Historias de Trastornos de la Conducta Alimentaria que vale la pena conocer
1.─ “Me costó mucho tomar conciencia del trastorno, hasta que un día me miré al espejo y vi como la muerte de lo delgada que estaba. Es una doble vida porque no es normal comer y vomitar o no comer. Cuando hay una reunión de familiares, una boda o un evento, a mí se me hace muy difícil asistir y comportarme con normalidad. O si voy a un restaurante, antes de ir, miro la carta por internet cinco veces pensando qué me voy a poder pedir porque no hay nada de lo que hay ahí que me vaya bien”. Esa relación con la comida que es solo un síntoma de mucho más, lo contaba Inés, de 47 años, que lleva desde los 18 luchando contra esa doble vida a la que la aboca la anorexia.
2.─ “Lo que vemos son chicas (la mayoría) que vienen con problemas de anorexia o bulimia, aunque también se han incrementado mucho los atracones, los problemas de ingesta compulsiva sin conductas compensatorias, que te pueden llevar a problemas de sobrepeso u obesidad”.
“Empecé a los 11, pero como no estaba en infrapeso, pensaba que no pasaba nada. Hasta que me pasó lo típico: bajada de peso, la gente se alarma… y yo pensaba: llevo seis años mal y nadie me ha dicho nada y ahora que estoy en infrapeso, ¿es cuando la gente se preocupa? Me da mucha rabia”
3.─ “Empecé a los 11, pero como no estaba en infrapeso, pensaba que no pasaba nada. Hasta que me pasó lo típico: bajada de peso, la gente se alarma… y yo pensaba: llevo seis años mal y nadie me ha dicho nada y ahora que estoy en infrapeso, ¿es cuando la gente se preocupa? Me da mucha rabia”.
4.─ Marta Tena, presidenta de Comete el mundo y antigua paciente: “Caes en un trastorno alimenticio porque no sabes quién eres y quieres complacer a los demás”.
5.─ “A mí me daba tranquilidad el hecho de planear, de estructurar… Yo era muy organizada e igual que me planeo los estudios, me planeaba las recaídas y eso a mí me daba tranquilidad. Creo que es una forma de sentir cosas que quieres sentir y que no puedes sentir de otra forma”. El detonante de un TCA es variable. Puede ser una muerte o un simple coqueteo con prácticas como el realfooding o el crossfit. Todas esas conductas disruptivas con la comida les acaban dando tranquilidad.
6.─ Raquel, de 42 años, empezó, en el contexto de una depresión, cuando estaba practicando la dieta keto: comenzó a contar carbohidratos y calorías hasta comer solo una vez al día. Tiene anorexia, bulimia y compulsión por atracones: todo lo que se pasa de lo que ella se permite comer, le genera tal sentimiento de culpa, que lo compensa con laxantes. No es solo por adelgazar. Hay más: Lo de los laxantes es como que una vez voy al baño, lo libero todo: toda la tensión, la frustración y la rabia; las libero y ya está. Y yo eso lo sigo necesitando, coma mucho o coma poco.
7.─ El precipitador de Teresa, de 63 años, también fue una depresión: dejó de comer, hasta el punto de no aguantarse de pie. No podía salir a la calle sola, tenía que ir acompañada y cogida del brazo de su marido. Un par de veces que fue a comprar, se cayó porque su cuerpo no tiraba y su cabeza aún menos.
8.─ “Una vez que caes en el pozo, ya no puedes salir porque el mismo proceso anoréxico o bulímico, se autoperpetúa. Cuando alguien ya dejó de comer y ha adelgazado mucho, a nivel fisiológico, el estómago también se reduce de tamaño y si quieres volver a comer normal, te va a doler, no vas a poder. Cuesta volver a realimentarse”. No es fácil romper con esas conductas de riesgo. La propia enfermedad es un círculo vicioso. Y en la bulimia se dibuja otro callejón sin salida, porque la ansiedad lleva al atracón, el comer en exceso lleva a la culpa, la culpa lleva a vomitar, el vomitar luego lleva a dejar de comer por si no se ha vomitado todo y eso lleva a la ansiedad otra vez.
“Hay un canon de belleza que juega en contra. Y, al final, ves una cosa que, aunque tú te esfuerces al máximo para estar como ellos, igual no puedes llegar nunca a ese ideal que te venden por las redes”
9.─ “Hay un canon de belleza que juega en contra. Y, al final, ves una cosa que, aunque tú te esfuerces al máximo para estar como ellos, igual no puedes llegar nunca a ese ideal que te venden por las redes”. Las redes sociales no ayudan. Alientan un estereotipo inalcanzable. Laila, de 22 años se tuvo que desinstalar el Instagram varias veces porque era para ella, demasiado dañino. Estas plataformas juegan un papel mantenedor del TCA, con minimundillos, donde se frivoliza con estos temas. El efecto de las redes sociales ha provocado en estos tiempos de pandemia que los casos aumenten un 20% y hayan empeorado los 400.000 que ya existían, todos perjudicados también por el difícil acceso al sistema sanitario.
