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EL OBSERVATORIO DE CARTUJA QUE FULMINÓ LA UNIVERSIDAD

'Coeli enarrant stultitiam hominis' (Los cielos narran la estulticia del hombre)

E+I+D+i - Gabriel Pozo Felguera - Domingo, 20 de Marzo de 2022
Esta es la historia del que fue el centro de referencia astronomía, sismología y meteorología más antiguo y prestigioso de España, el Observatorio de Cartuja, que en junio cumpliría 120 años, pero también de su penoso final, cuando la Universidad de Granada decidió hace su clausura para destinarlo a oficinas poco usadas. Por Gabriel Pozo Felguera.
Observatorio en construcción, finales de 1901.
Observatorio en construcción, finales de 1901.
  • El centro de referencia en astronomía, sismología y meteorología  más antiguo y prestigioso de España fue borrado del mapa para reconvertirlo en oficinas con poco uso

  • La UGR incluso ha eliminado el logotipo y la leyenda de la Compañía de Jesús que fijaron los fundadores en su fachada en 1902

Hoy deberíamos estar conmemorando el 120 aniversario del Observatorio de Cartuja. Pero no han querido que sea así. No por fuerza mayor, más bien por incuria de un escogido número de birretes negros de nuestra Universidad. Hace ya más de un quinquenio que desapareció el que fue más afamado de los observatorios españoles. Sus instalaciones y su contenido fueron dispersados, perdidos o emparedados. La Universidad le ha aplicado una damnatio memoriae al más sangriento estilo romano: borrar todo vestigio de una historia. El que fuera segundo edificio científico-cultural más importante de Granada está reconvertido en un puñado de oficinas semidesiertas del departamento de música. De nada sirvió su prestigio y la fuerte campaña de intelectuales para salvarlo de la incuria de ciertos gestores universitarios.

Hace ya una década que el anterior equipo rectoral tuvo la brillante idea de finiquitar el histórico Observatorio de Cartuja. Argumentaban que no hacía falta, ya que sus funciones investigadoras podían ser asumidas por otras instituciones más modernas. Hasta ahí todo bien. Pero no tuvieron en cuenta que la vetusta institución jesuítica podía quedarse tal como estaba, como un vestigio de la grandeza y la fama de que gozó desde 1902, año de su creación. Podría haber sido el museo, el bien de interés cultural que se merecía. Al lado de las nuevas edificaciones de sismología y meteorología. Atesoraba un aparataje, una biblioteca, unos cuadernos de observación únicos en toda España.

Decidieron laminar su historia, borrar más de un siglo de investigaciones, achatarrar algunos aparatos, esconder otros y dispersar su biblioteca en ignotos rincones. La felonía empezó a perpetrarla el penúltimo equipo rectoral; pero el siguiente, el actual, no le fue a la zaga

Pero no. Decidieron laminar su historia, borrar más de un siglo de investigaciones, achatarrar algunos aparatos, esconder otros y dispersar su biblioteca en ignotos rincones. La felonía empezó a perpetrarla el penúltimo equipo rectoral; pero el siguiente, el actual, no le fue a la zaga. En vez de corregir el error y el dispendio económico, siguió adelante con el proyecto de borrar del mapa los 115 años de Observatorio y habilitar sus instalaciones para oficinas del departamento de Historia y Ciencias de la Música. Catorce compartimentos en total.

El proceso de reforma arquitectónica eliminó todas las instalaciones de sismología, astronomía y meteorología. Sólo quedaron algunas antenas y restos de postes inservibles sobre terrazas y jardín. Descontextualizados, sin que se sepa exactamente cuál fue su cometido. Incluso la cúpula de observación y su acceso están prácticamente cegados; como cuando se empareda un libro o un recuerdo que se quiere hacer desaparecer. La escalera en espiral de acceso ha sido respetada. Encima, tras el falso techo, duerme empolvado en un sueño celestial el famoso telescopio ecuatorial Mailhat. Aparato ciego en una cúpula ya inmóvil en su giro y en su apertura.

Telescopio ecuatorial instalado en la cúpula a principios del siglo XX. Hoy permanece cubierto de polvo y emparedado en la cúpula.
Estructura de yeso y librería que esconden la columna central que soporta el telescopio.

