Gallego Burín gana el pulso al gobernador a cuenta del baño de sangre con los maquis
-
El nerviosismo ciudadano por la actividad del maquis local fue aprovechado por el Alcalde para conspirar contra la primera autoridad provincial
-
El gobernador José María Fontana soportó una serie de secuestros de ricos, voladura de una casa y tiroteos callejeros con varios muertos
-
Fontana Tarrats envió a Madrid informes durísimos que dibujaban a Gallego Burín como un político chaquetero y sólo preocupado por los ricos
José María Fontana Tarrats escribió en una de sus cartas que Antonio Gallego Burín, el alcalde de Granada por entonces, era falangista los domingos y fiestas de guardar. El resto de la semana no se sabía lo que era. Seguro que se refería a la fama de político camaleónico que le antecedía. El gobernador llegó a Granada con la intención de cesar a Gallego Burín y a decenas de alcaldes y cargos. El encargo que había recibido en Madrid de boca del ministro y mandamás del Movimiento, José Luis Arrese, fue reformar el partido único de Falange. Y Gallego Burín no era devoto de Falange. Los tres años que convivieron en sus respectivos cargos estuvieron plagados de desencuentros y tensiones. Y de zancadillas y golpes bajos.
Entre 1944 y 1947 se dieron dos hechos cruciales en la lucha guerrillera de Granada: el traslado de las acciones guerrilleras al escaparate de la capital y la llegada de los enviados del PCE a las sierras y, progresivamente, a la ciudad
No es cierto que José María Fontana descuidara su responsabilidad de lucha y represión de la disidencia política y, sobre todo, de las muchas bandas de maquis y guerrilleros antifranquistas que pululaban por Granada. Eso lo demuestran los números de muertes, detenciones y entregas de hombres de la sierra en los tres años y medio de su mandato en Granada. Entre 1944 y 1947 se dieron dos hechos cruciales en la lucha guerrillera de Granada: el traslado de las acciones guerrilleras al escaparate de la capital y la llegada de los enviados del PCE a las sierras y, progresivamente, a la ciudad.
La guerrilla urbana: los Quero y los Clares
La gente echada a la sierra provenía de militares republicanos que temían por sus vidas; de fugados de cárceles y campos de concentración; de represaliados en sus pueblos al regresar de los frentes; de algunos que tenían delitos de sangre; de hombres significados como izquierdistas durante la II República, etc. Desde mediados de 1939 y hasta 1941 trataron de sobrevivir con la ayuda de conocidos y familiares, acercándose a cortijos y poblaciones en busca de comida, abrigos y medicinas. No fueron demasiados en número y organización; el lema era cometer los menores robos y secuestros posibles, los justos para sobrevivir y no ganarse el odio popular.
Su amplia familia, sus buenas relaciones y su tupida red de colaboradores les permitieron vivir y esconderse en el Albayzín, Barranco del Abogado y Sacromonte. Pero para ello necesitaron recurrir a secuestros económicos con el fin de poder pagar a tantos colaboradores y espías
Fue lo que hicieron los hermanos Quero (Pepe y Antonio) desde su fuga de la cárcel de la Campana en el verano de 1940 hasta que, en 1941, decidieron separarse del Yatero y formar banda propia. Entre 1941 y 1943, los Quero se fueron introduciendo cada vez más en la capital y abandonando el modus operandi de los hombres de la sierra. Su amplia familia, sus buenas relaciones y su tupida red de colaboradores les permitieron vivir y esconderse en el Albayzín, Barranco del Abogado y Sacromonte. Pero para ello necesitaron recurrir a secuestros económicos con el fin de poder pagar a tantos colaboradores y espías. Aquellos primeros años de su actuación en la capital les reportó una reputación casi mítica, al estilo de Robin Hood, el que robaba a los ricos para repartir entre los pobres.
