Universitarios que lucharon por las libertades democráticas
Cerca de cincuenta años después, en la memoria de aquellas y aquellos universitarios que pasaron por la antigua comisaría de la Plaza de los Lobos después de ser detenidos, en los últimos años del franquismo, quedan muchas imágenes, pero una imborrable y que muchos repiten al recordar esos momentos: el pecho ennegrecido por los golpes que recibió, con puño de hierro, uno de ellos, Manuel Monereo.
"Se levantó la camiseta y el tórax era una pura mancha de sangre", recuerda Esteban Rodríguez Ocaña. "No se quejaba. Estaba orgulloso de que no le habían podido sacar un nombre", apunta Domingo Díaz del Peral.
Esteban Rodríguez Ocaña era estudiante de Medicina y fue detenido en tres ocasiones. Las dos primeras fueron solo una entrada y salida breve de las dependencias policiales. La tercera, en septiembre de 1975, pasó diez largos días en comisaría, con interrogatorios interminables. Estaba casi por casualidad en Granada, porque en esos momentos hacía la mili; no obstante, también cayó entre los detenidos. "No sufrí físicamente", explica a El Independiente de Granada, pero psicológicamente fue una prueba ver "a rastras a colegas". Pasó dos meses en la cárcel y es al explicarlo cuando recuerda el momento en el que Monereo se levantó la camiseta y pudo ver el rastro de la tortura.
La misma imagen que al conversar con este diario recuerda Domingo Díaz del Peral, psiquiatra, que refiere la entereza del compañero Monereo. La detención de Díaz del Peral también se produjo en septiembre del 75, aplicándole el Decreto Antiterrorista. Le empujaban con ametralladoras, le provocaban desasosiego con mensajes como "todos sois iguales, como los de ETA". Y situaciones más aterradoras, como escuchar los gritos de su novia. Y un recuerdo llamativo y que tampoco puede olvidar: un policía le dio dinero cuando abandonaba las dependencias policiales. La noche antes había hablado con ese mismo agente, le había explicado su compromiso político y su papel como delegado estudiantil. Aquel gesto, a la vista de otros policías, le dio, pese a la experiencia, "fe en la especie humana".
En la fachada de la antigua comisaría se ha instalado una placa que recuerda a los estudiantes que fueron objeto de represalia por defender las libertades democráticas
El pasado jueves, un grupo de esos estudiantes represaliados por el franquismo se reunió de nuevo a las puertas de la que fue antigua comisaría, un inmueble en el centro histórico de Granada cuya propiedad ha pasado a la Universidad de Granada, para recibir un sencillo homenaje. Desde ese día, en la fachada del inmueble una placa recuerda la dura experiencia que vivieron decenas de estudiantes de la UGR. En reconocimiento y agradecimiento.
El acto estuvo presidido por la rectora de la UGR, Pilar Aranda, acompañada por tres exrectores: Pascual Rivas, David Aguilar y Francisco González Lodeiro. También participó la subdelegada del Gobierno en Granada, Inmaculada López Calahorro, y la concejala de Cultura de Granada, María de Leyva. También acudió el histórico político y cofundador de CCOO Nicolás Sartorius, junto a dirigentes de su sindicato.
La colocación de esa sencilla placa es "un acto de justicia" con el movimiento estudiantil, resalta Carmen Morente, una de las promotoras de esta iniciativa que en esos duros momentos era estudiante de Historia. "Muchos hombres y mujeres fueron detenidos, secuestrados y torturados por defender cosas tan básicas como los derechos humanos y las libertados democráticas. Es un acto de humanidad", agrega para recordar que esas detenciones en el seno del movimiento estudiantil se prolongaron desde 1968 a 1977.
Es necesario que no se olvide lo que pasó en este edificio. "Si olvidamos nuestra historia corremos el peligro de repetirla"
Son múltiples historias de penalidades, físicas y psicológicas. A veces esa tortura psicológica era aún mayor, como trasladan muchos de los entrevistados por este diario. Y sin olvidar el dolor que provocaba en tu entorno familiar esas detenciones, agrega Carmen Morente. En muchos casos, explica, no entendían lo que defendías. Se preocupaban porque estabas arriesgando los estudios y el buen nombre familiar por defender unos conceptos a los que ellos no daban el mismo valor.