La realidad de este edificio BIC –que no llegó a ser declarado por desidia universitaria– es que ha perdido vida y actividad. Lo he visitado varias mañanas durante el mes de febrero y jamás he hallado ocupados más de tres despachos. En cuanto a alumnos e investigadores de la rama musical, aquello está convertido en un nido de águilas, lo sobrevuela alguna persona de vez en cuando. Todo un dispendio. La UGR dispone de infinidad edificios más adecuados y fácil acceso (Espacio V Centenario, por ejemplo) donde ubicar este departamento de música antes que haber destrozado el Observatorio para siempre.

Tengo la sospecha de que las mentes que tuvieron la idea fueron buscando más borrar la memoria de sus fundadores

Me da la sensación de que no sólo se le ha buscado un destino muy diferente para el que fue diseñado y pagado por particulares. Tengo la sospecha de que las mentes que tuvieron la idea fueron buscando más borrar la memoria de sus fundadores. No se entiende que hayan eliminado del frontispicio el emblema de la orden de los Jesuitas y la leyenda esculpida con el lema de la institución: COELI ENARRANT GLORIAM DEI (los cielos narran la gloria de Dios).

Logotipo de los fundadores (Jesuitas) y leyenda sobre el dintel que han sido eliminados.
Propuesta de leyenda que calificaría perfectamente la actitud de los responsables del desaguisado.

Todo el frontón ha quedado repellado de cemento y pintado de blanco. Un verdadero despropósito que muestra a las claras la mala uva del padre o la madre de esa damnatio memoriae. Propongo que para dar mayor satisfacción a su ansia de borrar un pasado que no les gusta, continúen con el fresado las iniciales Y y F (de Ysabel y Fernando), más los escudos de Carlos V que tanto abundan por el Hospital Real. ¡Muerte a la religión y a la monarquía!

Propongo que los canteros vuelvan a esculpir, en el siguiente mandato rectoral, la siguiente inscripción en el lugar que estuvo la anterior en el Observatorio de Cartuja: COELI ENARRANT STULTITIAM HOMINIS (los cielos narran la estulticia del hombre)

Propongo que los canteros vuelvan a esculpir, en el siguiente mandato rectoral, la siguiente inscripción en el lugar que estuvo la anterior en el Observatorio de Cartuja: COELI ENARRANT STULTITIAM HOMINIS (los cielos narran la estulticia del hombre). Es el calificativo que merecen los autores de esta cagada de nuestra casi impecable Universidad.

Fuerte polémica, ignorada por la UGR

La destrucción y cambio de uso del Observatorio de Cartuja estuvo acompañada de una fuerte polémica en cuanto se conoció, allá por 2015, la barbaridad que empezaba a cometerse. No hubo institución local que no se pronunciara en contra del proyecto. Incluso amplísimos sectores del profesorado universitario prestaron sus firmas para los manifiestos que se sucedieron en prensa y cartas dirigidas a la flamante rectora, Pilar Aranda.

En junio de 2015 dio la alarma la Academia de Ciencias Matemáticas, Físico-Químicas y Naturales de Granada. Su presidente, Alberto Prieto Espinosa, se dirigió a la rectora mostrando su preocupación por el futuro del Observatorio y su aparataje. Le informaba, por si no lo sabía, que era una reliquia histórica, traspasada a la Universidad por convenio con los Jesuitas, que tenía la obligación de preservarse, por el bien de la Universidad y de la ciudad de Granada. Esta Academia se ofrecía a conservar la institución y a guiar visitas a sus instalaciones, únicas de España. Se informaba a la magnífica rectora que en 2012 la Universidad había financiado y aprobado un proyecto de museo y centro de interpretación, al que ni la propia institución había hecho caso.

