Bajo el Metro de la Gran Vía
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A una profundidad superior a 6-7 metros aparecieron grandes muros y necrópolis romanos, poblados ibéricos, hornos y canalizaciones del siglo XI
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En las capas superiores de la Gran Vía sólo hay escombros de los derribos y cimentaciones de casas nazaritas y renacentistas
En junio de 1997 conmemoramos la construcción del primer edificio de la Gran Vía (la iglesia del Sagrado Corazón). Con tal motivo, organicé una exposición fotográfica y su correspondiente libro. La inauguró el alcalde Gabriel Díaz Berbel. Me rogó que fuese a verle a la Alcaldía en días próximos, deseaba consultarme algo sobre esa calle. Corría la mitad de su mandato y ya estaba pensando grandes proyectos para el siguiente.
Díaz Berbel debió pensar que yo sabía todo sobre la Gran Vía y me confió su gran secreto. Me dijo algo así: “Estoy pensando en prolongar el aparcamiento del Triunfo a todo lo largo de la Gran Vía. ¿Qué piedras antiguas me puedo encontrar debajo? ¿Tú me podrías hacer un informe básico?”
Hoy confieso que me arrepiento por no haber animado a Díaz Berbel a que hubiera abierto la Gran Vía en canal para su aparcamiento en línea. Quizás hubiese sido la forma de conocer mucho más la trama de la ciudad de Granada en los últimos tres milenios. Conocemos por Leopoldo Torres Balbás (1923) los principales edificios que existían en 1895 cuando comenzó la piqueta a derribar las 302 casas para hacer la Gran Vía; y la arqueología ha ido aportando pequeñas pinceladas sobre lo que pudo haber bajo esta zona en épocas ibera, romana, zirí y nazarita
Yo había meditado alguna vez aquella posibilidad. Por eso entendí que no era necesario hacerle ningún informe por escrito, le respondí sobre la marcha y quizás con demasiada dureza: “Ahí te encontrarás un par de metros de escombros y muchos problemas. Ni se te ocurra”. Sólo le añadí que habría que micropilotar las dos aceras para asegurar los edificios y la anchura resultante de la caja no permitiría demasiadas plazas.
Nunca más le volví a oír hablar de aquella idea. Gabriel Díaz Berbel ganó las elecciones de 1999, pero la primera coalición tripartita (PSOE, IU, PA) le quitó la alcaldía. Cuatro años más tarde, el PP recuperó la Alcaldía –esta vez de manos de José Torres Hurtado y con Luis Gerardo García Royo como hombre fuerte del urbanismo- y prolongaron el apartamiento del Triunfo, pero en dirección Oeste, donde era bastante más improbable que aparecieran restos arqueológicos de importancia (lo único fue la plaza de toros de 1767 de nulo valor).
Hoy confieso que me arrepiento por no haber animado a Díaz Berbel a que hubiera abierto la Gran Vía en canal para su aparcamiento en línea. Quizás hubiese sido la forma de conocer mucho más la trama de la ciudad de Granada en los últimos tres milenios. Conocemos por Leopoldo Torres Balbás (1923) los principales edificios que existían en 1895 cuando comenzó la piqueta a derribar las 302 casas para hacer la Gran Vía; y la arqueología ha ido aportando pequeñas pinceladas sobre lo que pudo haber bajo esta zona en épocas ibera, romana, zirí y nazarita.
Vamos a comentar someramente lo aparecido hasta ahora y a especular lo que puede yacer debajo. Por si acaso se les ocurre remover la calle para instalar el Metro en superficie (ya avanzo que subterráneo está completamente descartado).
Granada, la ciudad que desaparece
El arquitecto Francisco Giménez Arévalo estuvo moviendo las líneas de fachada de la Gran Vía arriba y abajo tratando de afectar lo menos posible a edificios de interés histórico artístico. Lo único que se consideró intocable fue la Catedral (aunque sí se afectó a la sacristía). Había que unir la zona del Triunfo, un descampado por entonces, con la calle Méndez Núñez (actual Reyes Católicos, recién embovedada y apta para circular sobre el lecho del Darro).
Aquella reforma interior de la ciudad de Granada pretendió varios objetivos: comunicar las dos estaciones de ferrocarril (la de Andaluces, ya existente) con la que se pretendía en el Violón; sanear los insalubres barrios de San Andrés, Santiago y parte de San Gil-Sagrario; y, sobre todo, contar con una calle moderna donde los nuevos potentados y profesionales pudiesen lucir sus fortunas
La Reformadora Granadina, la empresa que se creó para el efecto, gozó de grandes privilegios legales a la hora de efectuar compras y acometer expropiaciones. En ella participaron las grandes familias acaudaladas del momento, las que se habían enriquecido con el azúcar, aunque el principal accionista fue el Cabildo de la Abadía del Sacromonte; de ahí que su tesorero siempre fuese uno de sus canónigos.
