Salvador Íñiguez Martelo, el Pastor protestante fusilado
Eso escribía Salvador Íñiguez Martelo, en Miajadas (Cáceres), en 1933, en un libro titulado La verdad te hará libre. Esa forma de pensar, aún siendo pastor protestante, lo condenaría tres años más tarde, una madrugada del 4 de septiembre de 1936, a ser fusilado, sin juicio previo –no les hacía falta a los fascistas- en las tapias del cementerio de Granada.
Residió en Santa Amalia (Badajoz), pero también predicó en Miajadas e Ibahernando (Cáceres), donde en 1931 asume la responsabilidad pastoral tras el fallecimiento de su predecesor Isaac Vega que, por cierto, en su Junta Directiva, más de la mitad de sus miembros eran mujeres
Había nacido el 18 de marzo de 1897 en Cádiz y en 1913, siguiendo su vocación religiosa, estudiará con los jesuitas en Granada, hasta el año 1918, saliendo defraudado de su paso por los de Loyola. Después comenzará una nueva etapa en la que se conocen sus escritos en prosa y verso en el diario El Liberal de Cádiz. Se casará el 1 de mayo de 1922 con la también gaditana Francisca Rubio Paz (había nacido el 1 de mayo de 1899) y tendrán seis hijos. En ese periodo, viviendo en el núcleo de una familia acomodada, había aceptado la Reforma y, desde 1929 a 1934, ministró como Pastor de la Iglesia Evangélica Española (IEE), trasladándose con su familia a una de las zonas más pobres de España, a Extremadura. Residió en Santa Amalia (Badajoz), pero también predicó en Miajadas e Ibahernando (Cáceres), donde en 1931 asume la responsabilidad pastoral tras el fallecimiento de su predecesor Isaac Vega que, por cierto, en su Junta Directiva, más de la mitad de sus miembros eran mujeres.
Con el triunfo de la CEDA, se reeditaron los atropellos contra los protestantes extremeños, como prueba, el último informe que publicó Teodoro Fliedner Brown (Pastor, teólogo, escritor, defensor de la República Española y la Obra evangélica) y el historiador holandés Kaus van der Grip
Según testimonios de los Pastores Evangélicos que ministraron en Ibahernando y Santa Amalia, las maquinaciones clericales y atropellos contra su iglesia eran constantes. Los evangélicos, pues, saludaron aliviados las libertades de la Segunda República (14 de abril de 1931) y, sobre todo, las disposiciones que se referían a la libertad de conciencia y libertad de cultos. Al proclamarse la Segunda República y, con ello, la libertad de cultos, que tanto facilitó la expresión pública, oral y escrita a las Iglesias Evangélicas, Íñiguez Martelo retomó la pluma y escribirá Por tierras extremeñas –una serie de artículos que publica en la Revista Evangélica, en 1931- y La verdad te hará libre, un libreto a los ciudadanos de Miajadas, de 33 páginas. Es la crónica de varios actos de propaganda evangélica, fuera de sus templos y a veces acompañado al piano por su esposa, en Santa Amalia, Miajadas, Ibahernando, Escorial, Robledillo, Herguijuela y La Conquista. Con el triunfo de la CEDA, se reeditaron los atropellos contra los protestantes extremeños (arrestos y encarcelamientos, evitando entierros y/o funerales protestantes), como prueba, el último informe que publicó Teodoro Fliedner Brown (Pastor, teólogo, escritor, defensor de la República Española y la Obra evangélica) y el historiador holandés Kaus van der Grip.
En enero del año 1934, Martelo pasó a ser el Pastor de la congregación de la Iglesia Evangélica Española en Granada. Es en Granada donde Salvador Íñiguez, -como resume el historiador holandés Klaus van der Grijp-, “continuó la preocupación por la política” que ya había manifestado en Extremadura.
Apenas instalado en Granada, le vemos en el vecino pueblo de Asquerosa (Valderrubio) pronunciando una «conferencia religioso-cultural» contra el capitalismo y contra la propiedad privada, «probando todo esto por sentencias de los antiguos Padres de la Iglesia y por el Evangelio»
Apenas instalado en Granada, le vemos en el vecino pueblo de Asquerosa (Valderrubio) pronunciando una «conferencia religioso-cultural» contra el capitalismo y contra la propiedad privada, «probando todo esto por sentencias de los antiguos Padres de la Iglesia y por el Evangelio». No sabemos por qué estaba en Íllora un día de enero de 1936 cuando asistió a un mitin de Acción Popular, pero por su interés –y que muestra su personalidad- reproducimos esta nota de prensa que republicanos y socialistas envían a El Defensor de Granada, por la implicación que tiene en el desarrollo de los acontecimientos, la figura del “obrero amaestrado” Ramón Ruiz Alonso –el captor de Lorca- respecto a Salvador Íñiguez.