El nuevo equipo rectoral (prácticamente el que continúa hoy) argumentó que ya se había llegado tarde, no había solución al daño. Hizo caso omiso y siguió adelante con las obras de destrozo del Observatorio. En la primavera de 2016 ya estaban los albañiles derribando tabiques y tirando “trastos” a los contenedores

El nuevo equipo rectoral (prácticamente el que continúa hoy) argumentó que ya se había llegado tarde, no había solución al daño. Hizo caso omiso y siguió adelante con las obras de destrozo del Observatorio. En la primavera de 2016 ya estaban los albañiles derribando tabiques y tirando “trastos” a los contenedores. Intervino entonces la Academia de Bellas Artes Nuestra Señora de las Angustias, denunciando que “las obras ejecutadas no sólo han destruido el ambiente original de un edificio concebido para la ciencia, sino que han supuesto un serio deterioro de su patrimonio. Sólo quedaron los dos telescopios de la planta alta (hoy emparedados), mientras el resto de aparatos y documentos se habían trasladado a lugar o lugares desconocidos, sin las debidas garantías de integridad y respeto al patrimonio catalogado”.

En aquellos momentos se sabía que el equipo rectoral encabezado por Pilar Arando no había sido el promotor de tan inefable idea, pero estaba a tiempo de pararla. La Universidad persistió en el error y las prosiguieron. Se sumaron entonces las quejas de la Asociación Ciudadanos por Granada, con la incansable Remedios Murillo Cubillas a la cabeza. Pero ni así se consiguió nada. El culmen de las protestas y denuncias públicas contra el desmantelamiento del Observatorio fue un duro manifiesto encabezado por el ingeniero Miguel Giménez Yanguas, en su calidad de antiguo director del departamento de arqueología industrial de Granada; le acompañaban en la firma infinidad de catedráticos y nombres de peso del colectivo universitario. Todos denunciaban el craso error que se estaba cometiendo. Pero nada, el edificio era para dar satisfacción a cansautores and friends. Digo, cantautores y allegados.

La UGR, o sus responsables políticos, ya habían perpetrado la muerte del Observatorio y prefirieron olvidar el asunto. Lejos quedaron los tiempos de 2002 en que otro equipo rectoral más sensible organizó una exposición sobre el primer centenario de la institución; aprovecharon para restaurar algunas piezas, con la financiación de Caja General de Ahorros, pensando en dar al menos otro centenario de vida al afamado observatorio. No podían imaginarse la corta vida que acechaba a la institución.

Sabemos que algunos libros están en la Biblioteca Politécnica y alguna pieza está almacenada en el Parque de las Ciencias. En esta situación se está en este momento; suponemos que el resto de aparataje continúa almacenado en algún lugar. ¿O habrán ido a parar al mismo chatarrero que la rotativa de Patria?

Las denuncias de buena parte del colectivo universitario continuaron, una vez desmantelado, temiendo la pérdida y expolio del contenido. Portavoces autorizados del equipo rectoral insistían en que todo estaba almacenado de forma segura y estudiaban su pronta exhibición. Sabemos que algunos libros están en la Biblioteca Politécnica y alguna pieza está almacenada en el Parque de las Ciencias. En esta situación se está en este momento; suponemos que el resto de aparataje continúa almacenado en algún lugar. ¿O habrán ido a parar al mismo chatarrero que la rotativa de Patria?

Con actitudes como la descrita, no es de extrañar que los archivos, bibliotecas y colecciones de algunos catedráticos confíen más su destino futuro en instituciones de fuera de Granada o, a lo sumo, en el Archivo Histórico Provincial de Granada.

Un siglo largo de historia

Sólo existían dos antecedentes de observatorios en España anteriores al de Cartuja. Habían surgido en el siglo XVII en otros países por la necesidad de sus gobernantes de desarrollar la geodesia y la cartografía. Carlos III fundó el Observatorio de la Marina en Cádiz (1754) para resolver problemas de cartografía en la navegación por los confines del imperio colonial español. El segundo observatorio fue el Astronómico de Madrid (1790). Durante todo el siglo XIX no fue promovido ningún observatorio más.

Instantánea tomada en 1902, recién inaugurado, donde se aprecian los pequeños cedros del Himalaya que hoy superan los 25 metros de altura.

