'Cala Vento expanden su sonido en la dirección equivocada'
Cuando Cala Vento aterrizaron en el panorama pop español, aún resacoso tras la explosión del indie que se convirtió en el nuevo mainstream, su sonido fue un soplo de aire fresco. La combinación de melodías alegres y ligeras con pasajes ensordecedores y furiosos, que podríamos llamar hardcore pop, hizo que Aleix y Joan destacaran rápidamente, más aún gracias a la sencillez de su propuesta (apenas guitarra y batería). Cala Vento (2016) y Fruto Panorama (2017) salieron en menos de un año y les asentaron como uno de los grupos más prometedores del pop alternativo, a pesar de cierta irregularidad en los tracklists. Su capacidad para componer hits de la talla de “Isla desierta” compensaba esos defectos, y su trabajo incansable girando y tejiendo redes con artistas por toda España se hizo notar. Cuando en 2019 lanzaron Balanceo, el terreno ya estaba fértil y su música había alcanzado la madurez. Con una mejor producción y mejores canciones, aquel disco fue un triunfo aplaudido por la crítica y adorado por unos fans fieles y cada vez más numerosos, aunque aún no multitudinarios.
El resultado de todo ello es que actualmente hay toda una eclosión de bandas que siguen claramente (quizás demasiado claramente, en algunos casos) su estela
El resultado de todo ello es que actualmente hay toda una eclosión de bandas que siguen claramente (quizás demasiado claramente, en algunos casos) su estela: desde Yawners, a quienes de hecho editan los gerundenses desde su propio sello, Montgrí, a los granadinos Biblical Soccer, pasando por los barceloneses Boys Kissing Boys. Quizás por eso, quizás por una evolución natural de su sonido o quizás por una combinación de ambas cosas, su cuarto álbum, Casa Linda, representa un claro giro para el dúo. Después de hacerse famosos por tocar solo guitarra y batería, Aleix y Joan se aventuran aquí con más texturas, combinando una mayor presencia de la guitarra acústica, algunos sintes y teclados y sobre todo muchas cajas de ritmos. Esa voluntad de evolucionar más allá de aquellas limitaciones autoimpuestas es sin duda digna de elogio. Pero el disco es una enorme decepción: la idea era buena, pero la ejecución ha sido muy cuestionable.
Siendo claro: el disco no suena bien. Casi cada intento de introducir esas innovaciones sonoras acaba para mí en un desastre. “Ferrari” es paradigmática en este sentido: después de un inicio hipnótico en el que el riff de guitarra, la línea de bajo y la batería se contagian de la síncopa de las voces, aparece un pasaje con guitarra acústica y unos sintes que pretenden ser etéreos, que dura apenas un par de compases antes de que entre un estribillo atronador, en el que todos los instrumentos se apelmazan. Y después vuelta a empezar de inmediato. Ninguna de las partes de la canción tiene espacio para respirar, de modo que, en lugar de fluir, el tema avanza a trompicones. El puente combina los sintes atmosféricos de antes con un solo de guitarra tan obvio que sonroja, y en el último estribillo se escucha algo que parecen sintes, pero también podrían ser unos coros muy agudos: tan mal se oye que no podría asegurar qué son. En fin, un desastre.
Los sintes de la primera parte de “Conmigo” suenan como los del mítico anuncio de THX, y suenan tan fuerte que apenas dejan espacio para que escuchemos las voces de Aleix y Joan a pesar de que no hay más instrumentos
De forma más sintética, podría señalar que cada aparición de una caja de ritmos a lo largo del disco es desafortunado, sea en el estribillo de “¿Qué hay del placer?”, en el de “No hay manera” o al inicio de “Passar pantalla”: siempre me acabo preguntando por qué han usado un sonido tan cutre. Pero es que cuanto más diferente a su estilo anterior es la canción, peor es el resultado. Los sintes de la primera parte de “Conmigo” suenan como los del mítico anuncio de THX, y suenan tan fuerte que apenas dejan espacio para que escuchemos las voces de Aleix y Joan a pesar de que no hay más instrumentos; pero cuando desaparecen y en su lugar escuchamos una baladita trivial en todos los sentidos (silbidos incluidos), el tema incluso empeora. Por su parte, “Casa linda” es una canción acústica que intenta ser íntima y más bien se queda en aburrida. Pese a ser más compleja y ambiciosa, carece por completo del poderío emocional de un tema tan sencillo como “La importancia de jugar al baloncesto”.
El dúo siempre ha escrito canciones bastante naíf, y esta era parte de la gracia: la simplicidad de la propuesta sonora se reflejaba en el aspecto lírico. Cala Vento son, por definición, directos y sinceros hasta el sonrojo
Esto tiene que ver con el otro gran problema del disco: las letras. El dúo siempre ha escrito canciones bastante naíf, y esta era parte de la gracia: la simplicidad de la propuesta sonora se reflejaba en el aspecto lírico. Cala Vento son, por definición, directos y sinceros hasta el sonrojo. Sin embargo, al renunciar a parte de la visceralidad de su música en favor de estos arreglos más elaborados y artificiosos, las letras resultan ahora más torpes, más tontas, sobre todo cuando optan por el comentario social, como en “Equilibrio” (“Hacemos leyes para proteger a las personas/y realmente favorecen solo a unas pocas/Todo son parches para conservar nuestras victorias/para que otros vivan solamente de derrotas”) o “Tu lugar”. El encanto que tenía escuchar a estos dos chavales abriéndose en canal a grito pelado deja paso al cringe que provocan dos treintañeros criticando el uso de las redes sociales (algo que ya habían hecho antes, pero con algo más de elegancia).
No sería justo negar que hay algunas canciones de calidad en el álbum
No sería justo negar que hay algunas canciones de calidad en el álbum. “Teletecho”, con Amaral, la conocíamos desde hace más de dos años y es un tema muy correcto en la línea clásica de Cala Vento. “23 semanas” es puro pop punk, y aunque sea el sonido menos original que se me ocurre para ellos, esa energía juvenil conecta más con el espíritu del grupo que sus otros experimentos. Pero diría que la mejor canción es justamente la primera. “Más que satisfechos” empieza con una percusión de lo más peculiar y sugerente y unas texturas bien equilibradas, quizás el único momento del álbum en que el grupo suena bien de verdad fuera de su zona de confort, antes de que entren las guitarras de siempre y se lancen a por un gran estribillo acompañados por un estupendo coro. Así pues, no creo que el problema sea que estos dos sean incapaces de salir de sus limitadas coordenadas iniciales; más bien, creo que tienen que componer mejores canciones y cuidar más la producción, para expandir su música en direcciones que tengan sentido. El caso es que el disco está teniendo buena acogida, así que Cala Vento van a seguir creciendo, y aún quiero creer que eso es una buena noticia. Desde luego, prefiero tenerlos en todos los festivales a ellos que a la enésima copia de Vetusta Morla.
Puntuación: 5.9/10