Más de una vez se vio al gobernador Fontana visitar el cuartel de la Guardia Civil del Albayzín (situado en el caserón de los Mascarones) para exigir mayor presión a su teniente; no entendía cómo los Quero entraban y salían a sus anchas en el barrio, cuando las casas de sus familias estaban situadas a unas decenas de metros del cuartel
La frecuencia de sus secuestros se fue incrementando así como la calidad de los secuestrados. También la presión de las fuerzas de seguridad sobre ellos. Más de una vez se vio al gobernador Fontana visitar el cuartel de la Guardia Civil del Albayzín (situado en el caserón de los Mascarones) para exigir mayor presión a su teniente; no entendía cómo los Quero entraban y salían a sus anchas en el barrio, cuando las casas de sus familias estaban situadas a unas decenas de metros del cuartel. Sabía perfectamente que los Quero contaban con la complicidad de buena parte de los vecinos de las calles Pagés, Agua y Fátima; no había movimiento de los guardias que se les escapara.
Ya escribí que Fontana era un economista que pensaba que la reconciliación nacional debía empezar por dar trabajo a partir de reformas económicas y sociales, antes que por la persecución de quienes fueron rojos. No obstante, se interesó mucho por poner coto a la épica de los Quero. Por la fama que arrastraban dando golpes espectaculares, paseando por bares y prostíbulos a cara descubierta, comiendo en restaurantes céntricos y dando propinas desorbitadas.
Y empezó a poner fin a la banda de los Quero incrementando la presión sobre sus familiares. La consecuencia de los interrogatorios de mujeres y niños lo único que consiguió es que la banda se engrosara con los hermanos Pedro y Paco, que también pasaron a la clandestinidad. El auge de la guerrilla de los Quero en Granada capital, y de los Clares y Yatero en los pueblos de los alrededores, se produjo precisamente con José María Fontana al frente del Gobierno Civil.
Pero también es cierto que iba a ser el principio del fin del bandolerismo urbano. Vamos a recordar algunos hechos sangrientos con los que fue obsequiada la presencia de Fontana en Granada:
- 26 de marzo de 1944. La Policía monta una macrooperación en un burdel de la calle Piedra Santa, en la Manigua, en busca de los Quero. Tras una persecución a tiros por las calles de la ciudad, acaba muerto el policía Julio Romero Funes, amigo del alcalde.
- 8 de mayo de 1944. El empresario Manuel Mesa es abordado en la puerta de su casa del Paseo del Salón y le obligan a entregar 10.000 pesetas.
- 6 de noviembre de 1944. Pepe Quero muere durante la exigencia de una cantidad de dinero al dueño de Almacenes Contreras, en el Carril del Picón. Caía el primero de los cuatro hermanos que compusieron la banda.
El gobernador y las fuerzas policiales, envalentonadas por este éxito casual, redoblan sus esfuerzos tras los Quero. El 15 de enero de 1945, los espías del teniente Rafael Caballero creen tener localizada a la partida de los hermanos Quero en la casa número 28 de la Cuesta de San Antonio. Efectivamente, allí habían ido a descansar tres miembros de la banda de los Quero (Baldomero de la Torre Torres, Bernardo González Rodríguez y Antonio Velázquez Murillo), pero no había ninguno de los Quero. Tras día y medio de asedio, el teniente Caballero decidió dinamitar la casa. Entre los escombros, en el patio trasero, encontraron seis cadáveres, suicidados o tiroteados entre ellos; se trataba de los tres guerrilleros, del dueño de la casa (Leonardo González Fernández, del PCE, y padre de uno de los maquis), de un hijo del propietario y de una mujer.
- 6 de junio de 1945. No se tiene la certeza de si la partida de los Quero estaba preparando el exilio o es que cada vez precisaban de mayores cantidades para comprar apoyos, lo cierto es que decidieron elevar el listón. Aquel día se presentaron en Quinta Alegre, residencia del banquero Manuel Rodríguez-Acosta, y le exigieron 500.000 pesetas por salvar su vida. En muy poco tiempo estuvo allí su cuñado José María Bérriz con una cartera que llevaba el dinero. Aquel mismo día, abordaron al empresario Andrés Sánchez Montes en plena Gran Vía y a plena luz y le sacaron 250.000 pesetas.
