Recapitulando: algunos discos interesantes del 2025

Llegamos a las últimas semanas del año y, como suelo hacer, antes de lanzar mi lista de discos del año, he decidido comentar algunos trabajos a los que no había podido dedicar una crítica completa. Esta vez, el repaso no ha podido ser tan exhaustivo como en otras ocasiones, aunque quizás sea mejor no dejarme llevar por mi afán completista. Sí diré que hay algunos LPs que he escuchado bastante, que me han gustado, aunque no me han encantado, y que simplemente no me han despertado pensamientos tan interesantes como para escribir sobre ellos, como pueden ser Forever is a Feeling, de Lucy Dacus; Black Hole Superette, de Aesop Rock; Instant Holograms on Metal Film, de Stereolab; Nuevos trapos, de Dano; o End of the Middle, de Richard Dawson. Si a alguno de mis lectores sí que le ha encantado alguno de ellos, me encantará conocer vuestra opinión. Sin más preámbulos, aquí os dejo algunas críticas extra.
En un año en el que el rock underground español ha estado algo menos movido, los madrileños .bd. han sido el gran descubrimiento para muchos, entre los que me cuento
En un año en el que el rock underground español ha estado algo menos movido, los madrileños .bd. han sido el gran descubrimiento para muchos, entre los que me cuento. Su EP Economato textil llegó en septiembre, editado por Humo Internacional, y me atrapó de inmediato. El tono melancólico de las guitarras, el uso del saxofón para subrayar esa melancolía y la dulce y etérea voz de Marta Fernández nos sitúan en las coordenadas sonoras del nuevo art-post-rock, el famoso club de lectura de Slint. Al mismo tiempo, tienen una capacidad para la melodía adictiva y la frase desarmante que los hace más pop, pero siempre con un subtexto amargo. La historia que cuenta “Ahora sí” está marcada por una mezcla de amenaza y ternura: dirigida a alguien que ha hecho daño (“El placer siempre fue tuyo,/el terror siempre fue nuestro”), con imágenes que apuntan a las adicciones como problema (“tendrás la raya en la nariz/y yo la llevaré en medio”), el estribillo encuentra un tono exquisitamente ambiguo, a medio camino entre la ofrenda de paz y la frialdad (“Cuando pasen los años,/todo se vuelva más serio,/será tu abrazo el que diga/lo que yo no puedo./No quiero venganza, yo/te miro desde lejos:/tengo en mi cabeza/el momento perfecto”). La sucesión de imágenes pastorales e idílicas de “Cien y cientos” culmina, en cambio, en la constatación de que esta inocencia es cosa de un pasado infantil (“volver a ser pequeños/y que no importe nada,/estoy cansada de esta vida:/qué amarguras tan amargas”), como una “Barrio Somavilla” entre el post-rock y el Midwest emo. La pequeña “Menagarai” usa una guitarra acústica, unos coros fantasmales y sonidos más digitales para crear una atmósfera íntima e irreal, onírica (“Es la casa de mis sueños,/aquel salón azul,/y bajo aquel cuadro/se esconde en esa luz/mi secreto,/tu secreto”). El EP termina con “Hemos roto los espejos”, una canción sobre un conflicto de pareja que pasa de la desesperanza (“Quieres que esté bien,/pero no quieres cambiar nada”) a la rendición incondicional (“Hemos roto los espejos, hemos roto los espejos/y ahora solo quiero ser mejor./He venido de muy lejos, he venido de muy lejos/solo para pedirte perdón”), y que concluye con unos acordes de guitarra que nos acunan como el abrazo de reconciliación tras una pelea. Con solo cuatro canciones, .bd. se han anunciado como uno de los grupos a seguir en nuestro país.
