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Homenaje a Federico y a todas las víctimas del Guerra Civil en el 80 aniversario del asesinato del poeta

Contra el olvido, en nombre de la Democracia, la Dignidad y la Justicia

Cultura - J.I.P. - Jueves, 18 de Agosto de 2016
Sencillo, como son los homenajes sentidos, y con la misma emotividad que todos los años se respira en Alfacar en la noche del 17 de agosto, sobrecogidos, la Diputación de Granada conmemoró el 80 aniversario del asesinato de Federico García Lorca con un homenaje al poeta y a todas las víctimas de la Guerra Civil, que concluyó con un concierto de voces de mujeres. Un acto para contribuir a recuperar la memoria de todos los represaliados por el franquismo, por la intolerancia y la brutalidad, “en nombre de la Democracia, la Dignidad y la Justicia”.
'Voces de mujeres a Federico', para recordar al poeta.
Miguel Rodríguez
'Voces de mujeres a Federico', para recordar al poeta.
Ante el monolito a Federico García Lorca y a todas las víctimas de la Guerra Civil, la ofrenda de flores institucional dio inicio al acto. Junto al esplendoroso ramo de flores rojas, otras, más humildes, y alguna vela, todas con historias. La historia de algunas de las víctimas, probablemente enterradas en aquellos parajes, o en cualquier lugar de España,  que cada 17 de agosto se recuerdan -cada uno o una la suya-, en la conmemoración del asesinato del poeta y dramaturgo universal.
 
Aún no se había puesto el sol en Alfacar, y los numerosos asistentes, algunos, con banderas republicanas, llenaban la plaza central del parque, rodeado de trozos de poema de Federico. Presentes las asociaciones memorialistas de la provincia que el año pasado volvieron al homenaje después de su ausencia durante los cuatro años de gobierno del PP al frente de la Diputación, dada la deriva que había tomado la conmemoración.
 

 

Ofrenda floral ante el monolito que abrió el acto. m.rodríguez

 
El homenaje se celebró en el mismo día en el que El Independiente de Granada adelantaba que la Justicia argentina investigará el asesinato de Federico, 80 años después. No será un juez español.

Argentina, el país que amó a Lorca, investigará su asesinato

‘No murió sin más’

Desde el estrado, donde ya de noche presidido por una luna brillante se escucharon hermosos poemas y música contra el olvido, el presidente de la Diputación de Granada, el socialista José Entrena, fue rotundo: “Federico García Lorca no murió sin más, su asesinato formaba parte de un proceso y estuvo acompañada miles y miles de ejecuciones similares”.
 

El presidente de la Diputación, Joé Entrena. J.Grosso/dipgra

Por ello, dijo, “celebramos un acto con el que, por segundo año, recuperamos la memoria del poeta y a la vez, la de todas las víctimas de la represión franquista”. Luego, palabras de respeto y solidaridad a las familias de las víctimas de la Guerra Civil y de la represión: “Ese respeto es el que nos ha hecho recuperar un reconocimiento acorde con la dimensión histórica de Federico García Lorca y con las circunstancias de su muerte”.  
 
 “Continuemos con más fuerza que nunca dando espacio y dando voz al compromiso de esta tierra con Federico García Lorca y con todos los que, como él, cayeron bajo el fuego de la intolerancia, de la ignorancia y de la brutalidad”, dijo Entrena. Y así, destacó la necesidad de “rescatar la memoria de todas las víctimas de la Guerra Civil y la represión, en nombre de la democracia, de la dignidad y de la justicia”. “Vamos a trabajar para que así sea", agregó.
Tras elogiar el trabajo de las asociaciones memorialistas, el presidente de la Diputación se comprometió a continuar “con más fuerza que nunca dando espacio y dando voz al compromiso de esta tierra con Federico García Lorca y con todos los que, como él, cayeron bajo el fuego de la intolerancia, de la ignorancia y de la brutalidad”.
 
Antes, la diputada de Cultura y Memoria Democrática y alcaldesa de Alfacar, Fátima Gómez Abad, también aludió a la necesidad de recuperar la memoria de las víctimas, con el sentimiento “más puro”.
 

