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Los zapatos de cristal no son cómodos

Blog - La buena vida - Ana Vega - Sábado, 22 de Octubre de 2016
A.V.

“La afectividad es básica en el ser humano. Todas las personas, mujeres y hombres, necesitamos amar y ser amados, comunicarnos afectivamente; ser reconocidos, valorados, vincularnos con algo o alguien. De ello depende una buena parte de nuestra calidad de vida, de nuestro equilibrio emocional y con el mundo”. Fina Sanz

Esta necesidad universal que nos recuerda en la introducción de su libro Los Vínculos Amorosos, no es vivida por todos de la misma forma. Esta diferencia se sustenta en los valores y los roles transmitidos por la cultura a hombres y mujeres. Con la palabra rol aludimos a las funciones, tareas o papel que se nos impone representar en la sociedad. Como decía una antigua profesora mía, se nos considerará mejor actor o actriz según representemos el papel de hombre o mujer; cuanto más nos acerquemos a los estereotipos, a lo que la sociedad espera de nosotros, más aplausos recibiremos; cuanto más nos alejemos del guión, mayor serán las críticas del público.

Como la mujer tiene la capacidad biológica de parir (rol reproductor), se le añadieron de serie otras cualidades relacionadas con la capacidad de cuidar a la familia como la dulzura, la comprensión, la abnegación, la intuición, la compasión, la sensibilidad, la ternura, la dependencia…El hombre recibe el rol de productor, así tendrá que mantener a la familia y protegerla por lo que se le añaden cualidades como fuerte, rudo, valiente, decidido, independiente…

No es necesario que me extienda para que sea evidente cómo estos patrones limitan nuestras vidas; estos roles privan a las mujeres de su autonomía y a los hombres la expresión de afectividad entre otras muchas cosas. Aunque me detengo en esto por el tema que estamos tratando, los estereotipos limitan preferencias por ciertas actividades, ocupaciones, objetos, comportamientos emocionales, relaciones interpersonales, comportamiento sexual…

Pues bien, es necesario escapar de estos trajes tan ajustados para poder vivir una vida plena y satisfactoria. Será necesario aprender a distinguir que aspectos de mi forma de vincularme con los demás y con el mundo forman parte del guión que se ha escrito para las mujeres (o el guión masculino) y cuáles he ido adquiriendo a través de mi experiencia de vida; cuáles quiero mantener porque ayudan a mi equilibrio emocional y a mi desarrollo personal y eliminar o modificar aquellas que no me hacen ningún bien.

Para establecer vínculos satisfactorios, habrá que trabajar dos aspectos fundamentales: la falta de amor a uno mismo y la incapacidad de dar y recibir. Aprender a tratarnos bien, a querernos, a respetarnos será básico porque no se puede dar lo que no se tiene.

Por otro lado, como nos explica Fina Sanz,” la persona que no se ama tiene dificultades para aceptar ser amada gratuitamente “; al no considerarse digna de amor, poco valiosa teme ser abandonada si no satisface las necesidades del otro aunque sean contrarias a las suyas y tiende a establecer relaciones de dependencia hacia la persona que le ofrece amor.

Una vez más, nuestras creencias condicionan nuestra vida y terminamos eligiendo la opción que las confirma; esto nos avoca a establecer siempre el mismo tipo de relaciones. Pero el amor debe ayudarnos a crecer, a desarrollarnos. Y cuando hablo de amor me refiero no sólo al de pareja sino a todos los vínculos que establecemos con los otros.

Habrá que reescribir los cuentos que nos han contado para que la felicidad de Cenicienta no dependa de que su pie encaje en el zapato de cristal o de que el Príncipe Azul aparezca.
Imagen de Ana Vega

Licenciada en Filosofía. Experta en Género e Igualdad de Oportunidades y especializada en temas de Inteligencia Emocional. Con su blog, La buena vida, no pretende revelarnos nada extraordinario. Tan solo, abrirnos los ojos un poquito más y mostrarnos que la vida puede ser más llevadera.