A sus 28 años, la mexicana Silvana Estrada llegaba a este 2025 ya consagrada como una de las cantautoras más talentosas del mundo hispanohablante
A sus 28 años, la mexicana Silvana Estrada llegaba a este 2025 ya consagrada como una de las cantautoras más talentosas del mundo hispanohablante. Su debut, Marchita, fue recibido con entusiasmo por crítica y público, y yo mismo lo consideré como uno de los mejores álbumes de 2022. Al año siguiente, tuve ocasión de verla actuar en directo en el Teatro CajaGranada y me quedé fascinado. Aquel concierto, por un lado, confirmó lo obvio: que Estrada tiene una voz impresionante. Pero, por otro, también me mostró que posee esa rara habilidad de los grandes músicos para crear una atmósfera de ensueño cada vez que se suben a un escenario. Así pues, no podía esperar a escuchar este segundo LP, Vendrán suaves lluvias. Desde luego, la veracruzana deja claro desde el principio que no ha perdido la magia como compositora: “Cada día te extraño menos” es una canción preciosa, una nueva destilación de esa melancolía tan familiar que dio forma a su anterior trabajo. El impacto emocional es aún mayor cuando conoces la historia que se esconde detrás: camuflada bajo una letra de añoranza romántica está la historia de la pérdida de su mejor amigo, asesinado hace unos años. No obstante, pronto queda claro que este disco se aleja del minimalismo de Marchita: la dulce tristeza de “Dime” está subrayada por arreglos orquestales, mientras que la alegría que se apodera de “Lila Alelí” viene de la mano de unos vientos deliciosos y una percusión infecciosa. Lo malo es que no siempre esa instrumentación suma: los arreglos de “Flores” resultan demasiado intervencionistas, mientras que los de “Good Luck, Good Night” se pasan de carnavalescos. Esto por no hablar de las melosas cuerdas que rellenan “Como un pájaro” o “Un rayo de luz”, que no son desastrosas, pero sí demasiado facilonas. Por fortuna, los últimos cortes, “No te vayas sin saber” y “El alma mía”, son más mesurados y efectivos. Evidentemente, Estrada sigue dando frases imborrables (“cómo será de hermosa la muerte/que nadie ha vuelto de allá”, en “Un rayo de luz”), y sus canciones tienen una factura excelente; pero mi sensación es que, esta vez, la presentación de las mismas no ha estado a la altura.
Sacar discos en años consecutivos es algo arriesgado: al público apenas le ha dado tiempo a asimilar el anterior trabajo cuando llega el nuevo. Pero The Last Dinner Party han llegado pisando fuerte
Sacar discos en años consecutivos es algo arriesgado: al público apenas le ha dado tiempo a asimilar el anterior trabajo cuando llega el nuevo. Pero The Last Dinner Party han llegado pisando fuerte. Su Prelude to Ecstasy, del año pasado, ya me pareció una carta de presentación potente, sobre todo gracias a dos temazos como “Nothing Matters” y “Caesar on a TV Screen”. Aunque por momentos resultaban algo relamidas, su combinación de pop barroco y glam rock llevaba la decadencia a extremos deliciosos, lo que las condujo al éxito comercial en su Reino Unido natal. La llegada de From the Pyre el pasado octubre parece ser la segunda fase de su campaña de conquista del trono del rock británico más comercial, ese que han ocupado recientemente The 1975 o Arctic Monkeys. Desde los primeros compases de “Agnus Dei” queda claro que estas cinco tienen un talento extraordinario para el dramatismo: los momentos en que más brillan son los más excesivos. El estilo de fok-rock orquestal de este tema, junto al parecido de la voz de Abigail Morris con la de Tyler Hyde, recuerda inevitablemente al nuevo disco de Black Country, New Road, pero TLDP tienen un gancho pop del que los de Cambridge carecen y que los acerca más a unos Florence + The Machine retro. Ahí están los excelentes estribillos de “Count the Ways” o “The Scythe”, o singles tan redondos y bien construidos como “Second Best” y “This Is the Killer Speaking”. También es cierto que, después de los subidones de dopamina que dan inicio al disco, los cortes más pacientes que les siguen, como el sonido coral de “Woman Is a Tree” o la balada al piano “Sail Away”, parecen algo grises en comparación. Pero rápidamente se pasa: en “Hold Your Anger” sí que consiguen encontrar un equilibrio: su inicio discreto conduce a un muy buen estribillo con una magnífica letra sobre la exigencia de maternar a todo el mundo que implica la feminidad normativa. E “Inferno” es una despedida muy adecuada, con esos versos que casi condensan el ethos del grupo: “And cowardice is prettiest in a nice dress/This heart of mine's a glorified abscess/In high demand, I feel the need to confess”. No sé si conseguirán convertirse en la apisonadora comercial a la que apuntan, pero si algo demuestra From the Pyre es que The Last Dinner Party tienen el talento necesario.
