'Recapitulando: algunos discos interesantes del 2024'
Llega el momento de repasar la música que nos ha dejado este 2024 lleno de grandes momentos. Ya sabéis: antes de compartiros mi lista de discos del año, en este artículo comentaré otros trabajos de los que no había tenido ocasión de hablar. Empezaré por álbumes de ciertos géneros a los que quizás no he prestado suficiente atención, ya que la semana pasada hice lo propio con el hip hop. Después pasaré a hablar de discos sueltos, ya sean LPs o EPs. Espero que os interesen y que os llevéis alguna sorpresa.
Como ya hiciera el año pasado, he intentado acercarme un poco más de lo habitual en mí al metal extremo, y ha sido un año excelente para ello. Ha habido discos de enorme calidad en varios subgéneros, pero sobre todo en las fronteras de lo más experimental y extraño. Tanto que, en algunos casos, se me ha escapado el atractivo, seguramente por culpa mía
Como ya hiciera el año pasado, he intentado acercarme un poco más de lo habitual en mí al metal extremo, y ha sido un año excelente para ello. Ha habido discos de enorme calidad en varios subgéneros, pero sobre todo en las fronteras de lo más experimental y extraño. Tanto que, en algunos casos, se me ha escapado el atractivo, seguramente por culpa mía. Es el caso de Muuntautuja, el sexto álbum de los finlandeses Oranssi Pazuzu. Los requiebros psicodélicos y los juegos con las texturas y las estructuras han dejado a mucha gente fascinada, pero personalmente este black metal retorcido y vanguardista me pilla en fuera de juego, quizás por falta de familiaridad con algunos de los géneros que están siendo remezclados. Me ha apelado mucho más el aplaudidísimo cuarto álbum de los estadounidenses Blood Incantation, Absolute Elsewhere. Los de Denver han proseguido el camino que inauguraron en su anterior proyecto, Timewave Zero (2022), y han llevado aún más lejos su unión del death metal con el rock progresivo. Con una estética que remite indudablemente a los setenta, pero con una inventiva totalmente contemporánea, han hecho de Absolute Elsewhere un viaje apasionante, con mucho empaque y al mismo tiempo divertidísimo. No es de extrañar que para muchos sea el álbum de metal del año.
Pero a mí el disco que me ha volado la cabeza, de una manera que hacía mucho que no me ocurría con un trabajo de metal, ha sido el de Sumac. Este supergrupo está formado por veteranos de la escena post-metal del Pacífico Noroeste norteamericano
Pero a mí el disco que me ha volado la cabeza, de una manera que hacía mucho que no me ocurría con un trabajo de metal, ha sido el de Sumac. Este supergrupo está formado por veteranos de la escena post-metal del Pacífico Noroeste norteamericano. A lo largo de sus diez años de existencia han ido llevando su rotundo sonido, de fuerte impronta sludge, hacia terrenos cada vez más abstractos. The Healer es la culminación de ese camino, y es un auténtico monumento de álbum. Tiene solo cuatro canciones, pero duran entre 13 y 26 minutos cada una, para sumar un total de hora y cuarto. En esas larguísimas composiciones, Aaron Turner (guitarra y voz), Brian Cook (bajo) y Nick Yacyshyn (batería) utilizan sus instrumentos con la combinación de libertad, precisión y maestría técnica del mejor free jazz. Apenas hay estructura en estas canciones, pero en sus momentos más inspirados, que son la mayoría, estos tres te hacen trascender con poquísimos elementos empleados a la perfección. Honestamente, creo que es el disco de metal extremo que más me ha fascinado desde Sunbather (2013). Solo por eso, estoy orgulloso de mis progresos con el metal; y eso que no he llegado a escuchar trabajos tan aplaudidos como el de Ulcerate.
