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Artículo de Opinión

'Las heridas de América Latina siguen abiertas'

Ciudadanía - Paco Vigueras - Sábado, 12 de Octubre de 2024
Paco Vigueras, periodista y coordinador de Granada Abierta, reflexiona en este artículo sobre el 12 de octubre y los desencuentros de la monarquía española con países como México, Colombia o Venezuela.
Chiste de H. Catalán cedido por el autor.
Chiste de H. Catalán cedido por el autor.

Han pasado 532 años y las heridas de América Latina siguen abiertas, como diría el escritor uruguayo Eduardo Galeano. Hasta el punto de tensar las relaciones de países como México, Colombia o Venezuela con la monarquía española. Este desencuentro empezó cuando Juan Carlos I gritó: ¿Por qué no te callas? Así fue cómo el rey campechano increpó al entonces presidente bolivariano Hugo Chávez, hace ya 18 años. 

Sucedió en la XVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado, celebrada en Santiago de Chile, en el año 2007. Hugo Chávez había acusado al expresidente José María Aznar de favorecer un golpe de Estado contra la República de Venezuela y Rodríguez Zapatero pidió respeto para el líder de la derecha española. Pero Chávez interrumpió a Zapatero y siguió acusando a Aznar de ser un fascista y antidemócrata. 

En este rifirrafe, saltó de repente Juan Carlos I y le soltó a Chávez el ya famoso: ¿por qué no te callas? El emérito tampoco se dirigió con respeto al mandatario venezolano y optó por hacerlo como un monarca se dirige a quien considera su vasallo. Seguramente, nunca se habría atrevido a increpar de la misma manera al presidente estadounidense, George W. Bush, pero al fin y al cabo -debió pensar- no se trataba del jefe de la primera superpotencia mundial, sino del presidente mestizo de una república bananera. Esta cumbre será recordada siempre por el exabrupto del monarca al comandante bolivariano. Años después, Nicolás Maduro sucedió a Hugo Chávez, que falleció por enfermedad. Y Felipe VI sucedió a su padre Juan Carlos I, el rey que abdicó de la corona, acosado y acusado de fraude a hacienda y evasión de capital.

El rey Felipe VI no se levantó al paso de la espada de Simón Bolívar, durante la toma de posesión de Gustavo Petro, el nuevo presidente de Colombia

Y el 9 de agosto de 2022, nuevo incidente protocolario. El rey Felipe VI no se levantó al paso de la espada de Simón Bolívar, durante la toma de posesión de Gustavo Petro, el nuevo presidente de Colombia. Como primer gesto de un gobierno progresista, el presidente Petro había ordenado exhibir en la ceremonia el sable del libertador, símbolo de la lucha guerrillera y de la independencia latinoamericana. Los defensores del monarca dicen que se mantuvo sentado porque la espada no estaba contemplada en el protocolo, pero incluso siendo así, Felipe VI debió intuir la importancia de este símbolo revolucionario y levantarse para rendirle homenaje, como hicieron otros asistentes a la ceremonia. Seguramente, de haber sido las espadas conquistadoras de Fernando el Católico o Hernán Cortés, Felipe se habría levantado inmediatamente. Pues lo cierto es que la monarquía española nunca se llevó bien con la América bolivariana y, en cambio, se siente heredera de los reyes que ordenaron la conquista y el saqueo de América.

Tercer incidente. El presidente mexicano Manuel López Obrador ha denunciado el genocidio y expolio de América Latina, durante la conquista, solicitando por carta a Felipe VI, como representante del Reino de España, que pida perdón a los pueblos indígenas. Pero el rey Felipe, mal aconsejado, decidió no responder a la misiva de López Obrador, que interpretó su silencio como un agravio al  pueblo mexicano. En consecuencia, el monarca no fue invitado a la toma de posesión de Claudia Sheinbaum, la nueva presidenta de México. Un error de la monarquía hispana, pues otros países, como Portugal, Bélgica o Francia, sí han pedido perdón por las atrocidades cometidas en sus respectivas colonias e hicieron lo correcto. 

El conflicto diplomático se agravó, aún más, cuando  los medios informativos españoles, incluida la televisión pública, ridiculizaron a López Obrador. El presidente mexicano sólo recibió descalificaciones y la respuesta de los negacionistas, que siguen hablando de “leyenda negra antiespañola”. Peor todavía, han lanzado una campaña de propaganda, en un intento de blanquear la “conquista” llamándola “primera globalización”.  