Por ese motivo es contundente al señalar que es necesario que la gente "no olvide lo que pasó en este edificio. Si olvidamos nuestra historia corremos el peligro de repetirla".
A ese septiembre del 75 le llamaron el "septiembre negro", por la cantidad de detenciones que se practicaron. "En el régimen había muchos nervios y tensión. Se veía ya el final", explica Nico Flores, que era estudiante de Ciencias -Biología-.
Él pertenecía a las Plataformas Unitarias de Estudiantes y pronto supo que "estaban yendo a por gente". "Me llegó la voz por el partido", así que tuvo tiempo de "despejar" la casa de sus padres antes de que llegaran a detenerle y registraran la vivienda. "Estuvieron registrando hasta el último rincón de la casa".
Después, en comisaría -pasó primero por la de la Calle Navas-, sabían donde pegar. En su caso llegó a sufrir un ataque. Permaneció diez días arrestado en aplicación de la Ley Antiterrorista. Cuando iban a ponerle en libertad le obligaron a firmar una declaración que él no reconocía. "Me dieron un porrazo en la cara que manché la declaración con sangre". Hubo que repetirla. En esa segunda los golpes fueron a más. La firmó.
Durante mucho tiempo, los estudiantes del movimiento estudiantil permanecieron "muy en silencio". La colocación de la placa, aunque no lo parezca, "te libera", admite para agregar que "mejora la conciencia" de lo que pasó.
"Me pegaron, me humillaron, me amenazaron de muerte", relata a El Independiente de Granada Amalia Tesoro, en ese septiembre negro del 75 estudiante de Medicina. "Me detuvieron en el Zaidín por repartir panfletos contra la pena de muerte". Ese fue el delito, apunta para señalar que cuando "se cansaron" de pegarle, la enviaron al Juzgado y de allí a la cárcel.
La placa que se puede ver en la fachada de la pequeña calle Jardín Botánico, la que une la Plaza de los Lobos con Duquesa, podría considerarse una placa sin más, como la que en muchas ciudades señala la marca de una inundación. Pero es mucho más. En palabras de Fernando Wulff, catedrático de Historia Antigua de la UMA y uno de los estudiantes represaliados de la UGR, es "parte de un mundo de miseria y destrucción de valores". Se podría decir, dijo gráficamente durante el acto celebrado el pasado jueves en Granada, que "hasta ahí [el lugar en el que está colocada] llegó la destrucción de los valores". La placa, agregó, "nos marca a todos los resistentes" que dijeron "hasta aquí".
Wulff elogió el gesto de la UGR y reivindicó la lucha estudiantil de ese momento. "No éramos ingenuos. Defendíamos ideas y el derecho a la dignidad". "Cambiaron -dijo en alusión al régimen franquista- también porque nos tenían miedo. Era un clamor de gente diciendo: señores, hasta aquí llegó la inundación", resumió para dirigirse a sus compañeros y compañeras: "representáis lo mejor de la Historia".
"En este edificio, durante los años de la dictadura franquista en que fue sede de la Jefatura Provincial de Policía, decenas de estudiantes de la Universidad de Granada fueron objeto de represalia por luchar y defender las libertades democráticas. A ellas y ellos nuestro agradecimiento y reconocimiento"
"Nuestra obligación es trasladarlo a las generaciones más jóvenes. Contarles lo que ocurrió hasta hace muy poco. Y que la Universidad de Granada fue una de las que más sufrió", dijo en ese acto la rectora de la UGR, Pilar Aranda, para subrayar que el que fue "un lugar de horror" se transformará en "un lugar de conocimiento".
Fotografías: IndeGranada.
La primera imagen de la placa: UGR Actualidad
Para que nunca se olvide. Para que nunca se repita.
En colaboración con y las asociaciones memorialistas de la provincia de Granada.
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