El triunfo de la belga Nala Sinephro este año con su segundo LP, Endlessness, asienta aún más este camino para el jazz contemporáneo
En cuanto al jazz, confieso que me encuentro algo distanciado del género en los últimos tiempos. El auge del ambient jazz me tiene bastante escéptico. Ya comenté en mayo, al hablar de los discos de Shabaka y Kamasi Washington, que esta tendencia tan empapada de sensibilidad New Age no me convence e incluso me repele. El triunfo de la belga Nala Sinephro este año con su segundo LP, Endlessness, asienta aún más este camino para el jazz contemporáneo. En él participan varias de las figuras más destacadas de la escena londinense (e incluso el exbatería de black midi, Morgan Simpson), y aunque no cae tan a menudo en los anémicos marasmos en los que andan perdidos Shabaka, André 3000, Carlos Niño y toda esa órbita de gente al otro lado del Atlántico, tampoco consigue atraparme de la forma en que lo estaban haciendo artistas previos de esta escena con propuestas más vigorosas (o incluso algo más similar en cuanto a energía, como lo fue el Promises de Floating Points y Pharoah Sanders, cuya magia no encuentro por ningún lado aquí). Pese a ello, el aplauso crítico ha sido unánime, y el disco ha aparecido en varios tops del año, lo que me invita a pensar que esta deriva se mantendrá en el futuro inmediato, para mi desgracia.
Echo de menos, en fin, un jazz que, sin perder la elegancia, sea más crudo, más desnudo y visceral. En este sentido, al menos he podido disfrutar de nuevo del trabajo de mi querida Nubya Garcia
Echo de menos, en fin, un jazz que, sin perder la elegancia, sea más crudo, más desnudo y visceral. En este sentido, al menos he podido disfrutar de nuevo del trabajo de mi querida Nubya Garcia. Su SOURCE (2020) fue uno de esos discos de la escena londinense que me cautivaron e ilusionaron respecto a las posibilidades del jazz en el siglo XXI. Su sucesor, Odyssey, no termina de tener el poder hipnótico de aquel excelente debut, pero al menos tiene el nervio que le falta al trabajo de su amiga Sinephro. Vuelve a contar con la misma banda: Joe Armon-Jones (teclados), Daniel Casimir (bajo) y Sam Jones (batería) siguen dando interpretaciones tan estelares como las de la propia Garcia (ojo los pelotazos de “Solstice” o “The Seer”). Es cierto, no obstante, que hay algunas composiciones bastante menos atractivas que en SOURCE, y además la presencia de arreglos orquestales en varios temas no termina de casar con la arrolladora fuerza de la banda. Por otro lado, también cabe celebrar la sorprendente y deliciosa colaboración entre nada menos que Milton Nascimento y esperanza spalding. El legendario cantante brasileño y la artista estadounidense han creado una pequeña maravilla, Milton + esperanza, que aunque no tenga las hechuras de una obra maestra, da momentos de gozo absoluto, quizás los últimos de un Nascimento ya anciano, que no pudo viajar, ni siquiera ponerse de pie, para el fantástico Tiny Desk que grabaron. Una joyita de las que te alegran el día.
Si hablamos de electrónica, septiembre fue un mes de lo más potente, con importantes lanzamientos de artistas muy relevantes
Si hablamos de electrónica, septiembre fue un mes de lo más potente, con importantes lanzamientos de artistas muy relevantes. Sin duda el momento que más expectación había generado era el segundo LP de Jamie xx. Hacía ya casi una década de la llegada de In Colour, el debut en solitario del productor de The xx, que cautivó a ese público alternativo que se acerca de vez en cuando como turista a la electrónica e incluso consiguió conquistar a base de temazos a muchos aficionados a la electrónica pura. Desde entonces, más allá de su trabajo con su grupo, apenas habían caído un puñado de singles. De modo que la salida al mercado de In Waves el 20 de septiembre centró bastantes miradas. Y desde luego, Jamie demostró una vez más el buen toque que tiene para construir hits bailables y alegres en el camino que va del house al garage, como “Treat Each Other Right” o la adictiva “Baddy on the Floor”. Sin embargo, la parte final del LP se acaba haciendo un poco insoportable por culpa de los largos y pesados samples vocales cargados de “mensaje” (en “Breather”, “All You Children” y sobre todo la insufrible “Falling Together”) que distraen de lo que todo buen corte electrónico debería hacer: ponernos a bailar.