- 11 y 12 de julio de 1945. La consecuencia inmediata fue apretar las tuercas a la familia Quero y su entorno. El siguiente en caer abatido fue un veterano compañero de la banda, El Modesto (Modesto Delgado Hidalgo) en una cueva del Barranco del Abogado. Y al día siguiente tocó el turno a Pedro Quero, quien se suicidó en una casa de la calle Aljibe de la Vieja (tras la vivienda de sus padres) al verse rodeado. Era el último de los cuatro hermanos unidos a la partida, quien se había echado al monte tras la muerte de Pepe, siete meses atrás.
- 30 de marzo de 1946. Tras un periodo de menor actividad de los Quero, como consecuencia del incremento de confidentes pagados por el gobernador Fontana, son detectados en la zona del barrio de la Duquesa. Fue un tiroteo callejero, de mucho ruido y mucha duración, con víctimas colaterales. El primero en caer fue el maqui Antonio Morales Rodríguez (Palomica) herido en el cuello en la calle San Matías; nueve días después se suicidó en el Hospital Provincial. Resultó muerto el policía de paisano Servando Bernáldez y herido un guardia civil. Se trató de un suceso de gran trascendencia ciudadana por haberse desarrollado desde la Plaza de los Lobos hasta el Realejo, a tiro limpio. A la entrada del Realejo, un disparo de la policía mató al pintor Miguel Riquelme Ballesteros, que estaba subido en una escalera. Otras balas hirieron a varios transeúntes más. Paco Quero acabó refugiándose en la casa de Asunción Jumilla, en la Cuesta del Pescado. Tras un nuevo cerco y tiroteo, murieron la mujer, Paco Quero y el guardia Francisco de Paula.
El éxito del gobernador en la lucha contraguerrillera era notable, al menos si nos referimos a la guerrilla urbana representada por los Quero. En ese momento decidió aumentar la recompensa por la cabeza de Antonio Quero, el único que faltaba por capturar. Todavía le faltaba más de un año para poder capturarle y acabar con la banda.
La guerrilla del PCE invade Andalucía
El segundo gran problema para el gobernador catalán se lo planteó el PCE desde Francia. El Partido Comunista de España (PCE) fue el único de los partidos/sindicatos de izquierdas exiliados de España que se mantuvieron al otro lado de los Pirineos luchando con los partisanos franceses. A ellos se les unieron algunos anarquistas, socialistas y de sindicatos, pero a título personal. El PCE era controlado por Dolores Ibárruri desde Moscú; por Jesús Monzón desde Toulouse; y por Santiago Carrillo, moviéndose por México, Moscú, Francia y Argelia.
Lo poco que quedó del PCE en la clandestinidad interior era controlado por Jesús Monzón, quien de vez en cuando solía entrar a las zonas del Norte y Cataluña. En Granada, el PCE tenía rescoldos apagados y desconectados, células a lo sumo formadas por cuatro o cinco personas. Aun así, era desmantelado periódicamente por la Policía
Lo poco que quedó del PCE en la clandestinidad interior era controlado por Jesús Monzón, quien de vez en cuando solía entrar a las zonas del Norte y Cataluña. En Granada, el PCE tenía rescoldos apagados y desconectados, células a lo sumo formadas por cuatro o cinco personas. Aun así, era desmantelado periódicamente por la Policía.
En el otoño de 1944 quedó claro que el avance aliado por los frentes francés y ruso iba a acabar por Hitler en pocos meses; el PCE consideró llegada su oportunidad de poner los ojos en Franco. Jesús Monzón entendió que “tras París, ahora toca Madrid”. Es decir, que los aliados continuarían barriendo dictaduras del continente. Ya lo habían hecho en Italia, lo estaban haciendo en Alemania y el tercero era Franco. Por eso decidieron invadir el Valle de Arán y comenzar la invasión guerrillera por las sierras del Oriente andaluz. La estrategia comunista era clara: hacer ver a los aliados que ya tenían “reconquistados” pequeños trozos de terreno en los extremos de España, establecido un gobierno provisional, obligar a los aliados a ayudarles y hacerse acreedores a ser los elegidos para imponer un gobierno comunista en España.
