Artículo de Opinión

Decir adiós en época de coronavirus

Ciudadanía - Azahara Vigueras Borja - Viernes, 17 de Abril de 2020
Azahara Vigueras Borja dedica este artículo a quienes han perdido la vida estos días y a sus familiares y allegados, obligados a despedirse en soledad, cuando no a distancia. Unas palabras que son un homenaje y un abrazo de consuelo.
vía Pinterest

En estos días de estrés y tensión, debido a la crisis del coronavirus, las UCIS de muchos hospitales se han convertido en un campo de batalla, donde muchos ciudadanos valientes libran un duelo a muerte con el COVID-19. Se aferran a la vida con uñas y dientes y, día tras día, conectados a un respirador, luchan por sobrevivir. Unos, los mas afortunados, lo consiguen. Pero otros, un destino cruel y que no perdona, los conduce a la muerte; a veces, sin poder despedirse de lo que más quieren: sus hijos, su mujer, sus nietos…. Tras días de angustia, la muerte llega en momentos en los que no es posible decir adiós y, ni siquiera, es posible un velatorio o un funeral. Lo cierto es que ver partir a un ser querido nunca fue fácil. De hecho, no estamos preparados para ello. Ese momento implica un duelo que conlleva, inevitablemente, sufrimiento. Pero en una época donde el temor al contagio no permite las reuniones entre familiares y amigos, el desconsuelo y la pena se hacen más grandes.

Las tecnologías, en estos días de confinamiento, nos ayudan a mantenernos cerca, a pesar de las distancias, pero no pueden transmitir nuestras emociones y sentimientos

Las tecnologías, en estos días de confinamiento, nos ayudan a mantenernos cerca, a pesar de las distancias, pero no pueden transmitir nuestras emociones y sentimientos. Hay cosas que ni los teléfonos móviles, ni los ordenadores, ni cientos de aplicaciones online pueden subsanar, sobre todo, cuando atravesamos un momento crucial como la muerte de un familiar. Ahí sentimos la necesidad del contacto físico, el calor de un abrazo o esa mano cálida en la espalda que reconforta y anima, y que te hace saber que no estás solo en un momento tan duro. No lo imaginamos hasta que nos toca de cerca. Una tragedia que se tiñe de más drama, si cabe, si la persona que nos abandona no tiene edad de partir. Si la muerte ha atacado por la espalda, sin avisar, de repente, o tras años de lucha contra una enfermedad o a causa de un accidente. Nunca existe un buen momento para decir adiós, pero en tiempos de coronavirus, el dolor se multiplica. La distancia se hace más presente que nunca, física y emocionalmente. Sin velatorios, sin misas, sin lugares donde reunirse para decir adiós.

Esta crisis nos ha cogido por sorpresa y nos ha golpeado profundamente a todos los niveles. Hemos tenido que reinventarnos en todos los sentidos. Hemos aprendido a instalar aplicaciones para poder teletrabajar desde casa, hemos creado rutinas en nuestros hogares para afrontar los días de forma más amena, hemos aprendido a tomar café con amigos frente a la pantalla del ordenador y a jugar con ellos online, a pesar de estar a kilómetros de distancia. Incluso, hay familias que han oficiado misas online. Pero, a pesar de todo, las tecnologías no puede reemplazar las miradas cómplices, las caricias y las conversaciones sin pantallas, ni fallos de sonido de por medio.

Nunca he entendido la importancia de un velatorio, hasta ahora. Un mero acto social, pensaba. Y ahora que lo observo con detenimiento, entiendo que es una parte crucial y necesaria para afrontar el duelo

Nunca he entendido la importancia de un velatorio, hasta ahora. Un mero acto social, pensaba. Y ahora que lo observo con detenimiento, entiendo que es una parte crucial y necesaria para afrontar el duelo. Un lugar donde ahogar las penas, desparramarse en llanto. Personas que van y vienen con palabras de consuelo, de ánimo, con susurros ahogados entre abrazos que, realmente, acompañan en el sentimiento. En estos momentos de confinamiento en nuestros hogares, hay cientos de personas que lidian con el duelo en silencio, sin la compañía de sus allegados, de las personas más cercanas.

Un adiós necesario entre familiares y amigos, donde las conversaciones se aferran al recuerdo, a los momentos felices que compartimos con esa persona. Las palabras rinden homenaje a su legado, a todo aquello que quedó entre nosotros. Sus risas, sus palabras, sus mimos, esas comidas de domingo que quitaban el sentido, sus pinturas, y sobre todo, y lo que más nos duele, sus ganas de vivir.

Estas palabras son para todo ellos. A los que luchan contra el COVID-19, a los que batallan contra el cáncer o a los que un destino fatal les sorprende por la espalda, de un día para otro. A sus familiares que, con guantes, mascarilla, lágrimas en los ojos y soledad, dicen adiós en la distancia.

Azahara Vigueras Borja es periodista