Mucho más entusiasmo ha despertado el regreso de Sam Shepherd, más conocido como Floating Points, a la electrónica, después del extraordinario experimento junto a Sanders en Promises
Mucho más entusiasmo ha despertado el regreso de Sam Shepherd, más conocido como Floating Points, a la electrónica, después del extraordinario experimento junto a Sanders en Promises, antes mencionado. Su Cascade es una odisea (sus nueve cortes se alargan casi hasta la hora de duración) llena de texturas deliciosas y desarrollos sutiles pero absorbentes, que avanza entre el techno, el IDM y el house progresivo. Cada uno de sus temas, casi siempre por encima de los cinco minutos, te atrapa por completo gracias a unos grooves hipnóticos, que evolucionan de maneras a menudo casi imperceptibles, pero que convencen en cada pequeño giro. Y, lo que es aún más importante, a pesar de este carácter en apariencia sesudo, las canciones funcionan también a la hora de hacerte mover el esqueleto. Especialmente efectivas en este sentido son las primeras cancione; con el paso de los minutos, los momentos de puro éxtasis bailable se van espaciando, pero no por ello son menos poderosos: la explosión del tercio final de “Ocotillo” es un auténtico delirio. En fin, que estamos ante uno de los mejores discos de electrónica del año.
SOPHIE (encima han tenido el mal gusto de poner su nombre como título de algo que ella no pudo terminar) es una colección de pastiches y lugares comunes que ofende la memoria de una de las artistas más innovadoras de este siglo. No solo no pienso volver a escucharlo, sino que desearía sinceramente olvidar su existencia por completo.
La gran Nathy Peluso por fin dio un sucesor a Calambre (2020), y frente al estilo ecléctico de aquel disco, que la presentaba como una diva del pop latino contemporáneo, este GRASA se ha volcado más hacia el rap
He dedicado mucho tiempo a hablar del hip hop estadounidense este año, pero no tanto al de otras latitudes. En el ámbito hispanohablante, ha sido un año interesante para el rap argentino, con varios lanzamientos de artistas de gran perfil y momentos virales. La gran Nathy Peluso por fin dio un sucesor a Calambre (2020), y frente al estilo ecléctico de aquel disco, que la presentaba como una diva del pop latino contemporáneo, este GRASA se ha volcado más hacia el rap. Lo cual no implica que no haya otros sonidos entremezclados: al fin y al cabo hablamos de una de las artistas más talentosas y con influencias más diversas del panorama de la música urbana en español. Ahí están el bolero de la inicial “CORLEONE”, la salsa de “LA PRESA” o ese espectacular baladón que es “ENVIDIA”, donde su voz brilla como nunca. Pero la mayoría de sus dieciséis cortes presentan su faceta más agresiva y chulesca, con mención especial para el trap oscuro y amenazante de la canción más exitosa del álbum, “TODO ROTO”.
CA7RIEL & Paco Amoroso. Este dúo ha demostrado, en su disco BAÑO MARÍA y sobre todo en el Tiny Desk más alucinante en mucho tiempo, que también están entre los artistas más creativos de su generación de raperos
Precisamente en este tema colaboran otros que han tenido un año impresionante: CA7RIEL & Paco Amoroso. Este dúo ha demostrado, en su disco BAÑO MARÍA y sobre todo en el Tiny Desk más alucinante en mucho tiempo, que también están entre los artistas más creativos de su generación de raperos. El influjo del jazz, el funk, el R&B, junto a su carisma único y su sentido del humor (pocos momentos más icónicos en 2024 que el “PARÁ PARÁ PARÁ PARÁ PARÁ” de “EL ÚNICO”), los hacen destacar claramente en su contexto. Aunque, al igual que en el caso de Nathy, la realidad es que recordaré mucho más ese directo en la radio pública estadounidense que el álbum, cuya producción más atravesada por la electrónica deja algo que desear. En cualquier caso, está claro que tanto una como los otros dan mil vueltas a gente como Duki, que está teniendo mucho más éxito, pero cuya propuesta tiene bastante menos recorrido, como ha mostrado la tibia recepción de AMERI, su cuarto álbum. Un disco de trap clónico y sin alma, cuya supuesta dimensión conceptual no se aprecia por ningún lado y que termina siendo absolutamente olvidable.