Por las costas de Granada empezaron a desembarcar grupos de guerrilleros del PCE formados en la Escuela Guerrillera de Toulouse. Eran jóvenes comunistas, exiliados de la guerra española y con amplia experiencia entre los partisanos franceses
La invasión del Valle de Arán duró unos cuantos días. Pero por las costas de Granada empezaron a desembarcar grupos de guerrilleros del PCE formados en la Escuela Guerrillera de Toulouse. Eran jóvenes comunistas, exiliados de la guerra española y con amplia experiencia entre los partisanos franceses. Los grupos estaban formados por diez hombres, cada uno con una especialidad militar, provistos de armas, emisora de radio, explosivos, etc. Las lanchas procedían de Orán y no eran precisamente pateras, sino lanzaderas del ejército de EE UU. Entre octubre de 1944 y finales de 1945 se tiene la certeza de que desembarcaron al menos cinco comandos.
Sus objetivos eran dos: recomponer el PCE en la clandestinidad interior y crear una organización guerrillera propia a partir de la unificación de los infinitos grupos de maquis, guerrilleros, bandoleros y huidos a las sierras. Santiago Carrillo consiguió imponer los nombres de militantes de su confianza entre los cuadros enviados a Granada, Málaga y Sevilla, principalmente. Sólo dos de quienes fueron jefes de la Agrupación Guerrillera Granada-Málaga procedían del PCE del interior.
Por vía terrestre llegaron a las sierras granadinas Tarbes (José Luis Merediz Víctores), y Mariano (Ramiro Fuentes Ochoa). Unos meses después, ya entrado 1945, llegaría Roberto (José Muñoz Lozano) procedente del País Vasco, donde no había conseguido enraizar un grupo guerrillero.
No fue hasta finales de 1946-principios de 1947, al arreciar la represión de las fuerzas de seguridad, cuando quedó firmemente constituida la Agrupación Guerrillera Granada. En muchos casos fue el último refugio de quienes sobrevivieron al desmantelamiento de sus anteriores grupos locales
Más de un año les costó a Tarbes y Mariano ganarse la confianza con los hombres del PCE en el llano e ir introduciéndose poco a poco en los grupos de la sierra. La inmensa mayoría de las bandas guerrilleras de las sierras de Granada y Málaga rechazaron, en principio, agruparse bajo el mando de los hombres del PCE. No fue hasta finales de 1946-principios de 1947, al arreciar la represión de las fuerzas de seguridad, cuando quedó firmemente constituida la Agrupación Guerrillera Granada. En muchos casos fue el último refugio de quienes sobrevivieron al desmantelamiento de sus anteriores grupos locales.
La pobre estructura del PCE en Málaga y Granada fue desmantelada, una vez más, en el año 1946. A principios de 1947 los hombres del PCE y de la Agrupación Guerrillera se habían introducido tímidamente en Granada capital, donde tenían pisos francos para reunirse, planificar e imprimir su boletín propagandístico. Uno de los pisos localizados por la Policía estuvo situado en la calle Solares, 13; y otro en una casa del barrio de la Virgen.
Los éxitos del gobernador Fontana en la lucha contra el maquis continuaron pocos días después del secuestro y asesinato del coronel Milans del Bosch (8 de enero de 1947). Los días 13 y 17 de enero de aquel año fueron detenidos Tarbes y Mariano, dos de sus principales jefes político-militares. En el primer caso fue por casualidad en la estación de Fiñana (Almería); a partir de entonces, Tarbes se convirtió en confidente del teniente de la Guardia Civil Manuel Prieto López (también en el anónimo informante para desarticular el PCE de Granada, con el pseudónimo de Carlos); pactó con el teniente Manuel Prieto eludir la pena de muerte si regresaba a la sierra y se convertía en delator de sus compañeros. Así lo hizo durante varios meses de 1947, de ahí que aquel año se batiera el récord de guerrilleros abatidos. Hasta que en mayo de 1947 fue descubierta su traición por los guerrilleros de la Alpujarra y fue ajusticiado por sus antiguos compañeros en la cantera de Órgiva.