Españoles y portugueses exterminaron a más de 60 millones de indios

Sin embargo, las crónicas de la conquista son estremecedoras. El cronista uruguayo Daniel Vidart nos dice que los capitanes de la conquista advertían a la población indígena sobre las consecuencias de no convertirse a la santa fe católica: “Si no lo hiciereis, yo entraré poderosamente contra vosotros y os haré la guerra. Os sujetaré al yugo y obediencia de la iglesia y de su Majestad, y tomaré vuestras mujeres e hijos y los haré esclavos”. Incluso, Francisco López de Gomara, cronista de guerra que acompañaba a los conquistadores, confiesa: “Denuncié en numerosas ocasiones los excesos de violencia y de codicia de los soldados españoles y su comportamiento contrario a los principios cristianos”.

Los conquistadores españoles buscaron alianzas con tribus sometidas a los imperios Inca y Azteca y les prometieron la libertad a cambio de su apoyo militar

Los conquistadores españoles buscaron alianzas con tribus sometidas a los imperios Inca y Azteca y les prometieron la libertad a cambio de su apoyo militar. Pero engañaron a los indígenas descontentos. Primero, los utilizaron como carne de cañón en la guerra colonial y, después, los esclavizaron. En México, Hernán Cortes sitió la entonces capital mexicana, Tenochtitlán, en nombre del rey Carlos I. Durante el asedio, provocó la muerte de más de 100.000 aztecas y de su emperador Moctezuma. Aunque existen varias versiones, la que cuenta con más consenso es la del historiador Matthew Restall: “Moctezuma fue asesinado mediante una paliza, estrangulamiento y una puñalada, victima de un magnicidio planificado por los capitanes españoles”. 

Y en el caso de Perú, Francisco Pizarro capitaneó la conquista y expolio de aquella tierra, en nombre del rey Felipe II. Buscaba el oro de los Incas y, con este fin, asesinó al emperador Atahualpa. Pero no se conformó con ejecutarlo mediante el garrote vil, instrumento de tortura preferido por la Inquisición, sino que dio también la orden de decapitarlo y descuartizarlo, exhibiendo sus restos para público escarmiento. De esta forma, los indígenas supieron lo que les pasaba a los rebeldes. Estos episodios brutales son innegables y una sociedad democrática tiene que reconocerlos.

John Maximino Muñoz Telles, especialista en Cultura Indígena Latinoamericana, añade que, en el siglo XVI, españoles y portugueses exterminaron a más de sesenta millones de indios: “La mayor masacre en la historia de la humanidad. Eso ocurrió aquí, en nuestra Latinoamérica, y no hay ni un triste museo del holocausto indígena”. Por tanto, la conquista de América es la historia del genocidio y saqueo que sufrieron las comunidades precolombinas. Y cuando la población indígena quedó gravemente diezmada, por la explotación y las epidemias traídas por los conquistadores del viejo continente, entonces fue sustituida por esclavos procedentes de África.

Y Eduardo Galeano, autor del libro “El descubrimiento", nos dice: “En 1492, los nativos descubrieron que eran indios, descubrieron que vivían en América, descubrieron que estaban desnudos, descubrieron que existía el pecado, descubrieron que debían obediencia a un rey y a una reina de otro mundo y a un dios de otro cielo, y que ese dios había inventado la culpa y el vestido, había mandado que fuera quemado vivo quien adorara al sol y a la luna, y a la tierra y a la lluvia que la moja”.

Sin embargo, parece que hemos olvidado aquel genocidio cometido contra las comunidades indígenas de América Latina. Sólo así se entiende que la figura de Cristóbal Colón, que diezmó y esclavizó a los indígenas de la dominicana, presida calles y plazas en nuestras ciudades. Que un monumento rinda homenaje al conquistador Francisco Pizarro en Trujillo. Y que una escultura, dedicada a Hernán Cortés en Medellín, recuerde como un héroe a quien fue un exterminador de indios. 

No hay nada que celebrar. Hay que reconvertir el 12 de octubre en una jornada para reflexionar sobre la violación de los derechos humanos durante la conquista de América

Por tanto, no hay nada que celebrar. Hay que reconvertir el 12 de octubre en una jornada para reflexionar sobre la violación de los derechos humanos durante la conquista de América y dar la bienvenida a nuestros hermanos latinoamericanos, que nos han devuelto la visita. Vecinos nuestros, que viven y trabajan con nosotros, para dar prosperidad a esta tierra. Cinco siglos después, ha llegado el momento de reconciliarnos con ellos y recordar el 12 de octubre de 1492 con espíritu de reencuentro y desde la igualdad.

Paco Vigueras, periodista y coordinador de Granada Abierta