Hasta que en 1902 la Compañía de Jesús decidió levantar el de Granada, en sus terrenos de Cartuja. En los años siguientes surgirían otros promovidos por los propios Jesuitas o universidades. Siempre siguiendo el modelo del granadino. La financiación del edificio corrió por cuenta de la Condesa de Obsborne, cuyo hijo Antonio profesaba en la Compañía. El Observatorio de Cartuja desarrolló una importante actividad en los campos de la astronomía, la sismología y la meteorología. Siempre fue pionero entre los de España.

Equipo de jesuitas del Observatorio en 1925. El segundo por la izquierda, sentado, era Manuel Sánchez-Navarro Neumann, director entre 1908 y 1940.
El hermano Sola, mecánico, junto al sismógrafo bifilar.
Dos jesuitas miran un telescopio instalado en el jardín del Observatorio.
El encargado de tomar datos diarios de pluviometría y temperatura. El observatorio anotó un detallado registro de estas mediciones durante toda su existencia.

Solamente sufrió una “nacionalización” entre 1932 y 1938 como consecuencia de la disolución de la Compañía durante la II República; no obstante, el trabajo el observatorio fue asumido por el Estado bajo dirección del personal del Instituto Geográfico. Incluso se procedió a su ampliación y mejora de instalaciones; fue incorporado al Servicio Meteorológico Nacional.

El último tercio del siglo XX fue de gran impulso para el centro al tomarlo como embrión de la Red Sísmica de Andalucía. También fue sede del Instituto Andaluz de Geofísica

En 1971, la Compañía –reinstaurada en España en 1938– vendió la finca de Cartuja para la construcción del nuevo Campus universitario. Los jesuitas cedieron a la UGR la dirección y el uso del Observatorio durante 30 años, aunque conservando su propiedad. Durante la vigencia del acuerdo, el Observatorio debía considerarse un centro coordinado de la Universidad de Granada y la Facultad de Teología. Se mantenía, por tanto, una doble dirección del Observatorio. El último tercio del siglo XX fue de gran impulso para el centro al tomarlo como embrión de la Red Sísmica de Andalucía. También fue sede del Instituto Andaluz de Geofísica. Todo fue así hasta que cumplió su primer centenario. Pero habían aparecido nuevos y modernos edificios oficiales que iban a ir absorbiendo buena parte de sus tareas.

En el año 2007, el rector David Aguilar decidió convertir el vetusto Observatorio de Cartuja en un nuevo espacio museístico. En él se albergaría el rico instrumental científico y la documentación acumulada durante más de un siglo de trayectoria. El Observatorio vendría a dar valor a los espacios culturales y expositivos de la UGR y de la ciudad de Granada. David Aguilar convocó un concurso de ideas para reconvertir el Observatorio en Museo y Centro de Investigación. El trabajo premiado fue el del equipo encabezado por el arquitecto Gonzalo Arias Recalde.

Se destinaron casi 300.000 euros a unas obras hechas con prisa, curiosamente pagadas por la Universidad y con fondos FEDER aportados por la Junta de Andalucía. Despreciando todo tipo de valor cultural y sin hacer caso a las crecientes críticas que surgían

Ahí quedó aparcada la idea de Aguilar. Le sucedió González Lodeiro en el Rectorado. Unos años después, en 2015, aparece un nuevo proyecto para el Observatorio. Ahora iba a destinarse a usos musicales. El estupor fue mayúsculo entre la comunidad universitaria y los círculos culturales granadinos. Se destinaron casi 300.000 euros a unas obras hechas con prisa, curiosamente pagadas por la Universidad y con fondos FEDER aportados por la Junta de Andalucía. Despreciando todo tipo de valor cultural y sin hacer caso a las crecientes críticas que surgían. Cesó González Lodeiro como rector y le sucedió Pilar Aranda; todavía se estaba a tiempo de revertir la situación iniciada por su antecesor y corregir el craso atentado al patrimonio histórico y cultural granadino. Pero todos estaban sordos. Parece que también ciegos.

El atentado al patrimonio se cumplió por completo, precisamente por una entidad que debería dar ejemplo. La Universidad tiene infinidad de espacios vacíos, más adecuados o infrautiizados donde construir el complejo de oficinas para el departamento de música. Pero prefirió destrozar el Observatorio de Cartuja, borrarlo de la Historia de la Ciencia y de esta ciudad. Per secula seculorum. Amén.

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