En el ya lejano mes de enero, las británicas Lambrini Girls lanzaron Who Let the Dogs Out, un debut que generó críticas positivas, aunque no lo escuché en su momento. Sin embargo, su presencia en el cartel del Canela Party me convenció de darles una oportunidad
En el ya lejano mes de enero, las británicas Lambrini Girls lanzaron Who Let the Dogs Out, un debut que generó críticas positivas, aunque no lo escuché en su momento. Sin embargo, su presencia en el cartel del Canela Party me convenció de darles una oportunidad, y no olvidaré la sensación de escuchar “Bad Apple” por primera vez. Su punk furioso y sencillo, todo ruido y distorsión, encapsula mensajes políticos claros comunicados a ladridos por una Phoebe Lunny que parece poseída. Así, esa primera canción es una invectiva contra la policía, marcada por ese anti-estribillo en que se hace el silencio y Lunny exclama: “Officer, what seems to be the problem?”. Cada corte aborda una temática diferente, siempre de una forma ocurrente y memorable, como si se tratara de una colección de aforismos punk. “Nothing Tastes as Good as it Feels” habla sobre el imperativo de delgadez y los trastornos de la conducta alimentaria, con un estribillo que dispara a la vez que revela vulnerabilidad: “Kate Moss gives no fucks that my period has stopped/I wish I was skinny, but I′ll never be enough”. “Company Culture” habla sobre el acoso sexual y los estereotipos sexistas en el trabajo, y llega a una derrotista conclusión cargada de sarcasmo: “That's enough, I′ll shut up/I'll look hot, and play dumb/That′s enough/When will I learn that men just do it better?”. “Filthy Rich Nepo Baby” trata el fenómeno cada vez más cuestionado de los artistas “hijos de” que aprovechan los contactos de sus familiares para generar un hype artificial, con versos tan hilarantes como “If you want success to last/Fetishise the working class/From your five bed house in Surrey”. Este formato llega a su culmen en “Cuntology 101”, cuyo compendio de frases icónicas funciona como un tratado de autocuidados riot grrrl. De hecho, en “You're Not From Around Here” casi llevan esta estructura al punto de la auto-parodia: en el puente, Lunney simplemente recita lo que parece ser una definición literal de gentrificación. En fin, todas las canciones siguen un mismo patrón, y aunque hay un par de temas menos efectivos, como “No Homo” o “Special Different”, la concisión del tracklist (11 cortes y 29 minutos) evita que el disco se haga pesado. Además, verlas en directo me reafirmó en que Lambrini Girls tienen esa combinación de rabia e ingenio que caracteriza a los mejores grupos de punk. Siempre voy a querer a estas dos en mi equipo.
Esa nueva escuela del art-post-rock que antes mencionaba es tan amplia que he sido incapaz de escuchar a todos los nuevos grupos que han ido saliendo
Esa nueva escuela del art-post-rock que antes mencionaba es tan amplia que he sido incapaz de escuchar a todos los nuevos grupos que han ido saliendo. Allá por 2022, los londinenses caroline hicieron cierto ruido en este nicho con su debut homónimo, pero yo no llegué a entrar en el fenómeno. En cambio su segundo LP, lanzado en mayo, me ha ido ganando poco a poco a lo largo del año, cuando he vuelto a él por la insistencia de amigos como Toni Jiménez. caroline 2 (el humor que se filtra en los títulos que eligen, como “Coldplay cover” o “Song two”, la segunda pista del álbum, es uno de sus atractivos) es un disco en el que nada encaja del todo, y eso es lo que lo hace perfecto. Sus canciones parecen estar siempre en proceso de formarse, y de hecho hay momentos en que parece que dos canciones diferentes se superponen, ya que las guitarras, el violín, la viola, los vientos y la ocasional batería que forman la base del álbum tiran en direcciones contrarias. Además, a menudo da la sensación de que estuviéramos cerca de donde se está grabando la música, pero no exactamente en esa misma habitación. Leer los créditos del álbum aclara bastante lo que está pasando: los ocho (!) miembros del grupo a menudo cambian de instrumento de un tema a otro y casi todos ellos cantan en algún momento, a menudo a coro o entrecruzando sus voces. Más que composiciones tradicionales, sus canciones son destilaciones de largas improvisaciones que después reestructuran, siguiendo la estela de los pioneros del post-rock, Talk Talk; solo que en lugar de las influencias jazz de aquellos, caroline beben de un folk deconstruido, por momentos borroso, pero siempre cálido. Y eso que hay momentos en los que suenan abatidos, casi sin energía; pero en esos pasajes su música parece operar como un consuelo, una manera de sanarse a sí mismos. Al mismo tiempo, hay otros momentos que concentran tanta belleza e intensidad en unos pocos segundos que sientes que te va a estallar el pecho (“Total euphoria”, “Song two”). También las letras tienen esa característica incompletitud, como si fueran bocetos improvisados, fonéticamente preciosos, pero semánticamente imprecisos. Así, en “Two riders down” tiran de homofonía (“two riders now/to write it down”), mientras que repiten el verso “Now I know your mind” en tres canciones diferentes. Con todo, no eluden las estructuras algo más definidas, como en “U R UR ONLY ACHING” o “Tell me I never knew that”, donde colaboran con... Caroline Polachek, mostrando de nuevo su sentido del humor. Aunque el verso clave para entender su propuesta es el último: “Not everything needs to even out” (no todo tiene por qué equilibrarse/resolverse). Es en esa indefinición donde caroline se encuentran cómodos, sacando brillo a una confusión que se parece mucho a la vida.
