Pongamos de moda no violentar con gestos ni palabras
De un tiempo a esta parte he abandonado los encuentros rutinarios con compañeras o amigas porque terminaban convirtiéndose en una excusa para criticar la actitud o el comportamiento de personas más o menos cercanas con las que nos unía distintos vínculos. Lo más amargo para mí era que en muchas ocasiones yo también caía en ese entretenimiento; no podía escapar a recorrer las mismas argumentaciones y terminaba volcando mi enfado en palabras muy negativas.
Cuando me detenía a reflexionar sobre el porqué de este comportamiento tan agresivo y las causas que lo habían iniciado, no conseguía encontrar respuesta. Solo sé que, al olvidar empatizar con la persona que estaba siendo cuestionada, era más fácil descalificarla o invalidarla para determinadas tareas. Se despertaba la fiera que todos llevamos dentro.
Fomentar el encuentro con personas respetuosas y amables aunque no compartan mis gustos, ni siquiera mis inquietudes o intereses me ha servido de tratamiento de desintoxicación. Eso y un trabajo diario, a veces titánico y otras veces infructuoso para no caer en la descalificación y la crítica no constructiva del otro
No acostumbramos a mirar hacia dentro y, sin embargo, nos hemos convertido en especialistas en mirar hacia fuera; en dirigir nuestra atención hacia los otros. Nos resulta muy fácil encontrar defectos y señalar los errores en los demás pero necesitamos toda una vida para descubrir y reconocer los nuestros.
Estos encuentros informales me mostraban mi peor cara tanto si participaba en la conversación como si me mantenía al margen limitándome a escuchar. El estado de ánimo se contagia con rapidez. Las palabras tienen el enorme poder de crear y también de destruir.
Pues emplearlas para crear, elogiar, reconocer el trabajo y agradecer a las personas que tenemos cerca y transmitamos un estado de ánimo más placentero; hacerlo incluso con aquellas personas que no nos tratan con demasiado tacto me parece la mejor forma de desarmarlas. Os animo a probar como esto último es cierto. Expresar lo que pensamos desde el respeto y con una sonrisa en los labios, surte efecto. La amabilidad no está reñida con la asertividad.
Fomentar el encuentro con personas respetuosas y amables aunque no compartan mis gustos, ni siquiera mis inquietudes o intereses me ha servido de tratamiento de desintoxicación. Eso y un trabajo diario, a veces titánico y otras veces infructuoso para no caer en la descalificación y la crítica no constructiva del otro. En definitiva, salir del círculo del agravio para entrar en el círculo del afecto.
Así, cuando algo me molesta de alguien o su comportamiento no me parece el correcto, busco el momento para decírselo a la persona interesada en privado, sin darle publicidad al tema y sin participar en el descrédito que el grupo pudiera hacer de ella. También cuido mucho mi lenguaje verbal y no verbal para evitar ser agresiva.
Si me paro a pensarlo, la pérdida tampoco ha sido tan grande; simplemente me tomo el café del descanso o salgo a andar sola. Nada si lo comparo con la satisfacción de no traicionar la idea de dejar de hacer daño al otro, no violentar con mis gestos ni mis palabras.
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Y la recomendación musical de esta semana:
Maria Rodés - Fui a Buscar al Sol