterior fracaso de la andaluza en su intento de alcanzar el mando socialista en las primarias.

En la cuna del socialismo, tenue ha sido el respaldo a las políticas del gobierno de Pedro Sánchez, desde la moción de censura. Y siguiendo con su lógica, en la campaña electoral del PSOE-A apenas contó el presidente del gobierno -por agenda institucional y decisión personal-.

Con las listas elaboradas, en las que poco peso tuvo la decisión de la militancia, sin sanchistas, con escasas caras nuevas y algunas incorporaciones asombrosas, marcó el rumbo en exclusiva clave andaluz, eufórica al inicio, sin siglas, apostando casi todo a su marca electoral. Pero esta vez la identificación de Andalucía con el PSOE no le ha valido, en un perverso escenario nacional, con Cataluña de fondo, donde las formaciones de la derecha han usado la comunidad, como experiencia previa a las generales.

Como si la estuvieran esperando, al día siguiente de la debacle, el secretario de organización José Antonio Ábalos, le abrió la puerta de salida y pidió la “regeneración” del PSOE andaluz, matizado luego con retórica pero llegando a la misma conclusión. Susana Díaz asegura que seguirá en la oposición, si no logra formar gobierno

Y así, los socialistas se quedaron cortos, sin entrar en un forzado debate nacional, sin respuesta a la cuestión catalana, como si acaso el PSOE no tuviera un plan estatal con el que combatir el desafío independentista, ni defendiera el término España, patria, nación o la migración, las dos cuestiones sobre la que la ultraderecha ha cimentado su escalofriante ascenso.

Como si la estuvieran esperando, al día siguiente de la debacle, el secretario de organización José Antonio Ábalos, le abrió la puerta de salida y pidió la “regeneración” del PSOE andaluz, matizado luego con retórica pero llegando a la misma conclusión. Susana Díaz asegura que seguirá en la oposición, si no logra formar gobierno.

“Si el PSOE no remonta electoralmente, me marcharé. Lo haré sin fracturar el partido, sin hacer ruido”, dijo Susana Díaz en el debate con Pedro Sánchez en las primaras de mayo del año pasado, donde también dejó para el recuerdo aquel: “No mientas cariño. Tu problema, Pedro, no soy yo, eres tú”.

Pero aún no ha dicho la última palabra sobre la necesaria renovación de una organización, que ya no funciona, ante una derecha unida.