Si nos acercamos a España, es de destacar que Carmen Xía ha sacado este mes de noviembre su segundo álbum, El cuerpo. Esta artista gaditana afincada en Granada había demostrado ya en su debut, La herida (2022), que es una de las figuras más interesantes en emerger en los últimos años en el rap estatal
Si nos acercamos a España, es de destacar que Carmen Xía ha sacado este mes de noviembre su segundo álbum, El cuerpo. Esta artista gaditana afincada en Granada había demostrado ya en su debut, La herida (2022), que es una de las figuras más interesantes en emerger en los últimos años en el rap estatal. Su propuesta está marcada por la reivindicación, a través de las letras y la música, de la identidad andaluza desde una perspectiva combativa, de clase y feminista. Su mayor baza es que transmite emoción pura tanto cuando rapea como cuando canta, con una voz profunda y doliente influida por las grandes de la copla, y tiene una seguridad y una presencia ante el micrófono que ya quisieran muchos. El cuerpo, producido de nuevo por su inseparable Suzio Tarik, presenta un tracklist muy diverso en cuanto a sonoridad, unificado por la mencionada perspectiva feminista andalucista, desde la cual explora sus preocupaciones personales y políticas: el materialismo de la industria musical en “Todo por la pasta”, la necesidad del apoyo mutuo en las dos partes de “Blanco y dorao”, sus contradicciones en las relaciones sexo-afectivas con hombres y el papel salvador de sus amigas en la graciosísima “Premenstrual”, las ambigüedades y dificultades de las relaciones entre mujeres bisexuales en la preciosa “Candela”... Diría, no obstante, que esa dispersión sonora acaba jugando en contra del álbum, ya que hay canciones que dejan una impresión mucho más definida que otras. Pero desde luego, no hay nada más andaluz que ese interludio en el que escuchamos un audio de una amiga de su abuela hablando de lo que le ha despertado escuchar su música: en la voz y la forma de expresarse de esa señora reconozco a mi tata Carmen, a mi abuela, a tantas mujeres andaluzas que han sostenido a sus familias a lo largo de generaciones con sus cuidados y sabiduría.
Y aunque no me hace especial ilusión, no podía dejar que pasara el año sin comentar el último disco de uno de los favoritos de la casa, como es Dellafuente
Y aunque no me hace especial ilusión, no podía dejar que pasara el año sin comentar el último disco de uno de los favoritos de la casa, como es Dellafuente. El pasado mes de junio nos llegaba Torii Yama, el sexto álbum de estudio del artista granadino. Creo que es razonable afirmar que se trata de su peor trabajo. El principal problema para mí es estético: una de las grandes virtudes del Chino es que nunca ha querido repetirse en este sentido y cada álbum ha sonado muy diferente a los anteriores; sin embargo, en esta ocasión el intento de incluir guitarras acústicas y pianos dentro de producciones electrónicas light, bastante más mediocres que sus discos como Salomon Sessions, ha resultado en un pastiche más bien infumable. Por supuesto, hay canciones chulas (al final, Della siempre ha sabido crear hits): el estribillo de “Malicia” al menos tiene gancho, y “Otra noche en Granada” tiene más fuerza y una cadencia bastante adictiva. Pero en conjunto, es la primera vez que el de Armilla transmite la sensación de estar algo perdido, de que su visión artística está desencaminada y no se traduce en algo interesante o siquiera redimible. Junto al anteriormente comentado disco de SOPHIE (y a Karate, cuyo viraje hacia el dad rock en Make It Fit, su primer álbum en casi veinte años, me parece totalmente incomprensible), es una de las grandes decepciones del año.
