Sierra Nevada, Ahora y siempre.
Artículo de Opinión por José Márquez García, responsable de Incidencia Política de la Coordinadora Granadina de ONGD

Derechos Humanos en España

Implicados - José Márquez García - Sábado, 10 de Diciembre de 2016
Conmemoramos el Día de los Derechos Humanos. Una voz cualificada, como la de José Márquez García, responsable de Incidencia Política de la Coordinadora Granadina de ONGD (Congra), reflexiona con toda la crudeza sobre los derechos humanos y la inmigración, con el hilo argumental de la mujer ahogada en Estepona, atrapada en un club de alterne.
El cadáver de la mujer ahoga en Estepona, atrapada en un club de alterne.
Euronews
El cadáver de la mujer ahoga en Estepona, atrapada en un club de alterne.

"Nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre, la esclavitud y la trata de esclavos están prohibidas en todas sus formas”. (Declaración sobre los Derechos Humanos, art. 4)

  • “La rumana ahogada en Estepona murió sobre la barra del club de alterne” (1)

  • “El propietario, según relata El Confidencial ha negado este hecho y ha asegurado que la mujer estaba de paso en el local porque <era amiga de otra de las mujeres que trabajaba allí> y que <en su local a nadie se le retiene en contra de su voluntad>” (2)

  • “Todo parece indicar que presuntamente la joven había sido encerrada en el sótano" (3)

Una mujer murió en el puticlub California de Estepona. Estaba sola, parece que encerrada en el local, no podía salir. “La Rumana”, (perdona nadie dice tu nombre),  murió en un prostíbulo,  murió sobre la barra del bar donde ella, o su amiga (tampoco conocemos su nombre), ejercía la prostitución. No pudo escapar, murió  en la misma barra donde cada noche era abusada por un puñado de hombres con exceso de alcohol y escasos sentimientos, en la misma barra donde conseguía, a costa de su flaco cuerpo, que otro hombre, su proxeneta, su chulo, ganara mucho dinero.

Esta historia, o mejor dicho, este drama de vida, puede ser el drama de miles de mujeres, incluso adolescentes y niñas, que viven en España en situación de esclavitud

Sólo tenía 26 años, tendría una familia allá en los Cárpatos, una familia que pensaba que trabajaba de camarera en un bar y que era muy feliz en España. Ahora, su familia sabe que no era así. Ahora, su familia sabe que era explotada por un hombre sin conciencia (como si hubiera proxenetas que pudieran tenerla); ahora lloran su muerte y esperan su cadáver para poderla enterrar; ahora, sus compañeras y amigas, recaudan fondos entre sus otras amigas explotadas, abusadas y cosificadas cada noche, para poder enviar el cadáver a su casa. Ahora, “La Rumana” (perdona que no te nombre), descansa en paz.

Esta historia, o mejor dicho, este drama de vida, puede ser el drama de miles de mujeres, incluso adolescentes y niñas, que viven en España en situación de esclavitud. Sí, en España hay trata de personas, hay esclavitud. Mujeres que son violadas, drogadas y maltratadas cotidianamente en las calles de nuestras ciudades y en los prostíbulos que jalonan nuestras carreteras, mujeres que son vendidas, compradas, vejadas. Prostíbulos que cuentan con nuestra complacencia, prostíbulos que se anuncian claramente en cualquier periódico de nuestro país, sea de la orientación que sea. Mujeres que son engañadas con el paraíso en España, mujeres a las que se les retira el pasaporte, se les encierra, se les incomunica, se les maltrata, se les obliga a vender su cuerpo para beneficio del proxeneta, del chulo, del hombre que las “cuida”.

Y todavía, en muchos ambientes, incluso progresistas, se discute sobre la posibilidad incluso de legalizar estas prácticas ¿legalizar qué? ¿La explotación de la mujer? ¿La esclavitud? La prostitución es un negocio que mueve millones de Euros que van a llenar los bolsillos de los proxenetas a cambio de la salud y la libertad de miles de mujeres rumanas, ucranianas, nigerianas... de miles de mujeres sin nombre.

Hoy, “La Rumana” (así te llama la prensa), presuntamente es una víctima más de la trata de personas, de la esclavitud. Hoy, La Rumana sigue sin nombre ¿qué importa? No es más que una prostituta y, encima extranjera, inmigrante de un país empobrecido.

La Rumana (perdona, pero nadie me ha dicho cómo te llamas) es una “inmigrante sin papeles” y ¿Quién quiere inmigrantes de países pobres? Por eso levantamos muros con fondos europeos, muros con cuchillas cortantes para impedir el acceso al “paraíso” y quien logra, a pesar de todo, atravesar la valla, lo devolvemos sin garantía judicial alguna a Marruecos, donde nos consta que serán maltratados. Pero ¿qué pasa con las personas que se consideran refugiados y quieran solicitar su estatus de refugiado en España, tal y como se lo reconoce la Carta de los Derechos Humanos?

Art. 14  “En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país”.