Aquella reforma interior de la ciudad de Granada pretendió varios objetivos: comunicar las dos estaciones de ferrocarril (la de Andaluces, ya existente) con la que se pretendía en el Violón; sanear los insalubres barrios de San Andrés, Santiago y parte de San Gil-Sagrario; y, sobre todo, contar con una calle moderna donde los nuevos potentados y profesionales pudiesen lucir sus fortunas y pasear su prestigio.
Se expulsó a buena parte de la población del lugar; se reutilizaron millones de ladrillos y piedra para nuevas construcciones en el bajo Albayzín, Realejo, San Ildefonso, San Juan de Dios y la Magdalena (buena parte de las casas construidas en estos barrios durante las dos primeras décadas del siglo XX lo hicieron con desechos de la Gran Vía). Fue el momento en que desaparecieron decenas de casas de época nazarita y, sobre todo, renacentistas. Los libros de actas de la Comisión Provincial de Patrimonio tienen miles de anotaciones de partes de aquellos edificios con valor histórico-artístico. Incluso algunos dibujos y fotografías.
Parece que arquitectos, constructores, chamarileros, albañiles, obreros, etc. se lucraron durante las obras. Nadie levantó la voz (excepto Ángel Ganivet). Todos hicieron negocio, a excepción de la Abadía del Sacromonte que se arruinó con esta inversión.
No fue hasta 1923, cuando llegó Leopoldo Torres Balbás a Granada (a dirigir la Alhambra), cuando empezaron las primeras críticas a la desaparición de edificaciones. Pero para entonces la Gran Vía estaba ya muy avanzada y no había solución. Publicó un artículo en la Revista Arquitectura (número 53, del año 1923) en el que arremetía con la idea de hacer una calle completamente recta llevándose todo por delante. Enumeró los principales edificios que habían sido destruidos. Son precisamente cuyos cimientos duermen bajo la Gran Vía o fueron levantados para abrir zanjas y depósitos de agua para las 57 casas de la calle (casi todas ellas tienen aljibes subterráneos, ya que por entonces no había agua corriente y la almacenaban en el subsuelo).
En 1896, cuando fue demolido, no atravesaba sus mejores momentos pues esta antigua casa solariega de los Granada-Venegas estaba ya semiderruida y reconvertida en carpintería
En su artículo lamentó la desaparición de la Casa de los Infantes o palacio de Cetti Meriem. Este gran edificio de origen nazarita se extendía prácticamente desde el ábside de la Catedral hasta la calle Elvira; la realidad es que en 1896, cuando fue demolido, no atravesaba sus mejores momentos pues esta antigua casa solariega de los Granada-Venegas estaba ya semiderruida y reconvertida en carpintería. A pesar de ello, guardaba aún retazos de arcos, artesonados y pilares del siglo XIV.
Otro edificio enorme que fue partido por la mitad fue el Convento de Santa Paula, cuyos corrales y casas moriscas se alargaban de su actual ubicación hasta la calle Elvira. Al menos en este caso el claustro principal y dos casas moriscas quedaron a salvo.
Lo que si desapareció completamente fue el complejo de edificios de la Inquisición, situados en lo que hoy es la calle Marqués de Falces; se salvó una de sus techumbres mudéjares y la portada (acabó en el Carmen de los Mártires). También desapareció otro palacete del siglo XVI, renacentista, situado a continuación del Colegio Eclesiástico; la que fue casa de Diego de Siloé, justo frente a la actual Fiscalía del TSJA; amén de una serie de palacetes de la nobleza granadina que fueron desarmados, la mayoría casi en regular estado de conservación. Muy cerca, también fue acabada de demoler la torre de la iglesia de Santiago, muy dañada por el terremoto de 1884.
En caso de que Díaz Berbel hubiese decidido construir su aparcamiento, lo más que hubiese encontrado de esta etapa final nazarita y cristiana hubiesen sido cimientos de los mencionados edificios
En caso de que Díaz Berbel hubiese decidido construir su aparcamiento, lo más que hubiese encontrado de esta etapa final nazarita y cristiana hubiesen sido cimientos de los mencionados edificios.
¿Pero qué puede haber debajo?
Los verdaderos problemas arqueológicos en este supuesto que estamos tratando quizás surgirían si se profundizara a partir de los 4-5 metros. No olvidemos que ya en época ibera hubo diseminados pequeños poblados o casas de turdetanos en lo que hoy es el piedemonte de Granada (ladera del Albayzín, posterior Medina Musulmana). La mayoría de edificios de la Gran Vía hunden sus cimientos hasta los 8-10 metros; hay referencias a que toparon con infinidad de muros, acequias, cerámica, enterramientos e incluso tesoros de moros (el principal, las 600 doblas almohades de oro bajo la casa número 3).
De época romana aparecieron en 1904 grandes muros romanos a una profundidad de 8-10 metros, tanto al construir el Hotel París como las casas números 12, 14 y 16 de enfrente. También restos de una calzada romana y, en el caso de la casa 12, un sarcófago romano de plomo
En la acera impar, concretamente en el Monasterio de Santa Paula, aparecieron cabañas iberas, así como en otra casa cercana.