Pasando ahora a hablar de discos individuales, el fenómeno underground del año, indiscutiblemente, ha sido Cindy Lee. Este proyecto ha sido el vehículo creativo del canadiense Patrick Flegel desde que se disolviera su anterior grupo, Women
Pasando ahora a hablar de discos individuales, el fenómeno underground del año, indiscutiblemente, ha sido Cindy Lee. Este proyecto ha sido el vehículo creativo del canadiense Patrick Flegel desde que se disolviera su anterior grupo, Women. Sin embargo, había trabajado en una relativa oscuridad hasta que este año, de pronto, su séptimo álbum Diamond Jubilee se ha hecho viral entre los aficionados a la música alternativa. Lanzado originalmente solo en YouTube y como descargable desde una página de GeoCities (!), este disco doble de más de treinta canciones y hora y veinte de duración no es que suene a otra época, es que suena como una ruptura en el tejido del espacio tiempo. Combinando el espíritu romántico de las girl bands de los cincuenta y sesenta, la garra con corazón pop del rock alternativo de los setenta y el punto psicodélico lo-fi del indie rock de los noventa, Cindy Lee condensa en este artefacto el poder evocador de décadas de música popular, pasado por un filtro que más que nostalgia le imprime una melancolía profunda pero ligera, con un inconfundible poso LGBT (Cindy Lee, el personaje, es una drag queen decadente de estética anclada en los sesenta).
Casi igual de sorprendente ha sido el regreso de The Cure. Los británicos llevaban dieciséis años sin lanzar música y sus fans casi habían renunciado a tener alguna vez nueva música del grupo, pero finalmente las eternas promesas de Robert Smith se han concretado. Y no solo eso: Songs of a Lost World ha resultado ser un regreso por todo lo alto
Hay que decir que, como parece inevitable con un tracklist tan monstruoso, no todas las canciones son capaces de mantener la magia. Hay temas verdaderamente redondos, en ese sentido clásico del cancionero americano de los años cincuenta y sesenta, como “All I Want Is You”, “Flesh and Blood” o “Kingdom Come”; pero también (y especialmente en el segundo LP) hay cortes breves que resultan olvidables y otros que aportan más por sus elementos atmosféricos que por su valor como composiciones en sí mismas. No obstante, está claro que la gracia de este proyecto es esa desmesura, ese carácter excesivo e incontenible: la forma en que tema tras tema te va pasando por encima, dejando a su paso esas huellas de tristeza y carmín. Se hace un poco cuesta arriba escuchar sus dos horas del tirón, pero es sin duda una de las propuestas estéticas más cuidadas y completas del año. Ahora que por fin está en Bandcamp y es más cómodo de escuchar, se lo recomiendo a todo el mundo.
Casi igual de sorprendente ha sido el regreso de The Cure. Los británicos llevaban dieciséis años sin lanzar música y sus fans casi habían renunciado a tener alguna vez nueva música del grupo, pero finalmente las eternas promesas de Robert Smith se han concretado. Y no solo eso: Songs of a Lost World ha resultado ser un regreso por todo lo alto. Recuperando el sonido oscuro y ominoso, de goth rock barroco, de sus discos de los ochenta, el álbum tiene un aura de tristeza que empapa cada minuto, pero al mismo tiempo tiene una potencia instrumental que lo impulsa siempre hacia adelante. Tienen la osadía de abrir el disco con los casi tres minutos y medio sin voz del inicio de “Alone”; que una banda que lleva casi medio siglo de actividad toque con esta convicción es de admirar. Pero encima es que cuando llega, la voz de Robert Smith transmite como el primer día, o incluso más: el peso de los años añade matices a su forma de cantar. Y encima las composiciones son también, en general, de una altísima calidad; aunque temas como “Warsong” o “All I Ever Am” a mí se me atragantan un poco. Pero es que casi nadie esperaba un disco realmente bueno de The Cure a estas alturas; el solo hecho de que lo tengamos ya es motivo de sobra para celebrar.