La nota dice literalmente así:
Todavía hoy su familia conserva la capa que llevaba y el siete que le hizo el arma blanca que intentó acabar con su vida. Además, y aunque llevaba tan solo dos años en Granada, se había granjeado la amistad de líderes socialistas, como la de Alejandro Otero
Poco después fue detenido por orden gubernativa, porque el 13 de febrero de 1936 se publica una carta en El Defensor de Granada, firmada por Fernando Borrego y Juan Muñoz, como representantes de la Agrupación Socialista de Íllora, titulada “Cómo se preparan las elecciones en los pueblos” en la que protestan por la detención del pastor evangélico Salvador Íñiguez Marcelo* [sic], al que se encarceló para que no pudiera hacer propaganda de su culto y porque había publicado en Ideal una noticia sobre un mitin de Fernando de los Ríos en Íllora (“cuanto dice dicho diario es completamente absurdo, falso, inverosímil y calumnioso”). Y es que estábamos a unos días de las elecciones a Cortes del 16 de febrero de ese año y las autoridades de derechas hacían todo lo posible por acallar la voz de quienes luchaban contra la CEDA. Salvador Íñiguez era uno de ellos. Salvador era una persona conocida por sus predicaciones evangélicas, alejadas de sociedades desigualitarias, una voz incómoda para las derechas granadinas –en Granada se agitaba la peor burguesía de España, que dijera Lorca- y lo prueba el hecho de que intentaron asesinarlo en alguna de ellas. Todavía hoy su familia conserva la capa que llevaba y el siete que le hizo el arma blanca que intentó acabar con su vida. Además, y aunque llevaba tan solo dos años en Granada, se había granjeado la amistad de líderes socialistas, como la de Alejandro Otero.
Según sus nietas, fue detenido un día –probablemente el 21 de julio- en que, junto a su hijo mayor de 13 años-, iban a por la leche, lo detuvieron y se lo llevaron a la cárcel. No lo volverían a ver más
Tras las elecciones de febrero, con el triunfo del Frente Popular en España, y una vez repuesto el Ayuntamiento de Pinos Puente, dirigió la palabra al pueblo, antes de la intervención del alcalde, Antonio Ureña Ríos, “recomendando orden, para dar ejemplo a los enemigos” (El Defensor de Granada, 22 de febrero de 1936, p. 3). Por todo ello, y una vez declarado el Estado de Guerra en Granada el 20 de julio de 1936, Salvador será uno de los primeros detenidos en los primeros días del golpe de estado. Entonces vivía en Tendillas de Santa Paula, 7, al lado del Centro evangélico que estaba situado en la misma calle, en el número 12. Según sus nietas, fue detenido un día –probablemente el 21 de julio- en que, junto a su hijo mayor de 13 años-, iba por la mañana a por la leche, cuando lo detuvieron y se lo llevaron a la cárcel. No lo volverían a ver más. Su nieta Julia, por lo que le había contado su abuela- le dijo que “cuando fue mi abuela a la prisión a llevarle comida en una cestita (como todos los días), le dijeron que “ya no hacía falta”. Solo le dieron a su esposa, como pertenencia, el Nuevo Testamento y, dentro, escrito a mano, una dedicatoria para su hijo primogénito y un pensamiento:
Lo fusilaron porque, según las autoridades franquistas, era “activo propagandista de la revolución roja, fue detenido y puesto a disposición de la Autoridad Militar, que encontró probados los gravísimos cargos que contra él se hacían y le condenó a pena de muerte”
Durante mucho tiempo la familia creyó que sus restos estaban en Víznar, hasta que, posteriormente, sus hijas consiguen la certificación de defunción que lo sitúan en el distrito del Campillo. Efectivamente, sabemos que fue fusilado de madrugada en el cementerio de Granada. Lo fusilaron porque, según las autoridades franquistas, era “activo propagandista de la revolución roja, fue detenido y puesto a disposición de la Autoridad Militar, que encontró probados los gravísimos cargos que contra él se hacían y le condenó a pena de muerte”. Aunque algunos autores afirman que pasó por un proceso judicial, no existe rastro alguno del mismo, ni en el Archivo Togado Militar de Almería, ni en el Archivo de la Real Chancillería. Y de haberlo, hubiera sido una pantomima, como todos aquellos juicios militares que condenaban a la última pena con cargos inventados con el objetivo de justificar su ignominia. Lo cierto es que solo disponemos de la certificación del Juez Municipal y Secretario del Distrito del Campillo, en la que afirma que “D. Salvador Íñiguez Martelo, de 39 años de edad, natural de Cádiz, domiciliado en Granada, de estado casado y deja seis hijos, falleció (sic) en la demarcación de este Distrito el día 4 del actual [septiembre] a las cinco treinta minutos a consecuencia de disparos por arma de fuego, según resulta de la orden recibida y su cadáver recibió sepultura en el Cementerio de esta capital”. Fue inscrito en el registro civil de El Campillo, por orden del juez Ruiz Jiménez y en el Registro Municipal del distrito 3 de Granada aparece como muerto el 4 de septiembre de 1936 a consecuencia de “disparos de armas de fuego”.