La diputada de Cultura, Memoria Democrñatica y alcaldesa de Alfacar, Fátima Gómez Abad. J.Grosso/Dipgra

 
Y en nombre de las víctimas, el periodista José Barrionuevo, que presentó el acto, dio paso a, Francisco Parejo Pérez, de  47 años y natural de El Padul. Su abuelo es Manuel Parejo Alba, su bisabuelo, su abuelo, y tres de sus tíos  fueron asesinados, uno de ellos en Viznar. 
Su intervención emociona y responde a aquellos que censuran o no entienden por qué recuperar la memoria de aquellos asesinados vilmente por el fascimos.
 
La historia de su familia, fue recuperada por los periodistas Álvaro Calleja y Santi Sevilla, en aquella magnífica sucesión de artículos publicados en la desaparecida La Opinión de Granada, bajo el título, ‘Memoria recuperada’, con el que ganaron el Premio Andalucía de Periodismo. Este es la historia recuperada:
 
Manuel Parejo Muñoz tenía tan solo seis años cuando las tropas fascistas, recién sublevadas, asesinaron a su padre en Padul y fusilaron a su abuelo y a dos de sus tíos en la tapia del cementerio de Dúrcal.







“A estos les dicen en Padul ‘los Cornices’ pero van a morir como conejillos”. La lapidaria frase de un cabo falangista fue el preludio de una brutal cacería contra una humilde familia de agricultores que se consumó en apenas un mes y que arrancó a los tres días de la sublevación militar contra el gobierno legítimo de la República. Cinco miembros de una misma familia fueron asesinados y ninguno de sus cuerpos fue entregado a los familiares que, a día de hoy, desconocen el lugar exacto donde descansan sus restos.

Manuel Parejo Muñoz era, con tan solo 6 años y medio, el mayor de cuatro hermanos pero conserva en su retina imágenes del horror de la guerra. Aún hoy recuerda que su padre, Manuel Parejo Alba, le llevó “a cucurumbillo” a presenciar un mitin de Fernando de los Ríos, el que fuera ministro de Justicia e Instrucción Pública durante la República que, con motivo de las elecciones de febrero de 1936, se acercó a Padul para dirigirse a sus simpatizantes en la Ermita, que era como se conocía la casa del Doctor Rejón Delgado, apodado el niño de la Chaquetica. En su memoria quedó grabada la estampa imponente de una de las destacadas figuras del pensamiento socialista pero sobre todo le llamó la atención su barba y cómo el mismo Fernando de los Ríos tuvo que ocultarse en un pajar del pueblo, en la zona conocida como la Glorieta, después de que un grupo de falangistas reventara el acto a tiro limpio.



Por aquel entonces su padre acababa de regresar del servicio militar pero ya dejaba entrever sus inquietudes políticas. Simpatizaba con la izquierda, se movía en el mismo entorno que los concejales socialistas y, con frecuencia, participaba en la rondalla del pueblo pues dominaba con cierta destreza los instrumentos de cuerda.

Aquellas elecciones las ganó el Frente Popular y, aunque la tensión política era manifiesta, nadie en su familia presagiaba lo que iba a ocurrir meses después, con la insurrección militar. Padul no opuso resistencia pese a que los vecinos, dedicados en su mayor parte a la agricultura, disponían en sus casas de armas de fuego, por lo general escopetas de caza. A los Parejo se les conocía precisamente por su afición a la caza con el apodo de los ‘Codornices’, que el habla y el gracejo popular redujo a ‘Cornices’.

Manuel Parejo Alba fue precisamente el primero en caer asesinado en el pueblo. Como otras tantas mañanas, el día 21 de julio Manuel se despidió de su mujer, Laura, para dirigirse a labrar una parcela de tierra próxima a la Laguna. Justo en el desvío de un camino para llegar hasta su parcela fue interceptado por un camión de falangistas que se dirigía presumiblemente a tomar la ciudad de Motril y en el que viajaban algunos paduleños.

Uno de ellos, en venganza por no haberle llevado a la recogida de la remolacha en Sevilla, lo delató por “rojo” y allí mismo fue acribillado y abandonado en una cuneta con varios disparos, alguno de ellos en la cabeza. Un coche lo trasladó aún con vida a una casa de Padul y de ahí lo llevaron al Hospital de San Juan de Dios donde falleció tres días después, el 24 de julio, por “heridas de arma de fuego” –tal y como consta en el acta de defunción que se elaboraría el 15 de agosto–. Sus restos fueron trasladados al cementerio de San José donde fue enterrado en una fosa, como consta en el registro que consultó en su día el periodista Eduardo Molina Fajardo, sin que se conozca más detalle sobre el paradero de los restos.