El caso de Mariano fue distinto. Había sido delatado por Tarbes. Fue herido de tres tiros al saltar desde un balcón; tras su detención por el teniente Prieto en la puerta de un piso de Granada (calle Solares, 13), encarcelamiento y torturado, nunca delató a su partido ni a sus compañeros. Fue condenado a 26 años de reclusión, de los que cumplió casi veinte en el penal de Burgos.
Tras la caída de estos dos jefes, la máxima autoridad político-militar de la Agrupación Guerrillera Granada quedó en manos de Francisco Rodríguez Sevilla. Este hombre había sido alcalde socialista de Cenes de la Vega y acabó echándose a la sierra al verse perseguido
Tras la caída de estos dos jefes, la máxima autoridad político-militar de la Agrupación Guerrillera Granada quedó en manos de Francisco Rodríguez Sevilla. Este hombre había sido alcalde socialista de Cenes de la Vega y acabó echándose a la sierra al verse perseguido. Fue de los pocos jefes que se retiró a tiempo (noviembre de 1947); pasó a la clandestinidad y se alejó de sus compañeros de guerrilla… hasta que fue detenido en Monachil en 1951. Al igual que Tarbes, colaboró como confidente de la Guardia Civil en el desmantelamiento de grupos de hombres de la sierra y de las redes de fugas de la CNT. Tras un breve paso por la cárcel, regresó libre a su pueblo. Falleció ya muy anciano en el barrio del Zaidín.
La caída del gobernador Fontana
Fontana había acabado con la guerrilla urbana en Granada, desmantelado parte de la estructura de la Agrupación Guerrillera Granada con la caída de Tarbes y Mariano. Y mermada la capacidad de acción de la Agrupación Guerrillera Granada (que más adelante pasaría a llamarse Agrupación Roberto). También cortó en seco los grandes secuestros o golpes económicos. Pero pagó un alto precio por el reguero de sangre que había ido dejando. Nadie le tuvo en cuenta sus desvelos por crear empleo, iniciar grandes obras públicas, compra y reparcelación de latifundios, construcción de casas baratas en la periferia de Granada y algunas poblaciones, etc.
Lo que más pesaba en su trayectoria por esta provincia fue el ruido del maquis desde que él llegó. Ese fue el principal argumento barajado por el alcalde Antonio Gallego Burín y sus detractores para exigir su destitución. Aunque la crisis política creada en Granada en el primer semestre de 1947 fue mucho más compleja. (Sin contar con los problemas conyugales que atravesó el gobernador y le abocaron a la separación).
La Falange de Granada tenía preparado un informe para expulsar del partido a unos 200 granadinos, considerados erráticos y no comprometidos. En ella figuraba también Antonio Gallego Burín, el alcalde. Los falangistas locales habían ido cacareando el inminente cese de alcaldes en cuanto llegara el nuevo gobernador civil
La Falange de Granada tenía preparado un informe para expulsar del partido a unos 200 granadinos, considerados erráticos y no comprometidos. En ella figuraba también Antonio Gallego Burín, el alcalde. Los falangistas locales habían ido cacareando el inminente cese de alcaldes en cuanto llegara el nuevo gobernador civil. Ese rumor fue extendido entre el 15 de diciembre de 1943 en que fue nombrado y el 9 de enero de 1944 en que tomó posesión. José María Fontana se encontró de uñas a Gallego Burín antes de haberse conocido; no obstante, no lo incluyó en la lista de 51 alcaldes que fueron cambiados durante los primeros meses de su mandato.
