Salvadores de vidas que protegen la ciudad
José Luis López Ortega es albaicinero "de pura cepa". Tiene 64 años, tres hijos y dos nietos. Su vida sigue ligada a su barrio, como lo estuvo su oficio, el de carpintero, del que ya se ha jubilado. Y en el Albaicín vivió una experiencia traumática que a punto estuvo de costarle esa vida. Hoy, cuando todavía no han pasado dos años desde aquel episodio, lo puede contar porque dos policías nacionales se cruzaron entonces en su camino.
Fue el 15 de febrero del pasado año cuando, paseando por las calles del Albaicín, vio a dos desconocidos intentando forzar la entrada de un inmueble de su familia. Para cerciorarse de que su hermano, que tenía instalado su taller en esa casa, no estaba en ese momento allí, le telefoneó. Después llamó al 091 para denunciar la situación. Y finalmente se enfrentó a esos dos desconocidos.
Lo cuenta a El Independiente de Granada sentado en una estancia de la Jefatura Superior de Policía de Andalucía Oriental, donde se ha citado con este diario y con los dos policías que ese día acudieron en su ayuda. Son Ángel Ruiz Arias y Raúl Bailón Carrasco.
Los dos asaltantes se habían turnado para golpearle mientras seguían intentando acceder a la casa. Y cuando los dos policías llegaron en su auxilio, José Luis, asustado, tenía la mano en el pecho. Se quejaba del dolor que sentía. "Me preguntaron cómo estaba y me desmayé".
"Él contestaba que estaba bien, pero no se quitaba la mano en el pecho", explica Raúl Bailón, y enseguida sospecharon que algo no iba bien. "Sabíamos que estaba mal". José Luis se desplomó y cayó al suelo. Había sufrido un infarto.
Todo esto ocurría mientras otra dotación policial, que acudió también a la intervención, procedía a la detención de los asaltantes. "Pero la urgencia en ese momento era él", precisa durante la conversación Ruiz. "Una vida dependía de nosotros".
En ese momento Raúl Bailón comenzó el masaje de reanimación mientras su compañero, Ángel Ruiz, desalojaba las calles para facilitar la llegada de la ambulancia.
Esa jornada, como recuerda Bailón, era muy fría, pero él no paraba de sudar. Recuerda también que tenía las rodillas destrozadas mientras le practicaba la reanimación. Una tarea en la que comenzó a relevarle, por turnos, el conductor de la primera ambulancia que le prestó asistencia. Tardó entre tres a cinco minutos porque estaba en la zona. "Te parece eterno", reconoce Ángel Ruiz a este diario.
Los dos policías coinciden al destacar "la tranquilidad" que les transmitió la médica de esa ambulancia, mientras uno organizaba la llegada de los vehículos sanitarios y el traslado del infartado, retirando vehículos de las calles y poniendo a colaborar a los vecinos que se agolpaban para ver lo sucedido, a los que ordenó que no dejaran pasar a nadie por ese recorrido, y el otro seguía con la reanimación.
'Gracias a vosotros, este hombre ha salido adelante'
"Gracias a vosotros, este hombre ha salido adelante". Eso fue lo que la médica les transmitió. "Con eso te quedas. Cumplimos con nuestro cometido", explica Ángel Ruiz que recuerda también que el vehículo policial en el que patrullaban ese día estaba en el entorno del Paseo de los Tristes. "Fue un visto y no visto. Dejamos el vehículo en Plaza Larga y salimos corriendo", recuerda.
Después llegaría el 061 y continuaría con la asistencia hasta estabilizarlo. Todo ello mientras también acudían los familiares de José Luis, tanto su hermano como un hijo.
Al día siguiente la pareja policial le visitó en el hospital. Él no lo recuerda.
Desde aquel día se ha establecido un vínculo de amistad entre los tres. Durante la conversación dan muestras de camaradería y bromean. Intentó invitarles a comer, pero los dos funcionarios lo rechazaron. Sí han compartido una noche en la ópera, con sus parejas. E incluso intercambian mensajes recomendándose películas, Bohemian Rhapsody, sobre Freedy Mercury y su grupo de rock, Queen.
Fotografías: Charo Valenzuela
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