Pues como somos un país respetuoso con las leyes internacionales, España tiene oficinas en las fronteras para que cualquier persona, que lo considere, pueda solicitar asilo allí. Pero, curiosamente, en las oficinas de nuestras fronteras con África llegan pocas personas a solicitarlo, a pesar de ser una ruta utilizada por miles de refugiados; pero lo más curioso es que ¡nunca llega una persona de piel negra! Parece como si España hubiera subcontratado la seguridad de sus fronteras al reino de Marruecos y él se encargara de filtrar que no nos lleguen muchos refugiados y, los que lleguen, que al menos no sean negros. ¿A quién se le ocurre que un negro puede ser un refugiado? Los negros son ¡siempre! ¡Siempre! inmigrantes irregulares, si son pobres claro.

¿Qué se hace en nuestro país para que se cumplan los Derechos Humanos?

España ha aceptado estudiar durante todo el año 2015, según la memoria de CEAR,  15.000 solicitudes, el 1% de las que recibe la Unión Europea. Sólo se le concedieron el estatuto de refugiado a 220 personas en un mundo con 65 Millones de refugiados, o que pretenden serlo. España concedió 220 asilos ¡sólo 220! Ya se nos olvidó como huyeron miles de españoles a refugiarse a Francia después de la Guerra Civil, se nos olvidó Ailan, el niño sirio ahogado huyendo de una guerra que España, por pertenecer a la OTAN, tiene responsabilidad, de una guerra que quizás nació en Irak, donde las tropas españolas estuvieron ocupándola.

Pero como en el caso de La Rumana de Estepona (tenías 26 años y no sabemos tu nombre), son excluidos, y los excluidos, como su propia palabra significa, están fuera, no importan, sobran, molesta. Lo mismo que les pasa a las 40.000 personas que viven en España sin hogar, o a las que viven en alguna de esas millón y medio de infraviviendas que aún existen, viviendas en muy mal estado, viviendas sin aseos, con goteras, frías… ¿Qué más da que haya 389.000 viviendas nuevas vacía? (4) , o que España acumule  el 30% de todas las viviendas vacías de Europa?

Son, como La Rumana (¿nadie sabe quién eres?) personas sin nombre, personas excluidas.

La ONG internacional Save the Children dice que uno de cada tres niños en España está en riesgo de pobreza o exclusión social. Esto quiere decir que o vive en una infravivienda o  no come correctamente tres veces al día o no recibe una educación de calidad o no puede disfrutar de un ocio sano, etc. etc. etc. O quizás podamos decir: que vive en una infravivienda Y  no come correctamente tres veces al día Y no recibe una educación de calidad Y no puede disfrutar de un ocio sano y etc. etc. etc.

El Instituto Nacional de Estadística cuenta que 1.075.000 andaluces viven en la extrema pobreza, o sea, con menos de 332 € al mes.

El desempleo, la precariedad, las jornada parcial, los contratos basura, el salaria mínimo, 655 € al mes en 14 pagas, significa ser pobre aun teniendo trabajo (el 14% de los asalariados según Cáritas), significa que uno de cada tres niños vive en riesgo de exclusión, o sea, sin nombre como La Rumana (se nos murió sin saber su nombre), o sea, que sobran. Ser pobre significa no tener una vivienda digna, no comer bien tres veces al día, no tomar las proteínas necesarias, no obtener el graduado escolar, no tener nombre.

Y eso que la Declaración de los Derechos Humanos nos dice en su artículo 23 y en el 25

 “Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección social”

Habrá que explicarle a nuestros gobernantes que hablar de derechos humanos en España es hablar de fraternidad, de tolerancia, de bien común

“Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad”

¿Qué se hace en nuestro país para que se cumplan los Derechos Humanos?

Habrá que explicarle a nuestros gobernantes que la Declaración sobre los Derechos Humanos de las Naciones Unidas obliga jurídicamente a España. Es parte de nuestro acervo legislativo, es parte de las leyes internacionales que nos obligan, igual que nos obliga nuestra Constitución, nuestras leyes y decretos. Cumplir con los Derechos Humanos es una obligación del estado español en su conjunto.

Habrá que explicarle a nuestros gobernantes que hablar de derechos humanos en España es hablar de fraternidad, de tolerancia, de bien común, de poner a la persona en el centro, de sentir con  el otro, de fraternidad … pero también es hablar de insolidaridad, de egoísmo, de insensibilidad, de recortes, de liberalismo, de élites, de beneficios, de privilegios, de impuestos, de salud  y educación, de justicia, de igualdad y, sobre todo, DE DERECHOS.

No somos un país serio ni desarrollado, ni mucho menos.



José Márquez García. Responsable de Incidencia Política de la Coordinadora Granadina de ONGD.

 


(1) El Español, 5 de diciembre de 2016

(2) 20 Minutos, 5 de diciembre de 2016

(3) La Vanguardia, 5 de diciembre de 2016

(4) El Mundo 25 de noviembre de 2015