El archivo personal de Fontana contiene algunas referencias a su tensa relación con Gallego Burín, verdaderos retratos e impresiones de Granada y su máximo mandatario por aquel momento. Gallego Burín, contrariamente a lo que informaron al gobernador, era un intelectual muy reputado en la ciudad, muy querido en sectores de las clases medias-altas, de la milicia, de la Universidad y del clero. Gobernaba a plena satisfacción para estos grupos elitistas, empeñados en construir una granada áulica, monumental y escenográfica, más encarada a presentarla al turista que a solucionar los problemas de trabajadores y perdedores de la guerra. Su urbanismo ha sido criticado a posteriori por preocuparse más de las reformas interiores que de la expansión. Mientras él se dedicó a abrir la calle Ganivet, a encalar el Albayzín y a reformar infinidad de espacios céntricos, los tres gobernadores civiles con quienes coincidió fueron quienes realmente promovieron viviendas sociales baratas en zonas periféricas.
Vio una ciudad y una provincia míseras, con miles de parados, familias harapientas, hambrientas...
En enero de 1944, el nuevo gobernador se encontró a Antonio Robles Jiménez como presidente de la Diputación y secretario provincial del Movimiento. También era concejal del Ayuntamiento y, por tanto, compañero de corporación de Gallego Burín. Aunque le pasaron informes sobre la situación política, social y económica de la provincia, Fontana se percató pronto de las penurias que arrastraba Granada en todo tipo de servicios. Vio una ciudad y una provincia míseras, con miles de parados, familias harapientas, hambrientas, etc. Tan solo en la capital había más de 1.000 familias cobijadas en cuevas miserables, 8.000 parados en el campo, centenares de jóvenes mujeres echadas en manos de la prostitución (en la capital se contaban 80 casas de prostitución legales, infinidad de ilegales y decenas de muchachas ejerciendo en los descampados de la Estación de Andaluces).
Y el partido de Falange totalmente desorganizado, caótico, desprestigiado y causando más rechazo que adhesión. El flamante gobernador tardó sólo diez días en enviar un informe de situación a su mentor José Luis Arrese, en el que destacaba que todo el mundo estaba en ascuas, en uñas, casi mordiendo por lo que se les avecinaba. Los rumores apuntaban que iba a quitar al mejor alcalde que había tenido Granada en su historia.
Fontana entendió que el apoyo local a Gallego Burín era inmenso. Por eso lo dejó hacer. Se centró en elaborar un detallado programa de reformas económicas, de obras públicas, sociales, etc. Fontana era un idealista que casi rozaba un comunismo bíblico. Se empeñó en acabar con la situación insostenible de los obreros agrícolas, incrementar el millar de comidas que daba Auxilio Social a diario, repartir fincas entre colonos, crear asociaciones de productores, conseguir suelo para viviendas sociales… Y, por supuesto, no descuidaba la represión contra la guerrilla urbana y local, mencionada anteriormente.
Durante los años 1944 y 1946, el gobernador Fontana no cesaba de enviar informes a sus superiores poniendo a bajar de un burro al alcalde Gallego Burín y al rector Marín Ocete, a quienes tachaba de obstáculos para la nueva España que Falange estaba diseñando. Por su parte, el alcalde y el rector hacían lo propio con sus contactos y valedores en Madrid.