La inagotable cantera de músicos españoles que vienen uniendo pop y música tradicional sigue dando nuevos frutos: este mes de septiembre vio al fin la luz el debut discográfico de Maestro Espada, un dúo de hermanos murcianos que exploran el folklore de su tierra con una gran sensibilidad para crear un pop elegante y minimalista
La inagotable cantera de músicos españoles que vienen uniendo pop y música tradicional sigue dando nuevos frutos: este mes de septiembre vio al fin la luz el debut discográfico de Maestro Espada, un dúo de hermanos murcianos que exploran el folklore de su tierra con una gran sensibilidad para crear un pop elegante y minimalista. La primera canción de su disco homónimo sintetiza todas estas virtudes: “Mayos” empieza con una simple guitarra, un sinte de fondo y pequeños efectos electrónicos; la voz de Víctor Hernández entona una paciente melodía de belleza desarmante, y pronto se le une la voz de su hermano Alejandro para aumentar su poder; entra la percusión, y por fin estalla en un estribillo coral capaz de hacer que se te salten las lágrimas. Ahora bien, no es fácil conseguir el equilibrio necesario para que funcione la alquimia sonora de unas canciones tan delicadas, con arreglos tan mínimos. Así, en el tracklist hay cumbres como “La despedía” o “Granaíco”, pero también temas a los que les falta algo para terminar de funcionar, como “Tres gotas de rocío”, “Salve” o “Carriles”, o a los que les sobra, como “Yo en deshacerme”, donde el sonido de los sintes es bastante desagradable. Una pena que, después de tanto tiempo esperándolo, este primer LP se quede a medio camino de ser la obra redonda que prometían sus impresionantes actuaciones en vivo; pero su nominación al Premio Ruido indica que su propuesta ha sido bien recibida y que tendremos Maestro Espada para rato.
Otros cuya fórmula exige un equilibrio delicado son los manchegos Nerve Agent. Su alocado Dejad ke los niños se acerquen a Nerve Agent fue uno de los discos que más me sorprendieron y que más escuché el año pasado
Otros cuya fórmula exige un equilibrio delicado son los manchegos Nerve Agent. Su alocado Dejad ke los niños se acerquen a Nerve Agent fue uno de los discos que más me sorprendieron y que más escuché el año pasado. Tienen un estilo gamberro que resulta adictivo, pero es cierto que juegan con sonidos (los de la electrónica más zapatillera y el punk más guarro) que pueden pasar fácilmente de tener gracia a hacerse pesados o incluso dar algo de vergüenza ajena. La frescura de su anterior álbum se pierde un poco, en mi opinión, en MANUAL DEL MANGURRIÁN, lanzado en septiembre pasado, de tal modo que no llegamos al punto de sentir rechazo, pero sí al de sentir menos emoción con sus canciones. Hay aquí temazos, claro está: “BACINES” o “FINDE” están diseñadas para grabarse en tu memoria y que te pongas a corear sus estribillos a la primera escucha. Sin embargo, diría que eso es parte del problema: la gracia de su música es la sensación de que no está diseñada para nada, que es algo que les sale así de disparatado sin pensarlo. Si a ello le sumas que hay también canciones bastante menos interesantes, como “ATRACO A FRÍAS”, “PUTEROS” o “SADOLIO”, la realidad es que tengo menos ganas de volver a MANUAL DEL MANGURRIÁN de lo que me gustaría. Ya veremos hacia dónde se dirigen ahora, porque su EP FUERA DE AGUSTO, de finales del año pasado, indicaba que tenían muchos otros caminos disponibles por los que tirar. Quizás algo más parecido a la final “ESPABILA” tenga más impacto emocional.
Después de lanzar su magnífico segundo disco, uno de los mejores del año pasado en nuestro país, Aiko el grupo se han pasado el 2024 girando por toda España. Pero no han dejado de lado la composición, como demuestra su EP del pasado octubre
Por su parte, después de lanzar su magnífico segundo disco, uno de los mejores del año pasado en nuestro país, Aiko el grupo se han pasado el 2024 girando por toda España. Pero no han dejado de lado la composición, como demuestra su EP del pasado octubre, A tomar por culo. Si sus LPs ya son cortos y al pie, con cero grasa, en este formato más aún: sus tres canciones suman apenas siete minutos y medio. Si algo demuestra esta pequeña colección de temas es que Teresa, Lara, Bárbara y Jaime han asentado definitivamente su sonido: más agresivo y ruidoso, más abiertamente punk que el de su debut Va totalmente en serio... (2020), con un gran protagonismo de esos sintes saturados marca de la casa, pero con espacio para melodías vocales tan bonitas como la de “No te has enterado”. Por supuesto, tampoco pierden su peculiar sentido del humor, con frases indelebles como “Veo que estás muy liado/Te dejo con el doctorado/Qué pesado con el doctorado” o “Me he quedado pálida, no vi venir ese camión/Yo te doy la cara y tú me das un collejón” (“A la mierda”). En fin, son uno de los grupos más en forma de España; estoy deseando escucharlas en directo de nuevo.