Los fusilamientos. La represión que siguió a la sublevación militar se ensañó con su familia. Apenas un mes después del fatal episodio de Manuel, un grupo de seis guardas rurales, al servicio de los fascistas, se presentó en la parcela donde el padre, Francisco Parejo Ortega, de 66 años, disponía de unos almendros que en ese momento vareaba junto a su nieto Manuel. Pese a su corta edad, éste recuerda cómo los guardas que portaban fusiles conminaron a su abuelo, enfermo de diabetes, a acompañarlos al cuartel para tomarle declaración. “Las gafas no le van a hacer falta”, apuntó uno de los sublevados a modo de vaticinio de lo que ocurriría después.



Antes pasaron por su vivienda en busca de sus otros dos hijos, Francisco y Cecilio Parejo Alba, quienes más tarde se entregarían después de que un familiar cercano, simpatizante de los falangistas, les garantizara que su integridad estaba a salvo. Cecilio era precisamente el más reacio a entregarse. De hecho había comprado con los escasos ahorros unas zapatillas por esas fechas para emprender la huida monte a través con destino al municipio de Jayena, donde en ese momento se encontraba el frente republicano.

Se equivocó. Acudió con su hermano a la Casa Grande que era como se conocía el palacio de los condes de Padul, improvisada cárcel de los falangistas. En el citado centro de detención, los dos hermanos, junto a su padre, pasaron la noche del 21 de agosto recibiendo torturas de las autoridades falangistas que trataban de arrancarles los nombres de aquellas personas que se hubieran significado por su simpatía con la izquierda política. Uno de los más célebres era el doctor Rejón Delgado, el niño de la Chaquetica, la persona que organizó el mitin de Fernando de los Ríos y que, en los primeros días de la insurrección, consiguió burlar el cerco falangista y abandonar el pueblo escondido en un camión de estiércol. El Chaquetica contactó en Jayena con militantes de la Federación Anarquista Ibérica (FAI) y escapó así de una muerte segura.

Si ya fue cruel perder a su hijo Manuel, Francisco Parejo Ortega tuvo que asistir también a la muerte de sus otros dos hijos. Frente a la tapia del cementerio del municipio de Dúrcal, el padre imploró a los oficiales falangistas un último deseo: “Matadme a mí primero para no ver morir a mis hijos”. Sus familiares conocieron después por boca de testigos presenciales que en el fusilamiento participaron vecinos de Padul y que primero fueron fusilados los hijos y luego el padre. Lo de “morir como conejillos”, la frase pronunciada por un oficial falangista momentos antes de la ejecución, cobraba sentido. Aquellos testimonios permanecen en la memoria colectiva de los paduleños porque muchos no sólo fueron testigos de los fusilamientos sino que se vieron obligados a enterrarlos.

Sus cuerpos permanecen en una fosa común del camposanto de Dúrcal sin que hoy sea posible localizar el lugar exacto del enterramiento debido a las reformas efectuadas. El Ayuntamiento levantó una calle de nichos en el lugar donde supuestamente descansan los restos de los Parejo. Años después, ya en la posguerra, fue asesinado el marido de una sus hijas, Francisco Fernández, enterrado en un lugar indeterminado de Víznar". Álvaro Calleja y Santi Sevilla.

Versos y música

Esther Crisol y Alfredo Mesa en un momento del concierto. miguel rodríguez

Las intervenciones institucionales cedieron el testigo a las actuaciones "Voces de mujeres a Federico", que protagonizaron la cantante y actriz Nerea Cordero, la cantaora Esther Crisol y la actriz Gema Matarranz,  acompañadas por Javier Galiana, al piano, Alfredo Mesa, a la guitarra, y Arturo Cid, al saxo.

 
La música y la palabra se fusionaron para recordar las lunas de Lorca, los veinte años del disco Omega del fallecido Enrique Morente y el "Pequeño vals vienés" que versionó Leonard Cohen, un espectáculo para "luchar contra el olvido", y que las tres interpretaron, cada una a su manera.
 
Y al final, aplausos y silencio. Para recordar. Para que nunca se olvide.