"...delegado de Prensa y Propaganda, alcalde de Granada y gobernador civil de la provincia después de la guerra civil, aprovechando la ingenuidad de los falangistas y de Narciso Perales, delegado extraordinario de Falange en Granada; y, cuando el eje comenzaba a perder la guerra, de nuevo próximo a Ventosa y firmante del manifiesto de los procuradores en favor de la restauración monárquica...", parte del perfil del gobernador Fontana sobre Gallego Burín
Hasta que con la victoria aliada en la II Guerra Mundial empezó a declinar el protagonismo de la Falange y fallar los apoyos de Fontana en Madrid. Este hecho, unido al baño de sangre de las muertes causadas por el enfrentamiento guerrillero al comienzo de 1947 hizo caer a Fontana. Pero mucho antes de irse, el gobernador había enviado a Madrid el siguiente retrato de Gallego Burín: “Debutante antes de la Dictadura como candidato a concejal regionalista; amigo de Fernando de los Ríos y típico representante de las juventudes de El Sol durante la Dictadura; próximo a Cambó y Ventosa durante el gobierno de Berenguer para fundar el Partido Centrista Regionalista; líder y creador del Estatuto Andaluz durante la II República, y en la etapa azañista, muy próximo al Partido Radical, del que intentó ser jefe en Granada pidiendo la intervención de Natalio Rivas cerca de Lerroux, sin conseguirlo; detenido por el gobernador Valdés después del triunfo del Alzamiento y salvado en última instancia del fusilamiento gracias a la intervención de un policía amigo, Romero Funes, asesinado por la guerrilla; delegado de Prensa y Propaganda, alcalde de Granada y gobernador civil de la provincia después de la guerra civil, aprovechando la ingenuidad de los falangistas y de Narciso Perales, delegado extraordinario de Falange en Granada; y, cuando el eje comenzaba a perder la guerra, de nuevo próximo a Ventosa y firmante del manifiesto de los procuradores en favor de la restauración monárquica, contrayendo empréstitos fabulosos, elevando las exacciones municipales desorbitadamente e invirtiéndolas en lujos y decoraciones urbanas del centro de la ciudad, con escuelas inmundas abandonadas, sin preocupación sanitaria y social, con legiones de mendigos que pululaban huérfanos de asistencia, sin apenas limpieza pública, sin servicio de incendios, sin casas de socorro, con unos mercados infectos, sin servicio de aguas potables, con unos suburbios huérfanos de toda asistencia municipal, y sin una sola vivienda construida hasta que por presión del Gobierno Civil había iniciado un grupo de 75 habitaciones”.
Los informes de Gallego Burín –apoyado por el capitán general de la región– contraatacaban contra Fontana acusándole de no conseguir acabar con la guerrilla, especialmente la urbana, y de elevar el clima de intranquilidad y bandolerismo, casi al estilo del siglo XIX. Desde el Ayuntamiento se movieron los hilos para que el día 22 de febrero de 1947 cerrasen todos los establecimientos y fábricas de la ciudad, casi como si se tratara de una huelga general, con el pretexto de asistir al funeral del empresario Indalecio Romero de la Cruz. Los recortes de prensa y los respectivos informes oficiales enviados directamente al Generalísimo fueron el motivo de su llamada urgente ante el jefe del Estado.
Las espadas entre el gobernador Fontana y el alcalde Gallego Burín se mantuvieron en alto durante las siguientes semanas, sin que Madrid tomara una decisión. Hasta que la aparatosa operación de cerco y caída de la banda de los hermanos Quero (22-24 de mayo) colmó la paciencia del ministro. El 12 de junio se comunicó a Fontana y a Gallego Burín que iban a cesar en sus respectivos puestos
Durante la primera quincena de marzo de 1947, Fontana estaba seguro de que había recibido la comprensión de Franco tras darle explicaciones por el incremento de bajas de maquis en Granada. Lo que no sospechaba es que Gallego Burín había arreciado en sus conspiraciones para aprovechar el momento de confusión. El día 15 de marzo, un gobernador ya nervioso y preocupado por las maniobras de Gallego Burín y sus cercanos, dirigió una carta al delegado de provincias de Falange y ministro de Gobernación (Blas Pérez González) denunciando abiertamente que era el alcalde quien capitaneaba las murmuraciones, los rumores y las maniobras para hacer caer a la máxima autoridad de la provincia. Fontana especificaba que habían puesto la turbina aprovechando los crímenes del maquis, lo que a su juicio era “una conjura para tratar de desprestigiarle con todos los medios a su alcance”.
Las espadas entre el gobernador Fontana y el alcalde Gallego Burín se mantuvieron en alto durante las siguientes semanas, sin que Madrid tomara una decisión. Hasta que la aparatosa operación de cerco y caída de la banda de los hermanos Quero (22-24 de mayo) colmó la paciencia del ministro. El 12 de junio se comunicó a Fontana y a Gallego Burín que iban a cesar en sus respectivos puestos. Pero Fontana, que también era procurador en Cortes, no aceptó la caída estrepitosa de los dos beligerantes; sólo aceptaría el cese inmediato del alcalde y, a las pocas semanas, que también fuera cesado él. No quería que se sentara el precedente de pulsos de alcaldes contra gobernadores. Fontana prefirió presentar su dimisión como gobernador civil y aceptar un cargo en Madrid (jefe del Sindicato Nacional Textil).