También se ocupó del caso el periodista granadino Eduardo Molina Fajardo (Granada, 1914-1979), en su libro sobre la Guerra Civil en Granada, donde da cuenta de los cuarenta fusilados ese día. Sin embargo, esa jornada, en una saca impresionante, fueron en realidad cincuenta y cinco los presos republicanos que pasaron por las tapias del cementerio y procedían de pueblos de la provincia como Íllora, Lanjarón, Tocón, Albuñol, Güevéjar, Vélez de Benaudalla o Granada capital.
Salvador Íñiguez corrió la misma suerte que el otro pastor protestante granadino, José García Fernández, que también fue fusilado el 21 de agosto de ese mismo año. De este último, en enero de 1937, el Ayuntamiento franquista de Granada afirmaba que era “extremista indefinido, sujeto de pésimos antecedentes, sacerdote renegado, indigno y activo propagandista de disolventes ideas, afecto al Frente Popular.” Pero también tuvieron que exiliarse otros dos evangelistas que ejercían en Granada: Samuel Palomeque, a Argentina; y David Chorín, que fue expulsado a Tánger. No fueron los únicos porque otro pastor, Progreso Padilla –que había ejercido la predicación en Linares, La Carolina y El Centenillo, también tuvo que exiliarse porque, de haber sido detenido, habría sido ejecutado porque había sido condenado a muerte. Entre 1936 y 1942 fueron asesinados otros muchos pastores protestantes. El caso más conocido es el del amigo de Miguel de Unamuno, Atilano Coco Martín, pero también otros como Germán Araujo Mayorga (Catedrático de Matemáticas), Pedro de Vega Hernández (librero), Abdón Alonso (molinero), Gabriel Sánchez o Miguel Blanco Ferrer (San Fernando, Cádiz), y mujeres protestantes como Virtudes de la Puerta, o la maestra jerezana Carmen Hombre Ponzoa -que estaba embarazada-, por no olvidar todos los que fueron presos o perseguidos por sus convicciones religiosas.
Al final, durante la guerra civil se les arrebató la propiedad del templo y se clausuró el culto y la escuela, al tiempo que el local se convirtió en depósito de armas
El 23 de septiembre de 1936, su viuda se dirigió al Viceconsulado de Alemania en Granada para comunicarle que, tras el fallecimiento de su marido, tenía intención de trasladarse con su familia a Cádiz, porque su esposo era el administrador de tres casas en Granada que pertenecían a accionistas alemanes: una en Escóznar, otra en Valderrubio -donde hubo una escuela protestante, que fue clausurada por la Autoridad Militar- y otra en Granada, en la calle Tendillas de Santa Paula, 12. Al final, durante la guerra civil se les arrebató la propiedad del templo y se clausuró el culto y la escuela, al tiempo que el local se convirtió en depósito de armas. Durante la Guerra Civil española, el régimen franquista persiguió a los 30.000 protestantes españoles y obligó a muchos pastores a abandonar el país. Una vez acabada la guerra, se confiscaron las traducciones no católicas de la Biblia y se cerraron las escuelas protestantes. Al acabar la guerra se suprime la libertad de conciencia y el franquismo intenta borrar la memoria histórica del protestantismo español.