10.─ Ingrid, de 47 años, lleva desde los 13 con anorexia. Luego se sumó la bulimia. En silencio, sin contárselo a nadie nunca, se purgaba tanto, que llegó a vomitar sangre. Su hijo le abrió los ojos y le hizo pedir ayuda por el temor a que se quedase solo si a ella le pasaba algo.
11.─ “Hay muchos tipos de TCA. De hecho, el más típico es el no especificado, que es todo lo que no entra dentro de los criterios del manual de psiquiatría. Se visibiliza mucho la gente que está en infrapeso y nos olvidamos de que una persona que ha bajado desde los 100 a los 60, está en un peso saludable, pero a lo mejor no está saludable”.
12.─ “Lo que se están haciendo es casi una forma de suicidarse lentamente: si tú dejas de comer, al final tu cuerpo va empeorando. Puede haber casos de suicidio, pero también, esa delgadez extrema, después de unos años de mantenerse, puede producir el fallecimiento de la persona porque haga una hipoglucemia extrema o una complicación cardiaca”. La anorexia es el único problema de salud mental cuyos síntomas pueden conducir a la muerte.
13.─ Estas dolencias son multifactoriales, diferentes circunstancias que confluyen a la vez. Ser mujer, adolescentes, tener baja autoestima o recibir críticas en relación con el peso son factores de riesgo. Un desencadenante claro es empezar una dieta para bajar peso sin control profesional, sobre todo, si eres adolescente. También pasar por un sufrimiento importante, como una pérdida, o haber experimentado críticas y humillaciones en entornos sociales o familiares. Todo suma.
La pandemia fue la tormenta perfecta, porque conjugó los factores de riesgo (como la incertidumbre o situaciones de pérdida) con la falta de factores protectores (ocio al aire libre, contactos sociales de calidad, parón de proyectos personales...)
14.─ La pandemia fue la tormenta perfecta, porque conjugó los factores de riesgo (como la incertidumbre o situaciones de pérdida) con la falta de factores protectores (ocio al aire libre, contactos sociales de calidad, parón de proyectos personales...). Y es muy llamativo. Tras la pandemia se ha duplicado la demanda. Hay más casos y la impresión es que son más graves y más jóvenes, con más incidencia al principio de la adolescencia. Llegan en una situación con peso más bajo y con otros problemas de salud mental, como ansiedad, depresión e ideación suicida. La crisis sanitaria agudizó el aislamiento, la pérdida de relaciones sociales y rutinas sanas de vida y propició un mayor contacto con el mundo a través de las redes sociales, que presentan unos ideales inalcanzables que generan frustración.
15.─ Cuerpos esculturales exhibiéndose en redes sociales. Mensajes evocando la necesidad de hacer ejercicio físico y llevar una dieta sana para no abandonarse. Viajes a la nevera que provocan sentimientos de culpabilidad.
16.─ El proceso terapéutico es largo, de varios años. Y no siempre se sale. Alrededor del 60%, se curan; un 20% mejora, aunque siguen teniendo problemas con la comida o conductas de riesgo de forma puntual; y otro 20%, se cronifica. Como suelen comenzar en edades muy tempranas, en el grupo de pacientes en el que la enfermedad se enquista, el impacto en la calidad de vida es inmenso y muy prolongado en el tiempo.
Las pacientes reclaman, por encima de todo, recursos y atención. No basta, con controlar talla y peso cada tanto en el centro de salud mental o tener una visita por mes con el psicólogo
17.─ Las pacientes reclaman, por encima de todo, recursos y atención. No basta, con controlar talla y peso cada tanto en el centro de salud mental o tener una visita por mes con el psicólogo. Yolanda, de 55 años, tardó dos años en conseguir una plaza: “Yo estaba a punto de morir. No me servía ir al centro de salud mental, media hora cada tres meses: cada vez te tocaba una enfermera diferente o el psiquiatra estaba de baja y venía otro y le tenías que volver a explicar todo. Yo estaba en peligro de muerte, necesitaba ayuda urgente”.
18.─ En algunos centros, coinciden todas, sienten “apoyo” y comprensión. Y aprenden pautas de alimentación. Y toman conciencia de la enfermedad. Esperanza, de 65 años, lleva desde los 15 con trastornos alimentarios: “Te tratan como una persona”. Marta: “No puede ser que una enfermedad como un TCA, que se agrava en nada, tenga una lista de espera de meses”. Faltan espacios y recursos asistenciales para atender estas dolencias y ahora, tras la pandemia, aún más.
Está claro que estas historias son una forma en la que se invade toda tu vida e implican una tiranía sobre la persona porque suponen una pérdida de la habilidad para comer de forma saludable, que es una función básica
Está claro que estas historias son una forma en la que se invade toda tu vida e implican una tiranía sobre la persona porque suponen una pérdida de la habilidad para comer de forma saludable, que es una función básica.
No es normal comer y sentirte culpable ni tener alimentos prohibidos; y cuidado si un adolescente empieza a comparar mucho su cuerpo con otros, si cambia de apariencia física o de peso, si modifica sus patrones alimentarios, si evita situaciones sociales que impliquen exponer el cuerpo o salir a comer, si va al baño después de la comida. Todo eso pueden ser señales de alarma. Y no es fácil salir del pozo.