El insostenible regadío de Granada
Granada es la provincia española que más ha incrementado el peso del regadío en sus cultivos en lo que va de siglo, pese a que cada vez llueve menos y el agua disponible es -y será en el futuro- más escasa, con el nivel de los embalses a la baja y buena parte de los acuíferos sobreexplotados y contaminados por los nitratos agrícolas.
La provincia de Granada no llegaba a las 92.000 hectáreas de regadío a principios de este siglo, según los datos de la Encuesta sobre Superficies y Rendimientos de Cultivos del Ministerio de Agricultura, cuya serie se inicia en 2002.
Ahora, según los últimos datos, de 2023, Granada tiene en riego 152.638 hectáreas. Son casi 61.000 hectáreas más de regadío, un 67% más en poco más de 20 años. No hay una provincia en España que haya incrementado tanto el peso del regadío en sus tierrras de cultivo.
La gran mayoría de estas nuevas hectáreas de riego son de olivar, un cultivo tradicionalmente de secano, pero también hay miles de hectáreas más de almendro (también históricamente de secano) y ha habido un notable incremento de frutos tropicales como el aguacate y el mango, así como de cultivos en invernadero.
Hay otras provincias en España con un gran aumento del regadío, como Jaén, que supera a Granada en número de nuevas hectáreas (cerca de 86.000, la inmensa mayoría de olivar), pero no en porcentaje, un 36% de incremento. Y, fuera de Andalucía, Cuenca ha más que duplicado sus cultivos de regadío, un 120%, pero con una superficie total mucho menor, 53.000 hectáreas, que representan una mínima parte sobre sus cerca de 800.000 hectáreas totales de tierras cultivadas (en Granada hay unas 536.000).
El olivar intensivo, a la cabeza
De las más de 60.000 nuevas hectáreas puestas en regadío en Granada desde 2002, la mayoría son de olivar. La provincia tenía entonces 144.059 hectáreas de olivar de secano y 41.327 hectáreas en riego. En 2023, el número de hectáreas de olivares de secano ha bajado hasta las 124.897 mientras que las de regadío se han más que duplicado, hasta las 88.030 hectáreas.
Es decir, el incremento del regadío en el olivar ha sido mucho mayor que el descenso del secano, por lo que no solo ha habido conversión de olivares de secano a riego, sino implantación de olivares de regadío donde antes había otros cultivos, al calor de las subvenciones europeas de la PAC y de la creciente exportación en el país mundial líder en aceite de oliva.
Buena parte de estos olivares de regadío son cultivos intensivos, con más árboles por hectárea, o incluso superintensivos, en busca de una mayor productividad y promovidos por empresarios que poco tienen que ver con las miles de familias y cooperativistas de decenas de pueblos de la provincia que han vivido tradicionalmente de este cultivo milenario. Olivares de regadío más mecanizados pero también con más necesidades de agua, que se sitúan entre los 2.500 y los 5.000 metros cúbicos por hectárea al año, y con mayor uso de fertilizantes nitrogenados que aumentan la contaminación de las aguas superficiales y los acuíferos.
El almendro protagoniza los fraudes
El almendro es otro de los cultivos tradicionales de secano en el que se ha puesto de moda su conversión en regadío, especialmente en el noreste de la provincia. Granada es la provincia española con más superficie de almendros. Cuenta con 104.636 hectáreas, según los datos de 2023. El Ministerio no ofrece cifras de cuántas de esas hectáreas hay en regadío, pero sí del aumento del riego en los frutales no cítricos, en los que el almendro supone el 80% del total en Granada. Y en la provincia los frutales no cítricos de regadío han pasado de 12.363 hectáreas en 2002 a 21.774 en 2023, un 76% más, con la mayor parte de esas más de 9.000 nuevas hectáreas plantadas de almendros, y también de pistachos, otro árbol en auge.
Plantación de almendros en regadío en la Vega de Granada. indegranada
El aumento del regadío y la escasez de agua de los últimos años por la sequía ha hecho que proliferen los fraudes, los pozos ilegales y el abuso e incumplimiento de las recortadas concesiones de agua de las confederaciones hidrográficas.
Y ahí el almendro ha protagonizado la mayoría de casos detectados por la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir. De las 1.904 hectáreas de regadío sin concesión descubiertas en Andalucía el año pasado, 1.311 hectáreas se concentraron en la provincia de Granada, y de ellas, el Plan de Inspección de la CHG en la Comarca de Baza, que persigue la proliferación de cultivos de regadío de almendro y pistacho, permitó detectar 1.088 hectáreas de árboles en riego de forma irregular; 15 pozos y 20 balsas ilegales que derivaron en diversos expedientes sancionadores.