Y, como a los rebeldes fascistas no les bastó quitar la vida, sino también la hacienda, Salvador Íñiguez, será otro de los casi 12.000 represaliados que fueron sancionados por la Comisión Provincial de Responsabilidades Políticas y/o la Comisión Provincial de Incautación de Bienes
Y, como a los rebeldes fascistas no les bastó quitar la vida, sino también la hacienda, Salvador Íñiguez, será otro de los casi 12.000 represaliados que fueron sancionados por la Comisión Provincial de Responsabilidades Políticas y/o la Comisión Provincial de Incautación de Bienes, que estuvo en vigor desde 1936 a 1945. Se le abrió expediente de responsabilidades políticas número 48 en 1938 por denuncia de la Comisaría de Investigación y Vigilancia de Granada porque figuraba en la relación de interventores en las elecciones a Cortes de febrero de 1936 en representación del Frente Popular. El 28 de marzo de 1938 el juez de instrucción, Miguel Aledo, decreta el embargo de los bienes de Salvador Iñiguez Martelo, Miguel Jiménez Castillo, Melchor Lamana Navascués y Hermenegildo Lanz González.* (BOP, número 65 de 25 de marzo de 1938).
El informe que elabora la Comisaría de Investigación y Vigilancia de Granada, el 25 de julio de 1938, años y medio más tarde de ser fusilado, afirma que “carece de antecedentes desfavorables por lo que se refiere a su conducta privada” pero, “en el aspecto político social [era] de ideas socialistas y comunistas de las que realizó una intensísima propaganda"
Y es que además de fusilarlo, las autoridades franquistas, subiendo un peldaño su crueldad, siempre denigraron a sus víctimas, que nunca pudieron defenderse. Así, los informes que se elaboraban desde el Ayuntamiento, la Falange o la Guardia Civil para el Tribunal de Responsabilidades Políticas, pasados algunos años desde la ejecución, eran verdaderos documentos inquisitoriales. Por ejemplo, el informe que elabora la Comisaría de Investigación y Vigilancia de Granada, el 25 de julio de 1938, año y medio más tarde de ser fusilado, afirma que “carece de antecedentes desfavorables por lo que se refiere a su conducta privada” pero, “en el aspecto político social [era] de ideas socialistas y comunistas de las que realizó una intensísima propaganda, sobre todo, en el pueblo de Íllora”.
La Falange Local en su informe del 30 de agosto de ese mismo año, llegaba a afirmar sin tapujos que era “de ideología izquierdista, avanzado”, “gran propagandista del partido comunista desarrollando una gran campaña de conferencias especialmente en la Casa del Pueblo de Íllora” y que “fue pasado por las armas por su actuación contraria al Glorioso Movimiento Nacional”
La atribución de tener ideas “socialistas y comunistas”, en un totum revolutum indefinido, era lo normal en esos informes que atribuían a las víctimas ideas “disolventes” (en el lenguaje de los vencedores), los adscribían a determinadas organizaciones de izquierdas, fuera o no cierto, y eso justificaría que eran de ideas “exaltadas”, contrarios al Movimiento Nacional, lo que justificaba su ejecución. Ello y, además, sin tener en cuenta que todas esas organizaciones eran legales durante la II República. Así, ese mismo informe policial añadía que, además de ser “íntimo amigo del líder socialista [Alejandro] Otero”, era “sumamente contrario y peligroso para el Glorioso Movimiento Nacional”.
Obviamente, para los franquistas, la amistad con el dirigente socialista Alejandro Otero era motivo más que suficiente como para considerarlo “peligroso”. Y otro informe de la misma policía del 7 de febrero de 1940 –pasados cuatro años de su fusilamiento- lo consideraba “elemento peligroso” y volvía a atribuirle “ideas comunistas”. La Falange Local en su informe del 30 de agosto de ese mismo año, llegaba a afirmar sin tapujos que era “de ideología izquierdista, avanzado”, “gran propagandista del partido comunista desarrollando una gran campaña de conferencias especialmente en la Casa del Pueblo de Íllora” y que “fue pasado por las armas por su actuación contraria al Glorioso Movimiento Nacional”.
No. Salvador Íñiguez solo cometió el delito de defender, desde su fe cristiana, desde su palabra en sus conferencias, valores sociales de igualdad, apostando por los más desfavorecidos, defendiendo la II República y desenmascarando a los privilegiados de todos los tiempos
No. Salvador Íñiguez solo cometió el delito de defender, desde su fe cristiana, desde su palabra en sus conferencias, valores sociales de igualdad, apostando por los más desfavorecidos, defendiendo la II República y desenmascarando a los privilegiados de todos los tiempos. Y eso lo hacía desde, como él mismo escribía, “la espada de la fe” y el “escudo de la razón”, las únicas armas que podían alumbrar esa nueva sociedad en la que creía. Pero, aunque lo volvieron a difamar en esos informes, no solo para quitarle la vida –eso ya lo habían hecho-, sino para seguir castigando a la familia embargándole sus bienes, que no tenían, al final, como en la inmensa mayoría de los casos, las autoridades confirman que no posee bienes y el 22 de mayo de 1943 se dictó Auto de sobreseimiento y se archivó su expediente. (Archivo Real Chancillería de Granada, Caja 25989, Pieza 51 y Caja 25883, Pieza 10).