También eran altas mis expectativas respecto al segundo LP de Marta Movidas. El año pasado había lanzado Yunque, un EP sobresaliente que suponía un paso adelante enorme en cuanto a la definición de su sonido con respecto a su debut
También eran altas mis expectativas respecto al segundo LP de Marta Movidas. El año pasado había lanzado Yunque, un EP sobresaliente que suponía un paso adelante enorme en cuanto a la definición de su sonido con respecto a su debut. Tras varios meses en que los singles fueron cayendo poco a poco, a finales de septiembre llegó por fin Martillo, que ya desde el título y la primera canción, “...en vez de nacer martillo”, da réplica a aquel EP, que terminaba con “Malhaya quien nace yunque...”, la primera parte de aquel verso de La vida breve de Falla (se nota que Marta es musicóloga). Las canciones de Martillo, cuajadas de referencias a videojuegos y series de anime, son un destilado de influencias que van del city pop a la copla pasando por el punk, y muestran a una Marta en busca de mayor serenidad, frente a la crisis perpetua que reflejaban sus canciones anteriores. Desde luego, ha dado con un sonido inconfundible: nadie más está haciendo lo que ella en España, empezando por el uso del arpa, y a menudo solo hacen falta unos pocos segundos para identificar como suya una canción. Pero me da la sensación de que al álbum le falta un poco de la fuerza que rezumaba cada tema de Yunque. Canciones tan divertidas y bien construidas como “Qué le digo a mis amigos” o “Mariposa bianor” conviven con otras algo más olvidables, como “Creo que ya no puedo más” o “Calvario (¿Me ves llorar?)”, y al final siento que se trata de un buen disco que sin embargo no deja la huella emocional de sus trabajos anteriores. De todos modos, Marta sigue siendo de esas artistas que quiero tener siempre en mi equipo.
Como anticipé en mi artículo sobre el otoño plagado de lanzamientos de Humo Internacional, aún faltaba un proyecto por salir a la calle: el debut de los bilbaínos Sal del Coche. Ciudad de polvo llegó al fin el 22 de noviembre, y debo decir que para mí, al menos, ha sido una escucha un poco desconcertante
Como anticipé en mi artículo sobre el otoño plagado de lanzamientos de Humo Internacional, aún faltaba un proyecto por salir a la calle: el debut de los bilbaínos Sal del Coche. Ciudad de polvo llegó al fin el 22 de noviembre, y debo decir que para mí, al menos, ha sido una escucha un poco desconcertante. El álbum tiene ocho cortes que suman veinticinco minutos, pero la secuenciación es bastante extraña. Empieza con “Escucha nueva música”, una peculiar pieza de piano y ruido ambiente que termina con ellos mismos introduciendo la siguiente canción. A continuación suena ese himno absoluto que es “Año 2000”, una joya de art-synth-punk con garra e hipnótico que además tiene algunas de las mejores frases de la música española reciente (“Año 2000, año cero del imperio/vas a vivir en la escena post-créditos”, “¿es para ti el tiempo libre una soga al cuello?/¿Encuentras ahí acaso un refugio?”). Y después vienen cuatro pistas extremadamente diferentes entre sí y más bien dispersas, antes de retomar el sonido del single en las dos últimas, “Ciudad de polvo” y “Máquina de humo”. Las extrañas exploraciones de “Hernani 3” y sobre todo “En el edificio más alto” rompen el ritmo del disco, mientras que el sonido de “Herriko Plaza”, aunque interesante, se sale un tanto del camino que marcan las tras canciones centrales del proyecto. “DJDJ” sí está más cercana a ese sonido, pero es más breve y no termina de tener el desarrollo tan fascinante de aquellas otras composiciones. Todo esto para decir que Ciudad de polvo parece un EP sobresaliente al que le han agregado cinco pistas cuyo papel no termina de estar claro. Pese a todo, no hay duda de la calidad que atesoran: a Sal del Coche habrá que seguirles la pista.