Fontana se marchó de Granada el día 15 de junio de 1947, último día de Corpus. Aquella misma tarde llegó Evita Perón a la ciudad. Fueron a recibirla el gobernador militar y el primer teniente del alcalde de la ciudad. Se justificó la ausencia del alcalde Gallego Burín por enfermedad; ni siquiera pudo presidir la cena que se dio a la argentina en el salón municipal de plenos. Pero la realidad era muy distinta: Gallego Burín permanecía en espera de que llegase el nuevo gobernador civil y decidiera su destino.
El nuevo gobernador llegó a los pocos días. Se trataba de Servando Fernández-Victorio, un jurídico militar de mayor edad que Fontana y parece que con nervios más templados. Entendió el gran prestigio que tenía Gallego Burín entre las clases pudientes y decidió confirmarlo en su puesto. Igual ocurrió con el rector Marín Ocete. Esperó decidir sus destinos en mejor ocasión
El nuevo gobernador llegó a los pocos días. Se trataba de Servando Fernández-Victorio, un jurídico militar de mayor edad que Fontana y parece que con nervios más templados. Entendió el gran prestigio que tenía Gallego Burín entre las clases pudientes y decidió confirmarlo en su puesto. Igual ocurrió con el rector Marín Ocete. Esperó decidir sus destinos en mejor ocasión.
Por lo pronto, el principal encargo de Servando Fernández-Victorio (que permaneció en Granada hasta 1956, el que más ha durado hasta ahora) fue acabar con el maquis rural y urbano. Prosiguió la política de dura represión contra la guerrilla, pidió más policías y guardias civiles para Granada; mantuvo la tensión y procuró rodearse de los militares y guardias civiles que habían demostrado efectividad en otros territorios. Fijó sus ojos en el teniente coronel Eulogio Limia Pérez y no cesó de reclamarlo hasta conseguir traerlo como jefe a la 136 Comandancia (Granada). Este teniente coronel había cobrado mucho prestigio en la lucha contra el maquis en la zona centro de España. A partir de finales de 1947, empezaron a desaparecer las partidas locales, concentrándose en la Agrupación Guerrillera Granada y poco después en la Agrupación Roberto, llamada así por el nombre de su último jefe político-militar.
Para 1952 se dio por finiquitada la guerrilla en las sierras de Granada. Los méritos se los apuntaron el gobernador civil Fernández-Victorio y el teniente coronel Limia.
PD. El gobernador Servando Fernández-Victorio también mantuvo una relación tensa con determinadas autoridades locales. Supo esperar su momento para quitárselos de en medio dándoles la patada hacia arriba. Gallego Burín fue nombrado Director General de Bellas Artes en Madrid en julio de 1951. El rector Marín Ocete fue cesado tres meses más tarde.
PRÓXIMO CAPÍTULO: LA TRAICIÓN DEL ULTIMO JEFE DEL MAQUIS
BIBLIOGRAFIA RECOMENDADA.
-Percepciones y actitudes ante la guerrilla en la Granada de posguerra, de Claudio Hernández Burgos. Revisa del CEHGR, número 26.
-El último frente, ensayo colectivo coordinado por Jorge Marco y Julio Aróstegui. Especial interés de la parte del maquis granadino que analiza José María Azuaga Rico.
-Resistencia armada en la posguerra: Andalucía Oriental (1939-52), tesis doctoral de Jorge Marco Carretero. Universidad Complutense.
-La guerrilla antifranquista en Andalucía (1939-52), de José Antonio Jiménez Cubero.
Si no pudiste leerlo o quieres volver a recuperar el pimer capítulo de la excepcional serie de Gabriel Pozo Felguera Auge y caída de la guerrilla antifranquista en Granada: