Salvadores de vidas, en el corazón de la ciudad
En la imagen de portada que reproducimos, los equipos de UCI y cirugía del corazón, que lograron revivir a Censi y los integrantes de los equipos médicos, de emergencias y de trasplantes del Virgen de las Nieves, que dieron vida a Carlos, al completar con éxito un Código Alfa. Entre ellos, con uniforme de la Guardia Civil, Juan Carlos López Aneas, en representación del instituto armado, como responsable de comunicación, indispensable para dar prioridad al paso de los equipos médicos medicalizados, cuando el fallecimiento del posible donante se produce en el área metropolitana, en una intervención, que si es en la capital, la responsabilidad recae sobre la Policía Local con el apoyo de la Policía Nacional. Y Eladio Gil, coordinador de la Empresa Pública de Emergencias del 061. Los primeros en llegar y en diagnosticar.
El agradecimiento eterno por vivir de nuevo
"Estoy muy contenta de estar viva. Muy agradecida a todos… a los de la UCI, fisioterapia, a las limpiadoras", repite Censi con extremo cariño, rodeada de sus cuidadoras, cuando recuerda el tiempo transcurrido desde aquel día de abril pasado, cuando a la semana de ser intervenida de corazón sin complicaciones, entra en parada cardiorrespiratoria.
María Sevilla, intensivista, especialista en posoperatorio de cirugía cardiaca y una de las coordinadores de traspalntes, su ángel de la guarda, rememora que la situación de Censi era de "extrema gravedad: se le habían parado el corazón y los pulmones". De la habitación de planta a la UCI en escasos minutos.
Carlos y Censi. IndeGranada
En la Unidad de Cuidados Intensivos, un equipo de profesionales sanitarios, la conecta a una máquina que permite la circulación extracorpórea de la paciente, una máquina, que hace las funciones del corazón y pulmones. Es decir, explica la doctora María Sevilla en lenguaje coloquial, la máquina extrae de la paciente sangre venosa y la devuelve oxigenada y limpia.
Una máquina que le salvó la vida, argumenta la médico con absoluta modestia, a la que permaneció enchufada tres meses. Un prolongado tiempo de incertidumbre en el que se desconoce con certeza si, pese a estar viva, había sufrido daño cerebral, o las secuelas. Y lo peor, los primeros días de máxima incertidumbre.
Pero Censi lo superó y tras poder desconectarla de la máquina de circulación extracorpórea, comenzó de inmediato la rehabilitación y, con ello, el largo proceso de recuperación.
"Me han tratado muy bien. Demasiado. Yo en la planta estaba muy a gusto, en el hospital de día... No puedo decir mira qué malaje, son maravillosos y estupendos. Y estoy feliz de estar estar viva", dice Censi, quien desde entonces aprecia con especial cuidado las cosas que te regala el día a día y en la que no solemos prestar atención, como asomare a una venta y ver los árboles.
Censi, rodeada de parte del equipo que le atendió y le salvó la vida. Indegranada
"Esas cosas no lo aprecia nadie. La gente va corriendo y no puede ser. Vivir es lo más importante que tenemos", declara con dulzura la paciente, junto a su marido, a quien extiende el agradecimiento, como a toda su "maravillosa familia", a la que ya incorpora a todo el equipo del centro hospitalario que le salvó la vida y le atendió con esmero y cuidado.
"Antes era todo correr, pero ahora percibes lo pequeños detalles, te conformas con poquísimo pero hermoso", sigue Censi quien recuerda una experiencia cuando estuvo ingresada tan simple como escuchar cantar a los pájaros, "como saludando". Tan simple y tan hermoso".
Y a seguir, a seguir hacia delante, manifiesta cuando se despide del equipo médico. Emocionados. Al fondo, María Sevilla, la médico responsable de la paciente, siente la satisfacción al verla recuperarse porque la había visto muerta. Como en las películas, pero en la vida real.
La vida que regala un corazón sin pulso
Carlos Moreno Torres recibió un riñón cuando las fuerzas se le iban ya agotando. Él es médico y conocía todos los extremos de un trasplante, el proceso de diálisis al que se sometió durante años, pero como paciente ha convivido con otros en la misma situación a la espera de que llegara un donante.
"Me sentía fatal. Era el arduo trabajo de sobrevivir. Yo era muy consciente de que cuanto más me cuidase mejor llegaría a un hipotético trasplante. Sé lo que pasa.
Yo trabaja en eso, como radiólogo", señala Carlos quien asegura con rotundidad: "Nunca imaginé que yo tuviera que esperar a un donante de riñón".
Carlos, junto a parte de la cadena que se activa con el Código Alfa. IndeGranada
En su caso, a la tercera llamada pudo someterse al trasplante de riñón, tras ser seleccionado en un proceso minucioso. Y le llegó después de descartar el ofrecimiento de su hermana de donarle el órgano que necesitaba o mejor dicho, de empezar a valorarlo porque el tiempo pasaba.
El programa de donación en asistolia fue implantado en Granada en 2010, cuando solo existían tres experiencias en España –Madrid, Barcelona y empezando A Coruña- y cinco en el mundo –dos hospitales más de París-. Ahora, Granada es una referencia. José Miguel Pérez Villares relata las reticencias en la aplicación de este programa en una ciudad como Granada con menos de un millón de habitantes. El tiempo les ha dado la razón. Con creces.
Recuerda con detalle el día que recibió la llamada. "Estaba en el antiguo Clínico, en la Unidad de Diálisis Peritoneal y estaba en control, con vía cogida y mis sueros… a los diez minutos ya estaba aquí con mi historial".
José Miguel Pérez Villares, coordinador de trasplantes de Granada e impulsor del programa de donación en asistolia en esta provincia, una referencia en la sanidad, relata la especificidad de aquel trasplante, en un complejo proceso que se inicia al activar el Código Alfa: el coordinador de trasplantes recibe la llamada de emergencias del 061 con un potencial donante en asistolia y activa el dispositivo. Los órganos proceden de personas que sufren una parada cardiorrespiratoria fuera del hospital y no responden a las técnicas de reanimación durante 15 minutos.
El programa de donación en asistolia fue implantado en Granada en 2010, cuando solo existían tres experiencias en España –Madrid, Barcelona y empezando A Coruña- y cinco en el mundo –dos hospitales más de París-. Ahora, Granada es una referencia. José Miguel Pérez Villares relata las reticencias en la aplicación de este programa en una ciudad como Granada con menos de un millón de habitantes. El tiempo les ha dado la razón. Con creces.
La respuesta coordinada y ágil tanto del equipo extrahospitalario como del intrahospitalario, entrenado en maniobras de preservación, facilita todo el proceso. En los Código Alfa no se inventa, se sigue el protocolo.
El equipo lo forman un complejo entramado de profesionales que, por turnos, están de guardia. Los tiempos son extremos. No se pueden superar los 15 minutos desde el aviso del 061 y el diagnóstico. En menos de hora y media debe llegar el fallecido a la UCI del Virgen de las Nieves, donde espera un equipo compuesto por dos coordinadores de trasplantes, un cirujano cardiovascular y un enfermero de respuesta rápida.
Atender a los familiares, el duelo, realizar las pruebas pertinentes para descartar enfermedades, conseguir la autorización judicial, el permiso de donación y el consentimiento son tareas a contrarreloj. El cuerpo del donante permanece conectado a la máquina de circulación extracorpórea, para oxigenar los órganos. Disponen entonces de hasta 240 minutos.
La respuesta coordinada y ágil tanto del equipo extrahospitalario como del intrahospitalario, entrenado en maniobras de preservación, facilita todo el proceso. En los Código Alfa no se inventa, se sigue el protocolo.
Uno de ellos, Carlos quien trato de no ser un médico sabiondo como paciente por la confianza en el equipo de profesionales sanitarios. Ahora recuerda las penalidades de una vida: "No era vivir, era sobrevivir", tras una vida sana, en la que se cuidaba. "Lo he pasado mal. Cada por tres en urgencias".
Hace siete años y medio volvió a la vida. Y al año siguiente pudo cumplir la promesa de celebrar su recuperación con su familia en una viaje que les prometió a Nueva York. Carlos es un ejemplo.