Artículo de Opinión por José Antonio Molina Cortés

Los otros 1.000 días

E+I+D+i - José Antonio Molina Cortés - Jueves, 11 de Enero de 2018
Artículo de opinión de José Antonio Molina Cortés, presidente de la Asociación Granadina de Amigos del Ferrocarril y del Tranvía (AGRAFT), que te recomendamos.
P.V.M.

En estas fechas se cumplen 1.000 días desde que fue suspendido el tráfico ferroviario entre Granada y Antequera para permitir la construcción de la línea de Alta Velocidad que tanto se viene añorando. Esta circunstancia ha sido definitiva para que, entre la ciudadanía, cale la idea de estar padeciendo un aislamiento ferroviario que es prácticamente total. Si las circunstancias no cambian, aún faltan bastantes días, incluso meses, para que el primer tren comercial pueda rodar por el nuevo tendido con lo cual parecerá que ha terminado la pesadilla y aquí no habrá pasado nada. 

Esta cifra tan redonda de 1.000 días de aislamiento ferroviario esconde otros “1.000 días” que se están viviendo con tanta o mayor intensidad. Tenemos, por ejemplo, los “1.000 días” en que los políticos de todo signo e instituciones nacionales, locales, provinciales y autonómicas nos han ofrecido un triste espectáculo de desinterés, ineficacia e incapacidad para gestionar los intereses colectivos, convirtiéndolos en arma arrojadiza entre unos y otros

Y, sin embargo, esta cifra tan redonda de 1.000 días de aislamiento ferroviario esconde otros “1.000 días” que se están viviendo con tanta o mayor intensidad. Tenemos, por ejemplo, los “1.000 días” en que los políticos de todo signo e instituciones nacionales, locales, provinciales y autonómicas nos han ofrecido un triste espectáculo de desinterés, ineficacia e incapacidad para gestionar los intereses colectivos, convirtiéndolos en arma arrojadiza entre unos y otros, creándonos dudas sobre su aptitud para la defensa de intereses que vayan más allá de sus amplios despachos.

Tenemos los “1.000 días” en que, inexplicablemente, se eliminan trenes de interés estratégico, como el tren hotel nocturno “Gibralfaro”, entre Madrid y Barcelona, habitualmente con ocupaciones máximas, suprimido al socaire de una obra de cuatro meses de duración en Castellón. O no se habilita el paso de trenes desde Granada y hacia Sevilla, Córdoba o Algeciras, durante la construcción de la vía de Alta Velocidad, como así se ha hecho en otros puntos de la geografía española, siendo así que sólo había tres lugares verdaderamente afectados (Barrancón, Loja y acceso a Granada). 

Tenemos los “1.000 días” de obligado uso del autobús para el desplazamiento de viajeros hasta la estación de Antequera-Santa Ana, con trasbordo y la incomodidad correspondiente en viajeros de movilidad reducida, personas de cierta edad, equipajes, animales de compañía, etc. Eso sin hablar de que el trayecto se alarga y, consiguientemente, suben los precios del billete.

Tenemos los “1.000 días” de abandono de la línea de Granada-Moreda, que permite, vía Linares-Baeza, un viaje a través de Despeñaperros y La Mancha hasta Madrid, como así se hace con los viajeros procedentes de Almería mientras, tozuda e inexplicablemente, se impide a los granadinos, máxime cuando en ella existe un control de Tráfico Centralizado plenamente operativo hasta el punto de que por ella sí circulan trenes de lujo.

Tenemos los “1000 días” de falsas promesas para la terminación de la “nueva” Estación de Ferrocarril y llegada de la Alta Velocidad, ofrecidas e incumplidas una y otra vez, focalizando la atención del público sólo en el tendido de carriles y catenaria y pasando de puntillas sobre aspectos esenciales como las pruebas de los trenes AVE, la homologación de via y de maquinistas, que pueden llegar a requerir muchos meses antes de conseguirse.

Mucho nos tememos que la esperada llegada de la Alta Velocidad a Granada resulte una versión del “Bienvenido Mr. Marshall” puesto que con las características con las que se ha construido la línea de AVE no es posible que los trenes alcancen la velocidad ni las prestaciones habituales en otros trazados y no habrá tráfico de mercancías

Tenemos los “1000 días”, o muchos más, de la destrucción del patrimonio ferroviario (cierre de líneas y levantamiento de carriles, demolición de estaciones y apeaderos, cierre de depósitos de tracción y material rodante, achatarramiento de trenes de ancho ibérico, eliminación masiva de puestos de trabajo…) que abocan a la desaparición del ferrocarril tradicional, es decir, a la desaparición del transporte de viajeros y mercancías pues la Alta Velocidad lo ha expulsado innecesariamente de España y, particularmente, de nuestra región, ya de por sí escasa en este tipo de transporte. Como ejemplo cercano, se ha desmantelado la terminal de carga de gas butano, acaso la única terminal de mercancías que nos quedaba.

Tenemos los “1000 días” en que no se ven intenciones de reponer el sistema ferroviario de comunicaciones de personas y mercancías del sureste de España, la conexión Algeciras-Antequera-Granada-Almería, el corredor mediterráneo por el interior (que sería el del sur de Europa) o, más cercano, disponer de un sistema de cercanías desde Loja hasta Guadix, al menos. En suma, no se ve cual será el futuro de los tráficos regionales. 

Así pues, mucho nos tememos que la esperada llegada de la Alta Velocidad a Granada resulte una versión del “Bienvenido Mr. Marshall” puesto que con las características con las que se ha construido la línea de AVE no es posible que los trenes alcancen la velocidad ni las prestaciones habituales en otros trazados y no habrá tráfico de mercancías, por no hablar del precio del billete cuyo alto precio no permitirá un uso generalizado del tren, lo que hará que el autobús siga  siendo la única opción para la mayoría de la población, con lo cual se habrá perdido el carácter vertebrador de la región, esencial en el ferrocarril. En opinión de la Asociación Granadina de Amigos del Ferrocarril y del Tranvía, estamos desperdiciando la oportunidad, acaso la última, de reflexionar y debatir el estado de nuestras comunicaciones y planificarlas más allá del corto plazo. De no ponerse remedio a todos estos males que le aquejan, el futuro del ferrocarril en Granada es no sólo negro sino inexistente.