De época romana aparecieron en 1904 grandes muros romanos a una profundidad de 8-10 metros, tanto al construir el Hotel París como las casas números 12, 14 y 16 de enfrente. También restos de una calzada romana y, en el caso de la casa 12, un sarcófago romano de plomo. Todo ello es señal inequívoca de que la zona tuvo una intensa ocupación en la etapa romana. Para mayor abundamiento, en excavaciones recientes ha aparecido otro sarcófago romano bajo el antiguo edificio de CajaGranada.
Y en la girola de la Catedral aparecieron hornos de cocer pan correspondientes al siglo XI (descubiertos por A. Gómez Becerra en 1994). Los restos que se pueden ver bajo el hall de entrada al hotel Eurostar no pertenecen a una cabaña ibera como alguien ha comentado; lo más probable es que es trate de un pozo de nieve construido por la comunidad religiosa del Sancti Spiritu, cuyo convento e iglesia estuvieron ahí establecidos entre los siglos XVI y XX. (Algunos conventos y hospitales de granada contaron con pozos de nieve).
Por supuesto, los restos más importantes que podrían atravesar la Gran Vía son los cimientos de la muralla que bajaba por la calle Tinajilla en busca de la puerta del Boquerón, recientemente excavada por Ángel Rodríguez Aguilera
Por supuesto, los restos más importantes que podrían atravesar la Gran Vía son los cimientos de la muralla que bajaba por la calle Tinajilla en busca de la puerta del Boquerón, recientemente excavada por Ángel Rodríguez Aguilera.
En las inmediaciones de la Gran Vía, entre las calles Elvira y Santa Paula no dejan de aparecer restos arqueológicos de todas las épocas. Con lo cual, si se profundizara en Gran Vía podría aparecer cualquier sorpresa de calado.
No caerá esa breva
No va a caer la breva de acometer grandes excavaciones en la Gran Vía de Granada para pasar el Metro de manera subterránea. De haber sido así, podríamos conocer los restos históricos del subsuelo, al igual que ha ocurrido en unos cuantos casos con la línea del Metro por el Camino de Ronda (en este caso han aparecido varias villaes romanas).
Hace ya unas semanas que la Consejería de Fomento tiene sobre su mesa las 15 propuestas de otras tantas empresas para estudiar la ampliación del Metropolitano de Granada, tanto por el área metropolitana como por el centro histórico de Granada. Antes de diciembre conoceremos cuál de estas propuestas es la elegida. La mayoría contienen un breve estudio arqueológico.
Para empezar, la locura electoral de abrir un túnel a 30 metros de profundidad para atravesar Granada y circulación de tren y vehículos ya ha sido completamente olvidada. A lo sumo, la Junta va a prestar algo de atención a la propuesta de cierto sector del PP en la Corporación Municipal de hacer una línea urbana por Avenida Constitución, Gran Vía, Reyes Católicos, Carrera de la Virgen para enlazar con la zona de la Hípica
Tal como está la situación económica y política, ya está el runrún en ciertos ambientes de cuál va a ser la decisión de la Junta. Para empezar, la locura electoral de abrir un túnel a 30 metros de profundidad para atravesar Granada y circulación de tren y vehículos ya ha sido completamente olvidada. A lo sumo, la Junta va a prestar algo de atención a la propuesta de cierto sector del PP en la Corporación Municipal de hacer una línea urbana por Avenida Constitución, Gran Vía, Reyes Católicos, Carrera de la Virgen para enlazar con la zona de la Hípica. Ahora bien, esta línea precisaría levantar toda la Gran Vía hasta una profundidad algo superior a un metro para nivelarla e insertar redes y catenarias. Esta línea conllevaría la total peatonalización de Gran Vía-Reyes Católicos y quitar la mitad del negocio a la Rober; la antigua LAC en cierto modo sería el Metro por el centro, entre las estaciones de Andaluces y la estación de Alcázar Genil. Los técnicos de la Junta no ven el metro en superficie por la Gran Vía de Granada, al menos en los lustros inmediatos. Hay un sector de concejales del PP que defienden esta solución.
En la Consejería de Fomento la opinión es que el Metro de Granada sea ampliado en el tramo más rápido y barato. Es decir, el que pueda atraer más clientes con poco dinero. En este caso, la solución pasaría por prolongarlo desde Armilla hasta Churriana-Las Gabias y quizás Cúllar Vega, buscando en el futuro llegar hasta Santa Fe-Aeropuerto. Esta solución llevaría aparejado un sistema de lanzaderas de microbuses para la población de Ogíjares y Alhendín.
Por el extremo Norte, la prolongación del Metro se limitaría a prolongar su inicio hasta Atarfe.
Esperemos acontecimientos. Con la ruina económica que nos ha caído tras la pandemia, cualquier obra de este tipo se plantea como imposible en estos momentos. Confiemos en que la solución que se adopte no tarde casi veinte años, como ha ocurrido con la primera línea.