Y porque la historia de los no católicos sigue siendo un relato olvidado y silenciado porque en el fondo se sigue pensando que ellos habían abrazado una religión extranjera para extranjeros y, por ello, en los informes oficiales, se les consideró “renegados
Está claro que para la jerarquía católica, –como en la mejor época de las herejías-, respecto a los protestantes, la ética los podía abrazar dogmáticamente, pero el dogmatismo los abrasó éticamente. Todavía hoy –y hasta hace muy poco- el Papa Francisco beatificó a 522 mártires de la “revolución marxista”, en un acto partidista alejado del espíritu de reconciliación que debiera caracterizar a los creyentes. Y porque todavía no ha pedido perdón por su complicidad con los fascismos. Y porque la historia de los no católicos sigue siendo un relato olvidado y silenciado porque en el fondo se sigue pensando que ellos habían abrazado una religión extranjera para extranjeros y, por ello, en los informes oficiales, se les consideró “renegados”.
Pocos saben que antes de la II República, por ejemplo, cuando los protestantes morían, la confesionalidad del estado español les exigía enterrarlos por el rito católico, con lo que muchas veces sus cadáveres permanecían días y días sin enterrar pudriéndose por el enfrentamiento con las autoridades eclesiásticas; o que no podían casarse excepto por el rito católico o que, en la Jura de Bandera, se les exigía hincar la rodilla delante de la Consagración del Cuerpo de Cristo y, como eso era un acto de idolatría para los protestantes, estos se negaban, con las consiguientes represalias. Por poner algunos ejemplos.
Al final, sin su marido y cargada de hijos, su mujer, con lo puesto, y llevándose como patrimonio su piano –donde escondió cartas y documentos-, se tuvo que ir a Cádiz a casa de sus padres que la socorrieron y ampararon
Lejos quedaba el artículo 27 de la Constitución republicana de 1931 que protegía la libertad de conciencia y el derecho a practicar libremente cualquier religión y sus manifestaciones públicas. Lejos quedó ese régimen que cometió el terrible error, a los ojos de los integristas católicos, de consagrar la separación de Iglesia y Estado. Por eso, los evangelistas se identificaron con las libertades de la II República y, en sentido contrario, la larga sombra de la intransigencia que, encarnada por el Cardenal Gomá, clamaba en 1937 que había que salvar la Patria –como antes lo había hecho con la Media Luna o con Lutero-, y que había que hacer catolicismo a “velas desplegadas”, y que “ni una ley, ni una cátedra, ni una institución, ni un periódico fuera contra Dios y su Iglesia en España”.
Al final, sin su marido y cargada de hijos, su mujer, con lo puesto, y llevándose como patrimonio su piano –donde escondió cartas y documentos-, se tuvo que ir a Cádiz a casa de sus padres que la socorrieron y ampararon.
Bibliografía:
- ANDRÉS-GALLEGO, José y PAZOS, Antonio M.: Archivo Gomá. Documentos de la Guerra Civil. Vol I. Julio-Diciembre 1936. CSIC, Madrid, 2010, p. 498.
- LEÓN DE LA VEGA, Manuel de, Las primeras congregaciones en la España del siglo XIX, pp. 298-302 y “Granada: el ex sacerdote José García Fernández”. El 5 de febrero de 2015 en Protestantedigital.com.
- MOLINA FAJARDO, Eduardo: Los últimos días de García Lorca. Plaza y Janés S.A, editores, Barcelona, 1983.
- FERNÁNDEZ CAMPOS, Gabino, IBAHERNANDO. Historia, Imágenes y Costumbres.VV. AA. Asociación Cultural Ibahernando Cáceres, 2010.
- RESUMEN DE HISTORIA DEL PROTESTANTISMO EN ESPAÑA (Siglos XIX y XX), Klaus vander Grijp, Kiev, Ucrania, 2008.
- Archivo Real Chancillería de Granada, Caja 25989, Pieza 51 y Caja 25883, Pieza 10.
Para que nunca se olvide. Para que nunca se repita.
En colaboración con y con las asociaciones memorialistas de la provincia de Granada.
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