La vuelta de Car Seat Headrest era uno de los eventos musicales que más expectación me generaban en este 2025. Cinco largos años después, y después de los problemas de salud de su líder Will Toledo, el grupo volvía a sacar disco
La vuelta de Car Seat Headrest era uno de los eventos musicales que más expectación me generaban en este 2025. Cinco largos años después, y después de los problemas de salud de su líder Will Toledo, el grupo volvía a sacar disco. El problema era que aquel último lanzamiento, Making a Door Less Open, había sido bastante desastroso. Los singles, no obstante, invitaban al optimismo: los casi 11 minutos de “Gethsemane” y los 8 de “CCF (I'm Gonna Stay With You)” mostraban un retorno de las canciones largas y complejas, con narraciones complejas y llenas de giros. De hecho, la banda ha presentado The Scholars como una ópera rock à la Tommy, y las múltiples referencias religiosas de las letras componen un tapiz interesante de descifrar. Al mismo tiempo, en el aspecto musical, mencionaban como inspiraciones tanto la música clásica como las canciones tradicionales (varias canciones incluyen letras de villancicos o temas folk). Por desgracia, todas estas referencias no terminan de coaligarse en un proyecto totalmente redondo. Desde luego hay temas estupendos, como los mencionados singles, el cuasi-AOR “Devereaux” o el folk-punk de “The Catastrophe (Good Luck With That, Man)”. Pero también hay otros menos logrados, como “Equals” o la excesiva y deslavazada “Planet Desperation”. De fondo, la cuestión es que este intento por integrar música clásica, rock clásico y folk crea un sonido por momentos interesante, pero que está muy lejos de la potencia emocional de aquel indie rock conceptual de Teens of Denial (2016) o Twin Fantasy (2018). Al menos podemos decir que hemos recuperado para la causa a uno de los grupos de rock más importantes de la pasada década. Veremos hacia dónde se mueven desde aquí.
En octubre, Cráneo volvió con un disco producido íntegramente por el gran $kyhook, y fui a escucharlo con ganas
Hace un par de años, me quedé completamente prendado del álbum colaborativo de Bejo y Cráneo, El tobogán. La frescura y versatilidad que mostraban ambos MCs me hizo volver al disco una y otra vez, y de hecho acabó en mi lista de discos del año. En octubre, Cráneo volvió con un disco producido íntegramente por el gran $kyhook, y fui a escucharlo con ganas. De entrada me atrapó, gracias a que la producción del zaragozano es de muy alta calidad, como nos tiene acostumbrados. “El portal”, en particular, es un auténtico temazo en el que todos los elementos funcionan, incluidos los hilarantes ad-libs. “Halo” tiene un perfecto equilibrio entre sus arreglos de soul romántico y su potente beat. “REM” alterna entre momentos de gran sensualidad y otros más funkys, mientras que “TDAH” es sencilla y redonda. Lo que limita un tanto el álbum es que Cráneo no termina de ser capaz de corresponder a su productor: la diversidad de estilo de los instrumentales parece una virtud, pero el MC parece no encontrarse cómodo en todos ellos. Es el caso de “Aura”, en cuya interesante mezcla de ritmos brasileños y electrónica el madrileño suena algo perdido; así como de la primera mitad de “Ciencia”, cuyo trap de tonalidad muy sintética no encaja de ninguna manera con su flow relajado. Justo la segunda mitad de este tema ilustra la diferencia con cuando Cráneo está en su salsa: con esos timbres más orgánicos, encuentra sin dificultades su espacio en el ritmo. Aunque también hay ocasiones en que $kyhook falla: en “On drugs”, aplica unos efectos a la voz de Cráneo que le hacen sonar demasiado distante. Y la peor canción es claramente “Cryogen”, donde el beat resulta predecible y plano. Con todo, es un disco bastante disfrutable en el que Cráneo vuelve a rimar de todas las maneras imaginables sobre lo mucho que le gusta la marihuana. A quien le guste esa vibra, no le decepcionará.


























