Salvador Vila: un nombre para el Colegio Público de Alfacar
Alfacar carga sobre sus hombros una triste fama. La de haber sido el lugar en el que fueron asesinados miles de inocentes. Tenemos ahora la oportunidad de restaurar simbólicamente la dignidad de aquellos a los que se les arrebató injustamente la vida. No nos gustaría que nadie viera en nuestra propuesta un afán de revanchismo. No se trata de abrir heridas sino de restañarlas con justicia.
El concepto de justicia restaurativa que últimamente se abre paso entre los teóricos del derecho aboga por la restitución o la devolución de la cosa en primer lugar al individuo afectado y en segundo lugar a la comunidad. No se hace tanto énfasis en el castigo de los culpables cuanto en la reparación del daño infringido. Por decirlo en palabras de Marcos Ana: “la venganza es inadmisible, pero la justicia necesaria”. Es cierto que a las victimas no podemos devolverles la vida pero si tenemos ahora la oportunidad de rescatarlas de esa otra forma de muerte que es el olvido.
'El franquismo puso un empeño especial en borrar toda huella de su presencia en la Universidad'
En nuestro pueblo se celebran en torno a Lorca diversos actos en los que se ensalza su figura y la de todas las víctimas del franquismo, pero a pesar del “Lorca eran todos” la magnitud de nuestro poeta opaca a otras personas asesinadas que merecen nuestro recuerdo. Salvador Vila representa perfectamente esos otros personajes injustamente olvidados. El franquismo puso un empeño especial en borrar toda huella de su presencia en la Universidad. Por eso proponemos a Salvador Vila como nuevo nombre del Colegio Público de Alfacar, en homenaje al rector fusilado.
La muerte de Vila es especialmente cruel porque fue el instrumento del que se sirvió Franco para castigar a un Unamuno ya abiertamente opuesto al golpe de estado. Mercedes del Amo lo cuenta así en su libro “Salvador Vila, el rector fusilado en Víznar”: “...las fechas hablan por sí solas: el 6 de octubre Unamuno habló con Franco, le pidió la libertad de dos amigos y criticó sus métodos represivos, Vila fue detenido el 7 del mismo mes; el día 12, día de la Hispanidad, ocurrieron los sucesos del Paraninfo, el día 22 Unamuno es cesado como rector por una orden firmada personalmente por Franco saliendo vivo del Paraninfo salmantino por deferencia de la esposa de Franco, Carmen Polo y en la madrugada del día 23 es fusilado Vila, cuya vida había permanecido salvaguardada hasta ahora por el maestro y amigo”.
Junto a Federico y a Salvador se encuentran los restos de mujeres como Margarette Adler, amiga de la familia Vila que fue la primera mujer ejecutada en el barranco de Víznar, a pesar de no tener ni idea de política ni conocer nuestro idioma. Su pecado fue su efímera relación sentimental con un socialista. Puede que allí también esté lo que quede de María, la joven maestra destinada en Alfacar en el 35 y que era la maestra de mi madre, entonces con seis años. Mi madre la adoraba. Probablemente sería una de aquellas jóvenes entusiastas que retrata el documental “Las maestras de la República”. De María, a pesar de nuestros esfuerzos, sólo sabemos su nombre, su entusiasmo comprometido con la docencia y que fue fusilada por ser republicana.
Salvador representa también a Agustina Rodríguez, la zapatera. Feminista, luchadora incansable por la igualdad y que tuvo la osadía de preconizar “el casamiento precioso internacional” en el que podemos ver un adelanto del matrimonio entre personas del mismo sexo. O de Milagro Almenara, la boticaria roja a quienes rendimos tributo este mismo verano y que como ha denunciado recientemente Gabriel Pozo apenas queda registro documental de su existencia debido a una cuidadosa y sistemática eliminación de los mismos.
Reivindicar hoy la figura de Salvador Vila y la de tantas otras personas relegadas al olvido significa querer entroncarnos con nuestra mejor tradición de defensa de la democracia, la cultura y la libertad. Vivimos una situación preocupante, llena de incertidumbre, en la que vuelven con fuerza los viejos miedos del pasado que creíamos enterrados. El fantasma de la intolerancia, de la ignorancia rampante, de la violencia. Hoy, y para evitar esos mismos errores tiene más sentido que nunca el verso de Cernuda: “Recuérdalo tú y recuérdaselo a otros”. El nombre de Salvador Vila en nuestro colegio servirá como una pequeña restitución de la injusticia cometida sobre tantos y como una reivindicación de nuestra tradición democrática e ilustrada.