'30.000 razones para expresarse de otra forma'

Cribado de mama en Andalucía: primero las pacientes, luego el relato. Verdad, reparación y garantías de no repetición
Antes de nada, conviene decirlo claro: Mercedes Acebal y Marina Álvarez son dos profesionales de reconocido prestigio. Han dedicado años a la sanidad pública, han cuidado equipos, protocolos y pacientes. Ese mérito no se discute y merecen respeto por su trayectoria. Precisamente por eso, porque conocemos su solvencia y su oficio, lo que esperamos de sus palabras en un momento tan delicado es una medida más alta de empatía y responsabilidad pública.
Hay algo que chirría como un portón mal ajustado: hablar del programa de cribado, de su arquitectura y sus virtudes, sin una mención nítida a las mujeres afectadas. A las que esperaron, a las que dudaron, a las que recibieron tarde una llamada que debía llegar a tiempo
Dicho esto, hay algo que chirría como un portón mal ajustado: hablar del programa de cribado, de su arquitectura y sus virtudes, sin una mención nítida a las mujeres afectadas. A las que esperaron, a las que dudaron, a las que recibieron tarde una llamada que debía llegar a tiempo. Puede que no haya mala intención, pero esa omisión pesa. En una crisis sanitaria, silenciar a quien sufre —aunque sea por olvido o prisa— es una forma de ofensa fría: no levanta la voz, pero borra del cuadro a quienes deberían estar en el centro.
La gente quiere confiar en su sistema público, y es justo que se lo pidamos. Tenemos grandes profesionales, sí; mujeres y hombres que leen cada imagen con un cuidado de relojero. Pero la confianza no se decreta, se gana. No basta con explicar cómo debería funcionar el protocolo; hay que contar qué falló, cuándo, dónde y con qué consecuencias. La buena administración no se mide por el brillo del discurso, sino por la trazabilidad de las decisiones y la reparación debida a cada paciente.
Por eso, pedir confianza sin poner sobre la mesa los datos, las fechas, los responsables y los remedios suena a abrir la puerta y no entrar. A las mujeres no se les pide fe; se les ofrece certeza
En Andalucía, como en cualquier parte, un programa de cribado es más que una cadena de máquinas y lecturas: es un compromiso con el tiempo. La demora, cuando aparece, no es un detalle técnico; es ansiedad que se cuela en la cocina de casa, es una noche larga y una mañana peor. Por eso, pedir confianza sin poner sobre la mesa los datos, las fechas, los responsables y los remedios suena a abrir la puerta y no entrar. A las mujeres no se les pide fe; se les ofrece certeza.
El prestigio de nuestras radiólogas y técnicos no puede ser un biombo. Al contrario: es un motivo más para rendir cuentas con rigor. Si algo se torció, que se diga. Si faltaron manos, que se contraten. Si hubo un vacío en la citación o en el seguimiento, que se corrija hoy, con nombres y plazos, y no mañana con generalidades.
Reconocer la excelencia profesional es justo; esconderse tras ella, no. El prestigio de nuestras radiólogas y técnicos no puede ser un biombo. Al contrario: es un motivo más para rendir cuentas con rigor. Si algo se torció, que se diga. Si faltaron manos, que se contraten. Si hubo un vacío en la citación o en el seguimiento, que se corrija hoy, con nombres y plazos, y no mañana con generalidades.
Lo responsable, lo que la ciudadanía entiende y lo que da credibilidad al sistema, es un camino claro: identificación de todas las afectadas, contacto activo —llamada, mensaje y carta—, cita prioritaria y acompañamiento clínico. Después, una auditoría independiente que deje por escrito cada paso del circuito, con sus luces y sus sombras. Y en paralelo, reactivación de las comisiones de cribado a nivel provincial y de centros e indicadores públicos de demoras y coberturas, de esos que se consultan como quien mira el parte del tiempo: sin adornos, a diario, para saber cómo vamos.
No se trata de levantar la voz, sino de poner el corazón y la razón en el sitio. Primero, las mujeres. Luego, el relato. No al revés. Decir “confiad, somos muy buenos” es quedarse a mitad del puente; lo que hace falta es cruzarlo
No se trata de levantar la voz, sino de poner el corazón y la razón en el sitio. Primero, las mujeres. Luego, el relato. No al revés. Decir “confiad, somos muy buenos” es quedarse a mitad del puente; lo que hace falta es cruzarlo: reconocer el daño, pedir disculpas donde proceda, reparar lo reparable y garantizar que no se repita. Solo entonces la confianza vuelve a casa, como vuelve la luz cuando amaina la tormenta. Ser solo escudo del que gobierna es hacer un flaco favor a la ciudadanía.
A la sanidad pública se la defiende con verdad, con papeles y con plazos. Y a las pacientes, con respeto explícito
En resumen, que no nos distraigan los fuegos de artificio. A la sanidad pública se la defiende con verdad, con papeles y con plazos. Y a las pacientes, con respeto explícito: nombrándolas, atendiéndolas, devolviéndoles el tiempo que se les quitó. Todo lo demás —por muy bien dicho que esté— es ruido en el corredor.
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