''Javelin' es la magistral culminación de la trayectoria de Sufjan Stevens'
Sufjan Stevens es de esos artistas a los que siempre hay que tener en el radar. Al mismo tiempo, como ya lo conocemos, sabemos que no todos sus trabajos son igual de centrales. Desde que lanzara The Ascension, su descomunal y desigual LP de electrónica de 2020, el artista originario de Michigan había hecho muchas cosas, como siempre. Primero editó Convocations (2021), un álbum quíntuple de música ambient que representaba los cinco estadios del duelo, tras la muerte de su padre dos días después de la edición de The Ascension. Después, ese mismo año, colaboró con Angelo De Augustine para crear A Beginner's Mind, un LP en el que cada canción estaba inspirada en una película; este fue sin duda el mejor recibido de sus proyectos recientes. Por último, en mayo de este año salió Reflections, la banda sonora de un ballet compuesta por Stevens en colaboración con Timo Andres y Conor Hanick.
Un par de semanas antes de la llegada del álbum completo, se hizo público que estaba recuperándose de un síndrome de Guillain-Barré, lo que hizo que los fans se volcasen aún más con él. Pero esto no fue todo
Sin embargo, ninguno de estos trabajos generó ni la mitad de expectación que su nuevo disco, Javelin. Anunciado como su “primer álbum en modo cantautor” desde el maravilloso Carrie & Lowell (2015), el cual compuso tras la muerte de su madre, los singles nos fueron mostrando que Stevens volvía a estar en su mejor estado de forma. Para más inri, un par de semanas antes de la llegada del álbum completo, se hizo público que estaba recuperándose de un síndrome de Guillain-Barré, lo que hizo que los fans se volcasen aún más con él. Pero esto no fue todo: como parece que cada paso de su carrera necesariamente tiene que ir ligado a algún tipo de desgracia personal, el 6 de octubre, el día en que salió el disco, Sufjan anunció que se lo dedicaba a su compañero Evans Richardson... que había fallecido en abril. No solo era la primera vez que nos hablaba de su pareja: era la primera vez que confirmaba públicamente de manera inequívoca su homosexualidad; y lo hacía para contarnos que “la luz de su vida” había muerto unos meses antes.
No habría sido raro que todo este contexto devorase al propio disco. Afortunadamente, Javelin es un artefacto artístico demasiado poderoso como para que ocurra eso. Se trata de una extraordinaria colección de canciones sobre el amor y, sobre todo, sobre el fin del amor: sobre el cansancio, las peleas, los remordimientos. Para adornarlas, Stevens ha extraído lo mejor de cada época de su carrera, de cada disco: el folk espiritual de Seven Swans, la riqueza instrumental y coral de Illinois, la potencia electrónica de The Age of Adz, la desnudez e intimidad de Carrie & Lowell, incluso la calidez festiva de Songs for Christmas o el ambient con trasfondo doliente de sus últimos trabajos. En ese sentido, Javelin es nada menos que la culminación de toda la trayectoria del de Michigan, como si todos los caminos que recorrió con anterioridad, tanto las grandes cumbres artísticas como los devaneos en apariencia más caprichosos, cobraran sentido en este momento.
Casi todas las canciones siguen el mismo esquema básico que la primera, “Goodbye Evergreen”. Se inician con un instrumento (en este caso el piano, más frecuentemente la guitarra) tocando una figura simple y con la voz de Stevens, melancólica pero en general firme, enunciando una letra hermosa y devastadora
Casi todas las canciones siguen el mismo esquema básico que la primera, “Goodbye Evergreen”. Se inician con un instrumento (en este caso el piano, más frecuentemente la guitarra) tocando una figura simple y con la voz de Stevens, melancólica pero en general firme, enunciando una letra hermosa y devastadora (“Goodbye, Evergreen/You know I love you/But everything heaven sent/Must burn out in the end”). Poco a poco, se suma algún otro instrumento y, sobre todo, unos coros absolutamente arrebatadores, hasta llegar a un clímax donde voces e instrumentos tanto analógicos como electrónicos se combinan a la perfección. Este despliegue es especialmente acertado en canciones como “So You Are Tired”, cuya progresión es tan sutil y efectiva que tiene algo de mágica, y sobre todo “Will Anybody Ever Love Me?”, una de las mejores composiciones de la carrera de Stevens. La pregunta repetida en el estribillo, “¿me querrá alguien algún día?”, adquiere forma de plegaria, de entrega, de sacrificio; pero está acunada con tanta dulzura por los arreglos y las voces de adrienne maree brown, Megan Lui y Hannah Cohen que se siente como una caricia.
Hay otras canciones más modestas, aunque también muy buenas
Hay otras canciones más modestas, aunque también muy buenas. “Genuflecting Ghost”, por ejemplo, además de ser el único corte donde la voz de Stevens tiembla y se muestra más insegura, atrapa un poquito menos en su desarrollo. “My Red Little Fox”, por su parte, irónicamente resulta algo fría con sus arreglos navideños. Asimismo, encontramos temas perfectos en su brevedad, como el que da nombre al disco: menos de dos minutos en los que Stevens emplea la jabalina como metáfora del efecto devastador (asesino, incluso) que tienen las discusiones de pareja. Y luego está la monumental “Shit Talk”, con sus más de ocho minutos que contienen en sí el álbum en su totalidad. Las guitarras que se entrecruzan (obra de Bryce Dessner, el único instrumento que no toca el propio Sufjan en todo el disco), la percusión profunda, las campanillas, las capas y más capas de coros... todo se une en una mezcla perfectamente equilibrada, dando lugar a uno de los momentos más emotivos de su discografía, con esos tres refranes que se superponen mientras se repiten una y otra vez: “Hold me closely, hold me tightly/Lest I fall”; “I don't wanna fight at all”; y “I will always love you”. Y después, dos minutos y medio de solemne ambient nos permiten aterrizar después de ese poderoso viaje emocional.
Tras este cénit, el disco se cierra con una versión de nada más y nada menos que Neil Young. “There's a World” es una de las canciones menos apreciadas de la discografía del canadiense, pero Stevens le da la vuelta al desnudarla de sus excesivos arreglos y convertirla en una modesta y amorosa coda para el álbum
Tras este cénit, el disco se cierra con una versión de nada más y nada menos que Neil Young. “There's a World” es una de las canciones menos apreciadas de la discografía del canadiense, pero Stevens le da la vuelta al desnudarla de sus excesivos arreglos y convertirla en una modesta y amorosa coda para el álbum, invitándonos a encontrar nuestro lugar en un mundo lleno de posibilidades a pesar de las adversidades y el dolor. Y es que, como muestra la jovial “A Running Start” al retratar los primeros pasos de una relación, el triunfo de Sufjan en Javelin es su capacidad para evocarlo todo, también la ternura y la esperanza, al recordar algo que acaba: un amor, una vida. He aquí otra obra maestra de uno de los artistas más talentosos y completos de lo que va de siglo. Ojalá lleguen muchas más.