También en los límites más exploratorios de la música de guitarras están los zubiéticos Ática, de los que por aquí somos fans absolutos. Cuatro años después de ese EP generacional que fue 1, en junio nos llegó al fin su primer LP, el cual por seguir la tradición han titulado 2
También en los límites más exploratorios de la música de guitarras están los zubiéticos Ática, de los que por aquí somos fans absolutos. Cuatro años después de ese EP generacional que fue 1, en junio nos llegó al fin su primer LP, el cual por seguir la tradición han titulado 2. En él vuelven a brindarnos hits de post punk y post hardcore ruidosos, ingeniosos y divertidísimos, construidos sobre la única base de bajo, batería y voz. Quienes les seguimos desde hace tiempo ya conocíamos por sus directos canciones como la bailable y pegadiza “La Bicha de Balazote” o esa maravilla de cocción lenta y clímax épico que es “Ponto”. Sus impulsos más pop se ven reflejados en temas como “Madura correcto”, mientras que los más experimentales se imponen en cortes como la mareante y atronadora “Picadura”. Incluso se atreven a incorporar su afición por el prog en “Mole”, cuyos diez minutos de mutaciones constantes despiden el álbum por todo lo alto. Es cierto que la mezcla del álbum no suena del todo perfecta, cuestión delicada para un grupo cuyo sonido es tan sucio y a la vez tiene tan pocos elementos. Y quizás, después de tanto tiempo escuchando 1, fuera imposible responder del todo a las altísimas expectativas de sus fans más acérrimos. Pero 2 es una estupenda carta de presentación ante un público que, esperemos, no hará más que crecer. Ojalá también contribuya a ello su aparición en la primera entrega de Sesiones Ruidosas, un nuevo programa musical para la escena granadina que combina actuaciones en vivo y entrevistas.
Aunque si hablamos de experimentación en las fronteras del rock en este 2024, de quien hay que hablar sin lugar a dudas es de Geordie Greep
Aunque si hablamos de experimentación en las fronteras del rock en este 2024, de quien hay que hablar sin lugar a dudas es de Geordie Greep. El que fuera frontman de los ya legendarios black midi hasta su separación hace unos meses no ha dejado mucho margen para las lamentaciones a sus fans, ya que menos de dos meses después de anunciarse la disolución de la banda lanzó su debut en solitario, de elocuente título: The New Sound. ¿En qué consiste este nuevo sonido al que se ha lanzado el excéntrico músico británico? A decir verdad, no es algo tan alejado de lo que estaba haciendo junto a sus excompañeros: encontramos aquí los mismos hilos que habían dado forma a los dos últimos LPs del trío, con el jazz fusión y el rock progresivo hilvanados por una caótica sensibilidad art rock y acompañados de la poesía obsesiva y algo surrealista de Greep declamada de forma enfebrecida y teatral. En este caso, se añade al cóctel una clara influencia de la música latina, en particular la salsa (“Holy, Holy”) y la Música Popular Brasileira (“Terra”, “The New Sound”). Si acaso, la diferencia es que ha desaparecido aquí toda mesura: la locura a nivel musical no deja de aumentar conforme progresa el tracklist, y las letras están escritas desde el punto de vista de personajes masculinos aún más decadentes y despreciables que los de Hellfire. Tanto que, aunque la calidad del álbum es indudable, y su inicio atrapa con facilidad, a mí personalmente se me hace cuesta arriba escuchar la hora y dos minutos que dura: me agota tanto requiebro y tanta masculinidad tóxica, por performativa que sea. Ya digo, quizás el problema sea mío, porque las virtudes del disco son evidentes, pero creo que me conformaré con escuchar las canciones que más me han gustado y no volveré a escucharlo al completo.