La CHG inspeccionó en total unas 4.000 hectáreas en Granada, y de ellas más de 1.000 se regaban de forma ilegal, robando la (escasa) agua de todos. Uno de los pozos ilegales descubiertos, en el término de Guadix, regaba más de 400 hectáreas de almendros.
El abuso del agua por la proliferación de regadíos está afectando gravemente a los acuíferos de la provincia de Granada. Trece masas de agua (cada una puede abarcar varios acuíferos) de la provincia están ya sobreexplotadas o en riesgo de estarlo, y cuatro de ellas, además, están contaminadas por nitratos o pesticidas, según datos de 2021.
Los aguacates de la mal llamada Costa Tropical
Aunque con menor superficie que olivar y almendro, los frutos tropicales como el aguacate y el mango también se han multiplicado en la mal llamada Costa Tropical granadina. Porque de tropical solo tiene las temperaturas, calurosas en verano y suaves el resto del año, pero no así las lluvias. El estado de Michoacán, en México, es la principal zona productora de aguacate del mundo, y tiene unas precipitaciones medias anuales de 850 litros/m2 al año, más del doble de lo que llueve en Almuñécar, el epicentro productor de la provincia.
Pero, pese a unas precipitaciones insuficientes para los cultivos tropicales, los aguacates y mangos no han dejado de crecer en este siglo, a costa de dejar el acuífero de río Verde en estado crítico y de aterrazar cada vez más zonas de monte, incrementando con ello la erosión y aridez del suelo.
Zona de monte aterrazada para cultivos tropicales en la Sierra de Molvízar. indegranada
La superfice dedicada al aguacate ha pasado de las 3.648 hectáreas de 2002 a las casi 4.700 de 2023. Y el mango, que era casi inexistente a principios de siglo, con apenas 50 hectáreas, se ha multiplicado hasta las 1.176 hectáreas de 2023. En total, 5.874 hectáreas dedicadas a esos dos frutos tropicales, casi un 60% más que a inicios del siglo.
El aguacate es un árbol que precisa gran cantidad de agua de riego, unos 7.000 metros cúbicos por hectárea al año (algo menos el mango, unos 5.500). Eso significa que, en conjunto, los frutos tropicales granadinos precisan cerca de 40 hectómetros cúbicos de riego al año, dos tercios del agua que tiene ahora la presa de Rules (60 hm3).
Más del doble de invernaderos
A todos estos cultivos al aire libre se suma el crecimiento en la superficie agrícola bajo invernadero, que en 2002 era de 2.688 hectáreas en la provincia de Granada y en 2023 ha aumentado hasta las 5.739 hectáreas, más del doble, un incremento del 113%, lo que supone mucha más presión sobre los acuíferos (los invernaderos consumen entre 4.000 y 5.000 m3 por hectárea al año), además del problema de la contaminación por plásticos y otros residuos, y la cada vez más elevada cota a la que se instalan, con las implicaciones ambientales que conlleva.
No hay agua en Granada para tal crecimiento del regadío, que se lleva más del 80% del agua disponible, mientras que el resto se lo reparten el consumo de los hogares y resto de actividades comerciales e industriales. Y, aunque el actual periodo de sequía pasará y llegarán temporadas más lluviosas, el cambio climático agravará -lo está haciendo ya- las épocas secas, hace el régimen de lluvias más irregular y torrencial, y aumenta la evapotranspiración, lo que favorece la sequedad y aridez del suelo.
La paradoja de Jevons
Las Administraciones y el sector agrícola intentan hacer frente a la escasez de lluvia y de agua embalsada mejorando la eficiencia de los sistemas de riego y recurriendo a recursos hídricos alternativos, como las aguas regeneradas procedentes de las estaciones de depuración de aguas residuales, pero son medidas que están lejos de hacer frente al desaforado crecimiento de los cultivos de regadío, entre otras cosas porque las mejoras tecnológicas acaban sufriendo la paradoja de Jevons: a mayor eficiencia en el uso de un recurso, más aumenta su demanda y su consumo.
Es lo que posiblemente suceda cuando el agua de la presa de Rules llegue al fin a la costa: no sería de extrañar que provocara un 'efecto llamada' y que se incrementaran todavía más los cultivos tropicales y de invernaderos, con lo que la escasez hídrica no terminaría nunca.